Justicia escolar restaurativa en Bogotá: el comienzo de la paz grande

Crédito: Colprensa

26 Septiembre 2023

Justicia escolar restaurativa en Bogotá: el comienzo de la paz grande

En la mayoría de los colegios oficiales de Bogotá se les está enseñando a los niños y niñas a dialogar para resolver sus conflictos de manera pacífica. Es un programa tan importante que, si lo imitan en los demás colegios oficiales del país, en unos años puede traerle la paz a Colombia.

Por: Patricia Lara Salive

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_Dos niñas se agredían permanentemente. Se insultaban. Tenían celos porque la una salía con el muchacho que le gustaba a la otra. Entonces el director del curso habló con Erik, líder constructor de paz de noveno grado y fuimos a la Maloka. Erik pidió que cada una diera su versión. Al final, independientemente de que su rivalidad por el muchacho continuaba, ambas firmaron un acuerdo en el que se comprometieron a no afectar el ambiente exterior del colegio_, cuenta Yesid, y agrega: _También ocurrió que una vez que había bullying verbal contra un niño en el salón, se llegó a un acuerdo con todo el salón y cesó el bullying.

Yesid es un joven de noveno grado del colegio Villa Amalia de la localidad de Engativá donde, al igual que en otros 406 colegios oficiales de la capital, se practica la Justicia Escolar Restaurativa (JER). Esta es una iniciativa de la alcaldía de Claudia López que busca brindar en los colegios educación socioemocional y practicar la justicia restaurativa. 

Se trata de una “apuesta por la construcción de paz en la escuela”, dice el documento que la Secretaria de Educación de Bogotá, Edna Bonilla, les entregó hace unas semanas al ministro de Justicia, Néstor Osuna, y al presidente de la JEP, magistrado Roberto Carlos Vidal, quien ha dicho que, al “igual que la JEP, (la JER) es una propuesta al país (…) que se basa en la idea de que tenemos conflictos y los vamos a tener en el futuro, pero que debemos reconocerlos y lidiar con ellos sin el uso de la violencia (...) El conflicto armado diseminó la idea de que las situaciones de confrontación se resuelven con violencia”, dice Vidal. Y añade: “Claro que tiene que haber conflicto. Esa es la vida de una escuela, es la vida del país, es la vida en el campo, en la ciudad… Pero lo que estamos tratando de erradicar es el recurso de la violencia para solucionarlo y ofrecer otras herramientas”.

Y lo que está haciendo la Secretaría de Educación de Bogotá con su programa de justicia escolar restaurativa es nada menos que enseñar a los niños y adolescentes a solucionar los conflictos de manera pacífica lo cual, necesariamente, tiene que repercutir en que, en unos años, disminuirá la violencia en la ciudad

Para conseguir ese propósito, en los colegios del distrito se han formado, y graduado, 2456 estudiantes como líderes constructores de paz. Estos son jóvenes que se postulan como candidatos en sus cursos, y allí los eligen sus propios compañeros. Cada curso tiene un constructor de paz.

—Tratamos de ser un ejemplo para nuestra comunidad—, dice Miguel, un joven de décimo grado del colegio Villa Amalia, quien agrega: —Que digan los otros: si él es un líder, yo también puedo serlo… Nuestro colegio es un territorio de paz, es una buena base de convivencia y tolerancia—, afirma.

Según Miguel, los problemas se tratan mejor con los líderes constructores de paz que con los adultos, llámense profesores, padres, orientadores, etcétera. 

Y los problemas, normalmente, surgen por diferencias de opiniones en el salón, las cuales hacen que los niños y niñas comiencen a atacarse personalmente. O por celos. O por rivalidades. Entonces interviene un intermediario quien, dependiendo de la gravedad del conflicto, puede ser un líder constructor de paz, o un profesor. Normalmente, los problemas se solucionan en las malokas, que son espacios cerrados —una carpita con dos o tres sillas—, donde van los jóvenes enfrentados a hablar para arreglar sus conflictos.

Jefferson, un muchacho de once grado del Colegio República de México, quien era un niño rebelde y problemático y tuvo matrículas condicionales en los grados 5 y 6, y después llegó a ser líder constructor de paz, se refiere al caso de dos niñas que, la víspera, se miraban mal y ya iban a pegarse. Entonces él intervino, habló con ellas, le dijeron que las amigas decían que la una hablaba mal de la otra y, al escucharlas, solucionó el problema. También hizo lo mismo cuando dos niños de prescolar iban a pelearse por un juguete.

Para ser líder constructor de paz hay que aprender a escuchar y a ponerse en los zapatos del otro. Nuestro emblema es dejar nuestra huella de paz—, afirma Jefferson.

Y Andrés, un joven de décimo grado del Colegio Villa Amalia, que también es constructor de paz, cuenta: —A mí me pasó que compañeros de curso tomaron mi celular sin mi consentimiento, y divulgaron informaciones sobre mi intimidad. Entonces me desahogué con una profe, y ella me aconsejó que me desahogara con los culpables, que les explicara mis sentimientos y tratara de entender por qué lo habían hecho. Así lo hice. Y se comprometieron a no divulgar más esas informaciones.

”Es desde este enfoque que el Programa Entornos Educativos y Confiables (ECO), que se encarga de restaurar la relación escuela – territorio, ha hecho que en Bogotá se migre de una mirada de corte reactivo y de control de los colegios, hacia una perspectiva de prevención, donde se concibe la intervención pedagógica como el centro de la apuesta, y a los actores del territorio, como sus principales promotores y protagonistas”, explica Natalia Galindo, gerente del Programa ECO. Y añade: “el Programa ECO, que la Secretaría de Educación de Bogotá creó en 2020, busca formar líderes en construcción de paz, a través de módulos de memoria, verdad y reconciliación, para que los problemas se solucionen de manera pedagógica y se prevengan”.

El Programa ECO trabaja con tres modelos para desarrollar sus acciones de prevención: el de colegios abiertos a la comunidad, que busca fortalecer lazos con los vecinos y acercar el colegio a la gente de la zona;  el de entornos educativos compartidos, que son colegios cercanos que trabajen en red; y el de la red de ecosistemas de paz y reconciliación, que forma líderes constructores de paz y hace talleres de reconciliación en verdad, memoria y construcción de paz.
Y ECO, aparte de abordar los asuntos de convivencia, se ocupa de los temas ambientales, de género, de comunicación, de memoria, de inclusión y de  interculturalidad. 

El rector del Colegio Villa Amalia, Luis Buitrago, explica, por su parte, que el programa “rompe el esquema punitivo de malos y buenos, es más restaurativo” y logra que, por parte de las juntas de acción comunal, se dé “un reconocimiento a los líderes constructores de paz”, lo cual crea un impacto positivo en las comunidades.

Y el presidente de la Justicia Especial para la Paz (JEP), Roberto Carlos Vidal, quien es un admirador de lo que se hace con la JER en los colegios oficiales de Bogotá, le contó a CAMBIO que magistrados de ese tribunal se reúnen periódicamente con los niños líderes constructores de paz y que, una vez, un niño de 11 años les dijo: ‘Yo veo que ustedes hacen lo mismo que nosotros. Nuestra pelea es evitar que a los niños que tienen problemas los expulsen del colegio para que les den otra oportunidad’. Y nuestra pelea es la lucha contra la cárcel,” dice el presidente de la JEP, y concluye: “El de la JER es el mismo proyecto ético que propone la JEP, la inutilidad del castigo por miedo.” 

Y la Secretaria de Educación de Bogotá, Edna Bonilla, afirma, por su parte: “Los acuerdos políticos para la cesación del conflicto armado son fundamentales en una sociedad como la nuestra. Pero la construcción de cultura de paz que no naturalice la violencia como forma de resolver los conflictos en lo cotidiano, es un desafío ético y educativo, sostenido y continuo que incluye la valoración y respeto por la voz de los niños y niñas y su aporte en la construcción de sociedad, al pasar de una visión punitiva de la justicia a una justicia restaurativa escolar centrada en el aprendizaje, la reparación simbólica, la no repetición y en la construcción de confianza entre las personas (…) La educación para la paz es poner también la educación en primer lugar”.

Y esta educación para la paz que se está haciendo en la mayoría de los colegios oficiales de Bogotá; este enseñarles a los niños y niñas a dialogar para resolver sus conflictos de manera pacífica, es un programa tan importante que, si lo imitan en los demás colegios oficiales del país, puede, de verdad, abrirle la puerta, en un futuro no tan lejano, a la tan anhelada Paz Grande.

Ojalá al próximo alcalde, como ocurre con tanta frecuencia, no se lo ocurra abandonar este programa por la simple razón de que lo desarrolló su antecesora.
 

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