El extraño caso del agente que cayó en la selva desde un helicóptero y nunca apareció

En la mañana del 5 de mayo de 2014, tropas del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (Ccoes) de las Fuerzas Militares, en compañía de varios integrantes del Cuerpo Técnico de investigaciones de la Fiscalía, realizaron una operación especial contra alias Carlos Antonio Lozada, quien en ese entonces era cabecilla de las Farc.

Una vez fue bombardeado el campamento, y cuando las tropas del Ejército tuvieron pleno control sobre la zona, dos funcionarios del CTI, entre los que se encontraba Andrés Felipe García López, se dispusieron a descender de un helicóptero para recolectar pruebas y realizar el levantamiento de los cadáveres.

Por lo complejo de la zona, el desembarco de los agentes del CTI se tuvo que hacer desde una altura de 30 metros. El primero bajó sin dificultad. Cuando le llegó el turno a García, se presentó una falla de combustible que forzó a los tripulantes a elevar abruptamente el helicóptero. El cuerpo de García quedó enredado por la cuerda. El agente decidió, entonces, cortarla con un cuchillo y caer al abismo de la selva.

El  piloto de la aeronave dio el aviso de emergencia y la comandancia ordenó el envío de tropas a las coordenadas del sitio en el cual se había visto caer al joven. Más de 300 integrantes del Ejército y un grupo especial del CTI iniciaron la búsqueda. García, de 25 años, contaba con un curso avanzado de supervivencia y más de siete años de experiencia en operaciones de combate. Su hallazgo se daba por descontado.

Pero pasaron los minutos, las horas y los días, y García nada que aparecía. El operativo se hizo cada vez más apremiante porque las posibilidades de que hubiera resultado herido gravemente eran altas.

Durante las primeras horas de búsqueda, los agentes encontraron el morral y el fusil de dotación de su compañero, lo que indicaba que había sobrevivido a la caída y que estaba caminando por la selva en búsqueda de ayuda.

Sin embargo, pasó más un mes y García no dio señales de vida. Ni la operación rastrillo en varios puntos de la selva, ni las labores de perifoneo sirvieron para dar al menos con una pista más de su supervivencia.

Incluso, se llegó a pensar que García había sido secuestrado por los integrantes de las Farc que habían sobrevivido al operativo militar. La hipótesis fue desvirtuada por los agentes, pues en las interceptaciones de comunicación del grupo insurgente no escucharon hallazgo alguno.

El jefe de la operación decidió, como una solución desesperada, contratar los servicios de una vidente, pero la mujer, que fue llevada hasta la zona, afirmó que la espesura de la vegetación le impedían ver si Andrés Felipe García estaba vivo o muerto.

Otros 300 integrantes del Ejército, Fuerza Aérea y Armada, más otros miembros de las comunidades indígenas buscaron hasta en las copas de los árboles, pero los resultados siempre fueron negativos.

Once meses después de iniciada la búsqueda, el Ejército suspendió la misión y la Fiscalía determinó que a García había que tratarlo como desaparecido. Literalmente, fue como si se lo hubiera tragado la tierra.

La otra cara de la moneda

El 5 de marzo de 2016, integrantes de la Fuerza de Tarea Omega, de las Fuerzas Militares, realizaron un operativo contra el frente primero de las Farc, en la vereda Nueva Colombia, sector conocido como El Charcón, en límites de los municipios de Vista Hermosa y Puerto Rico, en el departamento del Meta“

En uno de los helicópteros viajaba el soldado profesional Yefer Orlando Sánchez Fonseca. Ya en tierra, durante el operativo, Sánchez se alejó de sus compañeros y se extravió en la selva.

Al conocer que el uniformado estaba desaparecido, sus compañeros iniciaron una operación especial, conformada por alrededor de 500 hombres. Al plan rastrillo se le añadió el perifoneo en tierra, el lanzamiento de más de 15.000 volantes desde aviones de la Fuerza Aérea, y mensajes radiales para orientarlo hacia la salida de la selva.

Veintitrés días después de iniciada la búsqueda, apareció. Era lunes 28 de marzo. Durante su aventura por la selva, Sánchez se alimentó de frutos silvestres, llenó su cantimplora de agua lluvia y se mantuvo a salvo como pudo del acecho de cualquier animal. Finalmente, pudo dar con una zona despejada en la que fue rescatado por las autoridades. 

Este último caso es el que aviva la ilusión de que los cuatro menores que permanecen desaparecidos en las selvas del Guaviare aparezcan en algún claro y acaben con la zozobra de su extraña desaparición.