Cómo le va a Europa en la transición energética
18 Octubre 2022

Cómo le va a Europa en la transición energética

Crédito: Colprensa

La crisis provocada por la guerra en Ucrania ha puesto a países como Francia a pensarlo dos veces antes de continuar el salto hacia las energías limpias en el plazo previsto.

Por: Eduardo Sánchez

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Para que una transición tenga éxito, sea energética o de cualquier otro tipo, es esencial asegurarse las espaldas: el abandono solo debe hacerse cuando el reemplazo puede ser activado sin mayores contratiempos. Si algo sale mal, es necesario poder volver hacia atrás, rápidamente y con un costo asumible. Cuando la transición energética es uno de los temas políticos más candentes en Colombia, puede ser interesante ver cómo esta transición se está realizando en Europa, verificando si estos principios han sido o no respetados.

La transición energética europea es esencialmente un abandono progresivo de la producción de electricidad por medio de reactores nucleares, abandono motivado por dos razones principales: la catástrofe de Fukushima en 2011 y la importancia creciente de los partidos ecologistas, especialmente entre los jóvenes citadinos.

El periodo de transición varía de país en país, aunque en todos los casos está acompañado por tres acciones a mediano o largo plazo (dos a tres décadas): campañas de economías de energía, producción de equipos con consumo de energía más eficaz y desarrollo de sistemas de producción de energías renovables. A Austria e Italia, países que habían abandonado el nuclear civil desde antes de Fukushima, se unen Alemania, Bélgica, Italia y Suiza.

El caso de Francia merece un capítulo aparte: pionero en la producción, venta y utilización de reactores nucleares, el 70 por ciento de su electricidad es de origen nuclear y es el segundo productor mundial, solo detrás de Estados Unidos. Presionado por las organizaciones ecologistas, el gobierno de Emmanuel Macron anunció en 2020 el cierre de 16 reactores, sobre los 56 existentes, entre 2029 y 2035, además de los dos ya cerrados en Fessenheim, para pasar a 50 por ciento la producción de electricidad de origen nuclear. Al tiempo, se anunció una gran inversión en los sistemas de generación de reemplazo: el biogás y las eólicas marítimas.

Sin embargo, estos planes de transición chocaron fuertemente con las consecuencias de la guerra de Ucrania, la rebaja del suministro de gas ruso, acompañadas por una desafortunada coincidencia: el cierre por mantenimiento de más de la mitad de los 56 reactores, confrontados a problemas de corrosión de las tuberías de refrigerio. Ante los riesgos de una penuria de electricidad este invierno y la eventualidad de reactivar una central de carbón, las presiones gubernamentales son muy fuertes para disminuir el tiempo de cierre, con un éxito muy relativo: algunos de los reactores tardarán varios años en reactivarse y el costo ha sido muy importante. Por ejemplo: de ser el primer exportador europeo de electricidad, Francia ha pasado a ser importador; el precio del megavatio-hora alcanzó los 1.000 euros, contra menos de 85 euros el año pasado y menos de 50, en promedio, los años anteriores.

Pero aún más importante ha sido la consecuencia política: un abandono de la transición energética. En efecto, el gobierno francés presentó, el 26 de septiembre, un proyecto de ley para acelerar la construcción de nuevos reactores nucleares, lo que generó la reacción escandalizada de organizaciones y partidos ecologistas. La construcción del primer nuevo reactor comenzará en 2027, para una puesta en servicio prevista en 2035.

Los países europeos que habían anunciado el abandono del nuclear civil han anunciado igualmente el estudio de nuevos plazos. Aunque esta transición y la colombiana no pueden compararse completamente, un estudio detallado de los procesos podría aportar enseñanzas interesantes para Colombia y evitar algunos costosos errores.

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