6 Noviembre 2022

Sembrar nubes y cosechar agua lluvia

Uno de los recursos más subutilizados es el agua lluvia. En estos días en que se debaten temas ambientales en diversas instancias, bien vale la pena analizar los beneficios que puede traer si se aprovecha bien.

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Nubes
Fotos: Colprensa.

Por Margarita Pacheco
Mientras un nutrido grupo de representantes de ONG, organizaciones de pueblos indígenas y jóvenes preparan maletas para llegar a Montreal a la Conferencia sobre Diversidad Biológica de la ONU (COP15), otros se alistan para llegar a Egipto a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27), donde Colombia tiene un pabellón con una agenda nutrida y de alto nivel. Es un oportuno encuentro geopolítico en el que la Amazonia tiene un espacio central. Se abona al gobierno del presidente Gustavo Petro, a sus ministras y a directores de agencias de cooperación internacional la inclusión de organizaciones de la sociedad civil.
Entre los representantes de Colombia en COP 27 se encuentran, entre otros, Rodrigo Botero, de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible FCDS; Clara Solano, de la Fundación Natura; José Yunis, de Visión Amazonia; Julio César López Jamioy, de la Opiac; Luz Marina Mantilla, del Instituto Sinchi, y Francisco von Hildebrand, de la Fundación Gaia, expertos con reconocida trayectoria. Une al grupo el compromiso de acciones para frenar la deforestación y valorar el papel de las comunidades étnicas y campesinas en la conservación de ecosistemas tropicales.
Mientras las delegaciones de todo el mundo van llegando a su destino en el balneario egipcio de Sharm-el-Sheij, continúan los efectos globales de la crisis climática. En Colombia, donde sigue lloviendo, los equipos del gobierno continúan organizando los Diálogos Regionales Vinculantes y la edición del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 PND, para entregar al Consejo Nacional de Planeación, CNP, para su revisión, antes de llevarlo al Congreso de la República.
Es el momento de hacer lobby para incluir propuestas concretas asociadas a garantizar el derecho humano al mínimo vital de agua. La siembra de nubes y la cosecha de agua lluvia son, entre otras, estrategias de adaptación al cambio climático que Colombia debe liderar en el hemisferio. La oportunidad está aquí y ahora, en la edición final del PND.
Se trata de incluir a la lluvia con valor agregado. Es un bien público, con nombre femenino, subutilizado y condenado por las inundaciones y los desastres acumulados. Agua lluvia, ingrediente de vida infiltrada accidentalmente en suelos agrícolas, rodando por escorrentía en laderas desmoronadas por la tala odiosa y presente en corrientes veloces donde las vacas están con el agua al cuello. En estas épocas de Niña intensa, donde campesinos y pescadores de culturas anfibias están salvando su ganado en tierras altas, las mujeres con bebés y gallinas transitan en canoas entre viviendas y enseres empapados. Esa lluvia maldita para unos, bendita para otros, salva a muchos de sufrir de sed y de hambre ante anunciadas sequías y paisajes en proceso de desertificación.
En medio de incertidumbres y contrastes meteorológicos, de tormentas recurrentes, el Niño anuncia días más calurosos, más incendios y humos a la atmósfera. Anuncia desnutrición infantil, falta de garantías para el derecho al mínimo de agua vital. Habrá más desplazamientos y migraciones climáticas. Estos fenómenos inherentes a esta etapa geológica del Antropoceno, como dice Ernesto Guhl en su último libro, van en aumento.
La lluvia, ahora convertida en causa de desastres, obliga a concebirla distinto, con creatividad, para usos múltiples. Con una variedad de sistemas tecnificados y seguros se pueden revertir los desastres, previendo la necesidad del consumo doméstico, y otras opciones complementarias al agua suministrada por las empresas de acueducto. Es hora de diseñar usos diferenciados donde el agua potabilizada no es necesaria para todo y es hora de entender el ciclo completo del agua.

La siembra de nubes y la cosecha de agua lluvia son, entre otras, estrategias de adaptación al cambio climático que Colombia debe liderar en el hemisferio.


La restauración de bosques para la siembra de nubes y alimento de los ríos voladores, la cosecha con múltiples propósito del agua lluvia y la disposición final de aguas servidas, son un triángulo espacial interconectado entre los ecosistemas de la Amazonia, los pisos térmicos de los Andes y la temperatura de los océanos. Esto sin olvidar el papel central de los páramos y flora asociada que surten de agua a los territorios.
Mientras esto sucede en la geografía celestial, los grandes ríos andinos de Colombia van hacia el mar muy contaminados por vertimientos urbanos. Llevan cargas de sedimentos, pesticidas, metales pesados, plásticos, residuos líquidos industriales, aguas lluvias revueltas, y hasta heces de hipopótamos importados ilegalmente. Cada hora arrastran aguas oscuras donde se pesca el alimento de millones de ribereños. Es en este contexto donde el concepto de “agua-neutralidad” cobra sentido. Si en la transición energética se habla de descarbonización de la economía, también se debería incluir el concepto de entregar a los ríos y al mar aguas residuales con “agua-neutralidad. Una meta que debería tratarse en el PND y del cual poco se habla.
La política para el manejo integral del recurso hídrico debe ser el resultado del adecuado uso del recurso renovable en cualquiera de los servicios que presta dentro del ciclo hidrológico. Desde la siembra de nubes, el agua debe ser devuelta a la naturaleza con la capacidad de autorregenerarse. Así como los Objetivos del Milenio persisten en la meta “cero residuos”, esta debe extenderse también hacia el objetivo “agua-neutralidad”, donde ella pueda ser reabsorbida sanamente por aguas superficiales, suelos y atmósfera. La naturaleza tiene sus límites para recibir aguas con nutrientes y contaminantes, su exceso produce hipereutrofización, un cáncer sin cura del territorio.

La restauración de bosques para la siembra de nubes y alimento de los ríos voladores, la cosecha con múltiples propósito del agua lluvia y la disposición final de aguas servidas, son un triángulo espacial interconectado entre los ecosistemas de la Amazonia, los pisos térmicos de los Andes y la temperatura de los océanos.


Existen tecnologías nacionales que ameritan reconocimiento, como el sistema Alcantarillado Sin Arrastre de Sólidos, Asas, inventado por el ingeniero sanitario cartagenero José Enrique Rizo Pombo. Esta tecnología sería una opción viable para el objetivo de “agua-neutralidad” en áreas rurales. Las técnicas de cosecha de aguas lluvias están inventadas en todas las regiones, se requiere la voluntad política de incluirlas como soluciones basadas en el conocimiento ancestral, con asistencia técnica, capacitación, subsidios, innovación tecnológica y apertura de mercados para darle a la lluvia el valor agregado.

Lluvia
La lluvia cae en techos y cubiertas de escuelas, canchas, viviendas rurales, de familias campesinas. Muchas la recogen en tanques improvisados, otras la dejan perder entre canales y bajantes, rodando por calles empolvadas y alcantarillas. Para barrios periféricos construidos en laderas también existen técnicas para evitar el deslizamiento y los fenómenos de remoción en masa. La lluvia torrencial puede evitarse precisamente sancionando y evitando la deforestación aguas arriba. El ejemplo más visible es Mocoa, donde aún después de la tragedia de marzo de 2017, ronda el espíritu de los muertos arrastrados por la avalancha de lodo y piedras enormes. El drama del manejo urbano y rural de las aguas residuales esconde una caja de Pandora.

Los grandes ríos andinos de Colombia llevan cargas de sedimentos, pesticidas, metales pesados, plásticos, residuos líquidos industriales, aguas lluvias revueltas y hasta heces de hipopótamos importados ilegalmente. Cada hora arrastran aguas oscuras donde se pesca el alimento de millones de ribereños.


Hoy la lluvia es reina en la política del despilfarro de un bien común, regalo poco apreciado del "acueducto celestial", llamado así por raizales del archipiélago de San Andrés y Providencia. Allí existen conocimientos y tecnologías adaptadas dignas de reproducirse en otros contextos geográficos. La gestión tecnificada del agua lluvia, así como la disposición final de aguas servidas, tanto en zonas rurales como en las ciudades, aportan beneficios a la industria, vivienda, zonas verdes e infraestructura social, abasteciendo agua para usos que no requieren tratamiento, como  cocina, aseo, higiene, usos agropecuarios, comerciales e industriales.
El aprovechamiento del agua lluvia para múltiples propósitos debe ser parte de la política nacional del recurso hídrico, permitiendo construir sinergias entre sectores educativos, de ambiente, vivienda, innovación tecnológica, comercio y emprendimientos. Este bien público subvalorado se convierte en estrategia de adaptación y mitigación al cambio climático y aporte a la paz territorial. La puesta en marcha de la política para el aprovechamiento del agua lluvia generará mayor conciencia sobre la complejidad del ciclo del agua tropical y la existencia de una diversidad cultural en su manejo.
www.sumadrenaturaleza.org
Twitter @margamiel

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