Las claves de la excelencia del Liceo Campo David, el mejor colegio de Colombia
El profesor Alejandro Goyeneche, los fundadores Olga Cecilia Amaya y Henry David Romero, la vicerrectora académica Cristina Isabel Ricardo y el rector Juan Carlos Arias.
Crédito: Ana María Cañón
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Desde 2019 ocupa el primer puesto en Bogotá por puntaje global y se ha mantenido en lo más alto del ‘ranking’ nacional. CAMBIO lo visitó, habló con su fundador, directivos, profesores y alumnos, quienes contaron su experiencia, la que puede servir como guía para otras instituciones. ¿Cuál es el verdadero secreto?
Por: Rainiero Patiño M.
Cuando decidieron abrir el colegio, Henry David Romero y su esposa, Olga Cecilia Amaya, usaron su pequeño Renault 4 para recorrer el barrio, repartir volantes publicitarios entre los vecinos y hacer perifoneo con un sencillo megáfono. Corría el año 1986. La estrategia obtuvo respuestas positivas, porque para el primer periodo fueron matriculados 72 estudiantes. Hoy, 38 años después, el árbol de los buenos resultados sigue dando frutos. El Liceo Campo David (LCD) fue clasificado, otra vez, como el colegio número uno de Colombia, según el puntaje de las Pruebas Saber 11 del Icfes. Pero, ¿cuáles son las claves para mantener la excelencia durante tantos años? y ¿qué es lo que hace diferente a esta comunidad académica construida en el sur de Bogotá?
Tal vez eso se esconda en su historia. El primer nombre del colegio, por ejemplo, fue Liceo Caracolín, y era un pequeño jardín que la pareja abrió “arropados” por la madre de Romero, quien fue maestra rural, y motivados por su profesor de química, quien le dijo que aprovechara su inteligencia y vocación humanística. Entonces, entusiasmados por la acogida en el barrio y entrados en tremendo compromiso con las primeras familias que les confiaron sus hijos, tuvieron que pedir dinero prestado para adecuar la sede.
La casa tenía escasos 6,75 metros de ancho por 36 metros de fondo y su dirección exacta era la calle 46 sur # 21-3. “Nació aquí, en Ciudad Tunal. Nos faltó correrla un poquito más para tener el privilegio de haber estado dentro de los linderos de Ciudad Bolívar, y hoy estamos en la localidad de Tunjuelito”, cuenta Romero.
Con el impulso inicial se convencieron de su idea de hacer una escuela diferente. En pocos años, el jardín se convirtió en el colegio con el nuevo nombre, el Liceo Campo David, con un escudo de dos frondosos árboles, con la aspiración de ser una comunidad académica de calidad y con un Proyecto Educativo Institucional (PEI) enfocado en las ciencias naturales.
Más que cifras y resultados
La primera promoción del LCD se graduó en 2001 y desde ahí la curva de rendimiento siempre ha ido hacia arriba. En 2010 llegó al primer puesto del ranking nacional entre 10.013 colegios, al registrar un porcentaje de 78,04 sobre 100. Se destacaron sus resultados en física, química y matemáticas.
Romero habla pausado, con tono bajo, pero firme. Prefiere no salir en las fotos y que los créditos de los actuales resultados se les den a los otros miembros de la comunidad: los estudiantes, profesores y padres de familia. Ese trinomio perfecto al que le atribuye el éxito. “Esta es una obra humanística que nos hace felices a todos y, sobre todo, el saber que es fácil hacer las cosas bien si hay pasión, entrega, responsabilidad y cuidado frente a los niños y a sus familias”, se limita a decir.
Desde 2019, el Liceo Campo David ocupa el primer puesto en Bogotá por puntaje global en las pruebas del Icfes. Y, en ese mismo periodo, se ha mantenido en el ranking de los seis mejores a nivel nacional. Este año obtuvo 398 de puntaje global y, en 2022, cuando también calificó en el primer lugar, obtuvo un puntaje de 382.
En todos los rankings que se hacen, el Liceo se destaca. Por ejemplo, Sapiens Research publicó, en abril pasado, su clasificación de los 100 mejores colegios de Colombia y, de acuerdo con los resultados por materias, el Liceo Campo David obtuvo el primer lugar en matemáticas y la segunda posición en la calificación general.
Desde 2009 hasta la fecha, nueve de cada diez graduados del Campo David han tenido la posibilidad de acceder a la Universidad Nacional a estudiar la carrera que quieren. El ciento por ciento de los estudiantes de las promociones 2017 y 2018 fueron admitidos. Este 2024, tres alumnos del LCD ocuparon el segundo, octavo y noveno puesto en la prueba de admisión, entre los 51.375 jóvenes que se presentaron. Ese es uno de los objetivos trazados por las directivas del colegio. Y entre 2005 y 2023, 82 egresados recibieron becas de estudio en la Universidad de los Andes, por programas como Quiero Estudiar, Ser Pilo Paga y Generación E.
¿Cuál es la fórmula?
Esfuerzo es una palabra que define muy bien uno de los principios que les inculcan a los estudiantes del LCD, según Alejandro Camelo, egresado de la promoción 2024. También habla con humildad y evita las palabras de más. No dice nada de sus múltiples reconocimientos, como el mejor resultado de las Pruebas Saber 11, el mejor segundo examen de admisión de la Universidad Nacional o las medallas en las distintas olimpiadas nacionales de química.
Pero cuando se le pide que explique el porqué de sus buenos resultados, Camelo suelta una de sus claves y dice que para la excelencia hay que hacer algo básico: “Organizar el tiempo y así se tiene espacio para todo lo que me gusta”.
Cuenta con más orgullo las enseñanzas de los profesores “para ser mejor persona y ciudadanos ejemplares”. Sin embargo, reconoce que para llegar a ese nivel hay que hacer sacrificios “como quedarse a estudiar después de clases o ir los sábados, y realizar muchos simulacros de las pruebas”. Y, contrario a lo que muchos creerían, su mejor recuerdo no es ninguna de las distinciones sino “llevarse tantos amigos que son como una familia”.
Alejandro Goyeneche es exalumno del LCD y ahora es profesor de Filosofía y Sociales. Tiene 28 años, pero aparenta mucho menos, así que, si algún visitante desprevenido lo ve pasar por los pasillos, lo puede confundir con otro alumno más. Gracias a su doble experiencia en el colegio se aventura a decir que una de las claves es “la escucha activa de todos”. Es decir, “la buena interacción entre el docente y el estudiante, permeada por una humildad que permite las ganas de mejorar”.
Goyeneche también resalta la atención a todos a los detalles, desde la importancia de la rigurosidad académica hasta la presentación personal, el silencio en clase y hasta del saludo, por ejemplo. Los alumnos entienden la importancia de ser estrictos”, señala el joven profesor, quien también cree que Romero tiene muy buena intuición para escoger a los trabajadores.
La vicerrectora académica del LCD es Cristina Isabel Ricardo, que también es muy joven. Ella cree que las dos razones importantes para el posicionamiento son la calidad de estudiantes que tienen y el trabajo mancomunado con las familias, con quienes se tiende un puente para un seguimiento constante “que se refleja en la construcción de seres humanos integrales”.
Ricardo también es docente de inglés y una de las responsables de que el Liceo, sin ser oficialmente bilingüe, obtenga resultados iguales o mejores que los colegios que sí lo son. La clave –explica– es lo básico: enseñarles a los alumnos, desde muy pequeños, la relevancia para sus vidas de aprender el idioma extranjero y tratar de usarlo con frecuencia.
Carlos Perico, el representante de los padres de familia, cree que, más allá de la sincronía entre el colegio y la familia, es muy importante la disciplina que viene del hogar. “Lo ideal es tener una organización, un horario para cada momento del día y así habrá tiempo para todo”, cuenta.
“Origen no es destino”
Romero estuvo como rector durante 35 años y hace tres lo reemplazó el profesor Juan Carlos Arias, quien es nacido en la misma localidad de Tunjuelito y estudió un doctorado en Física. Como a mucha gente siempre le llama la atención que el LCD siendo el mejor funcione en el sur de Bogotá, el rector le quita un poco el manto de romanticismo a ese tipo de análisis y dice que se puede resumir en la expresión ‘Origen no es destino’.
La frase no es de su autoría, sino de un escritor argentino llamado Luis Pescetti y llegó a oídos de Arias por medio del director de una importante editorial quien se la dijo en medio de la celebración de un Día de la Ciencia en el Liceo, sorprendido por el nivel de los trabajos que los estudiantes podían hacer.
“Eso define al colegio y define la vida de muchos de nosotros. Que sorprenda que un colegio del sur tenga estos resultados, incluso en inglés sin ser bilingüe, al tiempo que saca sus mejores puntajes en inglés, que no haya dificultades convivenciales como consumo de drogas o embarazos adolescentes, todo eso prueba que el origen no determina el transcurrir de la vida”, insiste el rector.
Según Arias, la clave es que los sueños tienen que estar cargados con mística para superar las dificultades, y la mística “es que todo el mundo está convencido desde el comienzo del año, del plan y de los objetivos”. También destaca la implementación de un Pacto de Convivencia muy completo. Es lo que en otras instituciones se conoce como el manual de disciplina. Este, por supuesto, ha tenido que adaptarse a las nuevas generaciones. Por ejemplo, antes no se aceptaban estudiantes con cabello largo, pero hoy se puede usar, pero bajo unos parámetros de orden y limpieza.
“Y los padres de familia lo asumen, como muestra de que puede ser el único colegio que no tiene retrasos en sus pagos de pensiones”, cuenta con orgullo, pero se ríe cuando explica el trabajo que le cuesta mantener a sus profesores porque estos reciben con frecuencia tentadoras ofertas económicas de otros colegios que tienen mayor presupuesto.
Las actividades del LCD traspasan los salones. Inspirados en su Proyecto Ambiental Escolar (Prae) el colegio cuenta con tres reservas naturales, una de estas en el Amazonas, en donde los estudiantes realizan proyectos inmersivos con las comunidades nativas. El Liceo también realiza capacitaciones a otros colegios de Tunjuelito y a escuelas rurales de otros departamentos, y ahora comparte un programa con la Escuela Nueva Esperanza la Palma, en zona rural de Ibagué.
La innovación también es un pilar principal del colegio. Por ejemplo, los niños de jardín hasta quinto estudian programación por bloques, con programas como Scratch. Y de sexto a undécimo aprenden a programar con Python. También se trabaja con tarjetas de adquisición de datos, como Arduino, para proyectos de robótica. Todo eso guiados por experiencias de centros de talla mundial como el MIT de Massachusetts. “Lo que estamos haciendo es promover la cuarta revolución industrial en nuestros estudiantes con las tecnologías 4G”, confiesa Arias con entusiasmo.
Desde hace seis años, todos los procesos administrativos del LCD funcionan por sistemas informáticos y plataformas virtuales. Por eso, durante la pandemia de la covid-19, no sufrieron tanto. Hoy, uno de sus grandes proyectos es la construcción y pronta puesta en funcionamiento de un banco propio de más de 25.000 preguntas, recopiladas durante estos años de trabajo e innovación académica.
Otro detalle es que durante todos los años los estudiantes aprenden y practican distintos tipos de evaluaciones, como las Pruebas Integrales (PI), la Prueba Acumulativa Trimestrales (PAT) y una exigente serie de modelos parciales. Estos entrenamientos están ajustados a los Objetivos de Desarrollo sostenible que van hasta 2030 y enfocados en prepararlos para las pruebas nacionales.
Al final surge la inquietud: ¿si son niños y adolescentes comunes y corrientes, como los que van al resto de colegios, a quienes no se les aplica ningún test extra de inteligencia para su ingreso al Liceo porque tienen resultados excepcionales? Y Arias responde que, muchas veces, esa segunda ley se aplica y se nos olvida que somos principalmente inspiradores y muchas veces los resultados no dependen de tener las mejores aulas. Es como la masa crítica en una fusión nuclear: cuando usted la logra, todo como que favorece”.
“¿La clave?”, se pregunta también Romero, y se responde: “Cuando acercamos al padre y compartimos la evaluación constructiva, oportuna y afectiva, no es para sancionar. Es para mejorar, y por eso la llamamos una evaluación humanizante”. De ahí que el lema del Liceo sea “Exigimos con afecto”. No en vano, la imagen de los dos árboles sigue en el escudo, símbolos del colegio y la familia, dos ‘seres’ a los que a diario hay que estar abonando, con disciplina y pasión, como la historia de aquel pequeño Jardín Caracolín.