Velia Vidal
11 Marzo 2023

Velia Vidal

De Bolonia a Istmina

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No podría decir con cuál de mis sombreros recorrí los pasillos de la Feria del libro de Bolonia, a veces era la escritora, otras tantas la promotora de lectura, la directora de una pequeña feria del libro al otro lado del mundo o una activista empeñada en nombrar una y otra vez las múltiples formas de racismo que enfrentamos los afrolatinoamericanos; con cualquiera de mis sombreros, que no son de quitar y poner sino que en buena medida definen lo que soy y mi trabajo diario, prevalece un constante compromiso con las infancias de mi país, en especial, con los niños y niñas racializadas. 

Ese mismo compromiso con las infancias y además con el arte, es el de los editores e ilustradores que, por razones diversas, conformamos una delegación colombiana digna del orgullo de todo este sector. Santiago Guevara, Dipacho y Manuela Montoya fueron seleccionados en la Illustrators Exhibition, una convocatoria en la que participaron 4.345 ilustradores de 91 países, y en la que quedaron solo 80 artistas de 28 países con trabajos extraordinarios, entre ellos, los tres colombianos. Cataplum Libros estuvo nominada para el premio Bologna Prize Best Children's Publishers of the Year 2023 para la región, y Llano, de Lazo Libros, quedó entre los 100 seleccionados de The BROW Amazing Bookshelf. 

Por mi parte, fui la única colombiana invitada directa de la Bologna Children’s Book Fair (BCBF), y participé en una mesa redonda con autores y editores de África, Norte y Suramérica para hablar del reconocimiento de la literatura afrodescendiente y su papel en el mercado del libro.
Otros editores y autores colombianos llegaron al importante evento y confluimos en un stand que tenía lo mejor de la literatura infantil y juvenil de nuestro país, y en el que mi editora Paula Guerra y yo presentamos la versión preliminar de Chocó: selva, lluvia, río y mar, el próximo libro de la editorial Lazo, en el que comparto autoría con la ilustradora Geraldine Ramírez.

La feria fue un escenario absolutamente inspirador que, en esta versión, nos dejó la alegría de las cosas grandes y bellas que se están haciendo en Colombia los editores, editoriales, autores e ilustradores dedicados a la literatura para niños y jóvenes, nos queda, sin embargo, el pendiente de una mayor y mejor presencia de las minorías, sin que ello represente un enfoque moralizante, sino la apertura hacia una oferta en la que quepan las historias de todos quienes hacemos parte de esta sociedad.

Terminada mi jornada en Bolonia, a mitad de la feria, viajé de regreso porque mi siguiente cita era en Istmina, a donde llegó por primera vez efectivamente -el intento anterior fue el día que ordenaron el confinamiento por la pandemia- nuestra Fiesta de la Lectura y la Escritura, Flecho. Aquí es donde los libros de Dipacho, los editados por Lazo o por Cataplum cumplen su verdadero propósito: se abren, y las letras e ilustraciones de colombianos talentosos saltan hasta llenar de asombro, de preguntas y de sonrisas a niños y niñas de nuestra tierra que no saben de premios o exposiciones sino de buenas historias. 

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