Crédito: Yamith Mariño Díaz
Seis testimonios más de matoneo en el colegio Helvetia. ¿Qué opina el rector?
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Luego de la denuncia publicada por 'El Espectador', CAMBIO recibió seis testimonios adicionales de exalumnos del colegio Helvetia que sufrieron acosos y abusos dentro de la institución. Para las víctimas, las acciones del colegio han sido insuficientes, cuando no nulas. ¿Qué dice el colegio?
Por: Maria F. Fitzgerald
“Pueblo pequeño, infierno grande”, es lo que dicen varios de los exalumnos del colegio Helvetia, uno de los más prestigiosos de la ciudad de Bogotá, cuando se refieren a la institución.
Esa frase contrasta con el colegio lleno de niños que corren entre toboganes, juegos, aulas modernas y edificios de conservación histórica. Sin embargo, la institución se ha convertido en el centro de la conversación sobre el bullying en los colegios del país.
Luego de que se conocieran al menos dos casos de madres que denunciaron públicamente hechos de matoneo en contra de sus hijos, CAMBIO recibió seis denuncias adicionales de alumnos, exalumnos y padres de exalumnos que siguen extrañando del colegio acciones contundentes en contra del acoso que sufren sus propios estudiantes, a manos de profesores y de otros alumnos.
Las víctimas de acoso que conversaron con CAMBIO dicen que la cultura interna del colegio es la que permite que los ataques racistas, clasistas, homofóbicos y machistas dentro de la institución se repitan una y otra vez. Según ellos, el colegio únicamente está preocupado por mantener limpia su imagen y no por reparar lo que, para los alumnos y exalumnos acosados, son décadas de violencia institucional.
Sin embargo, el propio colegio se jacta de ser un ejemplo de lucha contra el bullying.
Las denuncias ya publicadas sobre el Helvetia
La primera denuncia pública interpuesta contra el colegio Helvetia llegó a la Corte Constitucional, que se pronuncio al respecto en julio de este año: la madre de un exalumno logró demostrar que su hijo había sido acosado sistemáticamente por sus compañeros, quienes lo denigraron por su identidad sexual y por su aspecto físico. Una vez el niño se fue del colegio, sus acosadores le pagaron a niños del nuevo colegio para que lo siguieran matoneando.
En la sentencia, la Corte Constitucional determinó: “La Sala de Revisión cataloga como insuficientes las acciones adelantadas por el IABC para garantizar la protección efectiva del derecho a la educación del niño. La Sala encuentra que existieron varias denuncias e indicios claros, así como pruebas contundentes, que ameritaban que el IABC iniciara las investigaciones del caso y evitara que la situación se agravara. Empero, como se procederá a explicar, la accionada hizo caso omiso a las alertas que daban cuenta de los actos de matoneo escolar y del perjuicio que le estaban causando a los derechos fundamentales”.
Pese a que entonces el colegio aseguró que iniciaría una serie de acciones que buscarían mitigar los daños sufridos por su comunidad, la realidad ha sido que más víctimas han salido a la luz. Ejemplo de esto fue el reportaje de El Espectador, publicado el domingo 20 de agosto, en el que la madre de una alumna contó cómo su hija había sido discriminada por su raza. Ella, por ser una niña de tez negra, fue segregada y perseguida por algunos de sus compañeros.
La madre, quien además es una alta funcionaria de Naciones Unidas en Colombia, tuvo que sacar a su hija del país y regresarla a Suiza, pues la salud mental de la niña quedó afectada.
Para profundizar
Los seis nuevos testimonios
Luego de publicado el artículo, seis personas más se acercaron a CAMBIO para compartir sus experiencias con el colegio. Uno de ellos explica que los acosos son sistemáticos: “Cada generación nueva marcaba a uno, o dos estudiantes, que de pronto no tuvieran la misma cantidad de dinero de los demás, o que tuvieran características diferentes, o incluso que tuvieran la piel apenas un poco más oscura. Eso ya los convertía en blanco de todas las burlas, violencia y acoso de los demás compañeros”, asegura uno de ellos.
Él recuerda que las burlas iniciaron desde que llegó al colegio. Pasaron solo un par de meses hasta que se convirtió en el sujeto de acoso por parte de sus compañeros. Lo señalaban de “bruto”, también lo señalaban por ser “sucio” y lo perseguían cada vez que, con los años, él intentaba acercarse a cualquiera de sus compañeros.
Recuerda que el rechazo fue tan fuerte que, cuando él fue hasta al aeropuerto a recibir a sus compañeros, que llegaban de un viaje del que él regresó primero, solo uno de ellos se volteó a saludarlo: “Este tipo de cosas, cuando son tan sistemáticas como las que muchos de nosotros hemos tenido que enfrentar, terminan por limitarte. Es algo a lo que incluso años después yo sobrevivo todos los días. Siento que esto, por supuesto, marcó gravemente el potencial que yo habría podido tener en mi vida. Desde que salí del Helvetia, la depresión y las ideas suicidas me acompañan todos los días”.
Algo parecido asegura otra víctima, que señala que a ella la empezaron a atacar cuando decidió salir con otro de sus compañeros en una cita: “Se formaron chats en las que no hubo nadie que no me tratara de ‘perra’, de ‘zorra’. Mis compañeros empezaron a marcarme y a perseguirme por haber vivido algo que todos los adolescentes viven en algún momento de sus vidas. Pero para mí eso se convirtió en una marca constante, pese a que el chico con el que salí hacía parte del mismo curso”, señala.
Una tercera exalumna recuerda que desde que entró al colegio quedó marcada porque era más alta que sus compañeros. La trataban de 'ballena', la perseguían hasta el baño de mujeres, donde la encerraban entre todos los hombres de su curso; la escupían y, en una ocasión, un compañero le puso popó de perro en el pelo: “Es muy difícil que esto no te deje marcas permanentes. Sobre todo cuando ha sido algo que te han repetido desde que eres muy pequeña. Hasta el día de hoy quisiera mucho haber vivido un contexto diferente para no tener que enfrentar a diario varias de las secuelas que quedaron”.
Esta misma exalumna recuerda el caso de otra de sus compañeras de curso a la que discriminaron por ser ecuatoriana. A ella la marcaron por tener un color de piel un poco más oscuro que el de sus demás compañeras. Eso llevó a que se convirtiera en otra de las perseguidas del salón.
Así como ocurrió con otra exalumna, que publicó su testimonio anónimo en Facebook. Allí cuenta la forma en que el último año de colegio fue para ella un infierno en el que, incluso, una profesora decidió apostar una botella de alcohol con los demás alumnos del salón asegurando que sería ella la que sacaría un puntaje más bajo en las pruebas del Icfes.
La madre de otro exalumno contó que, cuando él tenía tan sólo 11 años de edad, sus compañeros lo atacaron de múltiples formas.“Lo arrastraron a la cancha de fútbol y le dijeron que iban a utilizar su cabeza como balón. Algunos niños alcanzaron a patearlo”. La madre denuncia que el niño se convirtió en blanco de los ataques por ser más silencioso que el resto de sus compañeros: “Eso fue excusa suficiente para que lo atacaran durante todos los años en los que estuvo allí. En múltiples ocasiones solicitamos acompañamiento por parte de las autoridades del colegio. Pero la respuesta siempre fue ignorarnos”.
En todos los testimonios recolectados el factor común fue justamente ese: la falta de acompañamiento por parte del colegio. De acuerdo con las víctimas, pese a que intentaron acudir a distintas figuras de autoridad –incluidos profesores e incluso los psicólogos del colegio–, la respuesta fue, siempre, que ignoraran a sus abusadores. Varios de ellos aseguraron a CAMBIO que no solo ignoraron el problema, sino que, incluso cuando ocurría frente a ellos, los profesores no intervenían; en algunos casos, los mismos profesores participaron del acoso.
Una de las víctimas teme que el colegio ahora diga que está trabajando en estos temas simplemente como un ejercicio de limpieza de su imagen. Para él, la cultura interna del colegio es la que ha permitido que se perpetren en todas las generaciones nuevos casos de acoso: “Mi pregunta para el colegio es si ellos realmente han pensado procesos de reparación para quienes sufrimos acoso en sus instalaciones. Yo los invitaría a que se acerquen a todas las víctimas y procuren saber cómo estamos. Estas acciones no se pueden quedar en una limpieza a la imagen del colegio. Acá, lo cierto es que el colegio no ha sabido atender los casos de acoso que abundan internamente”.
¿Qué responde el colegio?
“La respuesta es no. Claramente no existe una política de acoso, de permisividad del acoso. Muy al contrario. Nosotros sí ponemos la convivencia como una prioridad absoluta de la rectoría y sí te recuerdo que yo llevo un poco más de un año en el cargo de rector. Desde el año pasado contamos con una nueva dirección de convivencia. Desde mucho antes contamos con una colaboración con la organización Aulas en Paz, que nos acompaño en la implementación de lo dispuesto en la Ley 1620 –la ley que en 2013 creó el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para el ejercicio de los Derechos Humanos, la educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia escolar–”, aseguró Martin Kobel, director del colegio Helvetia, a CAMBIO.
De acuerdo con el director, el colegio ha redoblado esfuerzos para mitigar los problemas de convivencia. Ha doblado los comités de convivencia, ha sostenido mesas técnicas con la Secretaría de Educación distrital, ha hecho formaciones con docentes y estudiantes y organizado escuelas de padres para sensibilizar sobre el tema; y ha implementado un programa nuevo en el colegio que ha conformado un grupo de mediadores escolares conformado por los mismos alumnos: “No estamos entregando todo el tema a los estudiantes. Esto es un canal adicional, que ayuda a detectar las situaciones más cotidianas, que pueden ser fácilmente solucionables antes de que escalen”.
Kobel aseguró a CAMBIO que directivas y profesores están haciendo un esfuerzo –desde antes de la sentencia de la Corte– por mitigar las situaciones de matoneo en el colegio. Por eso mismo, están preparados para cumplir lo ordenado por la Corte y superarlo con esfuerzos más amplios.
Para él, el Helvetia se convirtió en el colegio señalado, cosa que, incluso, está provocando que señalen a los estudiantes. Sin embargo, es consciente de que este es un tema que los trasciende pues, asegura, es un tema que afecta a una de cada tres personas que han cursado por el sistema educativo colombiano –como lo comprobó un estudio realizado por la Universidad Javeriana– y, por lo mismo, es un problema social.
Kobel añade que es importante que el bullying se esté visibilizando y poniendo en el centro del debate público: “Nuestro compromiso con los asuntos de convivencia no tiene que ver con el tema mediático, sino es algo que nace de nuestra propia convicción”.