Antonio Perry
Esta vez lo entendí. Mi revancha con un libro y sus lecciones para Colombia

Mi papá me regaló un libro hace varios años que decidí volver a leer a ver si entendía algo esta vez. Estábamos visitando a mi hermana en Harvard. Ella estaba estudiando su doctorado en antropología. Yo, en un afán desesperado por querer parecerme a mi papá, le insistía inclementemente para que me recomendara un libro sobre historia económica mientras caminábamos para encontrarnos con ella.
Quería aparentar una erudición ajena a mi edad (creo que tenía 16 años). Y, cómo no, estábamos en Harvard después de todo. Para mí era como estar en una película que narra la vida de genios, por el estilo de Una mente brillante. Además, estaba en Harvard con mi papá, ese economista brillante, admirado por muchos, y a quien yo aspiraba emular. Lo lógico, entonces, era leer sobre economía estando en Harvard con él.
Me miró un poco sorprendido, pero también algo orgulloso, y con una sonrisa me dijo: “ven, entremos aquí”. Entramos al Harvard Book Store, una pequeña librería sobre Massachussets Avenue. Era de noche y caí una leve nevada. La librería resaltaba en la oscuridad con sus ventanales iluminados por un amarillo cálido, exhibiendo hileras de libros y gentes ojeando sus estantes. Allí me entregó un libro y me dijo: “este es bueno, léetelo”. Era Global capitalism. Its fall and rise in the Twentith Century”, de Jeffry A. Frieden, un politólogo estadounidense experto en economía política. Nos acercamos a la caja registradora y me lo compró.
Hice lo que puede para leérmelo, pero al poco tiempo me rendí. No entendí nada. Dejé el libro por ahí para evitar la vergüenza de ver la tarea incompleta. Más de 10 años después me di la revancha: compré el libro de nuevo y me di a la tarea de leerme a conciencia, con resaltador y esfero en mano, cada una de las más de 500 páginas del libro.
No soy organizado con mi lectura: no planeo los libros del año, ni llevo la cuenta de cuántos me leo. Voy cogiendo uno nuevo a medida que termino el último. Pero esta vez lo planeé. Al inicio del año hice una lista de libros que me gustaría leerme y el de Frieden estaba de primero. Tenía que sacarme la espinita y el libro, como retándome, se asomó en mi biblioteca cuando ojeaba mis opciones.
Ahora entiendo por qué mi padre me lo recomendó. Es un libro ponderado y minucioso como era él. Pienso que es una lectura indispensable para quien quiere darle algo de sentido a estos tiempos inciertos que vive el orden económico global.
El libro de Frieden tiene varias lecciones valiosas para Colombia en estos tiempos de turbulentos, pero hay tres en particular que quisiera presentar en esta y una próxima columna. En esta quiero referirme a la primera.
Del libro de Frieden queda claro que los cambios en el orden económico mundial presentan desafíos, pero también oportunidades. Esta no es la primera vez que hay un giro proteccionista en el orden económico mundial. En anteriores ocasiones, países han aprovechado estas oportunidades para crecer económicamente y otro las han dejado pasar.
Frieden describe tres grandes cambios en el orden económico mundial durante los dos últimos siglos: el primero se dio con el auge y la caída del patrón del oro, el segundo con el sistema de Bretton Woods, y el tercero, el que hemos vivido durante los últimos años y que estamos viendo caer, el de la hiperglobalización. En estos tres momentos, el planeta osciló entre un mundo altamente integrado y uno aislacionista.
La primera gran integración económica se dio con el patrón del oro. Los países acordaron fijar sus monedas en oro, estableciendo una tasa de cambio fija que facilitaba el libre comercio y la inversión. Algunos países supieron aprovechar esta etapa de integración económica y crecieron a ritmos acelerados. Este fue el caso de Argentina, cuya economía floreció exportando carnes y granos a los mercados europeos. También fue el caso de Canadá y Australia, que crecieron exportando bienes agrícolas y minerales a Europa.
De manera similar, las economías del este de Asia, particularmente Japón y posteriormente Corea del Sur y Taiwán, supieron aprovechar las oportunidades del sistema de Bretton Woods y la subsiguiente era de hiperglobalización.
Bajo el sistema de Bretton Woods, el comercio internacional revivió después de la época aislacionista que siguió la caída del patrón del oro. Los países acordaron fijar su moneda al dólar que, a su vez, era convertible a oro. A diferencia del antiguo patrón del oro, el de Bretton Woods daba más flexibilidad a los países para atender sus necesidades domésticas, mientras participaban en el comercio internacional. Eventualmente, el sistema de Bretton Woods colapsó y dio lugar al sistema hiperglobalizado que parece estar en riesgo actualmente.
Las economías asiáticas prepararon estratégicamente ciertas industrias para hacerlas competitivas en exportación. Bretton Woods facilitó esta preparación y la creciente integración económica permitió explotarla.
En cambio, Latinoamérica desaprovechó la oportunidad. Después de la caída del patrón del oro, las economías latinoamericanas viraron hacia una industrialización forzada, bajo la sustitución de importaciones (ISI). La ISI tuvo efectos importantes, pues permitió industrializar y modernizar muchos sectores, pero nos impidió aprovechar la nueva era de integración económica. Protegió a industrias ineficientes de la competencia internacional y fomentó un sistema de rentismo y corrupción, en el que las empresas dependían más de favores estatales que de su capacidad para innovar o competir en los mercados.
Esta vez tiene que ser diferente. Tenemos que entender muy bien las oportunidades que se nos presentan con este nuevo ajuste del orden económico mundial que se desenvuelve ante nuestros ojos. Y, quién sabe, quizás cuando le regale una nueva edición del libro de Frieden a mi futura hija o hijo, quedemos como un caso de éxito en un capítulo nuevo.
