Habla Jorge Valencia Jaramillo, el “padre de la FILBo”

Jorge Valencia Jaramillo.

Crédito: Universidad Externado de Colombia.

28 Abril 2024

Habla Jorge Valencia Jaramillo, el “padre de la FILBo”

CAMBIO entrevistó a Jorge Valencia Jaramillo, quien fue homenajeado por la Academia Colombiana de la Lengua. Esto contó el académico.

Por: Ana Cristina Restrepo Jiménez

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp


Oprimo el botón del citófono en una suerte de fortaleza al norte de Bogotá, detrás del portón, sobresalen las hojas rojizas de un árbol de caucho. Siento por primera vez los jadeos de Giordano Bruno, Dante Alighieri y Otelo, sus voces nos acompañarán el resto de la mañana. 

Abre la puerta el anfitrión: economista, nacido en San Roque, Antioquia, en 1933. Hijo de un minero, Gregorio, y de una lectora juiciosa, María Teresa. Esposo de Beatriz Cuberos (“la señora”, como se refiere a ella, con reverencia), con quien tuvo tres hijos ―Jorge Daniel, León Felipe y Diego Alberto―. Exalcalde de Medellín, exsenador, exrepresentante a la Cámara, exministro, presidente honorario de la Cámara Colombiana del Libro, liberal, masón, empresario, escritor. Lector. Gracias a su gestión, los libros no tienen IVA en Colombia. Cuando habla de mujeres, es un hombre de su época. Para el resto de asuntos, es un hombre de todas las épocas, pasadas y por venir. Su conversación alegre transita entre acentos indefinibles, ajenos al paisa y al sabanero y, mientras nos acercamos al umbral de la entrada, intenta aplazar lo inevitable: los tres guardianes de la casa optan por el abrazo (¡impetuoso!) en vez del ataque a la intrusa que soy.

Con las huellas, “animal print” en mi suéter, frente al Gran Arquitecto en la reproducción del grabado ‘The Ancient of Days’, de William Blake, y de un corpulento crucificado de madera, ascendemos al refugio del “padre” de la Feria del Libro de Bogotá (FILBo). Medallas, condecoraciones, libros, búhos, figuras de Dante y Napoleón, más libros, fotos… y una reproducción de su otro “hijo”, también célebre, al que quiere mucho a pesar de que “salió elevado”: el metro de Medellín. 

Al cierre de la XXXVI versión de la FILBo, Revista CAMBIO entra en el reino de un personaje definitivo en la cultura del país, quien fue homenajeado esta semana por la Academia Colombiana de la Lengua: Jorge Valencia Jaramillo.

Ana Cristina Restrepo Jiménez: Tengo entendido que las ferias del libro en Colombia empezaron con Jorge Eliécer Gaitán, ¿cuál es su origen?

Jorge Valencia Jaramillo: Las Ferias del Libro nacen en el mundo mucho antes que en Colombia, obviamente en el idioma español. Las más importantes eran en España, en Ciudad de México, ahora es en Guadalajara y en Buenos Aires. Gaitán quiere hacer una feria de libros, muy pequeña, eran libros de segunda en lo que es el parque Santander. Era una feria minúscula, era al sol y al agua, una barbaridad, porque el sol daña los libros y el agua los destruye. Pero ese no fue el antecedente para mí, con todo respeto, y agradezco que él hubiera tenido esa iniciativa, pero no permitía la presentación de los escritores, las conferencias, el lanzamiento de nuevos títulos. La inspiración que tuve originalmente fue una feria, la más grande del mundo, la de Frankfurt en Alemania. Las ferias referentes son la Feria de El Retiro en Madrid, España, la Feria de Guadalajara y la Feria de Buenos Aires. Hay otras, las llaman las bienales en el Brasil, un año se hace en San Pablo y el otro, en Río. Estando de presidente de la Cámara Colombiana del Libro, cargo que acepté ad honorem, dije: necesitamos posicionar a Colombia para los editores, para los escritores que se animen a venir acá y presentar sus libros. Ahí fue donde empecé este periplo. En 1988 hicimos la primera en Corferias, siempre ha sido en Corferias. ¿Cambios de entonces a hoy? Muchísimos, traté de organizar los encuentros culturales, programaba toda la feria en la Cámara y en mi propia casa, con la señora, los hijos y los amigos, tratando de ver a quién invitábamos, cómo lo íbamos a financiar, quién nos patrocinaba. Esto lo hice como diez años, hasta que la feria fue creciendo tanto que yo ya no pude, esto hay que hacerlo con gente de todo el tiempo, como es hoy día.

A.C.R.J.: Nuestra “banda sonora” son tres perros: Otelo, Bruno y Dante...

J.V.J.: Todos son homenajes a personajes literarios. Otelo, homenaje a Shakespeare, compré dos hermanos, Hamlet y Otelo, pero como digo, haciendo un poco la broma, Hamlet era muy trascendental y entonces se quedaba quieto pensando: pasó un carro y se lo llevó. No quedó sino Otelo. Yo he sido un admirador del Dante Alighieri toda la vida, y he tenido muchos perros con ese nombre. Este se llama Dante Alighieri. Nunca lo saludo Dante, sino Dante Alighieri. ¿Cómo se le ocurre escribir un libro que tenía que ver con el infierno, el purgatorio y el paraíso? La parte más dramática es el infierno, porque él divide el infierno en nueve círculos y va metiendo allí a los que le caían mal. Se dice que en cerca de catorce años la escribió en verso, y en el verso son tercetos, la cosa es muy complicada porque son ya tres, ya tres, cada uno tiene once sílabas, cada uno. Entonces si le daba doce, tenía que buscar un sinónimo que le diera once, y la primera rima con la tercera, y esta segunda va a rimar con la primera del otro tercero, y dele, y dele, y dele. La Divina Comedia tiene 14233 tercetos. Tiene que estar medio loco, ¿no? Por eso se demoró tanto y porque está contando una historia. Yo tengo muchas concepciones de lo que son las relaciones nuestras con las mujeres, me llama mucho la atención cómo al infierno no va con su amada Beatriz; una amada, que nunca fue amada de él, sino una especie de noviazgo y después ya se casó con otro y adiós. Lo que digo que es medio locura es que él va al infierno con el espíritu de un poeta italiano, Virgilio. Después pasan al purgatorio donde hay otros personajes, pero para irse al paraíso ya no se va con el espíritu de Virgilio, sino con Beatriz. Y yo digo, oye, es una concepción que impresiona mucho: al infierno no quiere ir con ella. Y Bruno es el monje italiano que fue quemado en la Inquisición, la razón por la cual a Giordano Bruno lo queman es que empieza siendo monje católico, a decir que él cree que Dios no es un ente abstracto, sino que son la naturaleza, la tierra, el sol, la luna, las estrellas. Me ha llamado mucho la atención que por eso lo hubieran quemado. Es una cosa increíble lo que es la intransigencia de las personas en motivos religiosos y políticos.

A.C.R.J.: Regresemos al presente, ¿cómo era el estado de cosas en aquel momento, finales de los ochenta, cuando usted empieza a hacer todos estos viajes? no había Ministerio de Cultura, el mundo editorial era muy limitado.

J.V.J.: “En esas épocas los libros que leíamos aquí estaban hechos básicamente en España, en México o en la Argentina. Aquí no teníamos empresas editoriales importantes. ¿Por qué? Porque las editoriales, por razones obvias, pueden o apoyan fácilmente a escritores propios. Teníamos muchos escritores españoles, mexicanos o argentinos, pocos colombianos. Entonces yo dije necesitamos una industria que permita el surgimiento de estos escritores. Un libro es alguien que lo escribe, autor, alguien que lo edita, el editor es definitivo. Muchos libros se quedan sin conocerse prácticamente porque no hay editor. Para poder darle la vuelta a todo eso, teníamos que tener una feria grande, traer los editores de España, México, la Argentina. Así arrancamos, hoy tenemos muchos editores en Colombia, muchos escritores, muy importantes colombianos, tenemos un buen número de librerías. Una de mis obsesiones de toda la vida ha sido que los colombianos lean, porque todavía leemos muy poco, hemos ido creciendo. Si no hay la oportunidad de tener las librerías, muchos libros, no hay la manera de atraer a esos eventuales lectores. Una cosa interesante es que muchos pasan frente a la librería y no se atreven a entrar porque piensan que no tiene la cultura para acercarse a los libros. Yo digo que no importa la cultura de la persona, si entra a una librería o viene a la feria, que es una librería gigantesca”.

A.C.R.J.: Usted promovió la importancia de ver de cerca a los autores. Trajo a personajes como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Camilo José Cela o Manuel Puig. ¿Cómo se conquista a un escritor para traerlo a Colombia, cuando no era parte de la ruta de ferias del libro?

J.V.J.: Era difícil. Empecemos con Borges, había que convencerlo de que valía la pena venir: cuando lo trajimos ya ciego, eso implica dificultades de movimientos. Con Borges hay muchas anécdotas, era un hombre de un humor negro tremendo, para morirse de la risa. Ahora, estaba tomando el pelo y no sabía si lo que le estaba diciendo era en serio o era una broma.

A.C.R.J.: Usted lo llevó a la Casa Gardeliana.

J.V.J.: Preparamos las mejores orquestas que había, los mejores cantantes, al ir a la Casa Gardeliana, en el barrio Manrique, en Medellín. Nos tenemos que bajar como una cuadra antes, porque hay mucha gente, ¿se imagina la caminada dentro de toda esta gente con un ciego y su esposa, María Kodama? Esto era de miedo. Finalmente subimos, ahí ‘Maestro Borges, ¿usted qué se toma?’.  ‘Dame un brandy Valencia’. Entonces yo me servía cualquier cosa y empezaron los tangos, muy buenos. Al segundo tango, Borges voltea y me dice ‘Ché, Valencia, ¿vos es que no sabés que a mí no me gusta el tango?’. Esto fue terrible. Él quería las milongas, aunque él tiene después un escrito sobre el tango, pero Borges era bastante aristócrata y siempre consideró que el tango era de los arrabales en Buenos Aires; le parecía eso de poca cultura. Por su capacidad mental fue un personaje muy extraordinario, de los escritores más importantes que ha existido en toda la Humanidad.

A.C.R.J.: Y Rulfo.

J.V.J.: Rulfo para mí fue un personaje muy interesante, especialísimo, absolutamente increíble. Borges tiene una obra monumental, larguísima: sus cuentos, su poesía y sus ensayos. Rulfo: dos libros. ¡Dos! ¡Dos! ¿Cómo se puede volver tan importante, prácticamente de los dos, con un libro? Pedro Páramo. Y se murió como de 35 años, después de sacar Pedro Páramo. Siempre dijo que estaba haciendo un libro, y todo el mundo estaba convencido de que era que no lo quería publicar y que al morirse el libro iba a aparecer. Nunca apareció. Pedro Páramo es un librito, lo digo es por el tamaño físico, literariamente un libro gigantesco. Es la historia fantástica de cómo Pedro Páramo se va para un pueblo porque su mamá le dijo que al morirse él debe ir al pueblo a buscar allá el origen de su papá. Rulfo era muy tímido, no hablaba casi, había que jalarle la lengua, darle un trago para que se animara. Con un libro se volvió inmortal.

A.C.R.J.: Después trajo a Camilo José Cela.

J.V.J.: Ese era todo lo contrario, era un personaje muy extrovertido, con un vozarrón grandísimo, decía toda clase de brutalidades a la carrera, no le importaba nada. Era un tipo completamente diferente y también un gran escritor. Yo recuerdo mucho un pequeño libro de Cela que se llama Pabellón de reposo, que se refiere a una ciudad en Suiza, donde están los tuberculosos”.

A.C.R.J.: No lo quiero poner en aprietos, pero el mundo de la literatura es de egos muy complicados. ¿Cuál ha sido el escritor más difícil de complacer?

J.V.J.: Del que más me acuerdo yo de las dificultades fue traer a Quino, el autor de Mafalda: resultó ser un señor bien difícil. Es decir, no aceptaba venir porque Mafalda tan popular, la gente quería conocer a este autor y lo logramos traer de la Argentina. Y bueno, difícil traerlo y después muy difícil porque él no quería que la gente casi que ni se le acercara, se sentía desesperado. Entonces ese esfuerzo tan grande detrás para que fuera tan antipático con las personas… es normal que la gente lo quiera ver cerca.

A.C.R.J.: Y además padre de un personaje como Mafalda, que llevamos incorporado a la vida propia.

J.V.J.: Hemos traído un personaje tan importante como Vargas Llosa, un señor querido, se somete, porque Varga Llosa es un personajón muy importante, sus libros, un gran escritor. Y el hombre tranquilo: la foto, la firma… hasta donde aguanta, es dos temperamentos. Muy diferente la experiencia. 

A.C.R.J.: ¿Qué autora mujer ha marcado su vida o le parece importante?

J.V.J.: Me ha gustado mucho, Irene Vallejo. De otra autora que me haya llegado tanto, son autoras muy viejas, las inglesas, las de Escocia y de Irlanda. Esas siempre me llamaron mucho la atención. ¿Cómo se llama la que se suicidó allá en Londres? 

A.C.R.J.: Virginia Woolf. 

J.V.J.: Tenía Un cuarto propio. Es un libro muy interesante, sus reflexiones filosóficas, aunque evidentemente era una señora, uno diría con problemas mentales, terminó suicidándose. Desgraciadamente con estos problemas, una relación con ella debió ser muy difícil para el marido. Otra que me gustó mucho fue Isak Dinesen: esa mujer me impresionó muchísimo, lo que fue su vida y la obra Lejos de África, que ella publicó con un seudónimo de hombre ―en realidad era la baronesa Karen Blixen―, porque no se veía bien que las mujeres escribieran. A mí me hubiera gustado ser amigo de ella y poder hablar con ella. Con esta Irene [Vallejo] sí, la ternura, queridísima, pero aquella, existencialmente hablando, esa sí me hubiera encantado”.

A.C.R.J.: Hay algo que no es anecdótico: durante diez años usted dirigió la FILBo sin que le pagaran, lo hizo ad honorem. Un elefante parado en los hombros durante diez años. ¿En qué momento usted se retira?

J.V.J.: Como fue creciendo tanto la feria, ya demandaba un esfuerzo que yo sentía que no éramos capaces de dar con la gente de la Cámara y con la señora y los amigos. Yo dije ya no tiene sentido, es imposible seguir. Hay que dejar que la Cámara se encargue totalmente de la feria. Fue una transición amistosa.

A.C.R.J.: Uno se imaginaría que un economista, político del Partido Liberal, que ha ocupado cargos públicos, se pondría a escribir ensayos y no poemas.

J.V.J.: Mi vida con la poesía viene de mi madre. Me marcó tanto desde niño con la poesía que quedé ahí y por eso lo que he escrito son versos. Yo debía haber escrito ensayos literarios y ensayos de economía, sobre todo de la integración de América Latina, en la que yo trabajé bastante y pues hice lo que se conoció como Grupo Andino, Acuerdo de Cartagena o Comunidad Andina de Naciones, que es la que hoy existe. Yo traté durante tiempo largo, lo hicimos seis países Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Hoy hay cuatro. De eso tenía que haber escrito, porque eso lo viví, lo conocí y seguí durante toda la vida vinculado a la idea de la integración, que la considero fundamental. No hemos podido hacerla muy efectiva como en Europa, que sí lo lograron. Y nosotros el mismo idioma, prácticamente la misma cultura y la misma religión. Es que eso es muy importante, aunque yo soy poco creyente, pero en la misma religión eso une muchísimo, muchísimo.

A.C.R.J.: Su papá era un minero y viajaba mucho, pero su amor por los libros nació de su mamá.

J.V.J.: Tuve una vida, toda mi infancia y juventud prácticamente con mamá. No era madre soltera, pero casi le tocaba actuar como tal, porque mi padre minero, poco nos veíamos realmente. A mi madre le gustaban los libros y la poesía, no puedo olvidar que el primer poeta que más me impresionó de los que ella leía es un autor español y que se llamó Gustavo Adolfo Bécquer. Me interesé mucho en su producción, sus rimas. Tiene cuentos, leyendas y rimas, todos lindos. Las rimas a mí me llegaron mucho y me impresionaba porque la vida amorosa de Bécquer fue también muy difícil, porque sucedió que se enamoró de dos hermanas, entonces, claro, había un conflicto sentimental muy grande y finalmente se casó con una y después eso no funcionó. El hombre se murió muy joven, unos 34 años, muy joven. ¿Tan joven se murió? La tuberculosis mató a varios de mis amigos hipotéticos. Yo tenía una especie de problema porque fue la época del existencialismo, esta corriente filosófica europea, con Jean Paul Sartre y Albert Camus y Simone de Beauvoir. Con Albert Camus, un libro que se llamó El extranjero, pensaba que yo era filósofo. En la universidad, no me gustaban reuniones grandes o de tipo político. Tuve una vida de pregrado, llamémosla así, también curiosa, en realidad no tenía tantos amigos porque yo mismo de manera inconsciente seguro establecía una barrera, y a los compañeros eso no les interesaba.

A.C.R.J.: ¿En qué momento decide escribir libros, poemas?

J.V.J.: Tomé la decisión, ya graduado. He tenido siempre el problema de escribir los versos en secreto, y a pesar de que he tenido relaciones con otras mujeres, no he tenido sino una sola señora que vive conmigo todavía, y nunca le he dado a conocer los versos a mi señora anticipadamente. Cuando tengo un bloque, siento la obligación de que ella los conozca, pero he tenido el problema de que mis versos, algo puede haber de filosofía detrás de ellos, pero son más vivencias personales. Me estoy refiriendo a vivencias con mujeres. Personalmente siempre he pensado que nosotros dependemos demasiado de las mujeres que amamos, demasiado. Eso es un calificativo crítico: demasiado. En los versos protesto contra ella. Los versos tienen ese fondo que establece una dificultad con la señora.

A.C.R.J.: ¿Cuándo empieza a publicar sus poemas?

J.V.J.: Escribí un montón de poemas ya profesional, pero me nombran embajador por un tiempo en Naciones Unidas, en Nueva York,. Me llevo todos mis poemas porque quiero con el tiempo allá, aparte de aquí de la vida y del trabajo, repasarlos, porque los voy a publicar. Lo hago con juicio durante esos meses que estuve allá. Tuve la mala suerte de que en el aeropuerto de Nueva York, puse el maletín al lado con los versos, y mientras entregué las maletas y el pasaporte, alguien se llevó el maletín. Me robaron los versos de por lo menos veinte años. Fue una tragedia para mí, de la que nunca me pude recuperar del todo.

A.C.R.J.: Usted es una persona de una curiosidad intelectual infinita, desde cuando editó la revista Pluma, y a través de todo el trasegar de su vida, su escritura, sus cargos. Pero hay un aspecto que quisiera que tratáramos, una faceta que carga cierto misterio: ¿Cómo llega usted a la masonería?

J.V.J.: Yo llegué a la masonería hace ya muchos años, no hay mucho misterio de la masonería que viene del pasado. El origen de lo que fue la masonería, hace siglos, eran grupos que se reunían en secreto para hablar de una cosa y de la otra. Ahora son las logias, donde yo diría que la masonería es un esfuerzo para concientizar a los miembros del grupo de que hay una responsabilidad social, de que los seres humanos tenemos que hacer un esfuerzo grande por ser gente ética, que respetamos las normas, el gobierno en que estemos, creemos los masones en la democracia, que quien esté en el poder, si llegó allí democráticamente, merece nuestro respeto, así no estemos de acuerdo con él y que nosotros tenemos que cumplir las leyes, así no estemos de acuerdo con ellas. Si no estamos de acuerdo porque parece una ley injusta, que no debería aplicarse, pues lo que tenemos que buscar por las formas normales, el camino normal cambiarla pero no cumplirla. Es más una escuela de moral y de ética que otra cosa.

A.C.R.J.: ¿Hasta dónde ha llegado usted en la masonería?

J.V.J.: Yo a todo, hasta arriba. Fui el gran maestro de la gran Logia de Colombia. 

A.C.R.J.: Hemos recurrido mucho a su buena memoria, hemos recordado eventos de su vida y de la Feria del Libro que hoy culmina. ¿Cómo le gustaría ser recordado por la gente que no lo conoce? ¿Y por la gente que lo ama y que usted ama?

J.V.J.: Primero por los que no me conocen. Una parte clave es pensar que vivimos un mundo muy inequitativo, que tenemos muchas diferencias sociales, me parecería muy importante que la gente acepte que uno tiene que ayudar a los demás, trabajar por los demás sin esperar recompensa. Si uno espera recompensa no vale lo que está haciendo, no vale porque no le sale del alma. Hay mucha inequidad, tenemos que trabajar en ese sentido. Eso se empata mucho con los economistas, tenemos que supuestamente conocer la forma de cómo arreglar los países, eso es un debate importantísimo y muy difícil, pero todos seguimos ahí. Ahora, los que somos más amigos: primero, la amistad tiene un valor inmenso, ahora me recuerdan como un luchador por la cultura de la gente. Hay que darle oportunidad para que se eduque y que lea, porque la lectura es lo que te vuelve comprensivo de los otros seres humanos, todos, hombres y mujeres, somos diferentes, pero somos un mismo pueblo, una misma raza, por llamarlo así, somos una misma y todos tenemos obligaciones, todos. Entonces hay que ser conscientes del papel de cada uno, comprenderlo y ayudar a las necesidades del uno o del otro. Es lo que más hago yo en la vida. Lo que sigo haciendo en este momento, no tanto profesionalmente como porque yo soy actualmente el presidente del Consejo Nacional Profesional de Economía, es ad honorem, por la profesión de economista. En este momento estoy embarcado en una fundación para ayudarle al Chocó.

En un perfil humano, el columnista Óscar Domínguez escribió de Valencia Jaramillo: “Ama los bisiestos porque tienen 24 horas más para leer”. Este año, Jorge leerá más que en el anterior y, sin duda, menos que en 2028.
 

Apoya el periodismo que te gusta

Puedes cancelar en cualquier momento

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí