Catalina Ceballos
22 Marzo 2022

Catalina Ceballos

Lo cultural es estructural

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Llegar del FICCI es reconocer el aporte social de un espacio como estos, la importancia del trabajo en red, del reconocimiento de procesos con muchos años de trabajo, de la actividad económica y turismo local. Es darle valor a la  intersección que ocurre con la academia y con otras instituciones que tienen todo que ver con el arte o la cultura.

En el caso del FICCI y seguramente de los más de 70 festivales de cine que existen en Colombia, todo esto se debe a la Ley 814 de cine. Este es, sin duda, el comienzo de un desarrollo cinematográfico en nuestro país. Lo más interesante para mí de ver cine es que es el reflejo de la cultura, en el caso colombiano reflejo del conflicto, el narcotráfico, el patriarcado, todos siempre visibilizan la diversidad cultural, así como aspectos estructurales que definen nuestros valores (incluidos los valores estéticos) como individuos que hacemos parte de un colectivo. En el cine podemos ver y escuchar un conjunto de ideas que reflejan bienes materiales y espirituales. 

Por eso, el corto Aribada, dirigido y producido  por Simon (e) Jaikiriuma Paetau  y  Natalia Escobar, llamó tanto mi atención, este corto cuya historia transcurre entre un mundo fantásitco y otro real narra la historia de convivencia de las mujeres trans de una comunidad embera en el Eje Cafetero expulsadas de su resguardo por su decisión de ser trans. El corto empieza en una selva espesa con la neblina entre las montañas de Santuario, Risaralda, y así entre un mundo onírico o shamánico se plantean las vicisitudes de una cotidianidad cargada de memoria. Mujeres trans, mujeres indígenas ¿qué puede ser más trasngresor que estos dos elementos juntos? Y es precisamente por esta razón que se hace necesario entender que todos aquellos aspectos que identifiquen a un grupo o a un colectivo se trata de elementos estructurales y culturales. Para estas siete mujeres significa ser reconocidas por el Estado, que su pequeño terreno sea reconocido como un resguardo indígena, pero también se trata de ser reconocidas por otros emberas, la transición que ellas plantean es de hombre a mujer y su primer recurso es el uso de atuendos y de las okamas, que son los collares de chaquiras por ellas tejidos y que significan el camino recorrido a partir de sus propias experiencias, estos son un accesorio sagrado y de uso exclusivo para todas las mujeres. También lo hacen con la pintura facial que está ligada con su concepción del mundo, en el caso embera, la  pintura significa que se identifican y son aceptadas en el plano cotidiano y que, además, se pueden comunicar con el mundo de los espíritus. Ellas no piden ni quieren cambiar de etnia, se sienten emberas hasta los tuétanos, solo piden ser aceptadas como mujeres embera, lo hacen invitándonos a que no le tengamos miedo a lo desconocido. Algo que pareciera permea el día a día de nuestras vidas, ¿no será esta la razón del permanente debate, la defensa de posturas rígidas? 

El maíz un ”ingrediente” fundamental en Aribada hace parte de la historia de campesinos e indígenas de casi toda América Latina. Mostrar el maíz es una reflexión y un ejercicio de memoria como latinoamericanos, pero también es reflexionar sobre cómo estos nuevos modelos de agricultura pueden llevar a su extinción por desconocer los ecosistemas creados y protegidos por culturas que lo conservan como parte de su sabiduría ancestral. 

Aribada hizo parte de la muestra de cine indígena del FICCI, que, entre otras cosas, es curado por Leiqui Uriana Henríquez, realizadora wayúu, SiiJuna su participación activa en la industria del  cine colombiano, en un espacio que ha sido durante muchos años para hombres blancos, se trata de un cambio estructural y cultural.

Aribada, la muestra de cine indígena, las mujeres emberas trans, Cartagena y su noche con una prostitución desbordada me hacen reflexionar sobre lo que será este siglo XXI, uno donde el género debe ser reflejado con mayor precisión a los cambios culturales que se están produciendo. También deberá ser un siglo, ojalá más antes que tarde, donde se comprenda que la cultura es un elemento que debe ser enfrentado por gobiernos locales que se comprometan con los derechos humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la creación de las condiciones para la paz. Para esto se requiere entender que lo cultural, es estructural.

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En el marco del FICCI la noche del domingo Estefanía Maldonado Vergara, quien hace parte de un colectivo de cine de Medellín, fue retenida de manera irregular por la Policía por grabar la detención de un hombre ebrio desnudo, que actuaba de forma errática y violenta, fue subida a la patrulla de manera violenta sin la presencia de una policía mujer. Luego la Policía desplegó a más de 30 efectivos y amenazaron con llamar al Esmad a quienes estaban allí tratando de entender, defender y proteger los derechos de Estefanía. Las personas que se desplazaron hasta la Fiscalía, vieron al hombre desnudo, seguía en la calle. A él no le hicieron nada. Luego de 16 horas de detención la soltaron. ¿Intransigencia, injusticia, patriarcado dominante, Policía corrupta? Todas las anteriores.

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