Para China, América Latina no es un patio trasero
Colombia tiene que avanzar con China en sectores claves.
Crédito: Colprensa
Tres hechos ilustran el papel económico de China en el mundo y su evolución en América Latina
Por: Redacción Cambio
Por Guillermo Puyana Ramos
Tres hechos ilustran el papel económico de China en el mundo y su evolución en América Latina: el impresionante superávit comercial de 80.000 millones de dólares de Brasil con China en 2021; la autorización de la Organización Mundial de Comercio a China el 26 de enero para imponer tarifas retaliatorias a Estados Unidos por 645 millones de dólares por haber restringido ilegalmente el comercio internacional de China durante el gobierno de Barack Obama; y la adhesión de Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta por el presidente argentino, Alberto Fernández, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, elevando las relaciones económicas con China que incluyen una copiosa importación de productos agrícolas argentinos, cooperación aeroespacial en Neuquén y la inversión china de 8.300 millones de dólares en la planta nuclear Atucha III, el primer nuevo proyecto nuclear argentino luego de 40 años.
Localmente, supimos que nuestro primer inversor asiático y segundo socio comercial fue China; hecho sin antecedentes porque cuando florecieron las inversiones de Japón y Corea, ninguno llegó a segundo socio comercial.
Pero el mayor significado de la creciente importancia de China para la región no es económico ni geopolítico, sino histórico. Desde la revolución industrial, nunca un país subdesarrollado había logrado tener una base industrial, agrícola y tecnológica tan grande para ser una gran potencia económica mundial. Ahí está la diferencia con todos los demás países que han sido potencias desde la industrialización. China, África y América Latina comparten una historia de haber sufrido la depredación territorial y exacción de la riqueza por Occidente. Esa historia terminó para China en 1949 cuando se fundó la República Popular China y uno de cada cuatro seres humanos optó por la independencia ante las potencias existentes. China tenía clara la relación entre la independencia nacional y el desarrollo social y recuperó su base económica destrozada por 100 años de guerras, con cuatro hitos: la reforma agraria e industrial entre 1949 y 1959, la reforma y la apertura de 1980, el acceso a la OMC en 2000 y la iniciativa de la Franja y la Ruta en 2013. En este periodo el avance de China implicó una redistribución inédita de la riqueza mundial hacia un país subdesarrollado, sacando de la pobreza a 800 millones de personas.
Eso es evidente al comparar el ingreso per cápita de China con otros países. En 1980, el ingreso per cápita chino era de 300 dólares y el de Estados Unidos era de 12.500, 41 veces superior (el de Colombia nueve veces más que China). En 2000 China tenía 2.880 dólares, y la brecha con Estados Unidos era de 13 veces. En 2020 el ingreso per cápita de China eran 17.100 dólares, más que Colombia, y el de Estados Unidos 63.300, 3,7 veces superior al chino. La reducción de la brecha del ingreso entre China y los países desarrollados es impresionante y puede compararse con cualquier otro: en 1980 el ingreso per cápita francés era 35 veces el chino y el inglés 28 veces. Para 2020 el ingreso per cápita francés era 2,7 el de China y el inglés 2,5.
El avance económico chino significó una integración con la economía global como productor, exportador e importador; la clase media china que por cálculos conservadores son 400 millones de personas es el mercado nacional más grande del mundo; y el estímulo a la inversión extranjera directa puso a China como primer receptor del mundo; con los superávits comerciales obtenidos con los países desarrollados, crecieron las reservas y China pasó a ser un exportador de capital.
Según el Banco Mundial, China tenía reservas de 173.000 millones de dólares en 2000 y pasó a 3,9 millones de millones en 2013 cuando lanzó la iniciativa de la Franja y la Ruta. Nada resulta del azar, todo es el cúmulo de resultados de una estrategia de largo aliento de 70 años si se quiere, o de 40 años si solo consideramos la reforma y la apertura, o de 20 si queremos reducirnos al ingreso de China a la OMC.
Inevitablemente la búsqueda de más mercados, destinos para la inversión de sus reservas y fuentes de materias primas y alimentos puso a China en los continentes del subdesarrollo, África y América Latina, donde además se ha visto una retracción de los países desarrollados.
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Según el Banco Mundial, China tenía reservas de 173.000 millones de dólares en 2000 y pasó a 3,9 millones de millones en 2013
Antes de la era de Barack Obama el comercio de África con Estados Unidos llegó a 141.000 millones de dólares y fue decayendo durante su presidencia hasta 48.000 millones de dólares. En 2021 Estados Unidos recuperó espacio para llegar a 64.000 millones de dólares aún menos de la mitad de 12 años atrás. Europa comerció 300.000 millones de dólares con África en 2012 y 288.000 en 2021. Cero evolución en diez años.
En América Latina, las cuentas norteamericanas dicen que Estados Unidos cerró 2021 con un comercio de 294.000 millones de dólares con un superávit de 53.000 millones de dólares. Antes de la pandemia el comercio fue de 270.000 millones de dólares y un superávit de 52.000 millones de dólares. Muy lejos de los 342.000 millones de dólares de 2011, la última vez que América Latina ganó con el comercio con Estados Unidos.
África compensó la retracción del comercio con Estados Unidos expandiéndolo con China, que en 2000 fue de apenas 10.000 millones de dólares y pasó a 255.000 millones en 2021. Según World Economic Forum el comercio entre China y América Latina se multiplicó 26 veces entre 2000 y 2020 y podría duplicarse en 15 años hasta llegar a 700.000 millones de dólares. Hoy por hoy América Latina pesa más que África para China aunque sigamos siendo marginales en el contexto de su enorme comercio mundial. En 2021 el África fue el 3,83 por ciento de China y América Latina el 6,9 por ciento.
Un efecto de esta relación cada vez más rica y profunda es la reducción de la dependencia económica de América Latina gracias a la presencia de China en la región pues se han diversificado los socios comerciales; Estados Unidos ya no es el socio dominante, ahora todos tienen también de socio a China. Relaciones comerciales más balanceadas y diversas significan menos dependencia y más soberanía económica. Cuando Mike Pompeo o Robert O’Brien, o los actuales Anthony Blinken y Jake Sullivan exigieron a los gobiernos de América Latina impedir el acceso de China en comunicaciones, tecnología o infraestructuras estratégicas para el desarrollo de estos países, la respuesta fue rotundamente permitir la competencia china y que ganara el mejor.
Colombia tiene que avanzar con China en sectores claves. Todo depende de decisiones internas como adherir o no a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el más grande programa de inversión en infraestructura productiva del mundo. Las tendencias están dadas hace décadas y estamos viendo su evolución y nada cambiará si nos quedamos quietos. Colombia debe decidir sobre su relación económica con China pensando exclusivamente en sus intereses nacionales. No actuar esperando un escenario ideal es la falacia de Nirvana. China no dejará de crecer y Estados Unidos no dejará de obstruir.