El fallo de la Corte Constitucional afectará económicamente a decenas de poblaciones y miles de personas marginadas y nuevamente olvidadas.
Carlos Duarte (*) se enlistó en las Fuerzas Armadas como soldado profesional y llegó a lucir insignias de una fuerza élite del Ejército. Eso fue hace más de 20 años. Luego, por azares del destino, terminó en las filas del paramilitarismo y se desmovilizó en el proceso de paz de la época del expresidente Álvaro Uribe.
Ni lo primero ni lo segundo fueron actividades que hizo por gusto, sino porque eran las únicas que, por su formación con secundaria incompleta, le podían dar un sustento para vivir. Carlos no nació en ninguna urbe colombiana, sino en un pueblo marginado a la orilla de un río. Para llegar allá se requieren varias horas de camino en trocha y otras más en lancha.
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“Desde que se desmovilizó del paramilitarismo, Carlos encontró en el turismo de pesca deportiva una actividad digna y legal…”.
Durante los primeros meses de la pandemia de covid-19 no tuvo ninguna ayuda del Gobierno. La recibió de un grupo de personas con quienes ha hecho una relación de especial camaradería y aprecio, gracias a un denominador común: la pesca.
Desde que se desmovilizó del paramilitarismo, Carlos encontró en el turismo de pesca deportiva una actividad digna que le permitió proveer para él y su familia, en un pueblo donde hay pocas oportunidades para trabajar legalmente, tal y como se comprometió a hacerlo cuando dejó las armas.
Su trabajo como botero es necesario y apreciado por los pescadores y en particular por los deportivos, que le dejan a la economía del pueblo varios millones de pesos cuando llegan a disfrutar de una semana de pesca.
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“No es extraño para Carlos ver pasar, río abajo, pangas con alijos de cocaína. Es una señal que le recuerda que en la zona acechan las malas compañías”.
El pescador y el botero se complementan de manera armoniosa y se vuelven uno, pasando largas horas juntos, en búsqueda del mejor pez. El que una vez atrapado es devuelto al agua y con vida. El botero conoce, como ninguno, el curso del río y los mejores sitios para pescar y vela porque la embarcación siempre esté en buen estado para navegar.
No es extraño para Carlos ver pasar, río abajo, pangas con alijos de cocaína. Es una señal que le recuerda que en la zona acechan las malas compañías. Sin embargo, en su mente está presente que es su actividad como botero, la que le permite ganar unos 100.000 pesos diarios sin poner en riesgo su vida a mano de narcotraficantes, bandas de delincuentes o del Ejército.
Carlos trabaja para colombianos y extranjeros. El río que conoce, desde que era un niño, es apreciado por miles de personas que llegan cada año a disfrutar de una pasión que para muchos es difícil de entender.
Sentarse varias horas y durante no pocos días a pescar y soltar con vida el producto de la pesca, es una emoción que comparten pocas personas, pero las suficientes para que esa pasión se traduzca en cuantiosos recursos económicos para las poblaciones que los acogen.
Carlos ya sabe que la Corte Constitucional prohibió la pesca deportiva. La noticia llegó a su pueblo el mismo día en el que la Corte publicó su comunicado número 13 del 27 de abril de 2022, dando cuenta de ella.
No conoce los detalles, pero sabe lo suficiente para no creer que a alguien se le ocurra cercenar de tajo un trabajo que le ha permitido darles educación, comida y vestir a sus dos hijos y un nieto.
Que si los peces sienten o no, o que si los deberes constitucionales tienen un orden para poder determinar que uno prima sobre el otro, o que si el principio de precaución se aplicó correctamente por parte de la Corte, lo tienen sin cuidado.
Hoy sus preocupaciones se limitan a saber el día en el que su actividad se volverá ilegal, y de ese día en adelante prepararse para vivir nuevamente al margen de la ley, como botero de pesca deportiva, pues es lo único que sabe hacer.
Recuerda su compromiso con el Estado cuando abandonó las filas del paramilitarismo, pero no concibe cómo ese mismo Estado les da la espalda a él y a muchos en su pueblo que viven de algo que consideraban que era legal.
No es fácil de explicar, mucho menos de entender. La Corte Constitucional ha dado un año –en mi opinión muy poco– para que su prohibición tome lugar y la pesca deportiva sea declarada y perseguida por ser ilegal.
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“Tal vez si Carlos hubiera nacido en una gran urbe colombiana no estaría pensando en volver a tomar el camino de la ilegalidad”.
La Corte por tratar de hacer más hizo menos. Sus retos, al emitir fallos como el que anunció en su comunicado, son de enorme calado. Pescó en río revuelto para tomarse una foto que los ambientalistas aplauden.
Quizás tienen razón, pero ha devuelto al río y en estado terminal una actividad económica que en 12 meses será ilegal. Para otros, en cambio, la pesca deportiva promueve mayor bienestar comparado con los efectos no medibles de la supuesta “degradación al medioambiente” que la Corte dice que causa. Así mismo, y al parecer sin mayores argumentos económicos, la Corte prefirió privilegiar la presumida afectación nociva a los peces que la afectación nociva a una importante fuente de ingresos de una parte de la Colombia olvidada.
Si Carlos hubiera nacido en una gran urbe colombiana tendría dentro de un año muchas otras oportunidades para subsistir. Pero no corrió con esa suerte. Tal vez el órgano de cierre de la justicia colombiana pecó por legislar para los animales, con argumentos no del todo consistentes, sin detenerse a pensar en los efectos económicos nocivos que su decisión va a causar en poblaciones marginadas y lugareños olvidados.
La Corte Constitucional está aún a tiempo de revisar o modular su decisión para darle una solución a Carlos, a los Carlos Duarte del país. Es su deber constitucional no abandonarlos a su suerte.
(*) Carlos Duarte es un nombre ficticio de un botero real, que sirvió en las filas del Ejército en una fuerza élite y luego en las del paramilitarismo hasta que se desmovilizó. Encontró en la pesca deportiva su nuevo medio de sustento y que ejerce desde hace aproximadamente 15 años. Sus pensamientos, sentires y emociones sobre la determinación de la Corte Constitucional son elucubraciones expresadas a su nombre, de las conversaciones que él ha tenido con pescadores para quienes él ha trabajado y que entrevisté para hacer este escrito.