‘Mi nombre es Bond, James Bond’
Ya han pasado seis décadas desde la aparición de 'Dr. No', primera película de la saga de James Bond, el legendario agente 007. En estas seis décadas el espía al servicio de Su Majestad ha sido encarnado por varios actores. Todo parece indicar que habrá James Bond para muchos años más.
Por Gustavo Valencia Patiño
Abordar el análisis de una de las sagas más exitosas que ha producido el cine no es tarea fácil puesto que, por su dimensión y magnitud, la aproximación a este fenómeno supone acercarse a fondo a sus diversos componentes para apreciarlos en todos sus niveles e interrelaciones. Desde el económico e industrial, que es su base y fundamento (aunque siempre se quiera disimular y evitar este aspecto tan esencial al cine comercial) como en el político y sociocultural.
Eso sí, teniendo en cuenta que el todo es mayor que la sumatoria de sus partes. O sea que la necesidad de analizar sus diversos elementos no niega la importancia de su conjunto, lo que de paso permite apreciar las particularidades de este singular fenómeno de masas.
James Bond, espía inglés y fiel súbdito de la corona, creado por la pluma de Ian Fleming, gracias al cine se potenció aún más. Sus películas registran un altísimo nivel de espectadores. Diversos estudios han revelado que más de la mitad de la actual población mundial ha visto al menos una de sus películas, además de los millones de lectores de las novelas de su padre intelectual, que han sido traducidas a muchísimos idiomas.
Existe una multitud de clubs de fans en todo el mundo, muy activos y dedicados al impulso y desarrollo de su ídolo. A principios del mes pasado y durante tres días, en Madrid, España, se celebró la IX Convención anual del Club 007, una de las más grandes de habla hispana, con charlas, coloquios, regalos y, claro está, proyecciones del idolatrado espía. En Santander, España, en noviembre se darán cita otros fanáticos para realizar la edición XXIV de las Jornadas Bondianas. Estos son solo dos pequeños ejemplos de los miles de eventos que a diario y por todo el orbe se celebran en torno a esta mítica figura, lo que es garantía de muchas películas más.
En el nivel de lo económico e industrial resulta muy evidente lo que ha significado para la casa productora EON Productions, de las siglas en inglés Everything or Nothing. Se calcula que solo por exhibición han recaudado más de 6.000 millones de dólares. Además, de una cada vez más creciente taquilla que multiplica y con creces la millonaria inversión que significa la realización de cada una de sus películas.
Mas no solo está ahí la fuente de sus ingresos. Otra muy grande, que en el argot de la mercadotecnia denominan “colocación de productos”, es la aparición en una película de un determinado producto que de esta forma garantiza una publicidad única y masiva. Una práctica que en Hollywood se utiliza desde los tiempos del cine mudo. En la célebre película Alas de 1927, ganadora del primer Oscar a mejor película, aparece la famosa chocolatina Hershey.
En Dr. No, la primera película de esta serie, que se estrenó hace precisamente 60 años, los dos principales productos promocionados fueron el vodka Smirnoff y el automóvil Aston Martin. En Muere otro día, de 2002, Ford pagó 35 millones de dólares para reemplazar a BMW. En la misma cinta, James Bond vuela en British Airways y en su muñeca luce un notorio reloj Omega. En Skyfall, de 2012, Heineken pagó 45 millones de dólares para que pudiera aparecer su cerveza. Además de esta inveterada práctica que tan buenos dividendos deja por película, se encuentra otra de mayores ingresos, la relacionada con los videojuegos, donde los Nintendo y los Play-Station crecen exponencialmente, entregando enormes ganancias por su consumo masivo.
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James Bond, creado en plena Guerra Fría contra el comunismo y otras corrientes políticas satanizadas, encarna un modelo de masculinidad muy distinto al prototipo del macho que Hollywood siempre ha promovido tipo 'Rambo, Terminator o más recientemente Vin Diesel del serial Rápidos y furiosos o Keanu Reeves en la serie John Wick.
Así que un producto tan exitoso exige que se mantengan y conserven ciertos patrones como fórmula taquillera que pueda seguir cautivando al público que masivamente atrae con sus películas. Se puede decir que con el tiempo sus productores han logrado una especie de plantilla que se utiliza como patrón básico en sus realizaciones, que se puede resumir así: una secuencia inicial de mucha acción y cinematográficamente muy espectacular para atrapar al público; luego su conocida jefa M le asigna la misión y recibe de Q diversos y variados adelantos tecnológicos como bolígrafos explosivos, relojes con láser y otros más, que en algún momento utilizará; posteriormente conoce a la “chica Bond” y también al “malo” del relato; después comienza su investigación y la acción, que incluye enfrentamiento armado entre él solo y una multitud de perseguidores, y debe superar otros obstáculos; por último, la escena final, muy al estilo del clásico western, en que se dan las condiciones para el duelo final contra el “malo”.
El personaje como tal, creado en plena Guerra Fría contra el comunismo y otras corrientes políticas satanizadas, encarna un modelo de masculinidad muy distinto al prototipo de macho que Hollywood siempre ha promovido tipo Rambo, Terminator o más recientemente Vin Diesel del serial Rápidos y furiosos o Keanu Reeves en la serie John Wick. James Bond ha obtenido una gran aceptación como el galán seductor irresistible, culto y de refinados modales, algo canalla y cínico, violento cuando enfrenta al enemigo, que sabe conducir todo tipo de autos y de naves, como también experto en todo tipo de armamento. Es decir, se convierte en el alter ego de la gran cultura machista reinante en la segunda mitad del siglo pasado y aún vigente, dentro de ciertas adaptaciones, que explica, además, por qué en esa misma época existió un portentoso símbolo sexy como Marilyn Monroe.
Es la mujer-objeto, la mujer-consumo y que las llamadas “chicas Bond” encarnan muy bien, pues este es el objeto más sofisticado y especial del agente 007 que figura en cada una de sus películas. James Bond permanece el mismo aunque lo representen diferentes actores, pero la “chica Bond” es siempre distinta, es una nueva, es intercambiable y, por ende, desechable. Se requiere una diferente para cada ocasión. En el orden de lo ideológico y socio-cultural muestra los niveles de machismo rampante existentes y su dominio sobre el género femenino, que permite entender su masiva acogida en todo el mundo, aunque el gancho de atracción sea el de películas de espías y de acción.
En estas condiciones no es extraño que los estudios críticos sobre esta serie y su personaje sean más bien escasos. En 1965, Umberto Eco y Oreste del Buono publicaron Il caso Bond relacionado con la figura literaria de Ian Fleming que ya era un gran éxito editorial. Ya con el mítico personaje potenciado por el cine, las publicaciones han sido muy pocas. En 2007 se realizó el único gran estudio, convocado por la Biblioteca Nacional de Francia y las Universidades de Versalles y Nanterre, en el que invitaron a medio centenar de académicos y estudiosos de Europa, Estados Unidos y Canadá al coloquio “Historia cultural y apuestas estéticas de una saga popular”, del que por estas latitudes se sabe poco, casi nada.
Lo único que se sabe de muchos críticos, especialistas e influencers de estas tierras es que, según su grado de fanatismo, se encuentran divididos entre quienes consideran mejor a James Bond que la serie de Star wars. Los otros defienden con el mismo ardor que primero está la saga de George Lucas y luego la del 007. Eso sí unos y otros entregados a la defensa y alabanza de la serie de este particular espía con todas sus connotaciones ideopolíticas y socioculturales de las que hacen parte y no quieren darse cuenta. Por eso mismo no se les conoce algún estudio crítico al respecto de esta saga de ya largos 60 años y que augura muchos más.
Ver lo que no se ve, lo que cubre la cinefilia y el fanatismo, acrecentado por el fetiche que relaja y tranquiliza porque estimula la capacidad de fantasear e ilusionarse y que sirve como escape directo a la cruda y dura realidad. A mayores dificultades es mayor la necesidad de la ficción en extremo de los magos, los superpoderes y también de 007. La saga James Bond representa al gran cine comercial, con su enorme cuota de escapismo y alienación.