Barranquilla: miedo en la antesala del Carnaval
2 Febrero 2023

Barranquilla: miedo en la antesala del Carnaval

Crédito: Fotomontaje: Yamith Mariño Díaz

La masacre de cuatro hombres en una tienda del sur de la ciudad, la más reciente de una ola de violencia que se ha apoderado de la ciudad en los últimos meses, hace que el entusiasmo de la fiesta no sirva para olvidar la dura situación de orden público que viven.

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Por Rainiero Patiño M.

Dentro de dos semanas Barranquilla celebra los días centrales de su carnaval. En condiciones normales, la ciudad estaría entregada sin preocupación a las actividades culturales masivas y al goce festivo. Pero, para muchos, como el instructor de conducción Andrés Rodríguez, “el ambiente está pesado”, “la cosa está fea”, “es mejor evitar y quedarse en casa”. No son comentarios sueltos; se repiten en las calles y en redes sociales. No es para menos. Hechos recientes, como la masacre de cuatro hombres en una tienda del sur de la ciudad, hacen que el entusiasmo de la fiesta no parezca suficiente para que todos los barranquilleros se olviden de la dura situación de orden público que viven.

En ocho meses han ocurrido en Barranquilla cinco masacres en diferentes puntos. Solo en el mes de enero, según cifras extraoficiales, la ciudad registró 33 homicidios y el municipio de Soledad, que hace parte del área metropolitana, sumó 29. Así la capital del Atlántico tuvo un aumento de 14 asesinatos más, en comparación al mismo periodo del año pasado.

La situación parece tan crítica que el propio alcalde Jaime Pumarejo, quien hasta hace poco se refería a los hechos violentos de una manera distinta y hasta parecía negarlos, apareció hace unas horas frente a las cámaras solicitando ayuda para la lucha frontal contra los delincuentes a la Presidencia de la República, a la Fiscalía General y hasta al Ministerio de Defensa. Además, El Heraldo, diario local del cual el propio alcalde es accionista, dedicó un editorial extenso al tema. En este, de manera directa, el medio de comunicación planteó que “las iniciativas locales no logran despejar un panorama complejo e incierto en el que no se ve margen de mejora” y “se requieren respuestas coordinadas o compromisos de un calado más profundo entre los gobiernos de Petro y Pumarejo”.

Así como el instructor Rodríguez y muchos otros ciudadanos expresan su preocupación, algunos investigadores locales también advierten sobre el riesgo y el posible incremento de delitos en los carnavales. Luis Fernando Trejos, por ejemplo, dice que estos días festivos son un momento de dinamismo económico en la ciudad, en el que circula mucho dinero, y los grupos armados saben bien que el sector de los bares, estaderos y discotecas vive una pequeña bonanza. Por esto, afirma, estas organizaciones criminales pueden aprovechar para presionar el pago de extorsión para que los negocios puedan funcionar con tranquilidad o sino ser violentados antes o durante las festividades con el fin de que cierren.

En la misma línea de Trejos está Janiel Melamed, del Observatorio de Seguridad Ciudadana de la Universidad del Norte, quien dice que la seguridad alrededor de un evento masivo como los carnavales siempre es un desafío y que, a pesar de los anuncios de las autoridades, es muy probable que se dinamicen algunos delitos en aquellos sectores populares donde operan pequeños comercios y estaderos de zonas tradicionalmente vulnerables.

¿Por qué se recrudeció la violencia en Barranquilla?

La situación en la capital el departamento del Atlántico es crítica y va más allá de una percepción. Por medio de estudios y el análisis de hechos recientes se ha podido establecer que Barranquilla está desde hace un buen tiempo en medio de una ola delincuencial y de violencia debido a una guerra abierta entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC o Clan del Golfo), los Costeños y los Rastrojos Costeños, por el control de territorios en el área metropolitana y varios de los municipios del departamento del Atlántico. A esas estructuras se suman bandas o combos más pequeños que funcionan “por encargo” para realizar actos criminales. Estos grupos se enfrentan para quedarse con las rentas ilegales de extorsión, microtráfico y otros delitos. Pero hace apenas unas horas el alcalde Pumarejo, de forma indirecta, volvió a negar que esto sea cierto, al señalar que se trata de “organizaciones que han intentado entrar a la ciudad”.

Las autoridades, sin embargo, son conscientes del problema –indistintamente de la semántica–, que también se evidencia en otras ciudades del país. Eso, por lo menos, señala Janiel Melamed, del Observatorio de Seguridad de la Universidad del Norte. Pero enfatiza que se enfrentan a un desbordamiento de manifestaciones criminales que exige una respuesta estatal mejor coordinada y articulada.

Un estudio publicado hace unos pocos meses, liderado por Melamed, presentó cuatro grandes zonas o de grupos de barrios de Barranquilla en los que se han concentrado los casos de homicidio en los últimos diez años. Como dato llamativo, tres de estas se ubican sobre la banda ribereña, es decir, tienen proximidad sobre el río Magdalena. Y, además, las tres últimas masacres registradas coinciden con estas zonas y periferias inmediatas.

Una ola de crímenes sucesivos

Partido de fútbol del equipo Junior, noche de domingo y una tienda de barrio. Decenas de hinchas apiñados frente a un televisor de pantalla grande, mesas repletas de cervezas o cualquier otro licor, puestas sobre una terraza al aire libre. Música de fondo, ambiente festivo. Es una escena típica en Barranquilla, una especie de ritual tradicional del fin de semana. Así lo vivían los presentes en la Tienda la 8, un negocio ubicado en la calle 52 con carrera 8, barrio el Santuario, hasta que dos sicarios descendieron de motocicletas y dispararon contra un grupo de asistentes. El saldo: cuatro jóvenes muertos y seis personas más heridas de gravedad.

Las víctimas del ataque fueron identificadas como Ronald Zabala Sarmiento, Ever José Lezama Melgarejo, Hanner Andrés Guevara Correa y Reinaldo Javier Orozco Picalúa, quienes según los testimonios de los amigos habían llegado al lugar alrededor de las cinco de la tarde. En videos previos al ataque se les ve alegres compartiendo alrededor de la mesa.

José Orozco Picalua, el patrullero adscrito a la Policía metropolitana de Barranquilla
José Orozco Picalua, el patrullero fallecido en un ataque.

Lezama, de 25 años, era ingeniero mecánico; Guevara era trabajador de una empresa de ventanas; de Zabala no se tienen mayores datos; Orozco era patrullero activo de la Policía, pero en el momento del ataque se encontraba de vacaciones. Las versiones de los posibles móviles de los hechos aún no son claras. Las autoridades ofrecieron 100 millones de recompensa por información que ayude a dar con los criminales.

El primer ataque de esta racha de masacres ocurrió el 20 de mayo pasado en el barrio San José, en la esquina de la carrera 21 con Avenida Cordialidad, cuando dos sicarios llegaron en moto y dispararon en varias oportunidades contra Robinson Enrique de Alba. En la huida, los delincuentes hicieron más disparos que terminaron matando a otros dos hombres y dejaron uno más herido. A las pocas semanas, las autoridades reportaron la captura de uno de los asesinos.

Mes y medio después, conductores que transitaban por uno de los accesos del puente de la Avenida Circunvalar con la Avenida Cordialidad reportaron a las autoridades el abandono de un vehículo en mitad de la vía. Tras una breve inspección al carro, la Policía halló bañados en sangre los cuerpos de tres hombres. La imagen correspondía al crimen de Gregori Lemus Ávila, Jesús Chamie Cuentas y Samuel Méndez Ramírez, quienes, según la investigación, fueron asesinados por sicarios que se movilizaban en un taxi.

El tercer caso de ataques colectivos recientes fue perpetrado en la puerta de un establecimiento nocturno ubicado en el barrio Montes. En las primeras horas del 28 de agosto, sicarios que se movilizaban en una motocicleta causaron la muerte instantánea de dos hombres; otro más falleció mientras recibía atención médica. Las víctimas fueron Ángel Mesías Alejandro, Carlos Julio Suárez y Jorge Aguilar Quintero, este último un vendedor ambulante de comidas.

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Otra masacre dejó un saldo trágico de seis muertos y tres heridos de gravedad el pasado 12 de septiembre. Hombres que se movilizaban a bordo de una camioneta dispararon contra decenas de personas que se encontraban consumiendo licor en una tienda del popular barrio Las Flores. Las víctimas mortales fueron todos hombres de entre 21 y 33 años; había un chef, un estudiante de mecánica, un barbero y un trabajador de una empresa de energía solar. Según la Policía, solo uno registraba antecedentes judiciales. Por el hecho fue capturado días después Jeremy Colmenares, quien, según las autoridades, estaría involucrado en varios casos de homicidios ordenados por el grupo Los Costeños.

La necesidad de refuerzos para garantizar la seguridad

Aunque casi todas las semanas la Policía Metropolitana de Barranquilla anuncia la captura de más delincuentes por delitos como homicidio y extorsión, la situación parece no mejorar. Por eso, Melamed cree que el reto de poder dar una respuesta efectiva para la seguridad ciudadana está relacionado con entender las diversas modalidades con que actúan estas estructuras criminales en la ciudad, para poder “articular un trabajo coordinado e integral de todas las autoridades intervinientes en la contención del delito y el cierre efectivo del ciclo judicial de los responsables de estos hechos criminales”.

Las autoridades dicen que están en alerta. La Policía Metropolitana de Barranquilla anunció este miércoles 1 de febrero la llegada de 1.700 uniformados enviados por la Dirección Nacional de la Policía, con quienes se busca “fortalecer la seguridad durante precarnaval y carnaval”. Su misión principal es tratar de brindar seguridad en cada uno de los eventos programados y apoyar al Modelo Nacional de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes en cuanto a la vigilancia en sectores específicos, según dijo el coronel Óscar Daza, subcomandante local de la institución.

El oficial también resaltó la presencia en la ciudad de un grupo de 20 comandos de operaciones especiales, el cual apoya las labores de policía judicial y Gaula como diligencias de allanamiento y registro y las capturas de objetivos de alto valor.

Para los especialistas en el área de seguridad es clave que exista una articulación desde el nivel central, para el apoyo en materia de investigación y judicialización, si de verdad se quieren obtener resultados contundentes contra estas estructuras criminales. Otros, como el instructor Rodríguez, manifiestan estar temerosos de participar en celebraciones públicas durante los carnavales. “Da miedo estar en esos grupos grandes sin saber quién es quién, ni qué puede pasar”.

El miércoles 1 de febrero, tres días después de la más reciente masacre, Humberto Ríos, dueño de la Tienda la 8, volvió a abrir. Su hija, novia de Ever Lezama –una de las víctimas mortales– resultó herida y aún permanece hospitalizada. El hombre, que dijo estar seguro de que el ataque no tuvo nada que ver con su negocio, pidió a las autoridades mayor vigilancia.

Sandra Gómez, la directora de Carnaval S.A., dice que entre el 18 y el 21 de febrero, la ciudad espera la llegada de por lo menos 200.000 visitantes y que el sector hotelero ha reportado ocupación alta para esos días. El alcalde Pumarejo, mientras tanto, publicó en su cuenta de Twitter fotos y videos en los que anunciaba su viaje a Nueva York para recibir un premio que destacaba a Barranquilla como una de las ciudades con las mejores iniciativas de transformación urbana (gracias a su programa de construcción de parques). En medio de las felicitaciones por el logro, muchos ciudadanos aprovecharon para cuestionarle el tema de la inseguridad. La cuenta @Milly_Ortega, por ejemplo, escribió: “Muy bonito todo, pero ¿hasta cuándo seguiremos viviendo con la inseguridad de esta ciudad que cada vez está más turbia?”. Un interrogante que podría resumir la situación real de Barranquilla y el sentir de muchos ciudadanos en estos momentos.

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