Daniel Samper Pizano
12 Junio 2022

Daniel Samper Pizano

SOLTEROS CONTRA CASADOS

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“Estamos menos divididos de lo que nos dicen”

Matthew McConaughey

Quizás lo más parecido a la actual situación colombiana es un partido de banquitas, esa mínima representación del fútbol que se disputa en un potrero y que enfrenta a dos equipos de amigos agrupados a las volandas: A ver, rápidamente, formen en este lado los casados y en el otro los solteros... Sí, seis contra seis, o contra cinco, no importa.... Gordo, tú vas de árbitro...

Solteros contra casados. Llamen ustedes casados a los que apoyan a Gustavo y solteros a los de Rodolfo, o al revés, da igual, porque en la política nacional y los partidos de banquitas el personal es siempre el mismo: unas veces corren en un equipo y otras en el rival. Pero ahí están y, llegado el caso, son intercambiables.

En la alineación de este año no entran en liza rotundas ideologías, planteamientos de fondo, programas sólidos ni grandes consideraciones sobre los problemas del país. Fijados los dos polos, Petro y Hernández, los jugadores se matriculan por razones emocionales o promocionales en uno u otro equipo sin tener en cuenta más que circunstancias accidentales. Como permanecer soltero o estar casado. En las decisiones más filosóficas cuentan, si acaso, tendencias instintivas. Esto explica que, rotos los primeros pactos (el del centro y el de la derecha), sus miembros salieron en estampida a reubicarse sin reparar en contenidos. Así, algunos capitanes del Nuevo Liberalismo acabaron aliados con su némesis, el Partido Liberal de César Gaviria, bajo el ropón de Hernández, mientras que sus copartidarios se refugiaban en el bando contrario, el de Petro. A su turno, el uribismo terminó en el mismo equipo, el rodolfismo, hombro a hombro con acérrimos enemigos suyos y pudimos ver agrupaciones marxistas, como el movimiento Dignidad, cogidas del brazo de restos del fiquismo.

Si alguna vez ha sido decididamente grotesca la política electoral colombiana es en los comicios de 2022. Los dos rivales finalistas están teñidos de populismo y peculiaridades preocupantes. Mucho más soez, impredecible y corrupto el candidato santandereano de la Liga Anticorrupción que el propio Petro, quien sin embargo ofrece perlas inquietantes, como prometer un tren elevado entre Barranquilla y Buenaventura que sortearía pantanos, ríos turbulentos y selvas impenetrables. No lo tienen ni los chinos...

El resultado de las eliminatorias entre candidatos sorprende por la presencia del inesperado ingeniero Hernández y sus adherentes y por algunos de los que, cercanos a las ideas de Petro, le niegan no obstante su apoyo. Al privarse de hacerlo, lesionan las posibilidades de ensanchar su campaña personal hasta convertirla en una alternativa de izquierda amplia, democrática y progresista. A estas alturas, la mejor manera de contrarrestar las decenas de promesas al detal que está haciendo el candidato del pelo teñido es ofrecer cuanto antes, desde la orilla opuesta, un gabinete ministerial que convenza por su seriedad, solidez y sabiduría. Y la mejor garantía para los que se han sumado a la corriente petrista es tener el mensaje claro que envían ciertos nombramientos en ministerios, institutos, embajadas, etc.  La mayoría de los votantes de Petro sintieron un alivio al saber que al frente de la política económica estará un profesional tan calificado como José Antonio Ocampo. Rodolfo, por su parte, escoge un muy buen ministro de cultura, William Ospina. En este terreno práctico y tangible debería librarse el resto de la batalla por conquistar las urnas, no en el de insultos y falsas promesas.

De todos modos, la enloquecida situación preelectoral ofrece dos aspectos que invitan al optimismo.
El primero, que las cartas todavía no están jugadas y en una semana aún es posible convencer a los ciudadanos con hechos prácticos de que les conviene apoyar la opción más seria. La diferencia en las encuestas es tan pequeña que unos pocos miles de votos pueden coronar o condenar al sucesor de, uufff, Iván Duque.

La segunda, que, como dijo el actor y profesor Matthew McConaughey en su discurso desde la Casa Blanca esta semana, estamos menos divididos de lo que se dice. La desbandada en múltiples direcciones de los candidatos perdedores y sus huestes es un espectáculo insólito. Pero al mismo tiempo crea redes y cercanías indispensables para lo que nos viene encima desde el domingo próximo. Si han podido jugar banquitas entre solteros y casados, seguramente podrán trabajar juntos en un proyecto común más ambicioso y complejo. No ha de ser tan difícil atraer al equipo ganador (quiero pensar que será el de Petro) a jugadores de otros grupos. Muchos de ellos vestían hasta hace poco la misma camiseta que sus rivales de ocasión y podrían llevarla de nuevo. ¿O ustedes creen que Hernández ofrece una ideología, un programa que merezca fidelidad y no solo la expectativa de algunas moronas de poder?

Conviene que empiecen a moverse no solo los que estarán en el cuadro vencedor sino también los que quedarán al margen. Ante la fragilísima barrera que, según todos los pronósticos separará al ganador y al perdedor, sería importante un pacto de respeto a los resultados. Y que los vencidos adopten esquemas de oposición coherentes con un gabinete en la sombra que vigile los actos del gobierno y presente propuestas de iniciativa propia. Es que incluso los partidos de banquitas entre solteros y casados acatan un reglamento básico. Al fin y al cabo, excluidos unos cuantos que rezongan pero no juegan, todos están en el mismo paseo.

La gran diferencia es que en las banquitas el premio es la diversión y la selección es arbitraria, mientras que el bazar de apoyos, militancias y adscripciones que estamos viendo es en buena medida un comercio donde se venden lealtades y se paga con puestos y favores. En fin: lo más despreciable de la política en plena ebullición. Y una cuenta de cobro que pagará, como siempre, la ciudadanía.

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