Uribe a juicio: las implicaciones políticas de un hecho sin precedentes

Crédito: Crédito fotografía: Colprensa.

17 Mayo 2024

Uribe a juicio: las implicaciones políticas de un hecho sin precedentes

Por primera vez en la historia reciente de Colombia un expresidente llega a juicio. El caso Uribe Vélez entra en una nueva etapa en la Fiscalía. ¿Cuáles serán las consecuencias de este proceso en el país político?

Por: Andrés Mateo Muñoz

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En mayo de 2002, Álvaro Uribe Vélez se convirtió en presidente de Colombia. En ese entonces, el exgobernador de Antioquia necesitó de una sola vuelta electoral para obtener los 5.800.000 votos que le permitieron llegar a la Casa de Nariño. 

“Para reposo del Libertador recuperemos el orden, que unifique esta Nueva Granada disgregada hoy en repúblicas de facto de organizaciones violentas”, dijo Uribe el 7 de agosto de 2002, día de su primera posesión como presidente.

Hoy, 22 años después, Uribe se prepara para ser el primer presidente en enfrentar un juicio, con una extensa investigación en contra y una popularidad disminuida.

En juego no solo está la inocencia del exmandatario y de otros procesados sino el legado de sus ocho años en el poder y los más de diez en que ha ejercido como el líder de la oposición, incluso, con diplomacia, durante la era Duque.

Lejos de las tarimas, los consejos comunitarios y los micrófonos, Álvaro Uribe se ha refugiado en sus redes sociales para exponer las que son, según él, las pruebas de un fraude procesal en su contra. El jefe del Centro Democrático está lejos del retiro, sabe que es un momento crítico para su marca personal y que en dos años, cuando su proceso esté cerca de una fase decisoria, llegarán las elecciones. Por ese entonces, lo que haya pasado o no con su caso será determinante en la campaña. 

El hombre más poderoso del país en el banquillo de los acusados es un hecho trascendental para el mundo político. Para la derecha, Uribe es un mito en camino de ser mártir; para la izquierda, sigue siendo el némesis. No ha habido campaña en la que Uribe y el uribismo no sean objeto de discordia. La de 2026 no será la excepción. 

Por ello, estas son las claves para entender cómo el llamado a juicio al expresidente lo afecta a usted o a mí. Al fin y al cabo, no hay posibilidades de escapar a la dinámica política.

El reencauche de la polarización entre petrismo y uribismo

El triunfo de Gustavo Petro en 2022 y el fenómeno de Rodolfo Hernández se explican, en parte, por el paso de Iván Duque por la Casa de Nariño. La campaña del hoy presidente supo capitalizar el descontento social posterior a la pandemia y el estallido social de 2021. 

De nada sirvió la ausencia de Álvaro Uribe en la campaña para ‘no contaminar’ a ningún candidato, pues Federico Gutiérrez se terminó llevando el título del elegido por el expresidente, y al final no le alcanzó para pasar a la segunda vuelta. Consciente del momento político, Uribe se sentó a dialogar con Petro e inauguró su faceta de “opositor inteligente”. 

Muy tiesos y muy majos, presidente y presidente electo se sentaron por primera vez frente a frente el 29 de junio de 2022. El lugar de la cita fue la oficina del abogado Héctor Carvajal, por entonces poco conocido en la opinión pública. Luego vinieron tres reuniones más de concertación en la diferencia. Un propósito romántico que ahora parece ser la ventana hacia algo que pudo ser y no fue.

Álvaro Uribe y Gustavo Petro se reunieron por primera vez en junio de 2022 en la oficina de Héctor Carvajal.

Como en un giro argumental de cualquier drama televisivo, hoy Carvajal es el apoderado del presidente Petro ante el Consejo Nacional Electoral (CNE). Ese organismo está próximo a estudiar y votar una ponencia de formulación de cargos en contra de la campaña del jefe de Estado por presunta violación de topes. 

Uno de los consejeros ponentes es Álvaro Hernán Prada, quien está en juicio por el delito de soborno a testigos, en calidad de cómplice, en el mismo caso que involucra a Álvaro Uribe.

El presidente Petro, además de insistir en que el CNE no es su juez natural, ha aprovechado las sombras sobre Prada y Uribe para desacreditar la investigación en contra de su campaña. El mandatario atribuye el proceso a un “golpe blando” en su etapa inicial orquestado por la derecha.

Por su parte, el expresidente Uribe abandonó el tono conciliador con el Gobierno que había asumido durante el primer año de la era Petro y ya puso su mira en 2026. “Todo este manejo del Gobierno está produciendo un siniestro total en el vehículo. ¿Cómo lo vamos a recuperar en el 26? ¿Encontraremos la manera de recuperar un vehículo con destrucción total? ¿Cómo curaremos a Colombia?”, dijo Uribe días atrás en un foro universitario.

En los últimos dos meses las declaraciones cruzadas entre Petro y Uribe han sido poco amables. El presidente ha acusado al expresidente hasta de no pagar el impuesto predial de su finca y al uribismo de ser el promotor de música “que embrutece”. Uribe, por su parte, está montado en una precampaña presidencial como el abanderado de la recuperación de “todo lo que se ha perdido”.

Bocanada de aire para el uribismo

Contrario a lo que pasó en la campaña de 2022, en la que el expresidente Uribe se abstuvo de participar en el proceso político, en 2026 será muy difícil que su nombre no figure en el discurso electoral. 

Al fin de cuentas, el juicio en contra del líder del Centro Democrático le conviene a sus contradictores y al uribismo. 

En la antesala de las elecciones de 2026 puede darse una paradoja: Uribe en sus momentos más críticos en la Justicia, como lo soñó la izquierda, pero hecho un mártir, como lo ha considerado la derecha. Así lo sintetizó el senador y analista Ariel Ávila: “es una bocanada de aire para el Centro Democrático y su pulso en la derecha con Cambio Radical”.

Además, en el libreto de victimización de la película ‘Uribe contra la Justicia’, también están las escenas de Salvatore Mancuso, hoy gestor de paz, y el anhelado ventilador que quiere prender contra el expresidente. 

A Uribe Vélez no le costará mantener sus señalamientos hacia la Fiscalía y la Jurisdicción Especial para la Paz de impulsar una persecución en su contra que no cesará hasta que esté en la cárcel o llegue un Gobierno aliado que impida una situación así. 

“Es un plan que se viene elaborando de manera disciplinada desde hace muchísimos años. A quienes no les gusta Uribe -que están en todo su derecho de tener otras causas políticas- se inclinaron por creer de él lo peor”, dijo la senadora Paloma Valencia, senadora y precandidata presidencial del Centro Democrático.

La oportunidad para un centro en crisis

Aunque la polarización entre uribismo y petrismo será protagonista de la campaña de 2026,  no todo se reducirá a esa dicotomía. De hecho, el éxito del pasado de partidos de centro como la Alianza Verde ha radicado en su postura de ser una alternativa para aquellos que no se han sentido parte de ninguno de los dos bandos.  

Sin embargo, no pertenecer a nada y a la vez a todo se convirtió en un problema de identidad para los verdes. Hoy esa colectividad está en la peor de sus crisis, no solo por el escándalo de la UNGRD en la que fueron mencionados tres de sus integrantes, sino por la innegable división entre una facción petrista, otra independiente, y hasta una más cercana a la derecha.

El Partido Alianza Verde va rumbo a una desintegración. Ya se fueron dos de sus líderes más importantes: Claudia López y Antanas Mockus, y en el Congreso se cocina un proyecto de transfuguismo que les permitiría a los congresistas, concejales y ediles migrar de partido por una única vez.

En la campaña de 2026 solo se identifica, por ahora, una candidata sólida del centro: la exalcaldesa Claudia López, quien tendrá su propia plataforma con quienes deciden salirse de la Alianza Verde.

A Sergio Fajardo no le ha resultado rentable políticamente el partido que creó junto a Jorge Robledo. En Marcha se quedó sin personería jurídica y el Nuevo Liberalismo probará suerte con Juan Manuel Galán. No se sabe si Roy Barreras y su Fuerza de la Paz seguirán en el centro o harán parte de una consulta en la izquierda. Tampoco es claro si Alejandro Gaviria lo intentará nuevamente. 

En otras palabras, hay una ansiosa demanda de votantes que quieren huir de la polarización que se avecina, pero la oferta, a todas luces, parece débil.

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