Carlos Enrique Cavelier, coordinador de sueños de Alquería.
Crédito: Alquería
La historia de Alquería: la empresa que procesa 350 millones de litros de leche al año
- Noticia relacionada:
- Historias empresariales
- Comercio
- Agricultura
+ Carlos Enrique Cavelier heredó el negocio de su padre y de su abuelo. Lo que empezó como una pequeña pasteurizadora de leche en Cajicá, hoy es una de las mayores empresas lácteas de Colombia. Esta es la historia.
“Una botella de leche es una botella de salud”. Con esa premisa empezó buena parte del negocio de Alquería, una de las mayores empresas lecheras de Colombia. Era 1959, Jorge Cavelier Jiménez, uno de los primeros urólogos de Colombia, y su hijo, Enrique Cavelier Gaviria, decidieron fundar una pequeña productora láctea: La Alquería.
Padre e hijo compraron maquinaria usada de una pasteurizadora que había quebrado en Rionegro, Antioquia, y decidieron traerla a la sabana de Bogotá, a Cajicá. Cavelier Jiménez creía en la necesidad de pasteurizar la leche, un proceso térmico que reduce la presencia de agentes patógenos, como las bacterias, que se pueden encontrar en líquidos como la leche cruda. Envasaban al día 3.500 botellas de leche, alrededor de 2.500 litros.
La familia Cavelier montó su primera distribuidora en un pequeño lote en Bogotá, ubicado en la calle 81, entre la carrera novena y la décima. Desde allí todos los días salían y llegaban dos camionetas Volkswagen, las mismas que usaban los hippies en los 60, y en ellas se despachaba la leche. Así nació la empresa, que en la actualidad, luego de 65 años, trabaja con 11.238 productores lácteos, genera 3.700 empleos directos y acopia casi 350.000.000 de litros de leche por año.
En los primeros años de Alquería, o como se llamaba en ese entonces, La Alquería, Carlos Enrique Cavelier Lozado, hijo y nieto de los fundadores, era solo un niño. Carlos Enrique Cavelier, quien estuvo al frente de la empresa por casi tres décadas, se crio entre Bogotá y la finca La Alquería, en Cajicá. Cavelier no tenía muchas nociones de lo que era un negocio, acompañaba a su padre a hacer pagos y negociaciones en los bancos y lo esperaba en el carro. También rondaba alrededor de la pequeña planta de producción que estableció la familia en Cajicá. Reconoce, sin embargo, que su padre nunca le mandó señales de que debía entrar en el negocio familiar.
“En el fondo no sé si me interesó, me interesaba el fútbol, ser niño”, cuenta. Por el contrario, le gustaba ayudar a su abuelo materno, que siempre estuvo involucrado en temas de salud, en labores de la Cruz Roja en Cajicá, algo que, dice, le quedó en el corazón. “El tema era que una botella de leche era una botella de salud. Se fundó la planta pensando en que la gente tomara leche de alta calidad y eso me quedó marcado desde la infancia. Uno nunca veía cifras del negocio ni de la planta”, dice el empresario.
Cavelier se fue a estudiar antropología y sociología de la Universidad de Vermont, en Estados Unidos, y posteriormente hizo una maestría en administración pública en la Universidad de Harvard. Cuando volvió al país entró a la docencia y también en la política: fue concejal de Cajicá, diputado a la Asamblea de Cundinamarca, representante a la Cámara por el nuevo liberalismo y trabajó en los ministerios de Agricultura y Justicia.
frase-destacada
“Cuando tenía 31 o 32 años veía que mi papá había delegado a otras personas La Alquería, estaba más interesado en una finca que tenía en tierra caliente, sembraba caña para producir panela para la gente del pueblo y era alcalde de Cajicá y estaba era en eso. Le perdió como el gusto y ahí dije, si no me meto a esta cosa no sé qué va a pasar”, recuerda Cavelier.
El amor de Cavelier por el propósito detrás del negocio de su familia lo llevó a impulsar la empresa. Si había que meterse en el juego lo haría bien. En 1992 decidió apostar por el negocio de la familia.
‘Coordinador de sueños’, ese fue el cargo con el que el presidente de la empresa se sintió más cómodo por años, y el que aún tiene hoy, a pesar de haberse retirado como directivo de Alquería en 2020. “Me siento como el director filosófico, eso implica tener sueños, conversar con la gente, hablar con uno y con otro. Es inspirar a la gente para que se desarrolle a sí misma”, dice con una sonrisa en el rostro.
De La Alquería a Alquería
El negocio lechero es complejo, es una economía de escala, lo que quiere decir que para que sea rentable necesita crecer y ser grande. En 1995 la empresa hizo una apuesta arriesgada por la innovación. Compraron equipos y tecnología para hacer leche larga vida (UHT), que se procesa con un tratamiento especial, lo que permite que dure más y se pueda almacenar a temperatura ambiente durante alrededor de seis meses, siempre y cuando no sea abierta.
Según Cavelier, esta inversión y la nueva tecnología le permitieron a la empresa pasar de 6.000 litros por día a cerca de 150.000 litros. El negocio creció, y con ella también la marca, en 2001 decidieron quitar el ‘La’ del nombre, pasó a llamarse solo Alquería. La empresa había logrado captar casi la mitad del mercado lechero nacional. Y en ese entonces también diseñaron su famoso logo de la mancha de leche sobre un fondo rojo con una silueta de vaca escondida, a veces hace falta mirar el logo dos veces para verla.
“La diferenciación de empaque era crítica, y luego la vaca nos ayudó mucho. Se empezaron a ver los camiones rojos rodando por Bogotá y luego por todo el país, se volvió parte del paisaje el camión rojo con la mancha de leche blanca. Mucha gente ve la mancha, pero luego al mirar en detalle ven la vaca, no todos la ven, y eso es parte de lo que la hace especial”, asegura Cavelier.
El empresario sabía que si querían crecer necesitaba salir de Bogotá y sus alrededores. Por eso en los primeros años del nuevo milenio empezó un proceso de expansión importante: abrieron su sede en el Valle del Cauca en 2005, se aliaron con la empresa Ricalac en Bucaramanga y así llegaron al occidente del país, se metieron al mercado antioqueño por medio de la Procesadora San Martín, y en 2007, se aliaron con el gigante europeo Danone — un negocio que, desafortunadamente, años más tarde no resultó —.
Desde 2001 la empresa había empezado a diversificar su portafolio lácteo con avenas, leches especializadas y leche deslactosada. Casi una década después, en 2011, apostaron por el arequipe.
Una de las movidas empresariales más importantes para Alquería fue la unión con Freskaleche, en 2015. La idea era fortalecer el negocio en el país y lo hicieron. Esta es una de las cuatro marcas que hoy conforman el portafolio de Alquería.
Con la expansión de la empresa vino también la diversificación por productos, el foco de la compañía en los últimos años. “Ya no es solo leche”, reconoce Cavelier, que hace cuatro años dejó su rol directivo, sin desconectarse del todo de la compañía, para dar paso a Rafael Álvarez, el actual CEO de Alquería.
Hace dos años y medio Alquería compró otra marca tradicional, con más de 100 años de historia, Quesos Del Vecchio, y la incorporó a su negocio. A inicios de 2024, la empresa aportó por un segmento nuevo enfocado en snacks saludables como papas y platanitos, a través del Vitad, un emprendimiento que se sumó a la compañía.
frase-destacada
“Las necesidades de nutrición de los colombianos han venido evolucionando. Antes con leche podíamos cubrir las necesidades y los gustos de los colombianos. Ahora no. Esas necesidades y gustos han venido evolucionando. Eso nos motiva y nos obliga a expandirnos a una compañía multimarca y multicategoría que nos permita llevar nutrición en diferentes productos”, contó Álvarez a CAMBIO.
Quesos, snacks saludables, yogures, arequipes, entre otros, hoy son parte de un portafolio con cuatro grandes marcas: Alquería, Freskaleche, Del Vecchio y Vitad, y más de 300 referencias.
La empresa se compone hoy de siete plantas de producción, 10 centros de distribución y 14 centros de recolección de leche. La empresa sigue enfocada en Colombia, y el foco, según Álvarez, seguirá siendo Colombia por el momento, a pesar de que la empresa llega con exportaciones a todo el sistema de islas del Caribe, Centroamérica y Estados Unidos.
Alquería, además, ostenta el título de ‘Empresa B’, una certificación que reconoce a compañías con estándares ambientales y sociales destacados y que solo ostentan 126 compañías en Colombia. De ellas, Alquería es la más grande.
Para Cavelier, el impacto de las empresas debe traspasar lo económico, debe ser también social y ambiental. La sostenibilidad ha hecho parte de la empresa la visión misma del negocio por años. Desde 2018 dejaron de usar plásticos 'vírgenes' y trabajan con materias primas recicladas. Hoy Alquería es 'plástico neutral', el año pasado recolectó 104 por ciento del plástico que puso en el mercado, equivalente a 4.000 toneladas.
La empresa también fue una de las fundadoras del programa de Banco de Alimentos y con la Fundación Alquería tiene un programa de acompañamiento educativo en más de 200 colegios de Cundinamarca enfocado en mejorar la calidad educativa.
"Sin una agricultura fuerte, Colombia nunca va a tener paz. Creemos que se necesitan muchos más esfuerzos desde el gobierno para que la gente no tenga hambre en Colombia, y las empresas tenemos que mirar hacia un capitalismo consciente, tener un triple balance, sin un balance ambiental no podemos subsistir, y tenemos que pensar en la gente", concluye Cavelier.