La paz no se negocia en Twitter
7 Enero 2023

La paz no se negocia en Twitter

Crédito: Yamith Mariño

La salida en falso del presidente Gustavo Petro con el improvisado anuncio de un cese al fuego bilateral no concertado no constituye, por ahora, una herida mortal en el camino hacia la paz total. Sin embargo, se trata de un error estratégico de fondo que, de repetirse, podría poner en jaque a la que se ha convertido en la principal apuesta de la Casa de Nariño.

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Faltaban pocas horas para que se acabara 2022. El 31 de diciembre, al filo de la media noche y mientras los colombianos estaban dedicados a las celebraciones de fin de año, el presidente Petro sorprendió al país con un trino que anunciaba un “acuerdo” de cese al fuego bilateral con el ELN, la Segunda Marquetalia, el Estado Mayor Central, las AGC y las Autodefensas de la Sierra Nevada. Se trataba de una noticia enorme. El cese, según lo dicho por el mandatario, se haría efectivo desde el primero de enero hasta el 30 de junio y sería “prorrogable según los avances en las negociaciones”. Esa madrugada, las redacciones de los medios, acostumbradas a diciembres sin desarrollos informativos de mayor calado, corrieron para registrar y analizar lo dicho por el jefe de Estado. No obstante, los sorprendidos con la noticia no fueron solamente los medios de comunicación y la opinión pública. 

El desconcierto también se hacía evidente en las más altas esferas del gobierno nacional, el estamento militar, los equipos negociadores de las partes y los miembros de los grupos armados llamados a la interrupción de la confrontación bélica. Sin saber lo que estaba por desatarse en las horas por venir, varios adeptos del presidente y simpatizantes de la política de paz total empezaron a celebrar el anuncio de Gustavo Petro. Mal que bien, así existan reservas sobre la conveniencia estratégica de decretar el cese al fuego al comienzo y no al final de una negociación, haber logrado ese acuerdo con cinco grupos armados era una medalla importante para el gobierno que le daba oxígeno a los diálogos a pocos días de empezar una nueva ronda de negociaciones con el ELN en México. 

La alegría duró pocas horas. Al día siguiente del trino presidencial, el Ejército de Liberación Nacional publicó un comunicado desmintiéndolo. Los delegados de esa guerrilla afirmaron que el cese no se había consultado con ellos, no estaba en firme y no había sido tratado entre los temas de discusión en la mesa. Así las cosas, aunque ese grupo guerrillero mantiene su voluntad de diálogo, dejó claro que solo adoptará las decisiones que se concierten en la mesa y que no aceptaba un decreto promulgado unilateralmente por el gobierno sin consulta alguna. 

Esa desconexión ya era suficientemente grave y no era fácil justificar un error de semejante envergadura. Pero lo que vino después hizo aún más evidente la falta de coordinación en el Palacio de Nariño y la manera a veces impulsiva con la que el alto gobierno maneja la política de paz total. 

Los protagonistas, como era de esperarse, tuvieron que salir a apagar el incendio. Los voceros de Palacio trataron de presentar el tema como un gesto de buena voluntad y no como un evidente error del jefe de Estado. Pero resultó peor el remedio que la enfermedad. En medio de las justificaciones quedó la impresión de que Gustavo Petro era el único que conocía del “acuerdo” entre el gobierno y los grupos al margen de la ley. El propio Otty Patiño, jefe negociador del gobierno con el ELN, afirmó que no estaba informado de la decisión. Como tampoco lo estaban muchos de los altos mandos militares y de Policía, ni los voceros de las otras organizaciones mencionadas que aún no se han pronunciado públicamente. Altas fuentes militares que hablaron en reserva con CAMBIO manifestaron que supieron del cese al fuego por el trino del presidente Petro. CAMBIO también pudo confirmar, con sus propias fuentes, la información revelada por el diario El Colombiano, según la cual el Clan del Golfo y las bandas organizadas de Medellín y el Valle de Aburrá tampoco estaban al tanto. 

Pasadas entonces unas horas, en medio del caos y la expectativa nacional, el presidente, sus ministros, consejeros y mandos militares se reunieron para hacerle frente a la crisis. La Casa de Nariño tuvo que echar mano de la única salida posible: suspender la expedición del decreto, decir que seguirá trabajando para concretar el cese al fuego lo antes posible y dar explicaciones con tinte político para hacer control de daños. 

Una mezcla de versiones encontradas, anuncios impulsivos, falta de coordinación, filtraciones y, sobre todo, ausencia de la prudencia que había caracterizado hasta ahora los esfuerzos de paz en Colombia, llevaron al gobierno a inmiscuirse en una crisis autogenerada, problemática e innecesaria. Si algo ha quedado claro en lo corrido de la presente administración es que el estilo de gobierno de Gustavo Petro se sale completamente del molde. Eso no siempre es malo y, en ocasiones, ha llevado al presidente a embarcarse en apuestas audaces que acaban saliéndole bien. Sin embargo, en lo que a la paz se refiere, la discreción, el hermetismo, la concertación y las formas serán fundamentales para que cualquier proceso llegue a buen puerto. 

Varias fuentes del alto gobierno consultadas por CAMBIO y que pidieron no ser mencionadas en este artículo coinciden en una misma versión de lo sucedido. Para ellos, la explicación es la siguiente: el presidente consultó a su equipo y les dejó saber que su deseo era llegar a un cese al fuego lo antes posible. Acto seguido, esperando tal vez que su anuncio lo hiciera realidad, decidió trinarlo presentándolo como un acuerdo concertado. 

El impulso del presidente, que aunque fue grave acabó no pasando a mayores, debe servirle al gobierno como un campanazo. La buena noticia es que el oso que hizo el Ejecutivo esta semana no tuvo mayores efectos en la mesa. Hoy no hay una crisis y el cese al fuego, seguramente, será decretado y concertado por las partes más temprano que tarde. No obstante, la preocupación por las salidas en falso en la apuesta por la paz total es cada vez más grande. La historia ha mostrado que llegar al silencio de los fusiles con un solo grupo es un desafío enorme para cualquier gobierno. Ahora, la idea de hacerlo en simultánea con todos los alzados en armas en Colombia, si no se maneja de manera adecuada, podría convertirse en un arma de doble filo.

Tener éxito en una jugada de póker tan ambiciosa requiere de método, secretismo y estrategia. Eso se hace mucho más complejo cuando los actores no son un gobierno y un grupo armado sino, como ahora, múltiples voceros y gestores de un gobierno que negocia en paralelo con todos los alzados en armas que operan en el territorio. 

Los colombianos quieren que el esfuerzo por lograr la paz en el país se concrete de manera satisfactoria. Sin embargo, hoy la incertidumbre y el desorden desbordan las certezas y minan la credibilidad. Para que un cese al fuego funcione y sea eficaz en el desescalamiento del conflicto, no solo debe ser concertado y anunciado bilateralmente. Se requiere también definir los protocolos, tener en cuenta a la fuerza pública, ajustar la política para garantizar la seguridad, y brindar las condiciones para una verificación efectiva. 

La paz es un ejercicio de prudencia y de paciencia. Aún es temprano, existe voluntad, apoyo internacional y capital político. Paradójicamente, luego de lo sucedido, el mayor desafío del gobierno parece no ser la negociación en sí misma sino el autocontrol. Los diálogos de paz no pueden tramitarse por Twitter. Gustavo Petro la sacó barata. Pero un error de estos, en una fase más avanzada del proceso, podría dejar en cuidados intensivos la política de paz. 
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí