La lingüista indígena y la poeta negra que ingresaron a la Academia Colombiana de la Lengua

Bárbara Muelas y Mary Grueso, las primeras mujeres de pueblos étnicos en entrar a la Academia de la Lengua Colombiana.

Crédito: Ministerio de Las Culturas Los Artes y los Saberes

6 Julio 2025 03:07 am

La lingüista indígena y la poeta negra que ingresaron a la Academia Colombiana de la Lengua

En los últimos días, varios medios colombianos celebramos la inclusión de Bárbara Muelas y Mary Grueso en la Academia Colombiana de la Lengua, la más antigua en su tipo en América.  CAMBIO conversó con estas maestras que convirtieron las palabras en herramientas para lograr justicia, rescatar su cultura y curar las heridas más hondas. Desde ahora tendrán su credencial en una organización que hace más de siglo y medio fundaron José María Vergara Vergara, Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro. 

Por: Juan Francisco García

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A la mamá de la lingüista Bárbara Muelas le importó un carajo que en la comunidad misak la norma fuera que las mujeres, por el solo hecho de serlo, no fueran a estudiar. “Ustedes aprenden porque aprenden y estudian porque estudian”, fue la consigna para mandar a sus hijas a la escuela rural de Silvia, Cauca. 

Como su lengua materna es el nam trik, las lecciones en castellano que recibían en la escuelita se convertían, esencialmente, en aprendizajes memorísticos. “Si la maestra recitaba, nosotros recitábamos; si la maestra cantaba, nosotros cantábamos. Pero todo sin entender nada”, cuenta Bárbara. 

Bárbara Muelas, lingüista misak nombrada en la Academia Colombiana de la Lengua
Bárbara Muelas, lingüista misak nombrada en la Academia Colombiana de la Lengua  

Su primer intento por educarse se truncó y abandonó la escuela para volver a trabajar la tierra con sus hermanos. Sin embargo, la inquietud académica ya se había metido en su cuerpo. En los años posteriores, hizo cuanto estuvo a su alcance para retomar los estudios. Intentó trabajar en una casa de hogar en Silvia, pero la rechazaron por ser demasiado joven. Después, su ingreso a la Normal de Popayán se frustró porque su familia no podía costear los 300 pesos que costaba la matrícula. Para completar, el internado de su pueblo le cerró las puertas porque esa institución solo admitía a “personas de bien” de Cali y de Popayán, y no a una errante y rebelde jovencita indígena. 

Su obstinación por educarse se exacerbó en los años setenta, durante la intensa lucha de la comunidad guambiana por recuperar sus territorios ancestrales, usurpados por colonos blancos y terratenientes. En ese entonces, varios de sus hermanos, familiares y allegados cayeron presos. Bárbara necesitaba del dominio del castellano para defender a los suyos y denunciar los arrestos, los abusos y el robo. Entonces aceptó ocultar su apellido indígena, Muelas, e ingresar al internado bajo el nombre de Bárbara Hurtado. En el 1973, por fin, recibió su diploma de bachiller.  

El resguardo de la lengua misak, el desafío de la enseñanza monolingüe, la Constitución del 91 y las matemáticas de su pueblo 

Tras graduarse, por inercia, volvió a sembrar papa con sus hermanos en el páramo de Malvaza, en donde entre la niebla, el frío y la nada se haría docente. La Junta de Acción Comunal de la zona convenció al político de turno, Víctor Mosquera Chávez, de que si quería elegirse debía construir una escuela en el alto. "¿Y quién se supone que va a venir a enseñar a este frío y este páramo?", se resistió el político. "Bárbara Muelas, la bachiller que ha venido a moler la tierra y sembrar papa", respondió la comunidad en coro. 

Poco tiempo después de iniciarse como maestra campesina, fueron a buscarla hasta el páramo para exigirle que volviera como docente al Resguardo Guambiano, urgido de formadores. Al regresar, una respetada autoridad misak ordenó como lineamiento que los encargados de la enseñanza de los niños y niñas de la comunidad dejaran de repetir como loros las historias de Simón Bolívar, Santander y demás “padres de la patria” para enfocarse en los caciques y las cacicas, en la historia viva de su pueblo, en su lengua, con sus silencios y sus sonidos intraducibles. En su cosmovisión. 

La posesión de Bárbara Muelas como académica de la Academia Colombiana de la Lengua. Créditos: cortesía Bárbara Muelas
La posesión de Bárbara Muelas como académica de la Academia Colombiana de la Lengua. De izquierda a derecha: Ajejandro Venegas Franco,  Guiomar Cuesta,  Cecilia Balcázar, Olympo Morales Benítez, Cristina Maya, Alejandra Jaramillo  Morales, Constanza Moya, Alfredo Ocampo Zamorano. Créditos: cortesía Bárbara Muelas 

La nueva miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, la primera mujer indígena en lograrlo, suscribió la petición y se convirtió en un uno de los faros de la comunidad. Lideró la creación de cartillas y estrategias pedagógicas para que la enseñanza del nam trik no fuera eclipsada por la del castellano, más fácil de aprender y con una mayor carga práctica. Escribió el poema que luego se convirtió en el himno de la comunidad. Tradujo, después de un exhaustivo ejercicio de reflexión comunitaria, el apartado étnico de la Constitución del 91 al misak. 

Su tesis de maestría de Lingüística y Español en la Universidad del Cauca es un trabajo imprescindible para entender la concepción misak del tiempo y el espacio. Esa que entiende que el pasado está adelante, visible en cuanto ya ocurrió; mientras que el futuro, obscuro, impredecible, yace a la espalda, como una sombra misteriosa. Ha escrito también sobre las matemáticas en su tradición, que como el resto de las prácticas y conocimientos, contrasta y desafía los abordajes occidentales.

En la actualidad, lidera la creación del diccionario español-nam trik, que sintetiza su vocación como maestra y académica: servir de puente entre dos mundos y tradiciones, gestar el diálogo intercultural, ser homenaje vivo de la diversidad lingüística y cultural que yace en nuestra tierra, todavía tan en deuda con los pueblos originarios que, con sus silencios y sus sonidos intraducibles, fueron los primeros en nombrar el agua, la vida, el amor y el sol. 

Mary Grueso, hija de la oralidad 

En sus primeras memorias aparece su casa atiborrada de vecinos que habían ido, como todas las semanas, a escuchar las historias de Wilfredo Grueso, su padre, y el gran cuentero de Chuare –caserío del municipio de Guapi en el Cauca–. Recuerda, desde tan pequeña, a sus tíos maternos Julio y Quintiliano echando cuentos sobre las tribulaciones del pacífico. Y a su madre repitiendo de memoria, mientras cosía, poemas de José Asunción Silva, Ismael Enrique Arciniegas y Rafael Pombo. 

Mary Grueso, poeta negra que se posesionará como académica de la Academia Colombiana de la Lengua el próximo 8 de julio. Créditos: Ministerio de las Culturas las Artes y los Saberes.
Mary Grueso, poeta negra que se posesionará como académica de la Academia Colombiana de la Lengua el próximo 8 de julio. Créditos: Ministerio de las Culturas las Artes y los Saberes. 

Recuerda también, a los setenta años, que a pesar de tener un abuelo rico –el gran comerciante de Guapi–, obsesionado con su educación y sus maneras, jamás quiso estudiar. Trató, eso sí, de convertirse en modista, como su madre. Y aprendió a hacer dobleces con la lengua leyendo cuanto se le pasaba por el frente: la revista Vanidades, los textos de derecho de su prima.  Pero estudiar, plegarse al pupitre, hacer exámenes: eso no. 

Hasta que llegó el amor, el duelo, la poesía 

Volvió a matricularse en el colegio a los 28 años, gracias a la obstinación de Matías Zúñiga, un profesor de física y matemáticas de la Normal de Guapi con quien había empezado un romance febril. Enamorada hasta los huesos, validó el bachillerato y se graduó con honores y en tiempo récord. Para trascender el papel de maestros en la Normal de Guapi, la pareja abandonó el pueblo y se instaló en Buenaventura, en donde Mary Grueso se convertiría en poeta, académica y docente. 

Mientras cursaba el tercer semestre de la Licenciatura de Español y Literatura de la Universidad del Quindío –a distancia–, un cáncer de páncreas mató al amor de su vida, dejándola con dos hijos pequeños a su cargo. La poesía fue el refugio para conjurar el desespero de la pérdida, el duelo, la soledad. “Escribía poemas hasta en el recibo de la luz”, cuenta. 

Profesional en lingüística, fue nombrada profesora de la Normal de Buenaventura, desde donde gestó su revolución por el reconocimiento de la comunidad afro en el pénsum escolar. Harta de la ausencia de figuras negras en la enseñanza primaria, convirtió a sus estudiantes en los protagonistas de los cuentos y las historias que usó para reflexionar sobre la lengua, la historia, la tradición. 

Además de la atención y el afecto de sus estudiantes, que subieron el nivel académico de forma inédita para ganarse el derecho a estar en sus historias, la fábula como estrategia pedagógica le valió el Premio a la Mejor Maestra del año en 2007. 

El legado de la literatura infantil y su inclusión a la Academia 

En 2011, picada por su experiencia docente en San Buenaventura, publicó La muñeca negra, el primer libro infantil en el país con todos sus personajes negros. A este le han seguido La niña en el espejo, El gran susto de Petronila, La cucarachita mandinga, Entre panela y confite, El pico más hermoso y Agüela, se fue la nuna: joyas de la literatura infantil que ya no les dejan excusas a los docentes contemporáneos para excluir de sus planes de enseñanza la ferviente tradición negra. 

"¿Por qué seguir enseñando únicamente Caperucita roja, Los hermanos Grimm o Simón el bobito, cuando nuestra cultura está llena de hombres y mujeres con el don de la palabra?", le dijo a CAMBIO. Arnoldo Palacios, Martín Góngora y Miguel Caicedo son algunas de las "estrellas negras" que se le vienen a la mente a la hora de hablar de sus maestros de cabecera. 

Sobre su inclusión a la Academia Colombiana de la Lengua, aunque entre risas nos dijo que todavía no sabe muy bien qué es lo que le va a tocar hacer –su posesión será el próximo lunes 7 de julio en Bogotá–, tiene claro que es “un avance fundamental para que este país supere el apartheid lingüístico que históricamente ha destinado a la periferia y a la sombra los invaluables conocimientos, dialectos, ritmos y cosmovisiones de la cultura negra, que, sin duda, es constituyente de esa entelequia que llamamos nación". 

Según Daniel Samper Pizano, uno de sus miembros más destacados y antiguos, el ingreso a la Academia de Bárbara Muelas y Mary Grueso responde al viraje que ha tomado la Academia para descentralizarse e incluir entre sus filas poetas, ensayistas, lingüistas y periodistas de lugares que, insólitamente, nunca han sido considerados para la máxima asamblea filológica del país. “Desde que empezaron a llegar a la Academia las generaciones posteriores a la II Guerra Mundial, varios de los nuevos académicos pretendíamos que la institución fuera realmente colombiana, como lo indica su nombre. Entendimos que había hecho una excelente labor desde su fundación en 1871, pero no representaba a la nación entera. Era sobre todo andina, masculina y blanca”, nos dijo. 

La llegada de Muelas y de Grueso es un hito porque por primera vez en su historia la Academia les abrió las puertas a dos mujeres de pueblos étnicos. Además, en el último acto electoral, se escogieron por primera vez a más mujeres que hombres. En la práctica, desde la próxima semana, cuando ambas maestras asuman oficialmente sus funciones, en las discusiones de la antiquísima organización que desde 1960 asesora al gobierno de turno en temas lingüísticos, reverberarán las cosmovisiones, los matices, las intuiciones y los hallazgos de dos mujeres que han luchado por décadas para rescatar del olvido y de la periferia su lengua, con la certeza de que al hacerlo sacan del margen su historia, sus saberes, sus misterios: el trasegar de sus mayores por este mundo. 

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