Yohir Akerman
5 Noviembre 2022

Yohir Akerman

Los secretos de la Iglesia

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Esta es una historia de cómo los altos miembros de la Iglesia católica en Colombia han hecho todo lo posible para encubrir a los curas investigados por abusos sexuales. Y cómo algunos jueces de la república están ayudando a que sus secretos queden escondidos. Una historia de pecados, penitencias, fe, absolución religiosa, sermones y mucha dureza contra el feligrés pecador, pero una mano muy blanda frente a los curas que delinquen. 

Por eso, tratémoslo como un problema jurídico y no como una confesión sacramental. Ya que, en esa última, el penitente empezaría con el saludo acostumbrado: Ave María Purísima, mientras el sacerdote respondería: …sin pecado concebida. Acá la que tiene que confesarse es la Iglesia de pecados concebidos y, peor aún, de delitos probados. Oremos. 

El periodista Juan Pablo Barrientos ha realizado un trabajo dedicado y juicioso para documentar los horribles casos de abuso sexual a menores por parte de sacerdotes en Colombia. Su investigación ha visto la luz a través de valiosos artículos periodísticos publicados en el portal Vorágine y en dos libros de su autoría: Dejad que los niños vengan a mí y Este es el cordero de Dios. Muy recomendados. 

Por estas dolorosas denuncias, Barrientos ha sido víctima de ataques personales y censura. También ha tenido que superar barreras, incluso jurídicas, para acceder a la información. En 2019, presentó varias acciones de tutela, caso que llegó hasta la Corte Constitucional que, en una destacada sentencia, la T-091 de 2020, amparó su derecho a la información y le ordenó a la Arquidiócesis de Medellín entregarle todos sus archivos secretos. 

Aunque solo entregó un pedacito, los resultados de la revisión producen escalofrío. No solo porque se probó que ha habido 66 curas denunciados por abusos sexuales solo en Medellín, sino también porque 35 de estos eclesiásticos siguen ejerciendo como sacerdotes actualmente. Lo más preocupante es que todo esto ocurre bajo la protección y el encubrimiento, por años, del arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón Restrepo. 

Como referente, vale recordar que hace menos de un año, se dio a conocer la indagación de una comisión establecida por obispos católicos en Francia, pero que trabajó independientemente de la Iglesia, cuyo informe reveló que alrededor de 216.000 niños fueron abusados sexualmente por obispos y sacerdotes en el país desde 1950 hasta el 2000.

El número aumenta a 330.000 si se incluyen las agresiones por parte de miembros laicos de la Iglesia. Alrededor del 80 por ciento de las víctimas eran varones, niños de entre 10 y 13 años. “El abuso fue sistemático”, aseguró Jean-March Sauvé, jefe de la comisión, durante la presentación del reporte. Y si por Francia llueve, en Medallo diluvia.

Basta recordar el caso del sacerdote Roberto Antonio Cadavid Arroyave, que en 1998 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de Chiquinquirá en Bello y rector del colegio parroquial que lleva el mismo nombre. Tuvo que salir en febrero de 2005, cuando llegaron dos denuncias que no pudieron ignorar por pederastia del cura contra dos menores, uno de 12 y otro de 14 años, pertenecientes a su comunidad.

Uno de los testimonios es de un joven paisa que pidió la reserva de su identidad y que asegura que fue abusado, teniendo tan solo 14 años, cuando se desempeñaba como monaguillo del padre Cadavid. El joven, ya adulto, aportó pruebas de su denuncia como una copia de un cheque, por 6 millones de pesos, a favor del monaguillo, como parte de los 88 millones de pesos que Cadavid pagó para callarlo por años. 

El dinero salió del presupuesto del colegio Pablo VI, donde Cadavid fue rector en la misma época de los hechos criminales. Es importante aclarar que esa institución recibe dineros públicos de la alcaldía local, por ser de cobertura estudiantil para niños de bajos recursos de Medellín. De ahí salieron los millones de pesos con los que el pederasta padre compró el silencio de uno de sus exmonaguillos. 

cheque

Pese al escándalo en Bello, el entonces arzobispo Alberto Giraldo nombró al padre Cadavid, de 61 años, en la parroquia de Santa Ana, ubicada en la Comuna 3 de Medellín, y lo mantuvo a la cabeza del colegio parroquial Pablo VI. En 2012 se repitió la historia y, nuevamente, salió impune de sus pecados y delitos. Al contrario, siguió aumentando su experiencia parroquial en otras congregaciones codiciadas de Medellín. Todo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

Pues bien, el arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón Restrepo, para evitar más escándalos en Colombia, lo recomendó ante la Diócesis de Brooklyn, en Nueva York, y allá fue a parar en noviembre de 2012. El obispo Nicholas Anthony DiMarzio, demostró que Tobón le envió varias cartas en 2012 y 2015, recomendando a Cadavid, sabiendo que era un depredador sexual peligroso para los niños. 

cartas

Lo peor es que el padre Cadavid fue devuelto a Colombia, sin mayores represalias por las decenas de violaciones de niños que ha cometido, porque el proceso judicial en su contra fue archivado en la Fiscalía. Vive escondido en una finca, gracias la venia de sus superiores eclesiásticos. El sacerdote en confesión diría: que el Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados. 

decretos

Pero Roberto Cadavid no ha sido el único que ha gozado del encubrimiento de Ricardo Tobón. Decenas de curas se han beneficiado de la protección de este arzobispo que incluso se dedica a decir, en videos, que todo esto se trata de una persecución contra la Iglesia católica, un libreto ya conocido en todo el mundo cuando la prensa investiga la pederastia en esa institución.

Carlos Yepes, un famoso telepredicador antioqueño con más de un millón de suscriptores en YouTube, fue protegido por Ricardo Tobón, luego de ser denunciado por tres hombres que dicen haber sido víctimas de abuso sexual en su niñez por parte del famoso cura. En lugar de ser reprendido por Tobón, Yepes recibió unas felicitaciones de su arzobispo, por haber salido en 2018 en una emisora a insultar a uno de los hombres que lo denunció, a quien no bajó de “demonio”. 

Dos años más tarde, Carlos Yepes fue suspendido directamente por el papa Francisco, y desde entonces, la Arquidiócesis de Medellín comenzó un proceso canónico en el Tribunal Eclesiástico, dirigido por curas amigos, colegas y compañeros de estudio de Yepes. “Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de ellos, que son pecadores” diría el proceso de confesión. Pero en especial ten misericordia de las víctimas, que son niños indefensos a los que están destruyendo sus inocentes cuerpos, su vida y su sentido del amor.

Otro caso es el de la estrella del canal jesuita Televid, Juan Diego Ruiz Arango, denunciado por emborrachar a un menor para luego abusar sexualmente de él. El testimonio de este hombre no fue suficiente para que Ricardo Tobón retirara al cura de su cargo y, por el contrario, lo cambió a una parroquia mejor y luego mintió en la información que la Corte Constitucional le obligó a entregar. En ese documento, Tobón aseguró que no encontró pruebas contundentes contra Ruiz Arango, pese a que semanas atrás le había pedido perdón a la víctima.

Y acá se pone peor. Como lo ha establecido Vorágine, uno de los casos más simbólicos y que demuestra el modus operandi del arzobispo Ricardo Tobón para encubrir la pederastia eclesial, es el del vicario general de la Arquidiócesis de Medellín, Óscar Augusto Álvarez Zea. 

Este sacerdote es la mano derecha del arzobispo Tobón y es quien recibe las denuncias contra sus colegas sacerdotes. Con un tema que toca resaltar y es que este vicario fue señalado, por una fuente protegida, de haber silenciado con 20 millones de pesos a un menor de edad con quien el cura decía mantener una relación amorosa. Actualmente, Álvarez Zea es párroco en Beato Mariano de Jesús Eusse, una de las parroquias más prestigiosas de Medellín, ubicada en el sector de El Tesoro, en el barrio El Poblado.

Junto a Roberto Cadavid, Carlos Yepes, Juan Diego Ruiz y Óscar Álvarez, hay 62 sacerdotes más que han sido denunciados ante la Arquidiócesis de Medellín, la Fiscalía y Vorágine, por abusar de sus víctimas. Y gracias al arzobispo Tobón, 35 de estos curas siguen ejerciendo como sacerdotes actualmente. Pero acá entra el problema con la justicia. 

A pesar de la importancia de la histórica sentencia de la Corte Constitucional que abrió los archivos de todos estos casos, el arzobispo Ricardo Tobón, se ha negado consecutivamente a responder un derecho de petición del periodista Juan Pablo Barrientos que pregunta por 915 sacerdotes de Medellín. Es importante aclarar que no todos estos sacerdotes están involucrados en escándalos o acusaciones de abusos sexuales, pero el trabajo periodístico obliga a hacer una investigación completa.  

En especial por dos cosas. Primero, porque la trayectoria de cada uno de los sacerdotes permite encontrar patrones de encubrimiento, pues generalmente a los pederastas los cambian de parroquia en parroquia, o a diferentes ciudades, en lapsos muy cortos de tiempo. Y segundo, por los posibles movimientos de dinero que se hacen para silenciar denuncias por abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes.

Como la Arquidiócesis de Medellín se negó a responder, Barrientos interpuso una nueva tutela que fue fallada a su favor en abril de 2021 por la jueza Muriel Massa Acosta del Juzgado 14 Civil del Circuito de Medellín. La jueza Massa Acosta consideró acertadamente que, al haber un precedente constitucional, la Arquidiócesis de Medellín tenía que responderle el derecho de petición y entregar la información.

La Arquidiócesis de Medellín impugnó y la tutela llegó al Tribunal Superior de Medellín. A pesar de que existía un precedente constitucional, los magistrados del Tribunal revocaron, en agosto de 2021, la sentencia de la jueza Massa Acosta y decidieron proteger el archivo secreto de la Arquidiócesis de Medellín. El magistrado ponente fue Julián Valencia Castaño, quien parecía ser el abogado de oficio del arzobispo Ricardo Tobón y no un tercero independiente. Su sentencia fue una vergüenza pues, repito, existe un precedente constitucional que obliga al arzobispo Tobón a entregar la información. 

Esta tutela llegó a la Corte Constitucional que emitió una reciente sentencia, la SU-191-22 que obligó, de nuevo, al arzobispo Tobón a responder. En Sala Plena, los magistrados coincidieron en que el Tribunal Superior de Medellín había ignorado el precedente constitucional de la Sentencia T-091-20.

Ni con dos sentencias de la Corte Constitucional, el arzobispo Ricardo Tobón ha querido entregar toda la información que está obligado a entregar y omitió información de decenas de curas pederastas que han sido protegidos por él. Todo parece indicar que solo le responde a la justicia divina, ya que no ha habido manera para que los jueces locales lo obliguen a cumplir la orden de la Corte Constitucional. Eh, Ave María. 

decision

Lo mismo ha pasado en Bogotá, Cali, Bucaramanga, Sonsón y Rionegro, donde el periodista Barrientos ha hecho un trabajo titánico para acceder a estos archivos. Gracias al poder de la Iglesia, los jueces locales no han obligado a los obispos a entregarlos, ni les han abierto un incidente de desacato, pese a que Barrientos ha ganado todas las tutelas. 

El argumento es proteger a la Iglesia y su reputación, pero lo que hemos visto es que con estas acciones se protege a una institución que permite que algunos curas abusen de feligreses indefensos, y a un sistema en donde en vez de ser puestos ante la justicia cuando existen acusaciones y evidencia en su contra, son movidos a otras parroquias o ciudades para proteger al victimario y con eso revictimizar a los sobrevivientes.

Solo queda repetirles a esos sacerdotes lo que ellos dicen cuando termina una confesión, y es que “Dios, padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, les conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz”. Mientras tanto, los periodistas seguiremos acompañando a las víctimas y dejándoles saber que no están solas en esta horrible pesadilla. Y desde acá, ni perdón, ni paz para los encubridores de pederastas ni para los curas que cometen delitos de abuso sexual. Más bien, mantenernos firmes en las palabras del evangelio según San Juan: la verdad nos hará libres. Amén. 

@yohirakerman; akermancolumnista@gmail.com 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas