'Dahomey', la ganadora del Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín

Por Juan Carlos Lemus (*)

especial para CAMBIO

Mati Diop es una directora franco-senegalesa de 42 años. Comenzó dirigiendo cortos en 2004, en 2009 hizo su primer corto documental. No fue sino hasta 2019 que Diop ingresó al reino de los largos cuando estrenó Atlantics en el Festival de Cannes. Ganó el Grand Prix del festival frances y admiración de la crítica; cuando se entendía el compromiso del cine de la directora con ciertas candentes cuestiones sociales y políticas. Ella es la directora de Dahomey, un diptico documental, con ayudas ficcionales, de apenas 67 minutos, donde también se cumple esa premisa de que lo bueno si es corto es doblemente bueno.
En Dahomey Diop habla de la devolución que hace en 2021 el Musée du Quai Branly de París de 26 piezas de arte saqueadas al Reino de Dahomey, Benín actual, en 1892 por los colonizadores franceses. Una de esas piezas es el protagonista de la primera parte, la escultura habla en fon, lengua de África occidental, no en francés. Al comunicar una idea se dice que los silencios expresan con igual importancia que lo enunciado. La directora lo entiende así e invita al espectador entenderlo igual. Y es que una cosa es ver estos objetos en París y otra en Benín. El elefante en el cuarto se llama colonialismo, blanquitud. La vergüenza que le debería dar a Francia el que su idioma se hable en esa parte del mundo debería ser proporcional al orgullo con el que los habitantes del África occidental recuperan el fon.
Cuando se ve el cuidado con el que se preparan las piezas para el viaje en la metrópoli y como son recibidos estos objetos en la excolonia saltan preguntas: ¿Por qué son importantes estas piezas? ¿Cómo llegaron a tener la relevancia que tienen? Y mientras estos tesoros arriban a Cotonou, capital de Benín, la escultura consciente de su retorno va hablando de su viaje de ida, de su secuestro. Sentimos el alma de los creadores y contemporáneos de estas reliquias expresando sus sentires a través de estas. La propuesta de Diop es un tiovivo que somete al espectador a ver tanto el pasado y presente mezclan y que en esa borrachera asoman respuestas: lo horrible del colonialismo; los cómos, cuándos, dóndes y por qués se debe hablar de él hasta que se cierren, si se puede, las llagas que dejó.
En Dahomey se revela a los franceses que posan de queridos al devolver lo robado: neocolonialismo. Y, sin embargo, en la segunda parte de este trabajo Diop ustiliza los debates que se dan en la Universidad de Benín para dejar claro que sabe que no todo es blanco y negro; y sin tomar aparentes posiciones expone el sentido que tiene la devolución en la generación actual de estudiantes tanto como en las más adultas. Son las reacciones que produce en esa sociedad donde se asienta la importancia de la ganadora del Oso de Oro. Aún no se han encontrado respuestas definitivas a preguntas fundamentales, como en este caso, plantea la película, pero eso no evita que se sigan buscando las respuestas.
Lo obvio, relegado por el cine genérico, es que en los trabajos audiovisuales son las imágenes las que deberían contarnos el cuento. Lo que se ve en Dahomey es un viaje espacio-temporal de estas piezas, pero también la vida y la relación con el entorno del lugar al donde llegan. Una cosmovisión diferentísima al canon blanco. Una forma de estar el territorio que quizá sea más lúcido y apropiado para habitar con mucho menos enfrentamientos a la naturaleza. Unos grados de flexibilidad que permitan cierta ósmosis con lo exterior, unas estéticas diferentes que desemboquen en lógicas menos rígidas. Ese es, en mi opinión, lo más grande que deja la película ganadora del festival de Berlín.

(*) Director y productor del podcast Cine con Acento.