La salud mental de los políticos
15 Junio 2022

La salud mental de los políticos

Cuando el político no disfruta de un estado de salud mental suficientemente idóneo o está francamente afectado por un trastorno mental, su comportamiento rezuma peligro.

Por: José Posada

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Por: José A. Posada Villa, Médico psiquiatra

La dedicación a la vida política responde a distintos factores relacionados con la búsqueda de prestigio, poder y riqueza. Por lo general, el político obra como un empresario o un hombre de negocios. Los políticos logran sus objetivos para sí mismos, para sus amigos y para las personas que los eligen mediante complicados sistemas de negociación y convenios. 

El elector acuerda respaldar el probable elegido a cambio de que este apoye sus deseos y ambiciones.

 

 


Sin embargo, las negociaciones y compromisos son necesarios en cualquier situación que entrañe la solución de problemas e intereses de la comunidad. Nadie puede hacer siempre las cosas a su modo y los convenios políticos son necesarios para asegurar el funcionamiento adecuado del sistema. Es así como se llega a un acuerdo político. A los que no son políticos les es difícil entender que votar por un candidato es realmente un convenio político de la misma especie. El elector acuerda respaldar el probable elegido a cambio de que este apoye sus deseos y ambiciones.


Inteligencia, carisma y emocionalidad


Los políticos suelen tener más inteligencia, estar mejor adaptados y sentirse más libres de las presiones normativas de la sociedad.


Hay políticos ideólogos que se ocupan de teorías y creencias; carismáticos que ejercen atracción emocional; empresarios, administradores, burócratas, expertos, comentadores y críticos, e incluso aquellos que se caracterizan por un papel simbólico o por representar una figura paternal. Generalmente se encuentra una mezcla variopinta de estos perfiles.

Si bien se requieren políticos orientados a las tareas, el pueblo también reclama recompensas socioemocionales para mantener la moral.


Como propone Jung, en general los políticos se dividen en dos grupos: los reflexivos extrovertidos y los intuitivos extrovertidos. De ambos se pueden ver buenos ejemplos en la actual contienda electoral. Lo que inspira su conducta es distinto en unos y otros. Los reflexivos procuran mantenerse fieles a principios y valores universales y comunes. En cambio los intuitivos se dejan guiar principalmente por las conveniencias actuales y la realidad del momento.


En lo que respecta al modo de hacer política, hay los que hacen hincapié en la comprensión de los problemas sociales y aquellos orientados a las tareas. Los políticos que se orientan a la tarea y que mantienen cierto grado de distancia emocional con el pueblo son más capaces de percibir las diferencias entre aquellos que les agradan en mayor o menor medida, mientras que aquellos que tienden a la comprensión perciben menos esas diferencias.  Los que dirigen de manera más eficaz, por lo general mantienen esa distancia emocional y se orientan a la tarea. Si bien se requieren políticos orientados a las tareas, el pueblo también reclama recompensas socioemocionales para mantener la moral.


La naturaleza del agitador


Por otra parte, existe el político agitador. La característica esencial de este tipo de político es el alto valor que concede a la repuesta emocional del público. Para este, el atacar o defender a las instituciones no es lo importante. El político por naturaleza agitador responde bien a su idiosincrasia, pues se agita lo bastante él mismo con respecto a lo público como para comunicar su modo de ser a quienes lo rodean. Como lo plantea Harold Lasswell: el agitador es un agitado.

Cuando el político no disfruta de un estado de salud mental suficientemente idóneo o está francamente afectado por un trastorno mental, su comportamiento rezuma peligros.


Los ciudadanos elegidos por sus simpatizantes para colaborar con la dirección racional del país demuestran una incapacidad notoria para ello en el momento en que se dejan arrebatar por elementos emocionales o pulsionales primarios.


El político, por su condición de potencial “padre de la patria”, representa el superyó colectivo y ejerce un gran influjo sobre la opinión y la conducta del pueblo. Cuando el político no disfruta de un estado de salud mental suficientemente idóneo o está francamente afectado por un trastorno mental, su comportamiento rezuma peligros. Cabe incluso pensar en ciertas afinidades entre los rasgos de personalidad comunes en los políticos (narcisistas, paranoides e incluso sociopáticos) y que pueden llegar a lo francamente psicopatológico.


La aproximación de los políticos a los conflictos sociales requiere un manejo desdramatizado, mediante una amplia discusión y diálogo social y el aporte de información y conocimiento precisos para reducir el nivel de tensiones sociales en el país. Aparte de los beneficios políticos generales que ello implica, su trascendencia antiterrorista resulta evidente. El punto de vista preventivo insiste en la necesidad de conseguir un balance siempre actualizado de las consecuencias humanas de los actos sociales y especialmente de los actos políticos.

El buen político está movido por factores impersonales y objetivos, referidos a la vida económica, sociocultural y sociodemográfica del país. Pero ahí es donde se atraviesan los factores personales que los llevan a cometer grandes errores en su trabajo. 


Aquí es donde brillan los políticos que saben usar el Yo para controlar las pulsiones del Ello. Se les distingue sobre todo por su alta racionalidad, su amor al conocimiento y una inclinación altruista siempre superior a las satisfacciones narcisistas. A medida que avanzan en sus aspiraciones y responsabilidades, sobresalen por sus tendencias a trabajar en grupo y a solicitar y admitir asesoramiento, alejándose de las fantasías de omnipotencia que invaden a menudo la personalidad del mal político en una coyuntura triunfadora.


Es de estos políticos del Yo de quienes cabe esperar la iniciativa de modificar de manera fructífera el estilo de la convivencia política. El buen político está movido por factores impersonales y objetivos, referidos a la vida económica, sociocultural y sociodemográfica del país. Pero ahí es donde se atraviesan los factores personales que los llevan a cometer grandes errores en su trabajo


En nuestro medio, a los políticos no les interesa que los seguidores evalúen su conducta y, por otra parte, estos suelen refrenar sus críticas, o por lo menos no las expresan abiertamente. Sin embargo, algunas experiencias muestran que su comportamiento puede ser influido por la evaluación cuando se utilizan de manera honesta y adecuada los medios de comunicación y las redes sociales.

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