“Es mucho más efectivo cambiar comportamientos y corregir situaciones si lo hacemos en buena onda”: Claudia Palacios , autora de ‘Hembrujas’
'Hembrujas' regresó a las tablas. En la foto, Claudia Palacios y Felipe Garay.
Crédito: Cortesía: Cámara de Comercio de Bogotá.
Esta semana, con motivo del Día Internacional de los Derechos de la Mujer, volvió a los escenarios la comedia 'Hembrujas', una versión teatral basada en material del libro del mismo nombre que hace unos años escribió Claudia Palacios. Con esta pieza, que también es posible ver de manera digital, la autora busca llevar el mensaje de la equidad de género de una manera amable y divertida.
Por: Eduardo Arias
Conocida ante todo como una periodista de televisión y prensa escrita con una muy amplia trayectoria, Claudia Palacios también ha incursionado en los libros (desde el periodismo) y Hembrujas -Muchas voces de una lucha en la que faltan hombres dio pie para una obra de teatro en tono de comedia que se estrenó poco antes de que comenzara la pandemia y que, luego de tres años de virtualidad obligada, el pasado 7 de marzo regresó a los escenarios en el Teatro Roberto Arias Pérez. Con ella Colsubsidio y la Cámara de Comercio de Bogotá quisieron conmemorar el Día Internacional de los Derechos de la Mujer.
El nombre Hembrujas es un juego de palabras que combina hembra, el término que más claramente da cuenta de la fuerza del género y del poder creador de la mujer y que resalta dos características que históricamente se han evitado para definir al género femenino: fuerza y poder.
Bruja es una de las tantas maneras como se suele insultar a las mujeres, aunque debe verse como algo positivo ya que en tiempos no tan remotos a las mujeres que mostraban sabiduría y deseo de incidir en la vida pública se les quemaba por brujas. La frase "Muchas voces de una lucha en la que faltan hombres" señala que es necesario que los hombres se sumen activa y decididamente en la búsqueda de la equidad de género.
Claudia Palacios comenzó a escribir sobre temas de género en su columna de El Tiempo y se dio cuenta de que ser mujer no significa conocer los temas de género. Se matriculó en la maestría en género de la Universidad de los Andes (este semestre se gradúa) y al hacer el curso y escribir cada 15 días una columna sobre género se enfrentó a muchas cosas. “Uno era ponerle rigor, no solo hablar desde la experiencia personal. Conocer todo el trabajo de tantas mujeres desde la academia, desde el activismo durante tantas décadas”. Además, en las librerías no encontraba casi material sobre el tema. O bien historias de grandes personalidades como Michelle Obama o textos académicos de autoras como Simone de Beauvoir, pero no sobre mujeres colombianas. Así que decidió escribir sobre ellas y desde el periodismo, un terreno en el que se sentía segura. Al comienzo decidió entrevistar a 30 mujeres que representen la diversidad de lo que son las mujeres, pero pronto se dio cuenta de que 30 era un número insuficiente. Entonces subió a 40, 60 y al llegar a 83 se dijo: “Bueno, pero porque si no el libro no sale”.
CAMBIO habló con ella acerca de los alcances de su libro y de la obra de teatro, así como de su percepción de la lucha por los derechos de la mujer y la equidad de género.
CAMBIO: ¿Por qué decidió hacer una obra de teatro?
Claudia Palacios: Decidí hacer la obra de teatro porque soy consciente de que el solo hecho de nombrar la palabra equidad de género espanta o aburre a mucha gente o hace que mucha gente de una diga “bueno, eso no es para mí”. En algunos casos los hombres creen que la equidad de género es un tema de mujeres y en algunos casos las mismas mujeres dicen “¡uy!, eso es un tema de feministas y las feministas me caen gordísimas y son unas intensas o son unas intransigentes”. O sea, hay una idea alrededor de las mujeres feministas que se puede entender por el hecho de que a las mujeres feministas que han logrado del voto femenino o las grandes conquistas por los derechos de las mujeres les ha tocado hablar muy duro y quizá mostrarse intransigentes, argumentar, cosas que la gente no estaba acostumbrada a oír. Pero también es muy injusto porque pues si no fuera gracias a esas mujeres feministas no habríamos avanzado nada, ni siquiera logrado el voto. Por eso yo vi la necesidad de hacer algo que me permitiera llegar a gente que no estuviera sintonizada con el tema.
CAMBIO: ¿Por qué se decidió por el teatro?
C. P.: Al pensar en varias de las entrevistas que hice para Perdonar lo imperdonable mi anterior libro, que es de víctimas y victimarios y reconciliación me dije: “Bueno, muchas de las maneras de los proyectos de reconciliación que yo documenté son proyectos que fueron posibles, gracias al arte o al deporte o a ciertos catalizadores que facilitan que uno pueda tramitar emociones difíciles y temas complejos. Entonces decidí acudir al arte. A mí siempre me ha gustado el teatro. Yo quise de niña ser actriz. Lo primero que brincó en mí fue una obra de teatro y no una canción o una escultura o una pintura porque el teatro es como más cercano a mis afectos.
CAMBIO: Escribir una obra de teatro no es tan sencillo.
C. P.: Desde luego. No podía hacerlo yo sola porque no lo sé hacer. Preguntando aquí y allá encontré a Camila Vallejo, directora de teatro y actriz. Le conté la idea, ella leyó el libro, me escuchó y me propuso hacer un guion con un hilo conductor que fuera la creación tal como lo enseña el catolicismo y el cristianismo. Ahí empecé a meter mano y entre las dos escribimos el guion. Ella cuidando todos esos elementos del teatro de la comedia y yo cuidando todo lo que tuviera que ver con género y con las conclusiones del libro.
CAMBIO: ¿Cuándo se estrenó la obra?
C. P.: El lanzamiento fue el 25 de noviembre de 2019. La gente respondió muy bien. Como produjo ese propósito de divertir y al mismo tiempo hacer que la gente reflexionara, me lancé a vender a la obra, a ofrecerla y alcanzamos a presentarla antes de pandemia. De hecho el 6 de marzo de 2020, el día que se descubrió el primer caso de coronavirus en Colombia, actuamos ante un público muy grande. Esa fue la última función que hicimos. Todas las fechas que teníamos se cancelaron y lo que yo hice en pandemia fue pedir permiso para grabar la obra cumpliendo con todos los requisitos de la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Desarrollo Económico. La grabamos, la digitalicé. El mensaje le llegó a muchísima gente. Ahora ya pasada la pandemia recuperar la magia de presentar la obra en vivo es otra cosa y ha sido muy bonito.
CAMBIO: ¿Cuál ha sido, digamos, “el valor agregado” de que 'HemBrujas' se haya salido de las páginas del libro?
C. P.: El teatro y el humor, porque es una comedia, logran que la gente diga: “Con mi esposo nos pegamos unos codazos, pero nos morimos de la risa”. Permite provocar esas conversaciones que son difíciles, que pueden llevar a peleas, en un entorno de buena onda y de buena energía, algo que a mí me parece muy importante. Poder entender que cada quien es como es porque responde a la manera como la sociedad lo ha construido, porque somos la respuesta de lo que la sociedad nos ha enseñado. Me parece que es mucho más efectivo cambiar comportamientos y corregir situaciones si lo hacemos en buena onda, y más si son situaciones muy complejas que incluso nos hacen daño. Ese es el propósito de tener la versión teatral y pienso que se logra.
CAMBIO: ¿Cuál es su percepción del machismo en Colombia? Usted presenta bastantes ejemplos con cifras que lo sustentan. Además de lo que dicen esos datos, ¿cuál es su diagnóstico?
C. P.: El machismo está arraigado, es parte de nuestro ADN, no solamente en Colombia sino en el mundo entero. Obviamente hay sociedades que van mucho más adelante en la tarea de quitar esas estructuras que permiten que el machismo prevalezca. Pero sí, todavía nos falta mucho. Nada más cuando el secretario de Naciones Unidas dice que si seguimos al ritmo que vamos tendremos que esperar 300 años para lograr la equidad de género, uno ve la magnitud del problema y que está arraigada según su género, sus condiciones económicas, su proveniencia geográfica. Eso es muy difícil de quitar. El machismo está en todos los hogares, en todas las empresas, en todas las calles y no solo es de los hombres. También es de las mujeres.
CAMBIO: ¿Tiene algunos ejemplos que permitan medirlo?
C. P.: Lo vemos en una de las cifras que a mí me parece más contundente. En Colombia el porcentaje de mujeres que se gradúa de las universidades es 11 por ciento superior al de los hombres pero las mujeres tenemos más dificultades de acceder al empleo. La cifra del Dane de enero es 17,64 por ciento de desempleo en las mujeres y 11 por ciento en los hombres. Y eso que la brecha se ha venido cerrando porque en pandemia fue de 20 por ciento.
CAMBIO: ¿A qué se debe ese contraste tan grande en las cifras?
C. P.: El empleo de las mujeres es más frágil. Nos dedicamos a oficios que las empresas más fácilmente pueden tecnificar o prescindir de ellos. Las mujeres somos las que primero sacrificamos nuestro empleo para poder llevar la sobrecarga de las labores del cuidado. No se reparten equitativamente las labores y a muchas mujeres nos cuesta soltarlas porque nos han criado con la idea de que eso es ser una buena mujer. Los hombres sí las sueltan con mucha facilidad, incluso perdiendo parte de su humanidad, como pasar tiempo suficiente con los hijos o descubrir en los oficios domésticos el desarrollo de otras habilidades. Es una cuestión de conversar, de hacer pedagogía, también de dar también zanahoria y garrote.
CAMBIO: ¿Qué significa para usted el Día Internacional de los Derechos de la Mujer y que marzo sea el mes de la mujer?
C. P.: Es una oportunidad para subir el nivel de la conversación sobre el tema de género que, desde luego, no debe construirse solamente en este mes. Tenemos también el 25 de noviembre el Día de la No Violencia contra la Mujer. En el transcurso del año hay muchas otras fechas que resaltan otros aspectos relacionados con los derechos de las mujeres. La gente reconoce las dos fechas, la de marzo y la de noviembre, y para quienes trabajamos en esto son las más importantes. También es un reto no sonar a paisaje, a “otra vez lo mismo, listo, las escuchamos este mes y ya nos veremos en noviembre o nos vemos el otro año”.
CAMBIO: ¿Cómo dar el paso siguiente?
C. P.: El desafío es cómo contamos el mensaje de manera diferente. Cómo hacemos que la gente se sensibilice. Cómo incluimos nuevas formas de pensamiento sobre estos temas. Además, una chica de 15, 18 o 20 años que está en la universidad tiene ese ímpetu de que todo tiene que cambiar, con poca paciencia. Muy diferente piensan quienes llevan en esto muchas décadas y tienen la serenidad de alguien de 80 años. Las que estamos en la mitad tratamos de unir esos esos puntos que a veces chocan.
CAMBIO: ¿Cómo conciliar miradas tas diversas?
C. P.: Es un reto dar cabida a nuevas voces y a nuevos temas. Que si las mujeres trans son o no son mujeres. Que si debería considerarse la prostitución un trabajo o simplemente es abuso sexual y debería abolirse. Entran nuevas personas con nuevos temas que a veces son muy complejos y que dividen la propia causa feminista. Por eso no se habla del feminismo sino de los feminismos. En eso hay cualquier cantidad de producción académica. A veces uno encuentra dos mujeres feministas que piensan totalmente lo opuesto. Entonces también está el reto de cómo entre nosotras, a pesar de nuestras diferencias y respetando esas diferencias, podemos seguir trabajando conjuntamente en temas que nos permitan avanzar.
CAMBIO: Como periodista y escritora, ¿cuál es su posición frente al lenguaje inclusivo?
C. P.: Sobre el lenguaje inclusivo pienso que no es para ridiculizarlo, como lo digo en la obra de teatro. Hoy día mucha gente no lo entiende, le queda más fácil hacer un chiste y con eso censurar o descalificar a quienes consideran, que ese es un tema importante de la lucha por la equidad de género. Lo pienso así, porque me he encontrado en mis clases en la universidad con alumnas jóvenes a las que no se les puede decir chicas porque se consideran no binarias y no se sienten incluidas cuando les dicen todos y todas sino cuando dicen todes o amigues. Esta persona se pone a llorar o se le quiebra la voz. Ese tipo de testimonios a mí me han hecho reflexionar.
CAMBIO. ¿Usted utiliza el lenguaje inclusivo?
C. P.: A mí no me gusta decir todes ni elles ni bienvenides. No lo digo. Pero cuando oigo esos testimonios me cuestiono. Así como en la sociedad excluyó por tantos años incluso desde la Organización Mundial de la Salud a los homosexuales diciendo que eran personas enfermas (eso ya ha ido cambiando), puede ser que estemos en otro momento de cambio en que no hemos terminado de entender que ese no binarismo sí existe y hay que denominarlo de otra manera. Para resolver el asunto yo no distorsiono el lenguaje y trato de hacerlo neutro. Digo “bienvenidas todas las personas que nos acompañan” en vez de decir “bienvenidas y bienvenidos”. Sí, hace un poco más larga a cada frase, y cuando veo que el lenguaje se vuelve pesado me voy a lo convencional, a seguir diciendo “todos” como un genérico que comprende hombre, mujer y los demás géneros. Pero yo creo que eso no está resuelto. Tenemos que escuchar y encontrar unas formas que respeten esas nuevas visiones de inclusión.
CAMBIO: ¿Los hombres sí hemos aprendido algo en estos años de luchas por los derechos de la mujer?
C. P.: Yo creo que los hombres sí han tomado conciencia. Me encuentro con hombres que tienen hijas preocupados por cómo será la vida de sus hijas cuando crezcan, con qué tipo de hombres se van a encontrar y eso los lleva a tratar de decir “yo tendré que cambiar”. Si los cuestiona ahora es muy difícil hacer esos cambios cuando uno viene toda la vida sintiéndose con determinados privilegios. No porque alguien le haya dicho “usted por ser hombre los tiene” sino porque todo está configurado para que los hombres tengan esta posición de liderazgo, de autoridad, de prelación. A pesar de los avances todavía tenemos una mayoría de hombres en la política, dirigiendo, presidiendo empresas. Los hombres que vemos como grandes figuras en lo que admiramos (el deporte, el arte) o las personas que vemos en eso son mayoritariamente hombres. Es muy difícil para un hombre decir “mi posición me la tengo que ganar, no está ahí por el hecho de ser hombre”.
CAMBIO: ¿Eso cómo se manifiesta?
C.P.: Cuando llegan mujeres que tienen unas condiciones iguales o mejores que las de ellos, en el entorno de una empresa, de una familia, sienten que están perdiendo espacio. Eso no lo reciben bien y se crea un movimiento reaccionario, como pendular, como que se van al otro extremo. Aparecen esas argumentaciones de que las viejas ahora todo nos lo ganamos porque somos mujeres, porque toca ser políticamente correcto. A mí eso me preocupa mucho porque se vuelve la guerra de los sexos.
CAMBIO. ¿Cómo evitar que se mantenga por siempre esa situación pendular, de acción y reacción?
C.P.: Hay que incluir más a los hombres en esta conversación. Eso es lo que hago en el siguiente proyecto que siguió a Hembrujas que se llama Muy machitos, que está en mi canal de YouTube Claudia Palacios Oficial. Es un video podcast que hago con hombres que están trabajando en temas de equidad de género desde las posiciones que ocupan. Rector de una universidad, el director de una institución pública, en fin, una gran cantidad de hombres. Entonces yo pienso que sí hay un aprendizaje, sobre todo en desarrollar la conciencia, pero pienso que los hombres necesitan más acompañamiento para hacer esas transformaciones de comportamientos que están demasiado arraigados y que para muchos se vuelven una desventaja, una debilidad a la que no están acostumbrados. Esos comportamientos también los tienen muchas mujeres. Entonces, en ese sentido creo que no es que haya que acompañar a los hombres como hombres sino a las personas que están muy permeadas por el machismo, que pueden ser hombres, mujeres o personas de otros géneros.
CAMBIO: ¿Debe hablarse de igualdad de género o de equidad de género?
C. P.: Todavía es una controversia. Los documentos de Naciones Unidas mujeres, que es la gran autoridad mundial en este asunto, hablan de igualdad de género. Pero hay otra corriente con la que yo me siento más identificada que habla de equidad de género. Cuando uno habla de igualdad muy fácilmente las personas que quieren controvertir dicen que uno no está reconociendo algo evidente que son las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. La musculatura de los hombres es más desarrollada que la de las mujeres o la capacidad que tenemos las mujeres de procrear en nuestro vientre. Cuando uno dice igualdad mucha gente dice que uno es negacionista de la biología. Aunque se habla de igualdad de derechos, igualdad de oportunidades, de condiciones que permitan la igualdad de oportunidades, me parece que es mucho más fácil explicarlo si uno usa el término equidad.
CAMBIO: ¿Tiene algún ejemplo que lo ilustre?
C. P.: En España aprobaron la licencia por menstruación. Eso tiene esa esa doble mirada. Algunas personas dicen que eso es equidad porque es reconocer que las mujeres una vez por mes estamos en unas condiciones en que nos duele más el cuerpo, el abdomen. La licencia por menstruación es para muchas personas una medida de equidad para no exigirles a las mujeres un desempeño igual al que se les exige a los hombres. Pero en últimas lo que termina sucediendo es que limita el acceso de las mujeres al empleo porque el empleador hace cuentas. “Me toca darles más licencia que a un hombre si se embaraza y además toca darle la licencia de menstruación”… y como además asumimos que las labores del cuidado de los hijos y la familia están más en en la carga de la mujer, pues muchos empleadores prefieren no contratar mujeres porque les va a costar más en días que la tengo que reemplazar, en permisos. No es que yo no comparta que existan esas medidas con visión de igualdad. Pero creo que varias de esas medidas fuerzan algo que después no puede vigilarse si se cumple. Un empleador no va a decir que no la contrató por esas razones sino porque dice tener un mejor candidato. Creo que en eso hay que ser más estratégicos. Al final es mucho más importante que las mujeres tengan acceso al empleo y a la autonomía económica. Una mujer con autonomía económica está un poco más protegida frente a la violencia psicológica, económica, física. Entonces mejor sacrificar la licencia de menstruación. No sería para siempre sino mientras el empleo de las mujeres siga siendo tan inferior al de los hombres.