“No se deje empalagar del poder”: la última lección que le dio a Petro su profesor de filosofía
23 Mayo 2022

“No se deje empalagar del poder”: la última lección que le dio a Petro su profesor de filosofía

Gustavo Petro junto a Salvador Medina, su profesor del colegio de Zipaquirá, donde estudió el candidato presidencial.

Crédito: Prensa Petro

Salvador Medina, maestro de filosofía de Gustavo Petro, lo acompañó en su último día de campaña en Zipaquirá, el pueblo donde inició sus andanzas políticas.

Por: Alfredo Molano Jimeno

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El mito del eterno retorno consiste en que el protagonista de un relato, cuando se encuentra ante la batalla más decisiva de su vida, retorna al lugar donde inició su camino. Su casa, su pueblo, su nación. El arquetipo de este mito es tan común que no existe un político -al menos en Colombia- que no empiece su último día de campaña en el lugar donde creció. Y como buen lector de literatura, historia y filosofía, Gustavo Petro arrancó la jornada de cierre de campaña en Zipaquirá, el municipio donde pasó su infancia y su adolescencia y donde inició su vida política.

A las doce del mediodía, con el sol picante de la sabana en todo el centro del cielo, Gustavo Francisco Petro Urrego subió a la tarima del Parque los Comuneros. La plaza estaba repleta. Banderas de la UP, del M-19, del Polo Democrático y hasta del Partido Liberal contrastaban con el gentío uniformado con las camisas blanca de la campaña del Pacto Histórico. Cuando las camionetas del candidato irrumpieron en la calle oriental de la plaza, una algarabía, de aplausos y pitos, se tomó el lugar. Las palomas posadas en los tejados republicanos alzaron el vuelo, dando círculos alrededor de la multitud emocionada.
 

Zipa con petro


“Ahora sí creo que estamos en la manifestación más grande que he visto aquí desde que tenía 10 años”, anotó con cierta ironía. Venía de llenar 120 plazas en todo el país, la última en Barranquilla, pero la sonrisa se le asomaba al repasar los contornos del parque por el que corrió su juventud. Su mirada delata a un hombre parado ante su pasado, a quien por un segundo se le revolvieron los recuerdos de 62 años de triunfos y fracasos.

“A Zipaquirá, el pueblo que me vio crecer, le debo mi educación. Le debo las bases de mi lucha política. Mi construcción política se hizo aquí. En estas calles, en las cafeterías, en la casa cultural, en los barrios, en el colegio de mi bachillerato, La Salle, colegio público que no tenía nada que envidiarle a la calidad educativa de los colegios privados. Un colegio en el que también estudió el único premio nobel de literatura que hemos tenido: Gabriel García Márquez”, expresó el candidato a modo de introducción en un discurso de una hora y 26 minutos.

El discurso de Petro a ocho días de la primera vuelta presidencial, con las encuestas a su favor, giró en torno a pequeñas anécdotas de su vida en Zipaquirá, y del valor histórico y simbólico de este municipio, al que calificó de rebelde, liberal y obrero, así como también lo definió como el lugar en el que se ha “forjado el cerebro de las ideas del país: 

“Aquí se ha forjado la sal con la que se han hecho las luchas sociales que han recorrido la historia de Colombia desde los tiempos ancestrales en que los indígenas que poblaron estas tierras hicieron de la sal una moneda, hasta los comuneros que llenaron esta plaza igual que hoy esperando que se pudiera cambiar el país que habitaban en ese entonces, cuando gritaban 'abajo el mal gobierno'. La ciudad comunera que después se volvió la ciudad libertaria. La ciudad de la independencia. La ciudad de los mártires zipaquireños, fusilados simplemente porque gritaron libertad. La ciudad liberal, una de las grandes plazas rojas que acompañó al partido que le dio libertad a los esclavos, que acompañó las luchas obreras iniciales, los primeros sindicatos, que acompañó a Jorge Eliécer Gaitán, y también en esta plaza se constituyó la junta revolucionaria el 9 de abril de 1948, tres años después que, desde el balcón de esa casa, habló Gabriel García Márquez en su único discurso en plaza pública”, anotó.

Del lapsus histórico, Petro volvió a sus 13 años, recordó a sus compañeros de colegio y a sus profesores, “algo godos del Frente Nacional, excepto uno”, dijo e hizo una pausa de expectativa, luego de la cual se volvió hacía un hombre que esperaba parado a su lado. Un hombre mayor que Petro, vestido de camisa a cuadros dentro del pantalón y anteojos cuadrados. Se trataba de Salvador Medina, su profesor de filosofía y quien, según dijo el candidato, le enseñó el valor del pensamiento crítico, además de introducirlo en la teología de la liberación y en los mitos griegos.

Salvador Medina y Petro

“Un profesor que marcó mi vida, mi existencia. Un religioso, católico, apostólico y romano. Se fue para Roma después, profesor de filosofía que nos abrió perspectivas e ideas, y otras maneras de entender el mundo. Se llamaba y se llama Salvador Medina. No lo había visto desde que yo tenía 15 años”. Salvador tomó el micrófono y confesó no tener la habilidad discursiva de su pupilo, pero reconoció haber sembrado un grano de arena que cayó en tierra fértil. Eso sí, sin olvidar su labor como maestro le dio una última lección: “No se deje empalagar, como se dice cuando uno come mucho dulce, del poder del presidente”.

Salvador Medina, de 73 años, nació en Aguadas, Caldas. Como buen sacerdote fue enviado a impartir clases de filosofía y de teología en uno de los colegios de su orden religiosa. Salvador recuerda a Petro como un joven estudioso e introvertido, mal deportista y muy discreto. “Mi primer recuerdo de él es desde su entorno familiar. Su padre era secretario del Normal de Señoritas, y era un hombre de clase media. Visité su casa porque quise ser un profesor amigo de mis estudiantes. Recuerdo la participación de Petro en los círculos literarios que organizaban los muchachos después del colegio. Y mi recuerdo de esos días es del Petro obsesionado en leer a Gabriel García Márquez”, rememoró.

Medina inevitablemente recurre a figuras narrativas y teológicas para explicar su sentimiento, lo hace para Cambio cuando las cámaras apuntan al discurso del candidato presidencial, mientras el maestro escucha el discurso desde la parte trasera de la tarima. “En la tarde del día, momento en el que está mi vida, uno vuelve su mirada al pasado. Entonces el papel del educador honesto es colaborar para formar la conciencia crítica en la gente, una conciencia que parta de una identidad y lo lleve a una alteridad con conciencia crítica. Que le permita confrontar y asumir esa conciencia”, afirma.

Y concluye su reflexión volviendo la mirada sobre su discípulo, hoy muy cerca de llegar a la Presidencia de la República: “Y eso ha hecho Petro, construir una idea desde las ideas, ha confrontado esas ideas, y lo ha llevado a la práctica en la realidad. El hecho de irse a la guerrilla, camino que no comparto, pero que fue una búsqueda de experiencias para confrontar sus propias ideas, ideas que le dieron identidad a sus pensamientos, luego el valor que tuvo de dejar las armas. Al sumar todo eso en una propuesta de país, analítica, eso me hace pensar que sembré un grano en tierra fértil”.

En tarima, Medina nunca olvidó su papel de maestro, y utilizó el micrófono en la plaza pública para recordarle a Gustavo Petro uno de los valores más importantes del arquetipo del hombre espiritual: la humildad. Un valor al que Salvador encomendó a su alumno para que, si llega al poder presidencial, nunca olvide la vocación de servicio que le dio vida a sus ideas políticas en las calles de Zipaquirá.
 

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