Por las que estamos, por las que estarán: Mariana Sanz de Santamaria
21 Febrero 2022

Por las que estamos, por las que estarán: Mariana Sanz de Santamaria

Hoy la Corte Constitucional apoyó la petición de Causa Justa y aprobó la despenalización del aborto hasta 24 semanas.

Crédito: Victoria Holguín - Causa Justa

Educadora, activista, oradora y defensora apasionada de los derechos humanos y la igualdad de género. Fundadora y directora de Poderosas Colombia: educación para la libertad.

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Conversemos del aborto más allá de los argumentos legales o políticos, o de derecho, o de Dios o religiosos, o de si está bien o si está mal. Conversémoslo como es y ha sido, como lo vivimos y como lo sufrimos todos los días, niñas, adolescentes y mujeres. Todos, todos los días. La decisión de la Corte Constitucional merece que lo aterricemos así. 

No diré cuántas, ni quienes, porque la verdad, ya perdí la cuenta de las muchas estudiantes que acompañé a interrumpir un embarazo. Las que les he contestado, y les sigo contestando llamadas y mensajes desesperados pidiéndome ayuda para hacerlo. Nunca sabré cuántas otras no tuvieron a quien llamar o escribir porque no sabían que podían hacerlo y fueron condenadas a ser madres. Aún son miles las que no lo saben, y piensan que es un pecado, o que las van a meter a la cárcel, o que las van a echar de la casa si abortan y si no abortan, también.

Ella tenía 15 años, él era mayor, tenía 20, y se gustaban. Estaban saliendo, él la invitaba después del colegio a comer salchipapa y le regaló un celular. Trabajaba en el taller de motos del barrio en Llano Verde, Cali. Ya llevaban un tiempo saliendo y varias noches le había pedido que se lo diera, que él le había demostrado su amor y que era fiel. Sus amigas ya habían hablado de eso y que si se espichaba el ombligo después e iba al baño no pasaba nada. Tenía miedo pero no tenía a quien preguntarle. Así que tuvieron relaciones sexuales. A los dos meses se dio cuenta que estaba embarazada. La familia la echó de la casa porque era una vergüenza.

Preguntando descubrió que había un señor en otro barrio que le sacaba el pelao, pero no tenía plata para ir hasta allá. Le tocó seguir con el embarazo. Se salió del colegio y ahora corta pelo en una peluquería del barrio para mantener a su hijo de 4 años. No volvió a saber de él.

Llorando, después del décimo taller de educación en derechos sexuales y reproductivos, me dijo que hubiera dado su vida por conocerme hacía cuatro años, que su vida hubiera sido tan distinta y que por fin, después de aprender sus derechos, había logrado liberarse de la culpa de haber deseado nunca tener a su hijo aunque hoy lo quiera. Me abrazó y me dijo gracias por darme libertad. 

“Nunca sabré cuántas otras no tuvieron a quién llamar o escribir porque no sabían que podían hacerlo, y fueron condenadas a ser madres”.

Mujer feminista
Las mujeres celebran toda una lucha por lograr la despenalización del aborto. Crédito: Victoria Holguin - Causa Justa.

Ella tenía 16 y él trabajaba en el hotel lujoso cuya entrada estaba cerca de su casa en el pueblo de Barú. Era cachaco y mucho mayor. Siempre la saludaba con la mano y a veces paraba en su casa a conversar con ella que no conocía a su papá, vivía con su mamá y su hermana que había tenido un hijo a los 13 años. Él le daba toda la atención que nunca había tenido. La invitaba al hotel a escondidas y le daba todo lo que necesitaba. Quedó en embarazo.

Era una gran estudiante, le gustaba cantar y hacer música. Dejó de ir al colegio por vergüenza. Fui a visitarla cuando me enteré, me vio y salió corriendo a abrazarme. Nos fuimos a caminar por el pueblo. Tenía solo esa oportunidad para lograr que conociera sus derechos. Me hizo muchas preguntas. Su mamá estaba feliz que ahora tendría un yerno con plata que iba a pagar por sus necesidades. Ella repetía que la condenarían si no lo tiene. Le dije que si ella decidía que no estaba lista para ser madre, la esperaría a las 5 a.m. en mi casa para ir juntas a Cartagena, solo si ella decidía.

Al otro día llegó a las 4:50 a.m. Estaba tan lleno el centro de salud que nos demoramos cinco horas en que le hicieran la ecografía y no había médico disponible para hacer la interrupción, que volviera al otro día. Ella dijo que no tendría cómo volver. Le dije que yo cubriría los costos. Volvimos al pueblo frustradas. Él la estaba esperando en su casa y se la llevó por dos meses. No sé a dónde.


Ella llegó a las 10 p.m.a mi casa, ‘Seño tengo un retraso y tengo mucho miedo’. Tenía 16 años, era la mejor de su clase, mi estudiante favorita. Estaba saliendo con un joven de 18 de otra comunidad en Tierra Bomba. Le encantaba. Ella sabía sus derechos, sabía sobre todos los métodos anticonceptivos, sabía sobre el consentimiento. Pero una noche él le dijo que no usaran condón, que eso no era el verdadero amor. Y ella no pudo decir que no. No pudo decir que no.

Hicimos la prueba juntas. Antes de ver el resultado me dijo "Seño yo no estoy lista para ser mamá y tengo el derecho a no serlo, ¿me acompaña?". Y así fue. Nos fuimos juntas al centro médico. La doctora le preguntó que si sabía que en Colombia abortar era un delito y ella la interrumpió: "Pero no en tres causales, y yo estoy acá por causal salud, quiero y decido interrumpir este embarazo, es mi derecho". Fue tal su fuerza y convicción que la doctora no volvió a decir nada. Mi corazón se infló de orgullo.

Hoy está becada y es una de las pocas de su pueblo que está estudiando en la universidad. Quiere ser psicóloga para apoyar a todas las niñas y mujeres a conocer sus derechos. La llamé ayer cuando supimos la noticia de la Corte: "Seño, pero no celebremos tanto, que aun nos falta mucho por conquistar para ser libres". 

“Son infinitas las razones por las que una niña, una joven o una mujer quede en embarazo sin desearlo, menos su culpa”.

Es tan profundo mi deseo de que ninguna niña, ni joven, ni mujer aborte que dedico todos los días de mi vida a educar en derechos para fortalecer su poder de decisión tanto que no tengan que jamás enfrentarse a ella. Pero lograr esta educación, hablar de sexo, de placer, de amor, de consentimiento, de derechos, de virginidad, de menstruación y de violencia sigue siento un acto tan revolucionario y valiente. Es la pequeñísima minoría en nuestro país quienes tienen acceso a esta y pueden quizás tener el privilegio de vivir una sexualidad placentera, responsable y consensuada.

Aun si la tienen, ningún anticonceptivo es 100 por ciento eficaz, y si los fueran, no todas tienen el dinero para comprarlos y si lo tuvieran, no hay en todas las comunidades y si hubiera, se mueren del susto que la farmacia las delate a su familia y sean avergonzadas. Si aún así logran acceder a estos, hay veces, muchas veces, que son violadas, y si no las violan, sus parejas les restringen usarlos o se niegan a usar condones.

Son infinitas las razones por las que una niña, una joven o una mujer quede en embarazo sin desearlo, menos su culpa. Y si fuera su culpa, ¿debe ser castigada no solo ella sino una futura hija indeseada, abandonada y que probablemente repita la historia? 

Aborto legal
El fallo de la Corte Constitucional es histórico. 

Ayer ganamos todas y todos. Me muero de ganas de abrazar a las más de 2.500 Poderosas que han tenido la oportunidad de tener educación integral para la sexualidad para apropiarse de sus derechos y celebrar juntas que la Corte nos escuchó. Las escuchó.

Que ninguna más tendrá que ser condenada a ser madre, ni a morir en el intento. Que nadie más nazca sin ser deseado. Que puedan decidir su futuro. Ahora nos queda el enorme reto de seguir educando para desmontar el miedo que aún genera que podamos decidir. Lo haremos como lo hemos venido haciendo, escuchándonos, cuestionando, con argumentos, con cuidado y con amor. Con educación para la libertad. 

Al final de cada uno de los encuentros con las Poderosas, en círculo, cogidas de las manos decimos esta oración que me inventé para que cada frase la enuncie una y la repita el resto colectivamente y hoy, hoy sí que vibra. Léanla en voz alta: Somos mujeres, somos Poderosas, por las que estuvieron, por las que estamos, por las que estarán, por sus derechos, que son los nuestros, por lo que nos une, ayer, hoy y siempre.

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