‘Cuando las aguas se juntan’, historias de guerra y esperanza contadas por mujeres
23 Abril 2023

‘Cuando las aguas se juntan’, historias de guerra y esperanza contadas por mujeres

Nimia Teresa Vargas, lideresa de Quibdó.

Crédito: Cortesía La Retratista SAS

El papel que juegan las mujeres en las guerras y los conflictos muchas veces pasa a un segundo plano o forma parte de un paisaje en el que las decisiones las toman los hombres. El documental ‘Cuando las aguas se juntan’, de Margarita Martínez, muestra la guerra desde la óptica de mujeres. Este miércoles 26 de abril se exhibirá en la Cinemateca de Bogotá.

Por: Eduardo Arias

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Margarita Martínez es una reportera curtida en escenarios extremos de guerra. Sin embargo, cuando rodó el documental Cuando las aguas se juntan, enfrentó el dolor de la violencia sexual que padecieron varias mujeres en el corregimiento de Libertad, en San Onofre, Sucre. Ella había estado en escenarios de masacres, había seguido historias de hermanos que se matan entre ellos por una herencia. “Sin embargo, por encima de estos horrores, para lo que no estaba preparada era para oír con tanta minucia el tema de la violencia sexual”.

El documental, en tan solo una hora y 20 minutos de duración, describe la tragedia que mujeres de todo el país sufrieron (y algunas siguen sufriendo), pero también muestra cómo todas ellas han logrado sobreponerse, ya sea para reconstruir sus vidas, organizarse con otras mujeres, liderar procesos que apuntan al cambio y a la paz, o sencillamente encarar a sus victimarios para que confiesen sus crímenes y se acojan a la búsqueda de la verdad.
La película se estrenó el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y se exhibirá este miércoles 26 de abril a las ocho de la noche en la Cinemateca de Bogotá.

Yesenia
Yesenia, ex combatiente de las FARC.


Cuando las aguas se juntan es un documental en el cual se recogieron los testimonios de mujeres víctimas del conflicto de diez zonas del país muy afectadas por la violencia. El nombre se debe a que de la misma manera como se juntan muchísimos pequeños ríos para formar una grande que desemboca en el mar, así mismo se juntan las mujeres para ser una gran marea que todo lo transforma. “Es una forma de decirle al mundo que las mujeres y la paz se han encontrado y se seguirán encontrando para, con todo el ímpetu y determinación propios de la lucha que todas ellas han avanzado por décadas, construir un país más igualitario, justo y resiliente, capaz de edificar sobre el dolor de tantos años”, señala Bibiana Aido Almagro, representante de ONU Mujeres en Colombia, la organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Esta entidad, junto con la Embajada de Suecia en Colombia y la recientemente culminada Comisión de la Verdad concibieron la película. “Nació como una forma innovadora de conectar, empatizar, dignificar y reconocer, desde los ejercicios de verdad y memoria de las mujeres, su contribución a la paz en Colombia”, señala Bibiana Aido Almagro.

Para ello realizaron una convocatoria pública y así seleccionar la empresa productora y la directora de este proyecto. Así mismo, se conformó un comité editorial que definió la línea de tiempo y la narrativa de la historia que se iba a plasmar en el documental.

La productora seleccionada fue La Retratista, de Margarita Martínez, reportera y documentalista que ya había realizado uno titulado La Sierra, el nombre de un barrio de la Comuna 8 de Medellín, y La negociación, sobre el desarrollo de los Acuerdos de Paz en La Habana.

Duelo
Entierro de Gloria Robles, desaparecida hace 26 años.


El trabajo lo realizaron básicamente mujeres. Margarita Martínez, la Productora ejecutiva Linith Aparicio, la sonidista Isabel Torres, la cantautora Johanna Carmelina Caycedo, entre otras. “ONU Mujeres, Suecia y el legado de la Comisión de la Verdad, junto con todo el equipo que realizó la película, soñamos una pieza hecha con lentes de mujer y el resultado superó todas las expectativas”, señala Bibiana Aido Almagro.

El documental dialogó con mujeres de Nariño, Cauca, Chocó, Antioquia, Sucre, Bogotá, Santander y Putumayo. Como señala Margarita Martínez, estas mujeres se escogieron por varios criterios. Que vivieran en las regiones donde la violencia fue o ha sido más fuerte, aunque quedaron por fuera Catatumbo y Arauca, dos regiones muy martirizadas. “Tratamos de armar un rompecabezas. Cuando uno escoge siempre se equivoca. Nunca está todo el mundo que debería estar. Básicamente queríamos que hubiera representación de distintas regiones del país, que hubiera indígenas, que hubieran negras, que hubiera mujeres urbanas populares y que hubiera mujeres en pleno conflicto y otras que estuvieran en el post conflicto. De esa mezcla salió todo”.

El rodaje comenzó en plena pandemia, cuando aún no había vacunas. Fueron a Putumayo en septiembre, en uno de los primeros vuelos a Puerto Asís. “Fue un rodaje muy especial porque había una gran incertidumbre pero también había como una quietud, casi un silencio. Esas mujeres, que siempre están en reuniones, en eventos, en marchas, esta vez estaban quietas, en un instante de la humanidad en el que había tiempo para la quietud reflexión e incluso para la intimidad”.

Otra intención del documental era mostrar distintos tipos de dolor. “El más grande es la violencia sexual”, dice Margarita. “De la violencia sexual no se habla casi nunca. Desde hace muy poco tiempo me estoy enterando del nivel de violencia sexual que hubo y las marcas que deja”. Ella omitió el caso de una de las chicas de Libertad que quedó embarazada de uno de los lugarteniente de alias el Oso, comandante paramilitar acusado de haber violado a varias mujeres tal como se muestra en la película. “Ella no quiere al hijo. El hijo le dice “mamá, yo no soy fruto de eso y ella le dice “sí, tú eres fruto de eso”. Algo tan crudo no fue capaz de ponerlo en la película.
 

Los paramilitares eran dueños de las mujeres. Y también de los hombres, a quienes obligaban a trabajar como esclavos. Tenían que ir donde les dijeran (hacer una carretera, cargar bultos) y olvidarse de todo lo demás. Si se peleaban los multaban, entonces les quitaban plata. Todo eso con la aquiescencia, la complicidad y el visto bueno del corregidor de Libertad, el alcalde de San Onofre, el gobernador… “O sea, ¿a dónde iban ellas a quejarse?”, se pregunta. Alias el Oso tomaba trago con el inspector de policía, con el corregidor, no había quien las protegiera. “Y a eso deben agregarse unos niveles de pobreza que uno no entiende. La mamá de Marta, una de las chicas de Libertad, tuvo que vender las gallinas para pagar el bus que la sacara de allá. Pero para esa familia vender las gallinas implicaba vender el huevo diario”. Agrega que casi siempre se habla de la ausencia del Estado. “No, en los Montes de María no había ese vacío sino que el Estado estaba al servicio de los que violaban, robaban y masacraban a la gente”.

El documental también reivindica el papel que han jugado las mujeres como víctimas, ya que ellas en muchas ocasiones son las que sobreviven y se quedan sin el apoyo de sus esposos, compañeros o padres. “Tú hablas con una profesora en el Putumayo y te dice que después de un bombardeo todos niños de esa vereda quedaron huérfanos. Y si no quedaron huérfanos, el tío se murió, el primo se murió o el hermano se murió. Esa matazón que hubo en el Oriente antioqueño… Son ellas las que quedaron”. Para Margarita Martínez era muy importante rodar en el Oriente antioqueño. “Siempre se ha hablado de la participación de comandantes paramilitares de origen paisa. Pero no hay ningún departamento que haya puesto más desplazados, más muertos, más heridos, más minas antipersonales y más secuestrados que Antioquia”.

Aída Lux
Aída Lux, ex combatiente de las FARC, en Mesetas (meta).


En el documental también se utilizan imágenes del proceso de negociación de paz en La Habana que Margarita Martínez no había utilizado en su documental La negociación. Eso tiene una razón de ser. “Yo tenía esa deuda personal con las mujeres que trabajaron día y noche el proceso de paz. Los dos bandos eran básicamente los jefes, que eran hombres. Si metía más personajes se volvía muy complejo el documental. Fue muy bonito que yo haya tenido la oportunidad de contar lo que no hice la vez pasada. Las mujeres tenían papeles fundamentales. Esa mesa de género abrió otros canales personales y de negociación que los hombres ni siquiera sabían que existían. No he visto que visualmente se haya tratado el tema de cómo las comandantes de la guerrilla, las militares, las asesoras elegantes y las chicas de la base de las Farc se entendieron para abrir canales que los hombres no habían logrado”.

La película ya se ha presentado en 17 pantallas de todo el país e inició un recorrido internacional en Costa Rica, Chile, Ecuador, Perú, Venezuela, México, España, Brasil y Argentina. Recientemente participó en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias en la selección Cine en los barrios.

Sumado a esto y dado el importante impacto que ha alcanzado la película en este corto plazo, ONU Mujeres, la Embajada de Suecia y la Feria Internacional del Libro de Bogotá están promoviendo la franja Cuando las aguas se juntan: narrativas de mujeres, iniciativa que reunirá diversas escritoras y temáticas de interés en torno a la igualdad de género.

Como señala Bibiana Aido Almagro,“la lucha incansable de todas las mujeres y sus organizaciones, que vemos reflejadas en el documental es una muestra del poder transformador que tienen las mujeres en la sociedad. Sin su determinación, la Colombia que hoy se abre ante nuestros ojos: plural, inclusiva, con intenciones claras de paz y comprometida con los derechos de las mujeres en toda su diversidad, no sería posible”.
En opinión de ONU Mujeres, esta es una historia que debe contarse para no olvidar y no repetir los horrores de las guerras, pero también, y sobre todo, para inspirar, desde la capacidad resiliente de las mujeres de cuidar y sostener la vida colectiva, reconstruirse, tender puentes, y, cómo las aguas cuando se juntan, crecer y avanzar. “Las mujeres en Colombia han tenido y siguen teniendo un rol esencial en la prevención y resolución de conflictos, así como en los procesos de construcción de paz desde sus territorios. El momento por el que atraviesa Colombia requiere de un apoyo sostenido a estas mujeres y sus procesos, así como del reconocimiento de las historias de lideresas y defensoras, y de todas aquellas mujeres que se han visto afectadas por el conflicto, pero que con una valentía admirable siguen apostándole y defendiendo la vida. Mujeres cuyas historias son cimiento de un legado de construcción de paz sostenible. Desde Suecia seguiremos siendo socios de las mujeres, de su diversidad y, en definitiva, de la paz de Colombia. Este documental es una muestra de ese compromiso y un reconocimiento a las protagonistas”, manifestó Helena Storm, embajadora de Suecia en Colombia.

Río Atrato
Río Atrato a su paso por Quibdó.


ONU Mujeres, la Embajada de Suecia y el legado de la Comisión de la verdad buscan que Donde las aguas se juntan le permita a la sociedad acercarse a lo que significó y sigue significando la herida del conflicto interno en los cuerpos y sentires de las mujeres colombianas, que a pesar de eso no dejaron de trabajar para construir un mejor país desde sus comunidades, territorios y organizaciones siempre teniendo una apuesta clara: los derechos humanos de las mujeres importan. Como dice Bibiana Aido Almagro, “esperamos que quienes puedan ver este documental salgan convencidos del papel transformador que tienen las mujeres y que su lucha no debe caer en el olvido. Es una pieza que esperamos contribuya a la memoria colectiva de este país”.

Por esa razón, el final de la película es esperanzador. A pesar de todas las desgracias, tragedias y horrores de los que en él se ha hablado, el mensaje es que vale la pena seguir adelante. Como señala Margarita, “la esperanza es una obligación”.

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