¿Fue el gobierno de César Gaviria realmente neoliberal?
16 Marzo 2023

¿Fue el gobierno de César Gaviria realmente neoliberal?

Crédito: Colprensa

El exministro de Hacienda Rudolf Hommes dice que, contrario a las ideas que profesa el neoliberalismo, la administración de César Gaviria, en la que él participó, nunca renunció a sus obligaciones con la población, y asegura que ser neoliberal tiene ramificaciones morales indeseables, con consecuencias sociales y políticas perturbadoras.

Por: Rudolf Hommes

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Hasta la gente bien informada no distingue entre técnicos y neoliberales. Petro califica de neoliberales a miembros de su gabinete cuando tratan de convencerlo con razones técnicas de no cometer errores; y una persona como Alejandro Gaviria comete el mismo error en su entrevista en El País, cuando dice que en el gobierno Gaviria los “neoliberales¨ , posiblemente Montenegro y yo, “sometimos al ostracismo a Ocampo y a Cecilia López por ser cepalinos”. A Cecilia la nombró Gaviria en el ISS por insinuación mía, pero como había trabajado con Samper en Anif y él impulsó su carrera política, nos dio la espalda y se convirtió en enemiga de las reformas que liderábamos en pensiones. Por estar comprometido con Samper, Ocampo había rechazado el ofrecimiento que le hizo Luis Carlos Galán de ser su consejero económico durante su campaña presidencial, y Gaviria le aconsejó a Galán que me nombrara a mí. No alcancé a colaborar con él porque lo asesinaron antes de que yo llegara, y Gaviria me pidió que desempeñara ese papel en su campaña. Cuando me nombró ministro, dijo que iba a nombrar a Ernesto Samper en Desarrollo. Ocampo vino con él. 

El objetivo de ellos era preservar el Incomex y todo el sistema de aranceles, de protección y subsidios que le permitía a la burocracia hacer ricos a dedo, y que concentraba un enorme poder en el Incomex y en el Banco de la República. Los que llegamos con Gaviria queríamos desmontar esa estructura y lo conseguimos.
 
En lugar de someterlo al ostracismo, Gaviria nombró a Ocampo en Agricultura. Esta fue una concesión que les hizo a los agricultores. Necesitaba ese aire político para coronar lo que consideramos que fue un muy buen gobierno. Creo que queda claro que la discordia no era entre “neoliberales y cepalinos” sino entre técnicos voluntariamente alineados con dos jefes liberales que pensaban distinto. 
 
Volviendo a la confusión entre técnicos y neoliberales, nosotros mismos no establecimos una clara diferencia entre estos dos grupos cuando se hicieron las reformas económicas de los años 90 por las que nos calificaron de neoliberales, no por error sino para ponernos una etiqueta impopular. El gobierno Gaviria nunca renunció a sus obligaciones con la población e hizo exitosos esfuerzos por mejorar su acceso a los servicios públicos, a la salud, a la educación, a la seguridad social, a la vivienda y al empleo. Claramente no era neoliberal, ya que, si lo fuera, habría hecho exactamente lo contrario. Un gobierno neoliberal habría desatendido el papel del Estado como garante e impulsor de los derechos de la población. Adicionalmente, nunca hubo la intención de achicar el Estado; por el contrario, lo hicimos crecer. Lo que desmontamos era un régimen burocrático de toma y daca en el cual la intervención del Estado se destacaba por el afán de repartir entre ricos subsidios, créditos subsidiados y favores.
 
Pero no hicimos un esfuerzo serio para no dejarnos encasillar como neoliberales. Lo dejamos pasar porque suponíamos que nos clasificaban de esa forma porque éramos técnicos y originalmente distantes de los políticos tradicionales. Quedó viva entonces una interpretación incorrecta que asimila lo técnico al neoliberalismo. Fue un gran error político no habernos quitado esa etiqueta de encima porque ser neoliberal no se refiere solamente a lo técnico, sino que tiene ramificaciones morales indeseables, y consecuencias sociales y políticas perturbadoras. A nivel individual, siempre he pensado que soy liberal de izquierda moderada, relativamente conservador en lo económico y en lo referido a estabilidad macroeconómica y política, pero muy consciente de los problemas de pobreza y desigualdad que prevalecen y han prevalecido en Colombia, y convencido de que el país nunca tendrá sosiego ni su élite podrá dormir tranquila si no se remedian estas condiciones.

El neoliberalismo simplemente no se preocupa por la justicia social y los derechos de los ciudadanos a la igualdad de oportunidades y a vidas dignas. Por otra parte, las doctrinas neoliberales, aunque aparentemente derivadas de rigurosas tecnologías y análisis, tienen más parecido a una religión que a una ciencia. Nadie sabe exactamente cómo se dan los resultados en el “libre mercado” que sus teóricos proponen, excepto que provienen de decisiones autónomas de individuos que no tienen para nada en cuenta el interés público y social, sino que actúan en forma egoísta, exclusivamente en su interés. Sus profetas y defensores dicen que al mercado no hay que pedirle que resuelva todos los problemas sociales que desvelan a los liberales o a los socialdemócratas y repiten que “lo que el mercado les da, el mercado se los quita”, en referencia a los ciclos económicos. Esto es revelador, porque mi abuela repetía “Dios nos lo dio, Dios nos lo quitó”, cuando se presentaba alguna adversidad. Pero lo decía con esperanza porque, como Dios no es cruel, algo mejor tendría que venir. El neoliberalismo no ofrece ese confort. No pretende tener respuestas para los temas de bienestar, distribución, derechos individuales, exceptuando la libertad de actuar como “humanos económicos”, y no acepta responsabilidad o culpa por esas omisiones. 

He vuelto a pensar en ese dicho y en otro que le oía a mi mamá cuando teníamos dificultades. Ella decía: “Bueno, Dios proveerá”. A mí me daban risa esas respuestas porque milagrosamente le funcionaban. Hace poco leí una columna de Moisés Wasserman en El Tiempo en la que destaca la importancia que tiene y ha tenido la incertidumbre para inducir la creación de instituciones que moderen sus consecuencias; y en el desarrollo del propio ser humano para generar defensas. Las reacciones a los sucesos adversos o inciertos que he descrito podrían dar pistas para explicar por qué en Colombia no se le ha dado a la incertidumbre la importancia que tiene en otros contextos culturales. Posiblemente porque creen que Dios la maneja y en Él confían.
 
Yo no tuve fe en lo que ofrecía la religión ni compartí el determinismo y resignación de mi abuela o el optimismo de mi madre que hoy entiendo como confianza de jugadora. Traigo esta historia personal a cuento porque, por las mismas razones que no he sido religioso, la promesa neoliberal no es compatible con mi visión del mundo. La entiendo más como una ideología que como la oferta técnica que anuncian sus proponentes y mucho menos como una opción política deseable. 

Con el correr de los años, he visto que el neoliberalismo causa mucho daño y que lo hace discriminatoriamente, favoreciendo a los más ricos y descuidando a los demás, sobre todo a los más pobres. Por eso ha fomentado desconcierto y desconfianza en la democracia y promueve el populismo de izquierda o de derecha que tiene amenazada con extinción a la cultura política liberal progresista o social demócrata, ojalá no inevitablemente, como cree nuestro presidente. ¿“Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”?

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