Los testimonios de cinco víctimas de acoso de Víctor de Currea-Lugo
Cinco víctimas aseguran haber sido sometidas a distintas formas de acoso por parte de quien iba a ser el embajador de Colombia en los Emiratos Árabes. Una de ellas era menor de edad cuando todo sucedió.
Por: Maria F. Fitzgerald
El anuncio de la designación de Víctor de Currea-Lugo como embajador en Emiratos Árabes revivió las acusaciones por acoso sexual que el exprofesor, investigador en temas relacionados con el Medio Oriente y posible diplomático del gobierno de Petro ha cargado desde hace más de diez años.
La representante a la cámara Jennifer Pedraza expresó su indignación por el nombramiento y publicó un trino en el que ofreció su disposición a escuchar a las víctimas que quisieran dar testimonio de lo que les pasó con De Currea-Lugo y con otros acosadores.
La resonancia de las denuncias llevó a que el propio De Currea-Lugo renunciara a la designación. Así lo anunció en Caracol y también en su cuenta de Twitter.
Los antecedentes
En 2018 De Currea, quien ha sido profesor de la Universidad Javeriana y de la Universidad Nacional, publicó una columna en Semana en la que se defendía de las acusaciones por acoso sexual que se habían presentado cuando era profesor de la Javeriana. En la columna, que tituló “De la cacería de brujas y la violencia sexual”, el investigador aseguró que se trataba de un montaje en su contra promovido por el decano de la facultad de Ciencias Sociales, y dos profesoras —de las que se encarga de decir que eran pareja—, para desprestigiarlo por no estar de acuerdo con las políticas establecidas por el decano de la época.
“Es posible que mi coqueteo, del que en principio no tengo que arrepentirme y ni por el cual tenga que pedir perdón, haya ofendido a alguna mujer, eso sí sería motivo de disculpa. Y lo hago aquí y ahora: lamento si crucé la línea de sensibilidad de alguna mujer y con ello generé malestares, pero no confundamos el galanteo con el acoso o la violación. No me disculpo por mi opción sexual, ni es motivo de debate la edad de mi pareja. Dejen de ver el enemigo en el coqueto y empiecen a verlo en el abusador. Esa confusión no solo es perversa y dañina, sino que desdibuja precisamente la causa de igualdad y de respeto que se busca defender”, escribió De Currea.
El tema quedó congelado hasta que el gobierno de Gustavo Petro anunció que iba a designar a De Currea como embajador en Emiratos Árabes. Para defenderse, De Currea publicó una nueva columna, esta vez en su blog personal, titulada “Sobre mi designación como embajador y las calumnias en mi contra”. En ella volvió a argumentar que todas las acusaciones hacían parte de un complot en su contra de un sector del feminismo con el que él no estaba de acuerdo.
“Mi trabajo a favor de las víctimas de violencia sexual y mis posturas son igualmente conocidas; de hecho, en mi página web hay una sección sobre el tema, lo que demuestra que (aunque no cumpla con los estándares de ciertos feminismos) no soy un enemigo de esos debates. Así que, mientras muchas hablaban de género en cafeterías, yo estaba en otros países trabajando a favor de las víctimas de violencia sexual. Vale aclarar que no pienso pedir perdón por ser varón heterosexual y me parece muy bajo definir a una persona sobre la edad de su pareja”, señala en el blog.
Las acusaciones, sin embargo, continúan. El País, de España, entrevistó a dos profesores que compartieron tiempo con De Currea durante su paso por la Javeriana, y contaron cómo, en la facultad, era un secreto a voces que el profesor acosaba a sus estudiantes.
Aseguraron que los comentarios sexuales, además de las invitaciones a citas privadas, eran una práctica común del profesor hacia sus estudiantes: “Entre las actitudes de acoso sexual que escucharon contra De Currea-Lugo estaba que él le pedía citas extracurriculares a las estudiantes, a veces a cambio de pasar la materia, o les hacía comentarios como 'qué zapatos tan bonitos, como se verían de bien debajo de mi cama'".
Una de las víctimas del profesor habló con María Jimena Duzán en su programa “A Fondo”, en el que contó cómo había sido el acoso.
CAMBIO habló con esta víctima y con otras cuatro mujeres que decidieron relatar lo que les pasó. Las mujeres entrevistadas nos solicitaron mantener su nombre bajo reserva, por temor a sufrir represalias por parte del profesor, pues todas ellas lo consideran un hombre muy poderoso. Por ello, todos los nombres han sido modificados.
A continuación, compartimos los cinco testimonios, en los que se relatan distintas formas de acoso, una de ellas con la posible captación de pornografía infantil por parte del profesor De Currea-Lugo. En un ejercicio de verificación, pudimos corroborar la asistencia de De Currea a los eventos mencionados. CAMBIO tuvo acceso a las fotos de estos eventos públicos y pudo corroborar la asistencia de la denunciante al mismo evento. Pudimos corroborar que, quienes se presentan como estudiantes, efectivamente lo fueron, y pudimos verificar las credenciales presentadas por la mujer que intentó trabajar con él:
1. Jimena*, estudiante. Tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos.
“Me parece importante empezar el testimonio sobre mi experiencia de abuso con Víctor de Currea- Lugo empezando a hablar sobre cómo lo conocí. Yo conocí a Víctor en marzo de 2013. Era mi primer semestre en Ciencia Política en la Javeriana.
En ese momento yo iba a acompañar a mi mamá a un viaje a Túnez, al Foro Social Mundial en Túnez, que se celebró del 26 al 31 de marzo de ese año. Y siendo un foro importante para la carrera, lo que yo hice fue contactarme con una profesora de la facultad. Le pregunté que si necesitaban información, o algún tipo de insumo que yo pudiera traer para las clases del Foro Social Mundial. Ella me dijo que no, pero que conocía a un profesor de la facultad que también iba a ir al Foro Social Mundial y ahí fue donde conocí a Víctor de Currea-Lugo. Yo tenía 16 años. Me acuerdo que él me escribió y me dijo que nos encontráramos en su oficina. Yo fui a hablar con él, en ese momento hablamos de lo que era el Foro Social Mundial, me contó que era un experto en temas de Medio Oriente y demás y que pues sería chévere que nos pudiéramos encontrar en Túnez. De hecho, él me pidió una conversación con mi mamá y la tuvo, porque él dijo que le parecía prudente que mi mamá supiera que un profesor iba a ir y que pues de alguna forma íbamos a encontrarnos en los espacios del Foro Social Mundial.
Él habló con mi mamá y le dijo que era una salida súper académica y que además en ese momento él estaba escribiendo o tenía una columna en El Espectador y que él me podía entrar a ciertas partes del Foro Social Mundial bajo la credencial de periodista de El Espectador.
La segunda vez que lo vi fue cuando ya estábamos en Túnez en el Foro Social Mundial. Me sentí tranquila y nunca pensé que experimentaría un abuso por parte suya. Estando allá recuerdo que él me cuidó porque tuve una infección urinaria y me ayudó a tener unos medicamentos allá en Túnez para que se me pasaran. También me dio acceso como periodista para ir a diferentes partes del Foro Social Mundial, tomó fotos un montón y me llevaba a tomar fotos, a ver entrevistas, es decir desde ahí creo que nunca hubiese pensado lo que iba a pasar.
Después volvimos a Bogotá y él y yo manteníamos una conversación cercana, hablábamos por Twitter o por Facebook y la verdad es que como en un primer mes, mes y medio de volver desde Túnez, fue como que él asumió un rol muy desde el cuidador que yo no tenía en Bogotá.
Hoy parece como un cruel chiste del universo pero un día me regaló mi primera copia de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir; me invitó a su semillero de investigación de la Facultad de Ciencia Política, que era sobre Medio Oriente, y recuerdo que hasta yo en ese momento compartía las columnas que él hacía sobre análisis de Medio Oriente y demás. Creo que desde el primer momento que conocí a Víctor hasta ese momento nunca me sentía en riesgo porque era una persona que de alguna forma estaba asumiendo un rol de cuidador, como de entre comillas padre, que yo no tenía en Bogotá. Era la primera vez que yo vivía sola y pues ahí todavía seguía teniendo 16 años.
Para la mitad de ese año, que fue el 2013, recuerdo bien que él me mostraba fotos de chicas con las que salía, o que le tomaba fotos como de un estilo un poco más artístico. Y recuerdo que yo le dije que parecían muy lindas. Él me había tomado unas fotos cuando yo estaba en la marcha del Foro Social Mundial y me dijo que él quería tomarme unas fotos porque yo en ese momento estaba retomando ballet y me dijo que quería tomarme unas fotos como bailarina de ballet.
No era la primera vez que yo de alguna forma había modelado, entonces para mí fue más bien una decisión tranquila de tomar. Me acuerdo que ese día salí de la Universidad y me puse las medias, las mallas rosadas del ballet, toda la estética que implica una bailarina de ballet y habíamos quedado en ir a un café o algo así o en la calle. El caso es que él me dijo que subiera a su apartamento, porque le faltaba hacer unas cosas y que ya después nos enfocábamos en las fotos.
Yo subí al apartamento de él que me acuerdo que quedaba en Teusaquillo muy cerca a la 45, de hecho era cerca de la Universidad Javeriana, entonces yo subí al apartamento de él y ahí sí sentí como si hubiese aparecido una persona que yo no conocía.
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Hablaba sin filtro frente a mí, me decía: 'estás muy guapa, muy bella, y 'estás muy buena'. Yo nunca había recibido ese tipo de comentarios por parte de él. Me sentí incómoda, pero bueno. En eso, él terminó de mandar lo que debía enviar y me dijo que ya estaba listo para las fotos.
Me acuerdo que en ese momento yo me senté en el comedor y él me dijo: 'mira lo que traje', y sacó una botella de vodka, porque en algún momento en mi vida en Twitter yo había puesto que a mí me gustaba tomar vodka, entonces me sirvió un vaso gigante y me acuerdo que me dijo salud. Yo tomé un poquito y él me dijo ‘tome más' y me movió el vaso. Eso hizo que me cayera el vodka encima de la ropa que tenía y me mojé toda. Él me pidió perdón y fue y trajo una toalla. Luego me dijo que me quitara la ropa que se había mojado.
Yo tenía un bucito, tenía una trusa negra, las mallas rosadas del ballet, la faldita que se pone el ballet, y encima un buzo, entonces el buzo estaba mojado y me lo quité. Ese fue el primer momento en que sentí que me estaba tocando más, que ya estaba teniendo un contacto físico mucho más cercano.
Después de lo del vodka conversamos un rato, no sé, como que hablamos de varias cosas, no recuerdo bien realmente, y en un momento de –no sé– 10-15 minutos de conversación. Me dijo: 'bueno y ¿por qué no hacemos las fotos acá? Yo aquí tengo luces, aquí tengo un par de telas. Aquí tengo las cámaras y los lentes. Hagamos la sesión de fotos acá'.
Yo no pensé que fuese algo grave. Las primeras fotos fueron bastante inocentes. Fueron unas fotos como un retrato, una foto de cuerpo entero mía, haciendo algunas poses del ballet. Hasta ahí, pues como todo normal. Pero en un momento él se acercó y me quitó la faldita de ballet y pues creo que era la primera vez en mi vida que alguien que se llamara un fotógrafo me estuviera tocando, y eso se sintió muy extraño, pero pues continuamos con la sesión de fotos.
En ese momento me dijo que por qué no me bajaba un poquito la trusa como desde el cuello hasta los brazos, como cuando uno se baja sí se baja la ropa un poco y se le ven como lo descubiertos los hombros. A mí se me hizo raro, pero en ese momento no me tocó, entonces yo era la que lo podía bajar y así lo hice. Desde ahí empezó lo peor. Su disposición era diferente frente a las fotos y frente a mí, particularmente frente a mi cuerpo. Él me decía cosas como: 'usted está muy buena, usted está muy rica' y yo ya ahí me empecé a sentir bastante más incómoda.
Yo simplemente pensaba que entre más rápido se acabara esto, pues mejor. Entre más rápido acabemos acá las fotos, mejor. Porque no, no sabía qué hacer en ese momento. Me sentí bastante vulnerable, pero además tenía un miedo inmenso. Estaba en la casa de este man y con nadie más, a mis 16 años no tenía las herramientas, ni la fuerza, para salirme en ese momento de ahí.
En ese momento él me coge la trusa y la baja. Entonces en ese momento ya quedé completamente desnuda en el tronco superior. Mi abdomen, mis senos, toda esa parte quedó completamente descubierta y él continuó tomando fotos. Ya no supe qué hacer, simplemente hacía lo que él me decía. Seguía sus instrucciones. Era una una situación que hoy la entiendo demasiado sexualizada, ¿sabes?, porque mientras me decía qué hacer, hacía comentarios sobre mi cuerpo tipo: 'cómo se te ven esas tetas de ricas'. Era una cosa espantosa. Él me seguía dando vodka. Y yo estaba muy nerviosa. No lograba pensar con claridad en qué hacer para poder salir de ahí sin ser más violentada.
Entonces en ese momento, por los nervios, me boté el vaso de vodka encima mío. Recuerdo que él en ese momento dejó la cámara y se acercó a mí. Me lamió el pecho. Eso fue espantoso y recuerdo que yo lo único que pude hacer en ese momento fue correr al baño con la excusa de ir a secarme.
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Entré al baño pensando que era mi mejor refugio, pero me di cuenta de que había cometido otro error, porque, como estábamos en un apartaestudio, el baño quedaba en la habitación. Cuando me di cuenta de eso, me estaba enloqueciendo. Entonces entré al baño, me limpié el vodka, me eché agua y me volví a poner la truza completa.
Al salir, él estaba semidesnudo en su habitación y había llevado las luces para el cuarto, para tomarme más fotos ahí. Yo le dije que volviéramos a la sala, pero él me jaló y me puso en la cama. Me dijo que me quitara la trusa otra vez, y como no lo hice, lo hizo él.
En un momento me quitó toda la ropa y yo quedé desnuda en la cama de él. Yo solamente miraba hacia el techo. Mi ropa estaba lejos, no sabía dónde la había puesto porque él la cogió y no sé qué la hizo, entonces no sabía, no podía salir del apartamento, porque estaba completamente desnuda.
Para mí sobre todo era impensable que él estuviera haciendo lo que estaba haciendo. En un momento me dijo: 'por qué no te masturbas'. Y yo, en mi cabeza, solo pensaba en cómo salir más rápido de ahí. Yo le dije que no, que qué le pasaba, pero él me decía que lo hiciera o si no que él lo hacía. Y yo, por no dejar que lo hiciera, lo empecé a hacer y él me tomaba fotos en ese momento.
No sé cuánto tiempo duró eso. Pero creo que fueron los minutos más largos de mi vida.
Recuerdo que en ese momento ya obviamente estaba muy sexualizado todo y yo solamente miraba el techo. Él me decía: 'mira a la cámara'. Entonces yo miré a la cámara y me decía que mirara con deseo. Yo lo miré así y me acuerdo que él se quitó el pantalón, la ropa interior y empezó a masturbarse también. Y en un momento dejó la cámara a un lado e intentó hacerse encima mío y empezó a darme besos y yo simplemente ponía las manos encima, como cuando uno está acostado en cucharita como que no quiere y él me separaba las piernas y las manos para darme besos.
Y volvía con el tema, a decirme cosas de 'está muy rica, qué vagina tan rica', bueno, todo. Recuerdo que en ese momento él bajó porque quería hacerme sexo oral y ahí yo con la mayoría de mis fuerzas dije no, yo ya no, no me siento cómoda con esto y él me preguntó como si quería estar con él y yo ahí con todas las fuerzas le dije que no.
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En ese momento él se alejó por completo de mí físicamente, y recuerdo que con todo el cinismo me dijo que, si yo no quería, no pasaba nada. Como si no me hubiera obligado a hacer todo lo anterior. Me dijo que me vistiera, y sólo en ese momento me di cuenta de que las fotos solo fueron una excusa para él poderse acostar con una menor de 16 años. Él había puesto mi ropa en el baño, pero antes de dejarme ir me dijo que sólo quería abrazarme mientras yo seguía desnuda. Así lo hizo. Para mí fue asqueroso sentir su cuerpo desnudo contra el mío. Pero luego de eso pude ponerme mi ropa tan rápido como pude.
Luego de todo eso él actuó como si nada. Eso fue muy confuso para mí porque fue como si no hubiera pasado nada de lo que me acababa de hacer. Él me siguió hablando por redes como si nada, me seguía preguntando cómo estaba, me seguía diciendo que si íbamos a tomar un café. Pero, eso sí, nunca me quiso enviar las fotos. Yo le pedí que si me las enviaba para poder tener prueba de lo que había pasado, porque entiendo que él al tomarme estas fotos está en posesión de pornografía infantil, por ser yo menor de edad en esa época. Pero nunca lo quiso hacer.
Con el tiempo, le pedí que no me contactara más, porque me hacía mucho daño. Él me dijo que respetaba mi decisión. Aún así, él seguía saludándome cada vez que nos cruzábamos en la facultad. La decisión que tomé en ese momento fue no hablar, porque lo entendí como un hombre muy poderoso. Y, como yo no tenía pruebas, no tenía cómo demostrar nada de lo que me había hecho. Yo sentía que tenía mucho por perder, por eso decidí alejarme por completo y sólo hasta cuando surgieron más denuncias en su contra, pude hablar un poco más públicamente”.
2. Ana María*, expareja. Tenía 30 años cuando ocurrieron los hechos.
“Esto se remonta al año 2015. Yo viajé a Riohacha sola en un paseo como de aclarar mi mente y conocí a este señor en el aeropuerto. Era un tipo encantador, muy inteligente, muy querido, muy chévere. El tema es que empezamos a salir. Al principio era muy decente, súper tranquilo. Empezó a mostrarme todo lo que escribía, obviamente ya tenía mi admiración y mi atención.
En ese momento yo vivía en Chía y trabajaba en ese momento en Bogotá. Entonces él me dijo como 'bueno, ya tenemos una relación. Esto es muy bonito', no sé qué; llevábamos como dos meses y me dijo: ‘vente a vivir a mi apartamento, te queda más cerca de tu trabajo'. Y sí, me fui a vivir allá. Ahí el primer mes fue muy querido, muy bonito todo. Pero con el tiempo empezó la peor experiencia de mi vida.
Él es un hombre que sufre de ansiedad y depresión, entonces él vive medicado. No sé si todavía lo hace, pero en esa época él por momentos decidía dejar de tomar la medicina que lo mantenía controlado. Luego, en un momento, decidió cambiar de fórmula y empezar a tomar Prozac. Y entonces empezó a sacar las garras.
Empezó a gritarme, para luego decirme que no le contara a nadie más lo que había hecho, que porque lo teníamos que manejar solo entre los dos. Me decía que no le contara a mi familia, ni a mis amigos, ni a nadie, que solo podíamos manejarlo entre los dos.
Luego empezó a insistir para que dejara de trabajar. Me preguntaba que cuánto me pagaban en mi trabajo. Me decía que él me pagaba eso, pero que dejara de trabajar. Yo le decía 'no, no es por el dinero. Es por mi grupo de amigas. Es por mis pacientes, es por todos'. Pero él me insistía porque quería que me quedara en la casa, que no hablara con nadie y que no les dijera que teníamos problemas. Me decía que si contaba algo iban a hacer que nos separáramos. Y yo le hice caso, entonces empecé a guardarme todas las cosas para mí sola.
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Cuando logró eso, se puso todo más violento. Ya no solo gritaba, sino que ya tiraba los platos. Entonces yo, por ejemplo, si le preparaba un desayuno, me gritaba: 'claro, usted me quiere engordar, ya me quiere poner más gordo que usted'.
Cuando yo lo conocí pesaba 50 kilos. Pero es una persona que logra meterse tanto en tu cabeza que consiguió que yo me obsesionara con mi peso. Salíamos a la calle y decía cosas como: 'qué tal esa flaca tan rica. No como usted que está tan gorda'. Y así empezó a ser todo el tiempo. Empecé a pesarme todos los días, hasta que llegué a los 43 kilos porque él me jalaba la piel y me decía que esos gordos tan asquerosos que tenía yo. Cuando llegué a ese peso, se lo conté y él me dijo que qué bueno, que ya sólo me faltaban 3 kilos para mi peso ideal.
Mientras tanto, él seguía metiéndose con otras mujeres. Sobre todo jóvenes. Una noche él se tomó sus medicinas y se quedó profundamente dormido. Entonces yo, en ese momento, decidí abrir su computador y me encontré con los muchos mensajes que le mandaba sobre todo a sus alumnas por Twitter. Mientras ellas lo adulaban y le decían que qué buena clase (ellas sin coquetear de ninguna manera), él inmediatamente les preguntaba si a ellas les gustaba hacer tríos, o que si les gustaría estar en una pareja swinger.
Unos mensajes tan vulgares, tan subidos de tono, tan asquerosos. Ya ahí me enteré que el tipo me tenía a mí, pero también tenía una relación en Cúcuta, otra en Medellín, y así en cada viaje. Todas ellas eran mujeres mucho menores que él. Él aprovechaba cuando viajaba para desaparecerse. Me bloqueaba, me apagaba el celular y si yo intentaba llamarlo, me gritaba.
Esta es la primera vez que yo hablo de esto porque él se encarga siempre de hacerte entender que es mucho más poderoso que tú. Que él siempre va a ganar y que no hay forma en que te vayan a creer nada de lo que tengas por contar”.
3. Lina*, tenía 27 años cuando ocurrieron los hechos. Este testimonio también fue publicado en A Fondo.
“Esto era un secreto a voces en la Javeriana, cuando yo estudié allá Comunicación pero hice algunas materias en Ciencia Política. Y en esa facultad, era como un secreto a voces que este señor pedía favores sexuales a cambio de mejorar las notas de las alumnas, que les hacía comentarios indebidos y, es más, yo conocí de chicas que cambiaron clases, o sea que metieron materias con él y que las cambiaron a mitad de semestre porque el tipo pues era como era.
Sin embargo, mi situación con Víctor sucedió cuando yo ya me había graduado de la Universidad. De hecho, ya habían pasado algunos años desde que yo me había graduado y a mí eso me parece muy importante porque el tema que pulula es que fue con estudiantes y, pues claro, es gravísimo, pero era una conducta repetida con mujeres que estaban en su campo.
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Resulta que en 2015 yo estuve haciendo una maestría en Holanda y regresé en ese año. Yo estaba buscando trabajo y en algún momento él puso en twitch sobre un tema de Palestina que supuestamente es el tema en el que él es experto y demás. Yo le di like, le respondí alguna cosa y desde ahí él me empezó a escribir por interno, por mensajes privados de Twitter, nada, pues un poco ahí como insinuándome cosas. Pero pues digamos que nada ni exagerado, ni grosero. Bueno, hasta ese momento.
Un día me dijo que estaba buscando una asistente de investigación, me preguntó si me interesaba el tema. Yo le dije que sí, que por supuesto, que cómo hacíamos. Él me dijo que nos tomáramos un café al día siguiente. Justo ese día, me dijo que había sufrido un accidente, que si me quedaba bien ir hasta su apartamento porque se había partido un dedo del pie.
Yo ya había escuchado desde la Javeriana que el tipo era así. Incluso, un par de amigas mías tuvieron situaciones bien incómodas con él, pero pues yo dije bueno, no sé, voy a ir. El tipo era una eminencia y trabajar con él podía ser muy bueno para mí.
Cuando llegué este hombre me recibió con un té. Apenas llegué empezó a hacer comentarios sobre mi aspecto físico, que como era de bonita, que no sé qué, o sea cosas que pues a mí me incomodaron porque para mí era una reunión meramente profesional. El caso es que él me comentó sobre el asunto del trabajo, te puedo decir por muchos cinco minutos y era evidente que si no era un invento era algo que definitivamente no estaba claro, o sea, era una cosa como que no no tenía ni pies, ni cabeza.
Y ahí definitivamente me di cuenta de que su invitación a su casa no tenía que ver con temas de trabajo y me empezó a preguntar que si a mí me gustaba la fotografía. Entonces me dijo 'mira, yo tomaba unas fotos', y me llevó a su cuarto supuestamente a mostrármelas. Lo seguí un poco, pues, o sea, de verdad yo uno con esto no se tiene que justificar, pero pues tú entiendes que el miedo de estar con un hombre en su casa sola, pues hace que tú trates como de no poner resistencia.
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Me sentó en la cama. Me hizo sentar en la cama y ahí me buscó para besarme. Yo lo rechacé y en ese momento fue como su primera actitud agresiva donde él me dijo como: '¿es porque soy feo o tienes novio?'. Por miedo, accedí a que él me besara, porque tenía mucho miedo. Fue una experiencia horrible y lo único que yo pensaba era cómo salgo de acá de una forma en que este man no me violente.
Intenté decirle que nos regresáramos para la sala, pero él insistía en que no, que nos quedáramos en el cuarto. Me intentaba besar más, hacía comentarios asquerosos sobre mi cuerpo, a decirme que me tenía muchas ganas, que qué rico que yo hubiera ido. En un momento se botó encima mío y empezó a tocarme, a intentar violarme.
Él nunca utilizó la fuerza conmigo, sin embargo, verbalmente sí me insistía sin parar. Yo le dije que no estaba cómoda con lo que estaba pasando y él sólo se paró y me dijo: '¿entonces para qué viniste a mi casa?'. Finalmente logré que parara porque le dije que si por favor me regalaba otro té. Pero en ese momento, cuando él se volteó, cogí mi bolso a toda velocidad y salí corriendo por toda la 45.
Salí de su casa corriendo y llorando porque para mí fue una cosa demasiado fuerte. Hasta ahora me atrevo a hablar y lo hago con tanto detalle porque él es un hombre con mucho poder. Y a pesar de que nos hemos cruzado en algunos eventos, él siempre que me ve quita la mirada y no me determina. Pero siempre me ha hecho sentir mucho miedo”.
4. Rosa*, tenía 20 años cuando ocurrieron los hechos.
“En 2015 estaba viviendo en Medellín y hacía parte del movimiento social y político Congreso de los pueblos, específicamente de identidad estudiantil. Para ese año se realizaba una conferencia en la que se hablaba de paz con el ELN. Uno de los invitados era Víctor de Currea-Lugo. Como organizadores del evento, debíamos encargarnos de varias tareas, entre esas el registro y estar pendiente de los invitados.
En el registro estábamos otra compañera y yo. Por ese tiempo ya había leído algunas columnas que De Currea había sacado sobre paz con el ELN, conocía su nombre. Cuando él se acercó al registro, es mi compañera la que se encarga de hacerlo, ella no entendió el apellido, yo me encargué de repetirlo. Sin embargo, mi compañera prefirió que yo lo registrara.
A partir de ahí el señor, aparentemente emocionado, fue a buscar uno de sus libros, Y sin embargo se mueve, el cuál me regaló con una dedicatoria que en ese momento vi como algo normal. Pero además de regalarme su libro insistió en que debía tomarme una foto. Nunca me ha gustado que me tomen fotos, entonces, en principio, lo rechacé. Además, seguía en el registro de las personas que iban al evento, pero frente a la insistencia del señor le dije que estaba bien. Un par de meses después me enteré de que esa foto fue publicada en otro de sus libros de registros fotográficos.
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Se realizó y se terminó la mesa en la que él estaba. Ya era hora de almuerzo. Si hay algo por lo que recuerdo a ese señor es por su insistencia. Me pidió insistentemente que lo acompañara a un parque cerca de donde se realizaba ese evento porque él debía tomar unas fotos.
Una vez estando allá el señor se me abalanzó, tomó mi cara y me intentó besar. Yo me sentía entre sorprendida y asqueada, sin embargo, no fui capaz de decir nada. Mientras regresábamos al lugar del evento inicial, él me seguía hablando, diciendo que nos teníamos que ver más, que me quedara con él ese día, que nos fuéramos a un motel, que nos viéramos al otro día. Recuerdo que yo solo le decía que no, solo intentaba sacar excusas y regresar pronto.
Podrían ser solo unas cuadras de distancia, pero lo he sentido como el recorrido más largo de mi vida. Ese día, antes de que terminara todo el evento y antes de poder volverme a cruzar con ese señor, me fui para mi casa. Esa noche me escribió, porque él me había pedido mi número cuando estábamos apenas en el registro. Intentó mantener el contacto conmigo, pero siempre me incomodó mucho.
Por esos mismos días, mis compañeros y yo estábamos organizando otro evento relacionado a un tema en el que él es experto. Mis compañeros me pidieron que lo invitara, yo les conté lo que había pasado, manifesté mi incomodidad, pero aún así dije 'está bien, yo lo invito'. Mucho tiempo me arrepentí de esa decisión, especialmente porque me he considerado feminista y no sé cómo pude considerar que era buena idea, después de lo que me había pasado, que ese señor estuviera. Creo que justifiqué la situación inicial, pensé que tal vez había sido un error, que tal vez esa impresión que tenía de ese sujeto no tenía por qué ser así, violenta en su existencia hacia otras. Por esa razón pensé, justifiqué, que no pasaba nada.
Entonces le hice la invitación al señor, eso sería con pocos días de diferencia del evento inicial. Me dijo que sí, nuevamente de forma muy efusiva. Sin embargo, empezó a decirme que él solo quería verse conmigo, que quería salir a comer conmigo, que quería estar solo conmigo. Yo le dije que no, que esta era una invitación por parte del proceso y que no era una invitación de carácter personal. Entonces él se enojó y dijo que no iba a ir al evento al que lo invitábamos.
Recuerdo que me dijo que él no estaba dispuesto a verse con nadie más, que solo quería hablar conmigo y que no podía ser en la Universidad, que si no, él no estaba dispuesto a participar en ninguna asamblea.
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Después de eso continuó escribiéndome insistentemente, diciéndome cómo quería tener sexo conmigo, me describía todas las cosas que quería hacerme. Las cosas más vulgares que me han llegado a decir. Yo nunca le respondí, pero él seguía insistiendo, hasta que un día decidí cambiar de línea, al notar que él no pararía.
Decido contarlo no porque tenga ánimos de que a ese señor le vaya mal. Lo he pensado y tampoco le guardo algún tipo de odio. Pero esas conductas no pueden ser reiteradas, los hombres no pueden estar acostumbrados a que las mujeres les pertenecemos y funcionamos como una transacción. Cómo ya dije yo no tipifico qué fue eso que me sucedió, pero no es normal, no es cómodo. Y además sé que es reiterativo, no he dejado de pensar en las estudiantes que tenían que ver clase con él y que también se han animado a manifestar que se han sentido vulneradas por ese señor. No es un simple coqueteo, como él lo ha querido manifestar, él puede desear a muchas personas, y lo puede mantener en forma de deseo, pero eso nunca debe trascender a violentar la voluntad de otras”.
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5. Catalina*, estudiante. Tenía 21 años cuando sucedieron los hechos.
“Lo que pasó conmigo fue que un día me empezó a escribir mensajes directos por Twitter, a preguntarme si yo era su estudiante, que de dónde había visto esa cara y cosas así. Yo le respondí que era estudiante de la facultad pero que no había visto clase con él, pero que esperaba hacerlo en mi énfasis.
En ese momento y por ese mismo medio me ofreció ser su monitora, a lo que le respondí que si el requisito no era haber visto la materia y pasarla con buen puntaje. Él me citó en su oficina para hablarlo. Yo fui, sabiendo que no era posible ser monitora y con algunos rumores sobre él que ya había escuchado.
Cuando llegué a su oficina, la conversación fue bastante incómoda. Me preguntó por mis parejas, por mis gustos, por mi vida y no se habló de nada académico. Finalmente, me dijo que fuera a su casa a ver una película que me estaba recomendando y que allá mirábamos lo de la monitoría. Que me le volara a mi pareja, que él no era celoso y que no le iba a contar a nadie.
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En ese momento llegó otra compañera a la oficina de él y aproveché para irme sin darle ninguna respuesta. Me siguió preguntando por Twitter que cuándo nos veíamos, hasta que me negué a ir y el tema quedó ahí.
Aun así, cada vez que me lo encontraba en la facultad y decidía no saludarlo, hacía comentarios incómodos a colegas, tipo “véala tan creída, ella me conoce pero se hace la que no y me ignora”, siendo un profesor y doblando la edad de sus estudiantes.
Lo mío es una bobada (que igual no se justifica) comparado con la forma en que intimidaba a sus estudiantes para pasar la materia, invitándolas a su casa o a salidas fuera de la universidad. Haciéndoles comentarios salidos de tono, hostigándolas por redes sociales. Todo esto lo hacía siendo pareja de otra estudiante de la facultad. El comportamiento de Víctor llegó al punto de que en la facultad se advirtiera en el voz a voz a las mujeres para que no inscribieran sus materias”.
Las respuestas de Víctor de Currea-Lugo
Sobre todos estos episodios, CAMBIO extendió un formulario de preguntas al profesor De Currea-Lugo, con el objetivo de contrastar las acusaciones específicas. A continuación, transcribimos sus respuestas exactas:
“Primero es que el tono en que se plantea la discusión es un tono que es diciente, ¿no? Y me parece más que una discusión de un contexto, un juicio. Y por lo tanto me resulta retador a la forma en que se presentan las preguntas. Pero es una discusión de cómo se hace periodismo y respeto tu estilo, simplemente que quiero dejar notado que eso no, no me parece lo más adecuado, pero eso es tu estilo.
Primero, lo de las fotos. Yo he tomado fotos a menores de edad, me gusta tomar fotos, me gustan las fotografías, pero no significa que yo esté participando, ni tomando fotos, ni nada de eso, de personas menores de edad. Hasta donde yo recuerdo, hasta donde tengo claro, la gente con la que yo he interactuado en mi vida, han sido personas con una cédula de ciudadanía y por tanto me parece totalmente grave esa acusación.
Segundo, lo de la gordofobia, la persecución a una mujer por su peso, no es de mi naturaleza. Creo que eso también es una cosa bastante fácil de argumentar, bastante fácil de, cómo se llama, de acusar a alguien de eso, pero ni es cierto, ni he tenido actos de violencia con mis parejas sobre el tema de su peso, o su gordura.
Sobre el tema del apartamento fue una cosa citada por una persona anónima, o alias Tatiana, quien se lo manifestó en el chat de María Jimena Duzán. Parece que yo estaba con un yeso, pero sin embargo, la perseguía por todo el apartamento. Supuestamente la había contratado para un trabajo, no es cierto, no recuerdo, no tengo y he sido cuidadoso en recordar que de mi casa nadie ha salido huyendo. Por eso, y lo expliqué ya en otro momento.
Lo de Medellín ni siquiera sé de qué evento estamos hablando. Porque yo allá sé que en Medellín hay un colectivo de mujeres que no me tienen en la mejor estima posible y que ha habido allí una campaña contra mí de manera marcada.
Para profundizar
Y en el caso de la monitoría, yo atendí mujeres para monitorías de maestría y de pregrado en la oficina de la Universidad Nacional, pero nunca he utilizado continuar con las asesorías en mi casa.
Creo que todo hace parte de una discusión que ya había explicado y te pido que aparezca así, en el 2018, donde en 2014, en la columna de 2018, te pido lo incluyas, cómo en 2014 fueron varias personas mujeres las que me llevaron a decir: ´Víctor dos profesoras, nos han llamado para colocar denuncias en su contra en el año 2014' y me acusaron de acosador sexual. Por tanto, no me extraña que ahora haya alguien muy interesado en destruirme políticamente y recurra ese tipo de argumentos. Ahora, en 2019, en 2023, perdón, se repite exactamente esa misma metodología. Luego de que Jennifer Pedraza saliera a manifestar, públicamente. Yo lo que observo es que hay un patrón de comportamiento contra mí, que a raíz de desenmascarar, a una profesora que no tenía doctorado en la Universidad Javeriana y de cazar peleas con otros profesores, empieza un reclutamiento de mujeres para que digan que yo las acusé. Eso sucede en 2014, sin mayores esfuerzos. En 2018 doy la explicación del caso y ahora cinco años después vuelve a darse el mismo fenómeno de cooptar personas para que digan cosas en contra mía. Me parece que esto pues es muy fácil, y ojalá incluyas esto, por favor, en un país muy sensible a la violencia sexual en un país muy sensible a la violencia contra menores de edad, utilizar ese argumento para destruirme”.
Más testimonios
Poco antes de la publicación de este artículo, CAMBIO recibió cinco denuncias más de mujeres jóvenes, cuatro de ellas exestudiantes de De Currea de la Universidad Javeriana y de la Universidad Nacional. Estas mujeres afirman que también fueron contactadas por el profesor a través de redes sociales y fueron expuestas tanto a intentos de contacto forzado, como a mensajes sexuales sin consentimiento de ellas.