Mil años de tecnología: una mirada critica

Crédito: Freepik

28 Octubre 2023 06:10 pm

Mil años de tecnología: una mirada critica

Dos profesores de economía del MIT, Daron Acemoglu y Simon Johnson, publicaron el libro 'Poder y progreso: Nuestra lucha milenaria por la tecnología y la prosperidad', (Deusto, 2023), que da una mirada original y crítica a la relación entre tecnología y prosperidad, con ejemplos sobre los últimos mil años y un énfasis en la inteligencia artificial (IA). CAMBIO resume aquí los principales puntos del libro.

Por: Eduardo Sánchez

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Las ideas presentadas de la obra pueden resumirse en cinco puntos principales:

  • Mejorar la tecnología no siempre conduce a la prosperidad: el optimismo con que se recibe generalmente toda nueva tecnología no se revela afortunado con el tiempo y hay muchos ejemplos históricos para comprobarlo. La Revolución Industrial, por ejemplo, comenzada a finales del siglo XVIII y con efectos hasta nuestros días, mejoró el nivel de vida de la mayoría de las poblaciones del mundo occidental. Pero la situación de los trabajadores empeoró durante los primeros 80-90 años: la jornada laboral se amplió, las condiciones de trabajo fueron mucho más duras, las enfermedades infecciosas proliferaron, las viviendas y las condiciones sanitarias se deterioraron.
  • La tecnología es necesaria para la prosperidad, pero esta depende de las decisiones que se tomen a nivel político. Los efectos benéficos de la revolución industrial, por ejemplo, tardaron varias décadas para llegar a la mayoría de la población: fue la democracia, adoptada como sistema político, la que trajo aumentos de salarios y un Estado de bienestar que globalizó los sistemas sanitarios y educativos. Pero, de acuerdo a Acemoglu y Johnson, estos cambios no llegaron como una transición automática desde la situación inicial: fueron el resultado de luchas sociales y políticas, que cambiaron la dirección de las tecnologías y el número de sus beneficiarios. Las nuevas tecnologías pueden utilizarse para crear nuevas tareas y darles más poder a los trabajadores, aumentando así la prosperidad global. O, por el contrario, pueden utilizarse principalmente para disminuir los costos en mano de obra, aumentando la automatización y la vigilancia. Las decisiones de cómo utilizar las tecnologías y en cuál dirección orientar la innovación, definiendo así los ganadores y los perdedores, deberían ser tomadas colectivamente; en la práctica, son la obra de una minoría de empresarios, visionarios y, unas pocas veces, de lideres políticos.
  • La prosperidad compartida requiere la creación de nuevas tareas, de contrapoderes, de representación política y de regulación. El poder de la tecnología, como todo poder, requiere la existencia de contrapoderes: regulación de las empresas, leyes anti-monopolios, impuestos a los beneficios que permitan el financiamiento de sistemas públicos de educación y sanidad, elementos claves de la prosperidad compartida.
  • Las decisiones tomadas fueron correctas hasta los años 80, cuando empezamos a equivocarnos con la victoria de las ideologías neo-liberales en la mayor parte de los países industrializados. Por un lado, los gobiernos debilitaron los sindicatos y disminuyeron las regulaciones a las empresas. Por otro lado, en las empresas se impuso la primacía del accionista, que busca ganancias a corto plazo, muy a menudo con disminución de la mano de obra y con la explotación máxima de la restante. En esta era digital se han debilitado entonces la mayor parte de las fuerzas que ayudaban a compartir la prosperidad, dejando que la tecnología se oriente casi exclusivamente a la supresión de empleos, reemplazados por la automatización, sin que haya necesariamente un aumento de productividad.
  • Varias características de la nueva tecnología a la moda, la IA, la convierten en única y en una posible fuente de graves problemas: su funcionamiento está basado en un control, almacenamiento y tratamiento de la información inigualados en tecnologías anteriores, lo que puede llevar al control político, por medio de la manipulación de la opinión, por ejemplo; sus aplicaciones cubren campos enormes de nuestras vidas, lo que puede convertirla en un elemento omnipresente de la economía; un pequeño número de empresas controla los recursos y la tecnología de la IA, creando una situación de monopolio de facto, concentrando en muy pocas manos las riquezas y el poder generado, lejos de todo control y regulación públicos; la IA puede causar daños graves al empleo, la privacidad y la ciberseguridad. Como dicen Acemoglu y Johnson, “nuestro futuro no debe dejarse en manos de dos poderosas empresas que construyen imperios globales cada vez mayores con base en la utilización de nuestros datos colectivos sin escrúpulos y sin compensación.”

Nota: Una versión más extensa de esta reseña puede encontrarse en la newsletter del autor, Según Edu (información en la dirección email [email protected])

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