Luis Alberto Arango
8 Julio 2022

Luis Alberto Arango

Incertidumbre, inseguridad y desconfianza en Chile

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Lo que sucede en Chile puede afectar a Colombia y al resto de la región.


Lo que está pasando hoy en Chile no estuvo en la imaginación de nadie hace menos de una década. La inseguridad en su capital, Santiago, está en sus niveles más altos y es el tema de conversación diaria entre sus habitantes. Día a día se presentan secuestros exprés, ciudadanos apuñalados en la calle antes de asaltarlos. Tiroteos en discotecas. Autos cerrando el paso para atracar a ocupantes de otros vehículos. El problema no solo se concentra en la capital, ya comienza a verse en otras ciudades importantes. Además, los carabineros -la policía chilena- que antes eran vistos como símbolo de orden y respeto, no sienten el respaldo institucional que tenían antes.

“A la inseguridad hay que sumarle la incertidumbre política y con el gobierno de Gabriel Boric”.

El centro de Santiago, en donde se llevaron la mayor parte de las manifestaciones del estallido social de octubre de 2019 y que era símbolo de pujanza y tradición, es hoy un lugar en declive. Las manifestaciones constantes se encargaron de destruir su mobiliario urbano, deteriorar fachadas y deshacer el encanto que otrora tenía. Allí ya no quieren estar las oficinas bancarias, ni de abogados, ni de consultores, ni de empresarios, etcétera y los que antes vivían orgullosamente en el lugar, prefieren irse a otra parte. 

A la inseguridad hay que sumarle la incertidumbre política y con el gobierno de Gabriel Boric, quien anunció el primero de julio pasado los lineamientos de la reforma tributaria que presentará al Congreso. Era una de sus promesas de campaña electoral. Como es usual en una reforma fiscal, intenta ser más progresiva -cobrando mayor impuesto a quien más tiene-, cerrar la brecha de la inequidad, así como frenar la elusión y la evasión con el fin de financiar los ambiciosos programas sociales de su gobierno. 

Boric tiene una baja popularidad. Su juventud, inexperiencia e inmadurez política le han pasado factura. En Chile pocos lo ven como el líder capaz de superar el cisma ocasionado por el estallido social que él mismo protagonizó, como líder político, cuando recogió las banderas de quienes estaban descontentos. El clamor de cambio se canalizó mediante un acuerdo histórico que hizo que el gobierno del momento, con el presidente Sebastián Piñera a la cabeza, y todas las facciones políticas coincidieran en la decisión de cambiar la Constitución.

Para ello sometieron a un plebiscito, en octubre de 2020, la siguiente pregunta: ¿Quiere usted una nueva Constitución? El 78 por ciento de los votantes contestó afirmativamente en una consulta ciudadana que tuvo una abstención de un poco menos del 50 por ciento. Cifra que es baja para el estándar chileno. La suerte estaba echada, la víctima del descontento social fue la Constitución. El deseo de cambiarla no es nuevo, viene desde hace un poco más de una década. Pero esas intenciones siempre se habían modulado para que, en vez de redactar una nueva, se hicieran reformas precisas a unos pocos artículos, cada vez que hacía falta. 

“Para algunos la Convención parecía más bien un escenario en donde se tramitaban rencores, en vez de servir para construir políticamente el futuro de Chile, sin venganzas ni revanchismos”.

La cuerda no pudo para más reformas y ahora el pueblo quería un cambio total. La Convención Constitucional, representada por 77 mujeres y 77 hombres elegidos democráticamente, suponía la expresión máxima de la unión y el propósito común por construir un Chile mejor. Sin embargo, hasta ahora la Convención, disuelta el pasado 4 de julio una vez presentó el texto final de la nueva Constitución, fue fuente de agrietamiento y desconfianza.

Los chilenos vieron con desánimo debates en televisión en los que los miembros de su Convención Constitucional discutían a los gritos, se decían mentiras, exponían sus argumentos con verdades a medias, se trataban de manera desobligante y algunas de las propuestas de artículos constitucionales no reflejaban el pensar de lo que había inspirado el cambio. Para algunos la Convención parecía más bien un escenario en donde se tramitaban rencores, en vez de servir para construir políticamente el futuro de Chile, sin venganzas ni revanchismos. 

El texto de la nueva Constitución y que deben leer y estudiar los chilenos, para decir el próximo 4 de septiembre si la aprueban o la rechazan, parece reflejar ese lamentable espectáculo que dio la Convención Constitucional en televisión.

La prestigiosa revista británica The Economist, en un análisis de su contenido, concluyó que lo mejor es que los chilenos rechacen ese texto, es decir que desaprueben el trabajo hecho por la Convención Constitucional y que más bien reformen la actual. Sentencia The Economist “la vieja Constitución no es perfecta. De hecho, ha sido reformada casi 60 veces, pero comparada con el texto que la reemplazaría, es un modelo de claridad”.

Volviendo a la reforma tributaria, Boric y su gobierno apuestan a que sea bien recibida por la mayoría de los ciudadanos y con ello aumentar la popularidad del presidente, animando de paso a los votantes para que aprueben el nuevo texto de la Constitución. El presidente, fiel a los que lo eligieron, se la va a jugar a fondo para respaldarla a pesar de las críticas a su texto y de que sabe que las encuestas indican que los votantes la van a rechazar. 

Hace pocos días el expresidente chileno Ricardo Lagos, emitió un comunicado en el que anticipando el resultado y tratando de ser un orientador de la política chilena, hace entender que lo mejor es reformar la actual. Sus palabras no pudieron llegar en mejor momento. Aunque está en el ocaso de su vida, todavía mantiene el prestigio suficiente y no genera gran rechazo. Su nombre, legado y orientación podrían ser muy útiles, en estos momentos, para marcar el futuro chileno. 

“Colombia sigue atentamente el acontecer político y económico chileno bajo su nuevo gobierno de izquierda”.

Durante los próximos dos meses el país austral estará analizando con lupa la reforma tributaria y con menos entusiasmo el proyecto de su nueva Constitución. Seguramente la reforma será aprobada con pocos cambios y las encuestas anticipan que el nuevo texto de Constitución será rechazado.

El rechazo va a ser interpretado también como un mensaje de desaprobación al gobierno de Boric. Lo que podría ser un catalizador que aplomaría las emociones de todas las corrientes políticas para recuperar el nivel de madurez y cordura que se requiere para modificar, sin revanchismos ni rencores, la Constitución actual.

Colombia sigue atentamente el acontecer político y económico chileno bajo su nuevo gobierno de izquierda. Hoy los dos países enfrentan retos similares, a pesar de tener diferentes historias. Superado el capítulo de reformar o cambiar su Constitución, el gobierno de Gabriel Boric tiene el reto de recuperar la confianza, controlar la creciente inseguridad y mantener la senda del desarrollo. Sus fallas podrían ser guía para no repetir los mismos errores en Colombia. Y sus aciertos, inspiración para solucionar las demandas por tener un país más equitativo, menos desigual y con oportunidades de trabajo para todos.

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