Vivir fuera de la ciudad: una tendencia que se quedó
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La situación vivida durante la pandemia modificó en muchos sentidos la relación de las personas con sus hogares. Las preferencias y necesidades cambiaron, y una tendencia que surgió como consecuencia es que cada vez más personas quieren alejarse de las grandes ciudades para buscar de viviendas en las cercanías.
Por: Contenido especial
Roberto Moreno, presidente de Amarilo, explica que “las ciudades principales tienen un alto índice de déficit habitacional, lo que dificulta que las familias encuentren lugares adecuados para vivir y cumplir con sus expectativas”.
Y este es un fenómeno que se presenta en la mayor parte de ciudades. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) de España, más de 200.000 residentes de Madrid dejaron la ciudad desde 2020. Los registros de teléfonos móviles sugieren que 17% de los residentes de París se mudaron a zonas rurales; y una encuesta realizada en junio de 2020 por Ipsos MORI en Londres detectó que los británicos hoy aprecian más un jardín privado que todas las demás características de una casa.
Los beneficios de vivir fuera
Menos contaminación y menos ruido. Una de las desventajas de vivir en la ciudad es el ruido y la contaminación, y esto se traduce en menor calidad de vida. Esto se reduce en los pueblos, donde viven menos personas y por tanto hay menos contaminación y ruido.
Mejores precios. En los pueblos es posible encontrar mejores opciones para vivir que en la ciudad: más metros por un precio menor. Las ciudades suelen ser costosas dada la alta demanda por las viviendas y el poco espacio disponible. En cambio, en los pueblos incluso todavía es posible encontrar casas con lote y viviendas con espacios más amplios para lograr actividades de home office. Y esto también se siente en el día a día, pues gastos como el mercado y los servicios son más baratos en el campo.
Menos estrés. Vivir fuera de la ciudad se traduce en menos estrés: no hay que soportar los trancones y el transporte público repleto, no se encuentran aglomeraciones y el campo suele ser más seguro que la ciudad.
Mejores condiciones de vida. El campo ofrece más lugares para pasear, relajarse o hacer deporte, y más libertad para que los niños y las mascotas jueguen.
Acceso a servicios. En las poblaciones cercanas a las ciudades suele haber una buena oferta de servicios como transporte, educación –los colegios para los niños, por ejemplo–, atención de salud, comercio y templos religiosos. Casi todo lo que ofrece la ciudad.
Menos tráfico. Las ciudades se han convertido en un embotellamiento permanente. Bogotá, por ejemplo, lidera el ranking mundial de ciudades con mayor congestión vehicular, según un estudio realizado por Tom Traffic Index. Los conductores bogotanos, según este análisis, pasan en promedio 132 horas al año atrapados en el tráfico.
¿Y desventajas? Vivir a las afueras supone una mayor dependencia del carro particular, pues las distancias entre un punto y otro son más grandes y algo tan cotidiano como comprar el pan, que en la ciudad puede hacerse caminando, en el campo requiere carro.
Otro punto negativo para algunos es que la oferta cultural (conciertos, exposiciones, teatro, etc.), de entretenimiento y gastronómica es más restringida en el campo; y los servicios públicos no suelen ser tan estables como en la ciudad.
Los vivideros de moda
Para vivir fuera de Bogotá hay un gran abanico de opciones, como Chía, Cajicá, Cota, Mosquera, Funza, Madrid, Tabio, Tenjo, La Calera, Sopó, Tocancipá... Las personas que prefieren climas más cálidos, pero cerca a la capital buscan municipios como La Vega, Villeta, Anolaima, Anapoima y La Mesa.
En el caso de Cali, existe interés por municipios como Jamundí, Palmira, Yumbo y Dapa. En la costa hay auge de vivienda en Puerto Colombia, Soledad y la Zona Norte de Cartagena, impulsado por los altos costos del metro cuadrado en las ciudades.
En cuanto a Medellín, hoy está de moda vivir en el Oriente: Rionegro, Llano Grande, La Ceja, Retiro, Santa Helena… Tras la apertura del Túnel de Oriente, la conexión entre la ciudad y estas poblaciones se facilitó enormemente.
¿Quiénes se van de la ciudad?
Las personas que han dejado la ciudad suelen tener características en común: tienen 40 años o más, generalmente componen familias con niños pequeños o parejas cuyos hijos ya se han ido de casa.
Además, buscan una buena conectividad con la ciudad, así como la proximidad a colegios y a atención médica. Tienen interés por viviendas en conjunto cerrado, que ofrezcan mayor seguridad y tranquilidad, así como instalaciones para hacer deporte y para la entretención de los niños.
Son trabajadores cuyos empleos les permiten facilidades de trabajo a distancia, por lo que evitan así ir diariamente a la ciudad y gastar tiempo en el tráfico. No tienen hijos universitarios, pues esta es una de las limitaciones del campo: las universidades en su mayoría están en la ciudad.