Uniminuto, 30 años dedicados a la educación y la inclusión
En estos 30 años, Uniminuto ha generado transformaciones en las personas, las comunidades y los territorios a través de la educación como motor de equidad, de inclusión y de movilidad social. Hoy está presente en gran parte de Colombia y ofrece más de 220 programas de manera presencial, virtual y a distancia.
El 5 de febrero de 1992 Uniminuto inició sus labores con 220 estudiantes. 30 años han pasado desde entonces y hoy educa a más de 105.000 estudiantes. Una cifra que se contrajo durante la pandemia, ya que cuando comenzó el confinamiento contaba con alrededor de 125.000 alumnos. Su sede principal está en el barrio Minuto de Dios, en la localidad de Engativá, en Bogotá, pero no es la única. Uniminuto está presente en 23 departamentos y 62 municipios del país, además de contar con convenios de cooperación académica en Colombia y otros 27 países y haber transferido el modelo Uniminuto a África a través de la consolidación de la Institución Universitaria Tecnológica Eudista de África, en Costa de Marfil.
Como señala Harold Castilla, rector de la universidad, Uniminuto nació en el contexto del Minuto de Dios, una corporación que desde sus orígenes se ha preocupado por la educación. “La universidad busca que las personas más necesitadas tengan acceso y movilidad social, inclusión social, y que la educación sea para ellos un factor de desarrollo social integral y de desarrollo sostenible para los territorios”.
El modelo educativo de Uniminuto se configura en un marco de aprendizajes que se desarrollan en la experiencia del estudiante. “Aprender haciendo, aprender sirviendo y aprender sintiendo. Es un sistema integral. No se trata solo de un tema académico sino que ese aprendizaje le sirva a Colombia, a la sociedad y, por supuesto, al egresado y a su familia”, dice el rector.
Para entender de dónde viene la filosofía de Uniminuto es necesario repasar la historia del sacerdote Rafael García Herreros, creador e impulsor del universo de iniciativas, acciones y desarrollos que giran alrededor de la marca Minuto de Dios. García Herreros, quien nació en Cúcuta en 1909, fue miembro de la congregación de Jesús y María, más conocida como los eudistas. La fundó en 1643 San Juan Eudes, en Normandía, y luego se dispersó por el mundo con una vocación y una misión muy concreta, que era la de formar al clero de las distintas diócesis. Los eudistas llegaron a Cartagena en 1883 y desde allí iniciaron su tarea de expansión por distintas diócesis de Colombia porque los obispos los invitaban a formar sacerdotes. Desde el inicio del siglo siglo XX hasta los años 80 los eudistas marcaron de alguna manera la formación del clero colombiano. Es decir, que la vocación educativa forma parte de esta comunidad.
“García Herreros no se contentaba con estar en el seminario dictando las clases de griego o de hebreo”, recuerda el padre Castilla. “Le interesaba acercarse a la comunidad y ahí empezó su contacto con la realidad y con los contextos reales”. En Cartagena inició su programa en Radio Fuente. Él quería un programa y lo llamó La hora católica, pero una hora en radio era mucho, entonces se decidió por un minuto. El Minuto de Dios. Lo trasladaron a Bogotá y, con la llegada de la televisión en 1954, el Minuto de Dios pasó a ser, a partir de 1955, un espacio de televisión que aún hoy sigue al aire.
El programa le permitió al Padre Rafael García Herreros empezar un trabajo de desarrollo social. La primera acción del padre fue el tema de la vivienda. Y para financiar sus programas creó El banquete del Millón, que ya va en su edición número 62.
El padre un día dijo en televisión: “Quisiera ayudar más a los pobres. Me están vendiendo un terreno a las afueras de Bogotá, en el occidente, en el Juan Amarillo, quisiera comprarlo pero no tengo plata. Ojalá alguien me prestara la plata pero sin intereses porque yo no tengo cómo pagarle intereses”. Entonces aparecieron los benefactores y así nació el barrio Minuto de Dios, donde viven alrededor de 2.000 familias. Empezó a hacer este barrio para los más pobres y, preferiblemente, de familias numerosas, quien apoyaban en la construcción y la pagaban con cómodas cuotas mensuales.
Cuando empezaron a instalarse esas familias, García Herreros se preocupó por educar a los niños. La educación era fundamental para él. Consideraba que la esclavitud del ser humano se rompe a través del estudio, el trabajo y dándole un sentido a la vida. Entonces para el padre la educación también era un aspecto muy importante.
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En el barrio Minuto de Diose viven alrededor de 2.000 familias. El padre García Herreros empezó a construir el barrio para los más pobres y, preferiblemente, de familias numerosas, quien apoyaban en la construcción y la pagaban con cómodas cuotas mensuales.
Ya había adelantado proyectos educativos en Cali. “Habló del costo de las matrículas y entonces los ricos de Cali lo trataron de comunistas. Por eso lo sacaron de allá. Cuando llegó a Bogotá empezó a hacer escuelitas en los sectores populares de las montañas orientales”, dice el rector.
Una vez establecido el barrio hizo una escuela en las casitas que hoy están a la entrada de la universidad. Para vivir en el Minuto de Dios los niños debían ir a la escuela y ahí empezó el proyecto educativo. Hoy el Minuto de Dios tiene 37 colegios, tres de ellos en el barrio. Un colegio de primaria, uno de bachillerato y un Ateneo que recibe estudiantes que expulsan de otros colegios.
Cuando diseñó la maqueta del barrio, el padre García Herreros señaló un punto y dijo: “Aquí va a ser la Universidad del Minuto”. Eso quiere decir que desde los años 60 la Universidad formaba parte de su proyecto. La idea de la Universidad tomó forma en 1985, poco después de la tragedia que provocó la erupción del volcán Nevado del Ruiz. “En este punto es importante mencionar al padre Diego Jaramillo”, señala el padre Harold Castilla. De regreso de Chinchiná, después de entregarles unas casas a algunos damnificados de la erupción del volcán, el padre Diego Jaramillo venía conversando con otra persona. En ese momento el Minuto de Dios ya contaba con una escuela de medios. “Si ya tenemos emisoras, un canal de televisión y una editorial de libros, ¿por qué no armar una facultad de comunicación? Y si es una facultad de comunicación, ¿esa no es la la la universidad que el padre Rafael García Herrero siempre ha querido y que todavía no se ha podido concretar?”, se preguntó.
Ese fue el inicio de la Universidad. A partir de 1986 se armó un equipo. El consejo de los fundadores lo integraban la congregación de los eudistas, la Corporación Minuto de Dios y el Centro Carismático. Se armó el equipo de trabajo para estructurar el proyecto, y se nombró un primer rector y un gerente. En los siguientes tres años se presentó el proyecto al Icfes, se entregó la la personería jurídica en 1988 y se abrieron los primeros cinco programas, relacionados con las líneas de acción de la Corporación Minuto de Dios. “Ingeniería Civil, porque el Minuto de Dios hace casas. El programa de educación, porque el Minuto de Dios tiene colegios. El programa de filosofía, porque los sacerdotes eudistas son formadores de pensamiento crítico filosófico. El programa de comunicación, porque el Minuto de Dios tiene emisoras y produce contenidos audiovisuales. Y el programa de administración, porque hay que gestionar y administrar todas esas empresas”, dice el padre Castilla.
Mientras se constituyeron los equipos académicos y se buscó la aprobación del Ministerio de Educación de esos cinco programas se construyó el primer edificio. “El padre García Herreros, quien murió en noviembre de 1992, fue hombre creativo, innovador y emprendedor. Todas las ideas que concibió las llevó a la práctica y alcanzó a ver el nacimiento de la última de ellas, Uniminuto, que está celebrando 30 años”, señala el padre Castilla.
Alguna vez el padre Diego Jaramillo contó que un día le preguntaron que cuántas personas pensaba él que iban a estudiar en la Universidad. Él respondió que alrededor de 5.000. En ese momento no imaginó que la institución iba a llegar a tener 125.000 alumnos, a salir del barrio Minuto de Dios y hacer presencia en 23 departamentos y 62 municipios del país, con la intención de estar presente en los 1.113 municipios de Colombia. La pandemia contrajo la cifra de alumnos a 105.000, pero este año esa cifra ha comenzado a crecer de nuevo”, dice el padre Castilla. “El enfoque es educar a los que no han tenido acceso a la educación superior por múltiples razones. Muchas estrategias de acción de la Universidad siguen esa lógica. ¿Cómo ser incluyentes? Intentar que quienes entren al sistema, permanezcan y se gradúen. La presencia en los territorios busca que ese conocimiento que genera la institución se transfiera. Que los programas sean pertinentes con los contextos locales y regionales donde ellos están, de tal manera que el estudiante, cuando se gradúe, se quede allá”.
En la actualidad, Uniminuto ofrece más de 220 programas y registros calificados y autorizados para efectuarse en el país, desde el nivel técnico hasta el nivel de posgrado con las especializaciones y las maestrías, y lo hace en tres modalidades. La presencial, el modelo “a distancia” (que combina la virtualidad con la asistencia al aula) y el modelo 100 por ciento virtual. Las matrículas tienen un precio asequible y quienes no pueden pagarla cuentan con un esquema de ayudas financieras tales como préstamos sin intereses, subsidios, becas, patrocinios y descuentos. Además, le guardan el cupo a quienes por fuerza mayor deban retirarse por un semestre, un año, para que continúen su carrera cuando puedan reintegrarse.
Uno de las grandes desafíos que enfrenta el sector educativo colombiano es que de cada dos estudiantes que entran a la educación superior solo uno se gradúa. Es más, solo el 53 por ciento de los bachilleres pueden acceder a la Universidad, y de ese 53 por ciento, solo el 45 por ciento obtiene un título técnico o profesional.
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Uniminuto ofrece más de 220 programas y registros calificados y autorizados para efectuarse en el país, desde el nivel técnico hasta el nivel de posgrado con las especializaciones y las maestrías, y lo hace en tres modalidades. La presencial, el modelo “a distancia” (que combina la virtualidad con la asistencia al aula) y el modelo 100 por ciento virtual.
“Para la Universidad es bueno que los estudiantes que ingresen permanezcan y terminen sus carreras. Hacemos un acompañamiento de los estudiantes para detectar alertas tempranas de posibles indicios de deserción. Hoy contamos con modelos de inteligencia artificial con soluciones digitales que ayudan a predecir qué estudiante puede llegar a ser ser un desertor y por qué razones”, dice el rector.
La educación transforma vidas, transforma la sociedad. Uniminuto, a lo largo de 30 años, ha hecho posible en muchas familias colombianas ese propósito y esos 170.000 egresados graduados están al servicio del país con inclusión, calidad, equidad y responsabilidad.