
Crédito: Jorge Restrepo.
La corte del rey Pipe
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Carlos Felipe Córdoba ha logrado llegar a los más altos cargos del Estado, forzando la ley a su favor y sin cumplir los requisitos. No tiene los años de experiencia como abogado, pero, gracias a una hábil jugada, ahora está cerca de convertirse en el próximo procurador general.
Por: María Jimena Duzán

Sus amigos lo conocen como “Pipe”, pero su nombre de pila es Carlos Felipe Córdoba. Es un hombre encantador, afable, inteligente y de buenas maneras. Su único defecto es que siempre ha hecho una carrera pública fundada sobre la astucia y no sobre el mérito.
Pipe logró ser vicecontralor y contralor sin cumplir con los requisitos para el cargo. Hoy pretende repetir su hazaña, porque aspira a convertirse en el próximo procurador general de la nación con un título exprés de abogado, sacado de la manga hace unos pocos años. Eso suena tan absurdo que parece un imposible, pero quienes lo conocen saben que Pipe, donde pone el ojo, pone la bala.
Su última epopeya la gestó a finales del año pasado, cuando urdió toda una trinca para ver cómo bajaba el listón de los requisitos para ser procurador. La operación comenzó por lo alto y aunque todo el mundo sabía que la jugada era para el “rey Pipe”, su nombre nunca apareció. Como cualquier monarca, puso de emisario de sus caprichos al entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Fernando Castillo Cadena, quien, sin sonrojarse, presentó una consulta que fue elevada ante el Consejo de Estado por el Ministerio del Interior sobre los requisitos para elegir procurador.
En el documento, el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia sostuvo que en la ley no era claro que para ser procurador se necesitarán los mismos requisitos que para ser magistrado. Y que para ser jefe del Ministerio Público no era obligatorio tener experiencia en derecho, porque quienes actúan directamente ante las corporaciones judiciales son los procuradores delegados. Todo lo contrario a lo que piensa cualquier jurista respetado, que sostiene que el jefe debe ser más calificado que sus subalternos.
En los próximos días se espera que el Consejo de Estado se pronuncie sobre el tema. Si el concepto es favorable, el único beneficiado va a ser el rey Pipe quien, muy seguramente, podrá cumplir su ambición de ser el próximo procurador. Si eso sucede, el que pierde es el país porque, por cuenta del capricho de un avezado y novato abogado, se cambiarán los requisitos para llegar a uno de los cargos más importantes del Estado.
Aunque esta ha sido la más ambiciosa de las intentonas de Pipe por torcerle el pescuezo a la norma para su beneficio personal, es apenas una expresión más de un modus operandi que ha marcado su corta pero abultada vida pública.
Este aventajado político pereirano saltó al escenario nacional en 2010 cuando aspiró a ser funcionario de la Contraloría bajo la batuta de Sandra Morelli. Él no tenía los cinco años de experiencia laboral en asuntos relacionados con el control fiscal que se requerían. Pero eso no lo detuvo. Para subsanar ese vacío, nuestro rey Pipe presentó una solicitud ante el Ministerio de Educación para que le validaran un curso que había hecho en España, pero esta fue rechazada. Pipe, que nunca se rinde, decidió poner una tutela que terminó ganando. Así logró otra hazaña: que el fugaz curso que había hecho en España se lo homologaran como una maestría.
En la Contraloría se desempeñó primero como contralor delegado para la participación ciudadana y luego como vicecontralor. Después pasó a la subdirección de rentas de departamentos y de ahí, acabó siendo elegido Auditor Nacional por el Consejo de Estado, en el gobierno de Santos, de una terna presentada por la Corte Suprema de Justicia. Ahí comenzaría su relación estrecha con el Congreso y las Altas Cortes, una cercanía que le sirvió para que el poder legislativo lo eligiera como contralor para el periodo 2018-2022. Durante esos años tuvo tiempo para todo. Presentó una reforma constitucional que creaba 3.000 nuevos cargos y que le daba aún más poder a la Contraloría porque imponía el control previo, un instrumento que le daba a la entidad la facultad de frenar cualquier uso de recursos públicos. Esa reforma lo convirtió en el amo y señor del Estado.
Pero eso no era todo. Pipe era un visionario que sabía jalar por debajo de la mesa los hilos del poder con el fin de perjudicar a sus posibles contradictores y proteger a sus compinches. Según fuentes de primera mano, Pipe usó su posición como auditor general para entregar información privilegiada a la Fiscalía con el fin de enredar penalmente a quienes él consideraba un obstáculo. Los principales afectados con esa estrategia fueron los candidatos para la elección presidencial de 2022, Sergio Fajardo y Gustavo Petro.
De día el rey Pipe intimidaba y se pavoneaba repartiendo cuotas políticas a los magistrados de las Altas Cortes, a la Procuraduría, a los congresistas y a sus copartidarios de todos los colores políticos. De noche le quedaba espacio para hacer, al tiempo, un pregrado y un doctorado en derecho. Una carrera de derecho dura cinco años y un doctorado entre cuatro y siete. Pipe logró sacar ambos en dos años. Un verdadero récord digno de un superdotado. Pipe sentía que el país entero estaba a sus pies y que se merecía el premio mayor, que era el de llegar a ser fiscal, el cargo más importante que hay en la justicia.
Afincando en el poder burocrático que había obtenido tras repartir los 3.000 puestos que había creado en la Contraloría, el rey Pipe decidió camuflar un mico dentro de un proyecto de ley, otra vez sin que apareciera su nombre. Ese orangután le permitía a abogados que no tenían los 15 años de experiencia en derecho que la ley exige para ser fiscal general, acreditarla en otras áreas del conocimiento. De nuevo el único beneficiario de ese mico era su majestad, el rey Pipe. Es decir, era tanto el poder que él creía tener, que en lugar de que él tuviera que ajustarse a las normas, las normas tenían que ajustarse a él y a su modesta hoja de vida. Afortunadamente la Corte Constitucional le tumbó ese esperpento.
Como no pudo quedarse con el oro ahora va por la plata. Pipe ya le puso el ojo a la Procuraduría y su campaña va viento en popa, pese a que tampoco tiene los requisitos. El procurador se elige de una terna compuesta por un candidato del presidente, uno de la Corte Suprema de Justicia y otro del Consejo de Estado. El Congreso elige.
El rey Pipe está moviendo sus hilos para que la Corte Suprema de Justicia lo terne. Sus relaciones con ese Alto Tribunal son tan buenas que logró convertir al entonces presidente de esa corporación en el mandadero de sus ambiciones porque fue el que elevó el concepto ante el Consejo de Estado con el propósito de ver si los requisitos para ser procurador podían ser cambiados para que se ajustaran al traje del emperador Pipe.
No se sabe aún, cómo va a salir el concepto en el Consejo de Estado, pero todo parece indicar que el rey Pipe es el más opcionado para ser ternado por la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, el hecho de que él esté intentando cambiar de nuevo las condiciones para uno de los cargos más importantes del Estado, ha despertado un malestar entre varios magistrados de ese tribunal quienes se han dado a la tarea de buscar otros candidatos.
El antecedente de la utilización política del poder fiscal que ejerció Pipe en la Contraloría preocupa a muchos. Hay el temor de que si llega a la Procuraduría, -una entidad con mucho más poder y con capacidad de inhabilitar a los funcionarios elegidos popularmente-, Pipe se desborde y termine alterando las cargas en la próxima campaña presidencial.
Si Pipe vuelve a torcer a su favor las normas y se mete en la terna, es el próximo procurador. En el ramillete de hombres y mujeres que suenan para ser ternados hay perfiles llenos de pergaminos que cumplen con todos los requisitos.
Sería el colmo que terminara ganando ese pulso el más avión y el menos preparado.
