Los médicos de Macondo: el libro sobre los asesores médicos de Gabo para su obra

Los médicos de Macondo de Juan Valentín Fernández de La Gala.

Crédito: Colprensa

27 Abril 2024

Los médicos de Macondo: el libro sobre los asesores médicos de Gabo para su obra

El médico español Juan Valentín Fernández de la Gala se empecinó en descubrir la inspiración y asesoría médica de Gabo para crear su obra y sus personajes. La Fundación Gabo se apersonó del proyecto y editó y publicó la primera edición mundial de Los médicos de Macondo en Colombia, con el auspicio de Coosalud.

Por: Juan Francisco García

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Durante siete años, para su tesis doctoral en Antropología Forense, el médico y escritor Juan Valentín Fernández de la Gala se dedicó a indagar exhaustivamente la relación entre medicina y literatura en la obra de García Márquez. 

El resultado es un libro de más de 600 páginas, editado por José Antonio Carbonell y publicado por la Fundación Gabo. En él, el autor devela, entre otros hallazgos inéditos, los médicos de carne y hueso que sostuvieron e inspiraron a los personajes Juvenal Urbino, Abrenuncio de San Pereira Cao y el médico francés de Macondo que se ahogó con las cuerdas de su propia hamaca, entre otros. 

Esta entrevista es una radiografía sobre su trabajo. 

CAMBIO: ¿Cuál es la anatomía de la escritura de Gabo? ¿Tiene presión alta, huesos gruesos, asma?

Juan Valentín Fernández de la Gala: Una de las cuestiones que, inicialmente, iba a abordar el libro, es la propia historia clínica de García Márquez. Sin embargo, fundamentalmente porque me parecía una violación de la intimidad, opté por omitir el capítulo. No obstante, algunos de sus médicos me hicieron llegar, incluso, hasta los últimos latidos de Gabo. El electrocardiograma que mostraba el proceso de su muerte. Los médicos tenemos una gran sensibilidad con el llamado secreto médico, así que procuramos no difundir documentos que interfieran con la intimidad del paciente. 

CAMBIO: ¿Cuál es la gran neurosis de su literatura?

J.V.F.L.G.: Las dos grandes neurosis de Gabo eran fundamentalmente la preocupación por el olvido y la preocupación por el incesto. La preocupación sobre el olvido aparece muy bien desarrollada en El Otoño del Patriarca. El olvido fue un estigma que amenazó a su familia desde siempre. La mayor parte de los ancianos de la familia García Márquez, especialmente por la rama materna, padecieron demencia senil de forma bastante precoz. Él siempre temió caer en esa niebla del olvido, como de hecho le ocurrió en los últimos años de su vida y le está ocurriendo también al resto de sus hermanos. 

El autor de Los médicos de Macondo

Con respecto al terror del incesto, hay una fuente biográfica que podría explicarlo: cuando, de niño, Gabo vivió en Aracataca con su abuelo. Debido a que este tenía una relación extramarital, Tranquilina Iguarán –su abuela– siempre lo animaba a acompañarlo en sus paseos con la ilusión de disuadirlo de cometer alguna infidelidad. En Vivir para contarla, Gabo escribe que sabía que lo visto durante los paseos debía ser guardado como un secreto. Tanto es así que su abuela incluso le advirtió, refiriéndose a una amiga de su colegio Montessori: “Nunca te cases con esa chica”, sabiendo de sobra que se trataba de una hija extramarital del coronel con la que, de casarse y tener descendencia, Gabito caería en el horror del incesto familiar. 

CAMBIO: ¿Cree que Gabo hubiera sido un buen médico?

J.V.F.L.G.: No me cabe duda. Por dos aspectos fundamentales: porque como buen periodista y buen escritor tenía un agudo sentido de la observación y un gran rigor. En su ejercicio periodístico siempre buscó las fuentes documentales para armar de forma seria y rigurosa aquello que estaba contando. Sin embargo, nos consta que a pesar de que en su colegio de Zipaquirá tuvo como profesor a un médico que, al dejarle presenciar las autopsias que se hacían en el cementerio municipal a los alumnos inspiró a varios de ellos a dedicarse a la medicina, en Gabo el peso de las letras fue mucho mayor que el de las leyes de la fisiología. 


CAMBIO: Tres médicos inolvidables en la obra de Gabo y por qué. 

J.V.F.L.G.: El médico que más admiro y con el que más me identifico es el doctor Octavio Giraldo que aparece en La mala hora y en El Coronel no tiene quien le escriba. El doctor Giraldo era muy comprometido con los más necesitados; de hecho vivía en el barrio de los turcos. Siempre tenía un buen humor a prueba de bombas y estaba comprometido con la difusión de la propaganda política, pues más allá de la salud de las personas le interesaba la salud de la comunidad. 

El segundo que más me interesa es Abrenuncio de Sa Pereira Cao, el médico de El amor y otros demonios y que representa al médico portugués formado en Salamanca y emigrado luego a Colombia. Pereira es claramente un espejo del licenciado Méndez Nieto. 

El último es Juvenal Urbino, de El amor en los tiempos del cólera. Este hombre, casado con Fermina Daza, murió trágicamente al caer de una escalera por perseguir a un loro que se había escapado. Su trágica muerte permitió, sin embargo, que Florentino Ariza entrara por la puerta de la ternura para recuperar el amor de Fermina, ese por el que había estado penando eternamente con serenatas de violín y cartas de amor desenfrenado. 

CAMBIO:¿Cree que el asombro de Gabo por la enfermedad, la muerte, la decadencia es el asombro de un hipocondríaco?

J.V.F.L.G.: Una de las situaciones en las que nuestra hipocondría se desboca con más frecuencia es en la consulta del dentista. El hipocondríaco típico es el que, antes de que el dentista lo atienda, en la sala de espera se convierte en un verdadero martirio imaginando la tortura que ha de sufrir. Parece que Gabo no era así. De hecho su dentista en Cartagena me dijo que Gabo era tremendamente valeroso. Lo mismo me han comentado algunos de los cirujanos que a lo largo de su vida lo operaron. Me hablaron de él como un buen paciente que no añadía mayor preocupación a su padecimiento con temores infundados.  

CAMBIO:¿Cree que escribir es un buen antídoto contra la hipocondría?

J.V.F.L.G.: Al contrario. En lugar de sublimar o calmarla, la literatura la favorece. Cuando se habla ante otros de los padecimientos, y se engrandecen o exageran, esto es un estímulo para la hipocondría. En El amor en los tiempos del cólera, Gabo pone en boca de Juvenal Urbino algo así como “al paciente le encanta hablar de sus dolencias”. Esto se lo hace decir como una estrategia para acercarse y seducir a Bárbara Lynch, quien disfrutaba de hablar detenidamente con el médico sobre sus cólicos torcidos –estos sí, seguramente– de carácter hipocondríaco. 


CAMBIO: ¿Es exagerado decir que la obra de Gabo es de alguna forma un tratado de medicina?

J.V.F.L.G.: No solo no es exagerado, sino que es cabalmente cierto. Yo estoy convencido de que la obra de García Márquez esconde entre líneas un tratado secreto de medicina. Basta pensar por ejemplo en la magnífica descripción que hace de una intoxicación por cianuro nada más al abrir el primer capítulo, el primer párrafo, de El amor en los tiempos del cólera. Esta descripción –del suicido de Jeremiah de Saint-Amour– es absolutamente rigurosa y caza punto por punto con lo que podríamos encontrar en un manual moderno de toxicología moderna. 

Crónica de una muerte anunciada es una novela originalísima en la historia de la novela universal puesto que incluye un informe de autopsia. Nunca, a pesar de que hay muchas novelas que describen o hacen referencia a una autopsia, jamás una novela ha incluido un informe de autopsia redactado con la terminología, con la jerga propia de la medicina y con la estructura canónica de un informe forense. 

Ejemplos como estos me hicieron pensar, y esta es una de las hipótesis centrales de mi trabajo, que detrás de las escenas médicas tenía que haber necesariamente un asesor médico que le permitiera lograrlas con tal profusión de detalles. 

Uno de los objetivos principales del libro fue determinar quiénes eran estos asesores. Hemos identificado casi a una docena de ellos y hemos podido saber en qué punto concreto le ayudaron, lo que es muy interesante para los apasionados tanto de la medicina como de la literatura de García Márquez. 
 
CAMBIO:¿Por qué dice usted que la medicina es un arte narrativo?

J.V.F.L.G.: Porque los médicos también contamos historias: historias clínicas. El acto médico se inicia cuando el paciente se sienta frente a nosotros y le hacemos las mismas tres preguntas que se hacían en siglo IV A.C: ¿Qué le pasa? ¿Desde cuándo? ¿A qué se lo atribuye? Desde ese momento empieza el diálogo narrativo entre el médico y el paciente, y el paciente da pistas narrativas muy interesantes sobre su enfermedad que el médico deberá interpretar para poder hacer un diagnóstico.  
 
CAMBIO: “No hay una sola línea que no tenga su origen en un hecho real”. ¿Por qué esta es una de las frases de Gabo que más lo asombraron?

J.V.F.L.G.: Por una razón evidente: si de verdad esto es así y detrás de cada línea maestra de Gabo está la realidad biográfica del escritor, hay que pensar que los médicos que suponemos personajes de ficción, también tienen detrás un armazón real. Son médicos reales. El libro intenta encontrar qué médicos de la realidad sostienen el artificio de la ficción. Quién está detrás del médico francés de Macondo que un día, harto de su propia vida, se colgó con las cuerdas de su hamaca. 

CAMBIO: Para irnos, ¿cómo sería una radiografía del alma de García Márquez?

J.V.F.L.G.: La mejor radiografía que podemos hacer de García Márquez es la radiografía etimológica de una palabra clave de su construcción literaria: Macondo.

Al investigarla, me encontré con unos diarios de Alexander von Humboldt en los que se dice que en Turbaco hay mocundos, que son árboles que tienen una flor parecida a unas linternas de papel que cuelgan de las ramas. 

Los médicos de Macondo

Sabiendo que Humboldt los llamaba mocundos en lugar de macondos indagué en las lenguas del Golfo de Guinea cuál podría ser el origen escondido de la palabra Macondo. En la lengua Kikongo existe la palabra amacunda, que significa “que se siembra solo”.

Por tanto la palabra Macondo debió viajar en el vientre aceitoso de los barcos negreros desde el Golfo de Guinea hasta el caribe colombiano. Me puse en contacto con un cultivador del árbol Macondo que hay en Brasil, y este me envió una fotografía para dejarme ver cómo procede a la hora de buscar ejemplares del árbol: camina por la selva y cuándo cae una de sus flores, antes incluso de que el fruto se pudra, ya la semilla germina. Es bastante apropiado pensar que este es el verdadero origen de la palabra Macondo. 

Si tengo que decidir alguna definición de la literatura real y mágica de García Márquez, sería la de una literatura embrujada que se siembra sola en el corazón de los lectores.

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