Daniel Samper Pizano
27 Marzo 2022

Daniel Samper Pizano

¿Y ELLOS QUÉ OPINAN?

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La ciencia de deshacernos y matarnos, de arruinar y perder nuestra propia especie, produce poca envidia a los animales, que no la practican.

- Michel de Montaigne

La generación colombiana que nació hace cien años conoció la guerra en fotografías borrosas y noticieros. Los que aparecimos a mediados del siglo la vimos por la televisión: estallaba el sudeste asiático. El siglo XX empezó con el derrumbe en vivo y en directo de las Torres Gemelas y la subsiguiente conflagración en pos de unas inexistentes armas en Irak. Desde hace un mes millones de personas presenciamos en viejos y nuevos medios de comunicación el espectáculo horrible del arrasamiento de Ucrania. Los niños del mundo entero recordarán, ya viejos, estas espantosas imágenes, como nosotros recordamos las escenas sangrientas en los arrozales de Vietnam, Camboya, Laos...

Tiene razón Montaigne: ni los animales practican tan letal ejercicio de autodestrucción. 

Minuto a minuto asistimos conmovidos y escalofriados al matoneo imperial de Rusia. En las fosas comunes y las atestadas fronteras los ucranios bombardeados ignoran los argumentos geopolíticos de Putin para provocar semejante catástrofe. Él, que ya se perfila como criminal de guerra, sabe que, por razones políticas, solo los soldados enemigos salen en defensa de la población inerme. El asesinato está garantizado. La llamada “operación militar especial”, que antes recibía el nombre llano de matanza, consiste en arrasar el territorio invadido. Primero, las instalaciones militares y las estratégicas: generadores de energía, puertos, aeropuertos... Luego las oficiales. Después, lo que más duela a los habitantes: viviendas, colegios, hospitales, teatros, puentes, carreteras, avenidas, ferrocarriles...

Hace solo cinco semanas, esos cuatro y pico millones de refugiados que vemos emigrar a pie cargados de bultos, niños y mascotas, dormían tranquilamente en sus casas, trabajaban en fábricas y almacenes, acudían a la escuela, compraban en los mercados y jugaban en los parques. Hoy lo han perdido todo. Hasta el futuro.
Uno de los factores que más me escandalizan de este apocalipsis es la indiferencia de muchos de nuestros políticos. ¿Qué opinan ellos? No recuerdo que en la campaña electoral se hayan dedicado más de unos pocos minutos a comentar de refilón la masacre de Ucrania. “¡Qué Ucrania ni qué ocho cuartos!”, exclamó alguno. Atontados por nuestros propios horrores, poco nos desgarran los ajenos, ni siquiera cuando empiezan a afectarnos en términos prácticos.

Quiero proponer a nuestros candidatos que se unan en torno a una carta abierta de rechazo a la agresión rusa y en defensa del pueblo ucranio. Así al menos sabremos dónde está cada quién en este momento histórico. 

Los suplentes

Con algunas excepciones, abisma el pobre nivel de buena parte de los candidatos a dirigir y, sobre todo, a vicedirigir la República y timonear el atribulado buque colombiano si faltara el capitán.

Algunas agrupaciones aplican la vicepresidencia como gesto de reparación de abominaciones seculares, según ocurre con los candidatos afrocolombianos. Es válido como acto de justicia. Pero ¿acaso basta para asumir la conducción de este endiablado país? Los dos principales afros son Luis Gilberto Murillo, parcero de Sergio Fajardo, un calificado ingeniero, ambientalista y exministro; y la caucana Francia Márquez, pareja electoral de Gustavo Petro, ecóloga premiada y reina de las urnas el pasado 13 de marzo.

Sé que lo que voy a decir enseguida me costará insultos, linchamiento y amenazas. Son los gajes del oficio. Solo espero que no me clasifiquen al lado de quienes atacan a Francia con vergonzosos argumentos étnicos, de género o de condición social, y menos aún con humillantes burlas racistas, como sucedió en un reciente programa radial.

La admiro como mujer valiente, lideresa popular, defensora ambiental y luchadora capaz de superar los obstáculos que tiende Colombia a los negros, a los pobres y a las mujeres. Su vida y su lucha son ejemplos estimulantes. Garantizan buena fe, honorabilidad y coraje, mas no preparación, experiencia ni sabiduría. Pero no sirven para manejar una nación. Con eso solo no se gobierna. Y menos un país tan complicado como Colombia.

Son encomiables sus sentimientos solidarios. No así algunas de sus ideas, que sufren de vaguedad, y de sus declaraciones, que acusan una retórica de enredados lugares comunes. Me abstengo de comentar el ridículo lenguaje incluyente que le debieron de inculcar algunas de sus mentoras: los chistes al respecto en las redes hablan por mí. Peligrosamente rígida, temo que carece de la dosis de sentido del humor que salvó de situaciones difíciles a Clemenceau, a Churchill, a Reagan, a Mandela, a Belisario Betancur, a José Mujica...

Ignoro si la dupla Petro-Francia llegará a la Casa de Nariño. Simpatizantes le sobran. Pero también dudas sobre lo que sería su gobierno.

ESQUIRLAS. 1. Premiado. Anuncia la página de la Registraduría en octubre de 2021: “Alexander Vega Rocha, Registrador Nacional del Estado Civil, galardonado como el mejor servidor público”. Se ve una fotografía en que el presidente Duque entrega un diploma al funcionario. Si este es el mejor servidor público del Gobierno, ¿se imaginan como serán los malos? 2. Palabras mayores. “La corrupción es el problema total del país. Los órganos autónomos han sido secuestrados por los intereses que están obligados a controlar”: Porfirio Muñoz Ledo, ideólogo político, acerca del México de 2016, pero aplicable a la Colombia del 2022. 

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