¿Qué hace un ex primer ministro italiano vendiéndole armas a Colombia?
Massimo D’Alema, ex primer ministro italiano, quien, según los reportes de prensa de ese país, estuvo involucrado en la venta de material bélico a Colombia.
Crédito: Reuters
La prensa italiana involucró al ex ministro italiano Massimo D’Alema en el intento de cuadrar la venta de material bélico a Colombia por valor de 4.000 millones de euros, ofreciendo 80 millones de euros de comisión a sus intermediarios colombianos.
Por Mary Villalobos, Roma
“Las elecciones no son un problema. Las personas que tenemos en nuestro equipo se quedan en los cargos importantes y están en capacidad de decidir sobre una compra o una contratación”. Así responde Édgar Fierro, su supuesto intermediario colombiano, a su interlocutor europeo. Quien lo escucha al otro lado de la línea es el ex primer ministro italiano Massimo D’Alema, quien ocupó el cargo entre 1998 y 2000.
El negocio en cuestión es la compra del material bélico que las Fuerzas Armadas colombianas harían este año a las empresas italianas Leonardo y Fincantieri: dos corbetas, un submarino y 24 aviones caza M-34, por valor de 4.000 millones de euros.
Los audios de las negociaciones secretas entre D’Alema, exlíder de izquierda y peso pesado de la política italiana, y Fierro, fueron revelados por el periódico italiano La Veritá el pasado 8 de marzo:
En la grabación, que se sitúa entre enero y febrero de 2022, se escucha la voz del ex primer ministro italiano afirmando que, si la venta del armamento se concluyera con éxito, el premio sería el 2 por ciento del valor total del jugoso contrato. D’Alema asegura que la comisión, de 80 millones de euros (360.000 millones de pesos) sería dividida entre las dos escuadras de intermediarios italianos y colombianos.
Durante la conversación, el expremier se muestra impaciente ante la proximidad del cambio de gobierno en Colombia, pero Fierro, a quien la prensa italiana confunde con el exparamilitar Édgar Fierro, alias Don Antonio, lo tranquiliza. Le reitera que el actual ministro de Defensa será cambiado en los próximos meses, pero que su equipo tiene un as bajo la manga: un general activo “que nos ayudaría a realizar todos los compromisos adquiridos con las sociedades italianas”.
El periódico La Veritá escribe en un artículo del 10 de marzo que el mencionado general es tan eficaz que logró avances importantes en la negociación. El diario publicó el documento “Attivitá Svolte” (es decir, acciones desarrolladas), escrito por dos de los intermediarios italianos, en el cual los autores hacen un balance de los pasos dados con el objetivo de obtener el millonario contrato:
El documento señala que el 14 de diciembre de 2021 representantes de Fincantieri fueron recibidos por el capitán de navío Rafael Leonardo Callamand en Cartagena en la sede Cotecmar, empresa naval colombiana que es supervisada por el Ministerio de Defensa; y que el mencionado general logró, además, una cita en el Ministerio de Defensa para que representantes de la sociedad italiana Fincantieri expusieran personalmente las ventajas tecnológicas y económicas de sus corbetas, submarinos y aviones caza.
Además, dejan constancia de las buenas perspectivas para cerrar el negocio, teniendo en cuenta “el nombramiento en el comando de adquisiciones del Ejército de una persona que colabora con nosotros de manera estable”.
La Veritá escribe que las negociaciones iban por tan buen camino que el 27 de enero pasado dirigentes de Fincantieri e intermediarios nacionales firmaron un memorando de entendimiento. El preacuerdo fue exhibido en el programa de televisión italiano Striscia la Notizia el pasado 30 de marzo. En él aparecen como firmantes de la parte colombiana el doctor Edgar Perneth y dos delegados: los capitanes de corbeta retirados Germán Monroy Ramírez y Francisco Joya Prieto.
Contacto en Italia
Según el periódico Il Fatto Quotidiano, los contactos iniciaron en septiembre de 2021 en Apuglia, región suroriental de Italia donde D’Alema tenía su fortín político. Allí entra en escena Giancarlo Mazzotta, amigo de D’Alema, exalcalde de Carmiano cuya administración fue suspendida por el delito de infiltración mafiosa y quien tiene, además, otros procesos pendientes por extorsión, estafa y fraude fiscal.
Mazzotta y sus socios Francesco Amato y Emanuele Caruso le proponen a D’Alema activar sus contactos para lograr que la modernización anunciada por las Fuerzas Armadas colombianas se logre a través de la compra de armamento de última tecnología que ofrecen las empresas italianas Leonardo y Finmecanica, fabricantes de toda clase de productos bélicos.
D’Alema es el hombre providencial para los tres italianos. Retirado de la política, es ahora consultor y asesor de varias empresas nacionales e internacionales.
El expremier se pone en acción. A través de sus contactos de alto vuelo, suscita el entusiasmo en los vendedores. Entretanto, sus asociados, Mazzotta, Amato y Caruso, le crean una línea directa con Fierro, presentándolo como un influyente senador de la república, e inician las negociaciones.
D’Alema les exige a los colombianos trabajar con la firma Robert Allen, un bufete de abogados estadounidense con sede en Miami. Insiste en que se trata de un grupo de profesionales serios que, además de garantizar el secreto, se encargarían de legalizar y administrar el millonario contrato.
Pero las revelaciones de la prensa italiana les arruinaron el negocio. Los audios publicados por el periódico La Veritá el 8 de marzo evidenciaron el ambiguo rol de D’Alema y la extraña negociación de la venta del armamento italiano a Colombia.
Los primeros en tomar cartas en el asunto fueron los magistrados de la Fiscalía de Nápoles: abrieron un proceso contra los intermediarios italianos de la venta de armas Francesco Amato y Emanuele Caruso, acusados de falsedad de documentos, estafa y suplantación de persona. En Italia, se acreditaban como miembros de una asociación fantasma de cooperación entre Europa y América Latina y se presentaban como consejeros de la cancillería colombiana.
La prensa italiana descubrió que el negociador Francesco Amato es un comerciante de fruta. Compra las cosechas –sobre todo de aguacates– en América Latina, y luego las distribuye en varios supermercados europeos. Se precia de tener amigos latifundistas en Colombia y de moverse en el mundo de lo que él llama la “aristocracia local”, ambiente en el cual conoció a sus intermediarios colombianos.
El Colombia Gate
El hecho, catalogado por la prensa italiana como “El Colombia Gate”, además de provocar efectos económicos y jurídicos, se ha convertido en un caso político. Partidos de derecha como Fratelli D’Italia y Forza Italia, y el de izquierda Siniestra Italiana llevaron el asunto al parlamento italiano, donde surgieron varias preguntas:
¿Por qué la doble negociación? Si los gobiernos colombiano e italiano estaban enterados de la intención de compra, ¿por qué dejaron prosperar las entramadas secretas en pos de una jugosa comisión de 80 millones de euros? ¿Leonardo y Fincantieri hacían un doble juego apostándole al mejor postor?
El expremier se defiende. En una entrevista concedida al Corriere Della Sera, reclama que las grabaciones publicadas por la prensa fueron editadas arbitrariamente.
Frente a la acusación de conducir dos negociaciones paralelas, D’Alema responde que Fincantieri y Leonardo no son empresas estatales, sino sociedades por acciones en las que el Estado tiene una participación del 30 por ciento. Por lo tanto, no era una negociación de gobierno a gobierno. Agregó, además, que los ministros de Defensa de Colombia e Italia habían sido informados sobre el asunto.
Pero Diego Molano, titular de la cartera de Defensa de Colombia, en respuesta al periódico colombiano La República, negó que existiera o hubiera existido tal negociación: “No estamos comprando submarinos ni los equipos que se señalan. En Colombia no existen intermediaciones”.
Entretanto, en Italia ya rodó la primera cabeza, la de Giussepe Giordo, director general de la División de Naves Militares de la empresa italiana Fincantieri, quien estuvo en el mes de enero en Colombia a la caza del contrato de los 4.000 millones de euros.
El “Colombia Gate” capturó la atención de los medios italianos porque sucedía mientras Rusia invadía a Ucrania y la compraventa de armas ocupaba las agendas de la política internacional. La Unión Europea, con la guerra a sus puertas, les recordó a sus miembros que acuerdos previos al conflicto ruso-ucraniano les permitían aumentar el presupuesto de la defensa.
El parlamento italiano no se hizo esperar: ya ratificó la resolución de destinar el 2 por ciento del producto interno bruto a reforzar sus arsenales, una decisión que el papa Francisco calificó de vergonzosa.
Cambio consultó a la Cancillería de Colombia sobre la visita de representantes de la empresa Fincatieri al país. La respuesta fue que, en efecto, la embajadora en Italia, Gloria Isabel Ramírez, sí sostuvo reuniones en la sede diplomática con los delegados, como antesala a la visitas que Fincatieri sostuvo en Cotecmar, en Cartagena, y en Bogotá con funcionarios del Comando de Adquisiciones del Ejército, las cuales fueron informadas a los ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores.
La Cancillería dijo, sin embargo, desconocer que los enlaces de los extranjeros en el país fueran dos exparamilitares; y, menos, que dos excapitanes de navío hubieran firmado un supuesto acuerdo para la compra del material de guerra, una negociación que solo se da entre gobiernos.