Elecciones 2022: ¿Y de la paz qué?
19 Abril 2022

Elecciones 2022: ¿Y de la paz qué?

Hasta el momento el proceso de paz no ha sido protagonista en el debate entre los candidatos que aspiran llegar a la presidencia. ¿Cuáles son las propuestas que hay sobre la mesa? El expresidente Ernesto Samper analiza el posible futuro de la implementación del acuerdo.

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Por: Ernesto Samper Pizano - Expresidente de la República

El tema más olvidado en las consultas presidenciales fue el de la paz. Poco o nada lo mencionaron los candidatos en sus debates, tal vez por tratarse de un asunto que podría separar a los numerosos precandidatos, dividiéndolos entre halcones y palomas confundiendo, aún más, a los votantes. 
 
Hoy, cuando el abanico de candidatos se estrecha, la diferencia entre la guerra y la paz sigue siendo el eje pendiente  de discusión en estas campañas. Según muestra la nueva coyuntura política,  la primera vuelta desaparecería al centro de la contienda y podría ganarla cualquiera de los candidatos que representan las dos salidas distintas de la violencia política. 
 
La hipótesis del anticipo de la segunda vuelta en la primera no parece descartable si persiste la actual polarización ideológica. Esta se traduce por obra y gracia de un algoritmo mágico, de frecuente repetición, que funcionó en otros procesos de participación popular como el del Brexit, la elección de Biden o el plebiscito por la paz en Colombia en un resultado cercano a dos mitades exactas.
 
En el caso colombiano hay circunstancias que lo distinguen de procesos similares. Cuando se examinan estas elecciones del 2022, resulta evidente que además de las opciones que encarna cada uno de los candidatos, al no existir ya la figura de la “combinación de formas de lucha” que estigmatizaba, por la amenaza del proselitismo armado, la votación de la izquierda,  en las próximas elecciones se enfrentarán, en justa lid, dos proyectos de país: el de los que quieren quedarse para que nada cambie y el de los que quieren llegar para que todo cambie.
 
Entre los temas prioritarios que deberían ser “negociados”, por los dos colectivos de aspirantes, está el de un camino seguro para la paz. La pregunta es: ¿Qué tan cerca o distantes están de un posible acuerdo para que la paz sea una prioridad? 
 
Démosle un repaso a las propuestas encaminadas a la paz, que presentan los candidatos más opcionados: este análisis, que fue
realizado por la Corporación Vivamos Humanos, nos arroja importantes luces sobre qué nos ofrecen para reactivar la implementación de los acuerdos de paz.
 
Federico Gutiérrez se mantendría en la, ya evidenciada, política errática del Sí pero NO que sostiene el Gobierno de Duque como herencia del expresidente Álvaro Uribe. Con esta perspectiva, seguiría en pie la afirmación que “en Colombia no existe un conflicto armado, sino una amenaza terrorista por parte de grupos y organizaciones criminales que deben ser combatidos por el Estado”. Esta definición es preocupante porque no reconoce como límite el debido respeto a los derechos humanos y se aleja del cumplimiento a las normas del Derecho Internacional Humanitario.  
 
El candidato Gutiérrez, como otra réplica más de Duque y Uribe, demuestra en su propuesta que la negociación con el ELN solo será posible si los alzados en armas aceptan dejar de cometer los actos de guerra, antes de sentarse a dialogar. En términos más coloquiales, sería decir: estoy dispuesto a negociar con usted la venta de mi casa, si antes de hacerlo acepta el precio y las condiciones que yo quiero para vendérsela. 
 
Esta paz que, durante los últimos cuatro años, han llamado “paz con legalidad” - como si la “otra paz”-, la de La Habana, fuera ilegal, es respaldada por Gutiérrez. Esto nos anticipa que combatirá las organizaciones criminales a través de acciones de persecución militar, avaladas por la Fiscalía y una mayor presencia de helicópteros en las zonas de violencia transportando, según sus propias palabras “soldados, maestros y nutricionistas”. 
 
Según la opinión de Gutiérrez, la paz debe empezar por casa con mensajes de amor entre las familias y la reconciliación de las barras bravas del fútbol, y declara su voluntad de continuar ayudando a las víctimas. Con esta propuesta de Uribe III- Duque II - Federico I, el país aplazaría, por cuatro años más, el cumplimiento de los Acuerdos de La Habana y la continuación de la incipiente negociación con el ELN: su visión de paz traería graves costos sociales y Colombia seguiría igual. 
 
La propuesta de paz de Gustavo Petro honraría la palabra empeñada por el Estado colombiano en 2016 al suscribir los Acuerdos de Paz pactados en La Habana y continuar con los diálogos con el ELN. Esto reactivará la implementación de los acuerdos de paz y ofrecerá garantías de vida para los líderes sociales, excombatientes y familias campesinas que desean sustituir de manera voluntaria sus cultivos ilícitos. 
 
El plan de paz del Pacto Histórico le apuesta a sacar a la paz  del “modo avión” en que el Gobierno de Duque la ha mantenido, dejando de lado aspectos sensibles como el de las tierras y la reparación de las víctimas. Gustavo Petro reafirma su apoyo a la columna vertebral de la implementación del proceso: el sistema de Justicia Transicional. 
 
Petro incluye, como Gutiérrez, el sometimiento de los grupos paramilitares como parte de su oferta de paz  pero, le agrega una solución integral del problema de las drogas, que empieza por la legalización de la producción, distribución y exportación del cannabis medicinal.
 
La perspectiva de paz que propone Sergio Fajardo, está alejada de la de Gutiérrez y cercana a la de Petro. El tratamiento de las políticas de tierras, víctimas y sustitución social de cultivos los acercan. Fajardo propone apoyar los Planes de Desarrollo Territorial- PDETs como referentes de la presencia social del Estado en las zonas de violencia. Como Petro, Fajardo tampoco tiene miedo a declarar su voluntad de avanzar en el desarrollo de los compromisos asumidos por el Estado colombiano en los Acuerdos de La Habana y  en la reactivación de los diálogos con el ELN.
 
En síntesis:  una eventual negociación, antes o después de la primera vuelta, entre la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico, podría partir de afinidades profundas en sus propuestas de paz que abrirían el camino para que el “otro país”, el de los que quieren la paz, llegue al Gobierno en las próximas elecciones.

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