Días de humo: así se vive el incendio en Barranquilla
23 Diciembre 2022

Días de humo: así se vive el incendio en Barranquilla

El incendio en unos tanques de almacenamiento de combustible, en la empresa Bravo Petroleum, completa más de 48 horas. El espeso humo que se esparce por el cielo de Barranquilla trastornó la cotidianidad de la ciudad y develó la falta de equipos para la atención de este tipo de sucesos. El saldo hasta ahora es trágico: un bombero muerto, miles de millones en pérdidas y un impacto ambiental monumental. Esta es la historia.

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Por: Rainiero Patiño

Hace dos días que en Barranquilla mucha gente mira de forma constante al cielo, examinando las nubes con curiosidad, como con una especie de tic nervioso. El motivo es evidente. Una gigante bola de humo domina el paisaje de buena parte de la ciudad. La gigantesca mancha se desenreda brusca como de un ovillo inmenso de lana oscura sobre un telar azul clarito. La explosión en un tanque de almacenamiento de combustibles en la empresa Bravo Petroleum, en la madrugada del miércoles 21 de diciembre, despertó a la ciudad y la mantiene expectante más de 48 horas después. Más allá de la espectacularidad de la imagen de la gran llama de fuego flotando a la orilla del río, difundida por medios y redes sociales, el saldo es trágico y triste: un bombero fallecido, un buen número de habitantes respirando un aire pesado y miles de millones de pesos en pérdidas directas e indirectas. De lejos, el humo se ve como una taza de café regada de forma accidental sobre un mantel nuevo.


La brisa decembrina, acostumbrada visitante barranquillera de esta época del año, hace que la nube se eleve muy rápido y pinte una gruesa estela de tonos pardos. Hasta convertirse en una niebla gris, que podría ser interpretada como una amenaza de lluvia por un aficionado meteorólogo. Los habitantes de la ciudad, sobre todo en el centro, el nororiente y noroccidente, se detienen en las esquinas para señalar el cielo y luego bajan la mirada buscando algún interlocutor. Y desde los municipios cercanos, incluso, reportan ver y oler el humo producido por el ardor de dos tanques cargados con más de 2.200.000 galones del combustible Jet A-1. Expertos en hidrocarburos hablan extraoficialmente de pérdidas cercanas a los 20 millones de dólares, sin contar el impacto en la economía del sector y la ciudad.

Incendio Barranquilla


"Qué tristeza lo del bombero", dice Víctor Cabarcas, sentado a un costado de su moto, al notar la presencia de la prensa. El hombre, trabajador informal, conversa en voz alta a 800 metros de distancia del lugar de la conflagración, en el punto donde fue instalado uno de los anillos de prevención y seguridad sobre la Vía 40. El desvío del tráfico vehicular, incluidas numerosas rutas de buses de servicio público, genera caos en los alrededores, lo que hace un efecto dominó en toda la ciudad. También decenas de personas que habitan en edificios altos del norte de Barranquilla, han compartido imágenes de la acumulación de residuos químicos en sus ventanas y paredes. Tatiana Blanco, una de estas, por ejemplo, publicó un corto video en el que al frotar el marco de un ventanal se ve como se acumula una especie de betún brillante en la punta del dedo. “Esto es lo que llega a los pulmones de los barranquilleros. Cuánto dolor e impotencia”, escribió.


En su diálogo, Cabarcas se refiere al sargento Javier Solano Ruiz, quien murió casi de forma instantánea después que, según las primeras declaraciones de las autoridades, una estructura metálica del primer tanque explotado le cayera encima. El veterano miembro del Cuerpo de Bomberos de Barranquilla, con 26 años de servicio y 53 de edad, fue uno de los cuatro uniformados encargados de dar la primera respuesta a la llamada de emergencia recibida en la Estación 11 de noviembre, sede del comando de bomberos de la ciudad.

“Prefiero recordar a mi compañero vivo"


Por necesidad operativa, Solano se encontraba a esa hora como líder de la Estación de Bomberos del barrio Las Flores, a donde había llegado por unos días, en reemplazo de un oficial que disfrutaba de su periodo de vacaciones. Al tratarse de la subjurisdicción más cercana a la emergencia, el sargento y sus compañeros llegaron muy rápido, por lo que procedieron a hacer una inspección. José Chimá, otro de los bomberos perteneciente a la unidad, contó que todo pasó muy veloz y es un momento que no quiere recordar. “Prefiero recordar a mi compañero vivo. Todavía no puedo hablar de eso, me estoy recuperando”.


De cerca, a escasos 150 metros de las llamas, el capitán Jaime Pérez, comandante del Cuerpo de Bomberos de Barranquilla, y el teniente César Fonseca, lideran el grupo de uniformados que monitorean la zona. Desde los minutos posteriores al reporte del incendio trabajan para evitar que el fuego se extienda a las compañías vecinas o que explote otro de los tanques de almacenamiento de Bravo Petroleum. Al verlo desde ese punto, el fuego baila sobre la Vía 40 de modo atemorizante, como una tromba marina que muta de acuerdo con la dirección del viento y sus partes pasan en un segundo de un color naranja brillante a un negro profundo. De cierto modo, los oficiales manifiestan su impotencia al no contar con los equipos adecuados para enfrentar de tú a tú la inmensa llama y su origen químico. Pérez reitera que no se trata de una situación común para ellos y que desde 1992 no tenían algo de tal magnitud.


Desde el inicio de la emergencia, dice el comandante, fueron despachadas las máquinas y los hombres necesarios, pero el incendio pasó muy rápido a ser de grandes proporciones, por lo que la labor más importante ha sido el enfriamiento de los otros tanques cercanos a los dos que ya ardían. Todo, enfatiza, se ha hecho con el apoyo y la solidaridad de los organismos de socorro, como la Defensa Civil, la Cruz Roja, la Policía Nacional y el Ejército.


Un apasionado

Pérez recuerda, casi 30 años después, el día en que Javier Solano ingresó a los bomberos. Yo lo recibí, dice. Lo describe como un miembro responsable, disciplinado, cumplidor de sus deberes y un gran amigo. “Gracias a su comportamiento pudo ir escalando hasta convertirse en oficial. En la estación 11 de noviembre, donde se manejaba como suboficial de una escuadra”.

 

Bombero Barranquilla
Sargento Javier Solano Ruiz, qepd. 


Solano tuvo cinco hijos, fruto de dos matrimonios. La mayor de todos es Shirley, quien le contó a CAMBIO algunos detalles de lo que su papá llamaba “la pasión por su trabajo y su ciudad”. Motivos nunca le faltaron, después de un tiempo corto como guardia del Instituto Nacional Penitenciario (Inpec), este barranquillero nacido y criado en el tradicional barrio Rebolo, le anunció a su familia que haría todo lo posible por convertirse en bombero y no descansó hasta conseguirlo. 


Así su vida transcurrió entre la estación y las máquinas de emergencia y su familia. Hace 17 años se separó de su primera esposa y por primera vez cambió de barrio. Eso, sin embargo, no lo alejó de sus hijos mayores, a quienes solía invitar con frecuencia a compartir el almuerzo en la estación de bomberos. Así aprovechaba el poco tiempo libre que le quedaba por sus turnos. 


Su otra gran pasión era el fútbol, cuenta Shirley, en medio de los pasillos atiborrados hombres y mujeres uniformados bajo un azul petróleo impecable, de la funeraria donde se realiza la velación. Afamado delantero aficionado en el barrio, primero, y luego líder de los equipos recreativos en el Cuerpo de Bomberos. Solía llamarse a sí mismo: “El mejor goleador de todos los bomberos de Colombia”. Además, dice su hija, fue un tipo muy casero, que solía entretener a su familia narrándole lo que vivía en el día a día en la atención de las emergencias en la ciudad.


Karolay, la hermana menor, de 23 años, heredó la profesión de su padre. Hace seis años realizó los estudios necesarios para convertirse en bombero y desde hace cinco años hace parte del equipo de voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Malambo, un municipio perteneciente al Área Metropolitana de Barranquilla. Todos en la familia hablan de ella como la sucesora de ese fuego vital por ayudar, pero hoy, con una razón muy fuerte, luce abatida en un hondo sillón de la funeraria. Prefiere no hablar, llora en silencio, con su uniforme puesto.


Javier Solano habló por última vez con Shirley el sábado pasado. La llamó para saludar a sus dos nietos, Joseph y Cesar (5 y 3 años) y para invitarlos a compartir un rato el jueves 22 de diciembre, quería pasearlos por el comando central y subirlos a una de las máquinas, aprovechando que ese sería su último día laboral de este año, antes de salir a vacaciones. 

Incendio Barranquilla

Sorpresivamente, la fuerte brisa que azota la ciudad estos días, ha hecho que la afectación directa de los barrios cercanos a los tanques sea menor. Sus problemas durante estas horas han sido otros. Del otro lado de las llamas, en la populosa y habitualmente ajetreada esquina de la entrada a la zona de los restaurantes y la playa del barrio Las Flores, Daniel Mena, conductor de bicicoche, se refugia de la alta temperatura bajo el techo plástico de su vehículo. El cierre por dos días continuos de las vías ha afectado sus ingresos. El desvío de las rutas de buses y vehículos en particular lo tiene sin pasajeros. Aunque hace más de cinco horas inicio su jornada, aún no ha hecho ni un solo viaje. Un día normal, a la misma hora, suele llevar un promedio de ocho. A su lado pasa su colega Gregorio Fonseca, quien aprovecha para decir que la contaminación generada por el humo está afectando a su pequeño nieto de 1un año de edad, quien sufre de asma. “No puede respirar bien –explica-  tuvimos que llevarlo al médico”. “Ojalá no duren cuatro días en apagarlo, como dijeron inicialmente”, apunta Mena, mientras señala en el cielo otra vez el rastro de la nube negra, como queriendo esparcirla mágicamente.


La Vía 40 es una de las calles arterias de la ciudad, desde el centro hasta el norte, funciona como límite urbano con el río Magdalena. Hasta hace apenas unos años era el núcleo del palpitar industrial de la ciudad, pero el embate de nuevos proyectos urbanísticos y el desarrollo turístico de la zona, anclados por el Gran Malecón del Río, fragmentaron las aceras que antes estaban abarrotadas de fábricas y empresas. La misma vía que durante todo el año ve pasar camiones pesados cargados de mercancía de todo tipo, con destino y origen en alguno de los puertos privados, y durante los cuatro días anuales de carnavales se convierte en un gigantesco cumbiódromo, ahora vive un caos vehicular en su parte sur y una soledad fantasmal en la zona norte.


El jueves por la tarde, el comandante Pérez indicó que estaban a la espera de unidades especializadas provenientes de Santa Marta y Cartagena. Se trataba de máquinas aeroportuarias para salir de una vez por todas de las maniobras pasivas y poder atacar el incendio. Explicó que las máquinas disponibles en Barranquilla solo tienen una capacidad de 100 galones de espuma, que resultan insuficientes. Uno de los vehículos esperados tiene capacidad de 1.000 galones. Lo que, esperaba el oficial, sirviera para extinguir por completo el fuego durante la noche.


Sobre las posibles causas del incendio, el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, dijo que “aunque se habla de un corto circuito que desencadenó una serie de incidentes e impidió la acción de la red contra incendios, esto será revisado en su debido momento”. Para el mandatario local, la prioridad era minimizar el impacto de la conflagración. 


Pumarejo se reunió horas más tarde con la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, quien alertó sobre posibles incumplimientos administrativos por parte de la compañía Bravo Petroleum.  Vélez dijo que la póliza de riesgo de la empresa no aparecía en el sistema de almacenamiento y control. Luego se informó que esta había sido enviada vía correo electrónico. 


A través de su cuenta de Twitter, la ministra dijo que la situación fue evaluada con la Alcaldía, la Dirección Marítima y equipos técnicos de Ecopetrol y de su ministerio, y se garantizó el suministro de combustible en la región, especialmente para la región fronteriza del Caribe colombiano, que es donde iba a ser distribuido el líquido contenido en los tanques.


El impacto de la emergencia en la ciudad, más los hallazgos revelados por los funcionarios nacionales, abrieron un nuevo debate sobre la pertinencia de que este tipo de elementos sigan siendo almacenados y manipulados cerca de una calle con alto tráfico y cerca de tantos barrios.
El sepelio del sargento Solano será este viernes por la tarde, en la sede de la Autopista al Mar del Cementerio Los Olivos. El comandante Pérez anunció que, como es costumbre en estos casos, cuando hay fallecimientos durante el servicio, será homenajeado en una ceremonia especial en la comandancia; y que están evaluando la posibilidad de que Karolay sea asignada al Cuerpo de Bomberos, para llenar el cupo que dejó su padre.


El viernes temprano una veintena de hombres de cuerpos de emergencia continuaban expectantes frente al fuego. El plazo de la extinción total sigue modificándose. A pesar de las quejas ciudadanas, la autoridad ambiental local descartó la posibilidad de declarar el estado de contingencia o mala calidad del aire, argumentado que no se han superado límites establecidos. Y los barranquilleros siguen mirando al cielo, como quien tiene una manía nueva, como quien no encuentra algunas respuestas en una ciudad arrinconada por tanto humo.

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