No hay agua pa’ tanta gente: ¿cuál es el camino para que Bogotá no tenga más racionamientos?
18 Mayo 2025 03:05 am

No hay agua pa’ tanta gente: ¿cuál es el camino para que Bogotá no tenga más racionamientos?

Bogotá, con todos sus centros urbanos, demanda un promedio de 20 metros cúbicos de agua por segundo.

Crédito: Fotoilustración Kim Vega

Las lluvias de los últimos días hacen pensar que, por ahora, lo peor ha pasado en materia de abastecimiento de agua potable para los habitantes de la capital. Pero muchos se preguntan qué se debe hacer para evitar una nueva emergencia. CAMBIO habló con expertos sobre el tema y esto dijeron.

Por: Rainiero Patiño M.

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Como si hubiese sido trazado con un compás de exactitud geográfica, el Parque Nacional Natural Chingaza aparece como un punto céntrico, casi preciso, en el mapa de Colombia. La ubicación toma más relevancia cuando se sabe que de allí sale la mayoría del agua que consumen los habitantes de la sabana de Bogotá, la zona urbana más poblada y con más industria del país. Sobre todo, después de los racionamientos en el suministro del líquido que tuvo la capital.

El dato no es menor si se tiene en cuenta que, según estudios de diferentes centros especializados como el Laboratorio de Hidráulica de la Universidad Nacional, la población de Bogotá demanda, en promedio, 20 metros cúbicos de agua por segundo, que es como si se consumiera toda el agua del río Bogotá -si estuviera limpia-. 

Con 77.139 hectáreas distribuidas entre los departamentos de Cundinamarca y Meta, Chingaza es el gran tesoro natural del centro de Colombia. Y de su valor ancestral no hay duda: entre sus montañas circula el eco de la sabiduría de los pueblos muiscas y guayupes, así como el conocimiento de las comunidades campesinas que lo habitan desde hace casi 50 años. 

Hoy es considerado como una gran reserva de Los Andes, con bosques altoandinos, subandinos e importantes páramos, y como el refugio de variadas especies de fauna y flora. Incrustado en la cordillera oriental, al noreste de Bogotá, cubre superficie sobre 11 municipios, siete de Cundinamarca (Fómeque, Choachí, La Calera, Guasca, Junín, Gachalá y Medina) y  cuatro del Meta (San Juanito, El Calvario, Restrepo y Cumaral).

El sobrevuelo sobre la relevancia de Chingaza y su valor ambiental tiene como destino aterrizar sobre lo siguiente: la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) informó el pasado 15 de mayo que el Sistema Chingaza había superado el 51 por ciento de su capacidad, lo que señaló como un avance significativo en medio de la crisis hídrica que vivió Bogotá. Un momento de alivio en medio de tanta incertidumbre.

Lo que significa que, por ahora y bajo los mínimos requeridos, la capital parece sobrellevar los problemas de abastecimiento y servicio de agua potable. Eso deja una serie de preguntas: ¿el problema del agua en la sabana de Bogotá es del recurso o de infraestructura?, ¿por qué Bogotá, en apariencia rodeada de agua, tiene problemas de abastecimiento?, y ¿por qué todas las fuentes de agua no funcionan para surtir a la ciudad?

Imagen panorámica del embalse de Chingaza, la principal fuente de agua de Bogotá
Imagen panorámica de Chingaza, la principal fuente de agua de Bogotá.   Foto Colprensa.

Recurso o infraestructura

Aunque hoy se vive como algo normal, el servicio de agua durante 24 horas se logró en Bogotá solo hasta la entrada en operación del sistema Chingaza en 1983. Pero, desde ese momento, ha aumentado el número de habitantes, entre otros factores, por diferentes olas migratorias, lo que se refleja en un crecimiento de la demanda de servicios como agua para el consumo humano, doméstico e industrial, entre otros. Eso se ha convertido en un reto constante en materia de infraestructura. 

Ahora, durante los últimos 40 años, solo ha habido graves inconvenientes con el suministro en dos ocasiones. En el año 1997, por la salida de operación del sistema por los derrumbes y caídas presentadas al interior del túnel Palacio-río Blanco que trae el agua cruda del embalse de Chuza hacia la planta de tratamiento Francisco Wiesner; y en 2024, cuando la crisis climática obligó a un racionamiento.

Otro factor determinante para esa continuidad ha sido la implementación de programas de protección de los macizos y páramos de Sumapaz y Chingaza, donde nace el agua. Irónicamente, la creación de los Parques Naturales de Sumapaz y de Chingaza, con sus restricciones de intervención, ha dificultado hacer obras de infraestructura necesarias para tener sistemas de acueducto que lleven el agua a los asentamientos con mayor población, como es el caso de Bogotá. 

Para atender la demanda futura de la ciudad, será necesario construir más infraestructura para el abastecimiento de agua, según explicó la propia Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB).

La oferta y la demanda

Los embalses que suministran agua potable a Bogotá y a los municipios cercanos se agrupan en tres sistemas: el sistema Chingaza, conformado por los embalses de Chuza y San Rafael, que provee el 70 por ciento del agua; el sistema Norte, que aporta el 25 por ciento del suministro mediante los embalses Tominé y Neusa; y el sistema Sur, que incluye los embalses Tunjos, Chisacá y La Regadera, con el 5 por ciento restante del abastecimiento.

La ciudad tiene un promedio de precipitación por debajo de 1.000 milímetros al año, mucho menor en comparación con zonas como el Caribe, el Pacífico o los Llanos. Algo clave es que en la sabana de Bogotá no hay bosques frondosos como en los Llanos o en la Amazonía, vegetación necesaria para aumentar y mantener los niveles de agua. Y en cuentas técnicas reales, el agua está lejos de la ciudad, y traerla, como se hace hoy día, es factible, pero los actuales sistemas dependen de la precipitación de la Amazonía y la Orinoquia. 

Una operación matemática simple resume lo que ocurre en Bogotá con el agua: la demanda supera a la oferta, o en palabras más castizas, no hay agua pa’ tanta gente. 
 
Otro de los factores que condiciona el acceso a fuentes de agua es la gran altitud de la capital, lo que implica que sus cuencas abastecedoras sean de poca área, contrario a lo que sucede en poblaciones de partes bajas donde se puede usar el propio caudal de los ríos, como en los llanos orientales y otras regiones planas.

Leonardo Donado, ingeniero civil y coordinador del Laboratorio de Hidráulica de la Universidad Nacional de Colombia, cree que para entender bien lo que ocurre en Bogotá hay que dejar claro que cuando se habla de recurso hídrico este se gestiona, y en la gestión, hay que hablar de esa oferta y demanda. 

Uno de los grandes retos de las autoridades es la descontaminación del río Bogotá. Foto Secretaría de Ambiente de Bogotá.
Uno de los grandes retos de las autoridades es la descontaminación del río Bogotá. Foto Secretaría de Ambiente de Bogotá.

Siempre se ha dicho de manera ligera que la sabana de Bogotá tiene mucha agua, pero ese es el primer imaginario que según Donado hay que despejar, porque en realidad esta es una región seca, que más allá de las temporadas de lluvias, como la de estos días, su disponibilidad y oferta hídrica es baja en comparación con la demanda que tiene, tanto para uso residencial como industrial. 

Para otros expertos, como Óscar Puerta Luchini, ingeniero civil y máster en Gestión Ambiental, el problema del agua de Bogotá sí tiene que ver en principio con el recurso, sobre todo con que la oferta que entrega la cuenca del Río Bogotá no es suficiente para abastecer la demanda del acueducto. Eso sin contar con la demanda de otros municipios y del sector agrícola que es prioritario para la seguridad alimentaria. 

Puerta Luchini dice que el sistema del agregado Norte del acueducto tiene una capacidad de almacenamiento suficiente, pero está condicionada por la capacidad de la planta de tratamiento de Tibitoc, ubicada en Tocancipá, y por la calidad del agua del río Bogotá. “Tenemos un río que recibe vertimientos de aguas residuales sin tratar y poca capacidad de asimilación del ecosistema. Esto hace ver la imperiosa necesidad de trabajar en la restauración del mismo”, resume.

Según el ingeniero, los problemas en Tibitoc han sobrecargado el Sistema Chingaza. Entonces surgen limitaciones de oferta que indican que se debe gestionar la demanda y la mala calidad del agua y que esto “no es un problema de almacenamiento o de más embalses”.

Otras opciones

La realidad de Bogotá obliga a buscar otras opciones de fuentes de agua. En eso coinciden quienes estudian el tema. Pero, del dicho al hecho, hay mucho trecho, porque en todos los casos esto implica una gran inversión en infraestructura.
 
El agua subterránea podría ser una opción como complemento para cubrir el servicio, pero la ciudad está lejos de tenerla en un corto plazo, porque se requieren estudios y una inversión en exploración muy fuerte. Esto requeriría desarrollos tipo petroleras, con una geofísica detallada, estudios sísmicos, detalles de consumos energéticos, análisis de la profundidad y los tipos de tratamientos, entre otros.

Donado señala que al hacer el balance sobre el río Bogotá, se encuentra que se usa mucha agua para limpiarlo, en vez de tener conducciones directas desde los embalses, lo que podría ser una solución para disminuir los costos en tratamientos. 

Y sobre las represas, cree que se podrían hacer realces, pero para esto se necesitan más lagos inundables y estudiar los sedimentos y la vida útil de cada una de esas represas. Además, hay que tener en cuenta que mucha de esa agua se usa para la generación de energía necesaria para la región.

Durante largos meses los habitantes de Bogotá tuvieron racionamiento en el servicio de agua. Foto Ilustrativa. Colprensa.
Durante largos meses los habitantes de Bogotá tuvieron racionamiento en el servicio de agua. Foto Ilustrativa. Colprensa.

“En los ríos del sur los embalses son pequeños, han crecido en la medida de la posibilidad. Pero, ya tenemos explotado el recurso en la zona en un punto muy alto. La inversión menos costosa y rápida sería hacer el embalse de La Playa en Chingaza, aguas arriba del río Guaitiquía, que permitiría regular el embalse de Chuza y podría surtir la demanda que tenemos”, explica el experto en términos técnicos.

¿Un segundo embalse?

Durante años se ha planteado la construcción de ese segundo embalse en el páramo de Chingaza como una solución al abastecimiento. Esto, según el exministro Manuel Rodríguez Becerra, tiene varias aristas. 

La primera es la oposición tanto de ambientalistas, como de dirigentes civiles y políticos del departamento del Meta, quienes consideran que el impacto ecológico sería muy fuerte por la disminución del caudal del río Guaitiquía, principal afluente para los Llanos.

Para el exministro, la gran pregunta para la capital es cómo hacer para aumentar la capacidad y no sufrir en las temporadas fuertes de sequía que vive, que se pueden terminar alargando y agravando por el cambio climático.

Rodríguez cree que otro camino podría ser usar los acuíferos de la Sabana de Bogotá y sus cerros, que tienen altos potenciales, según estudios efectuados. Además, dice que se debe pensar en el reuso de las aguas servidas, como se hace en otros países. Esto implicaría hacer tratamientos adicionales a los que se adelantan en la PTAR Salitre, donde se trata el agua servida de más de dos millones de bogotanos; o los que se proyectan hacer en la futura planta de tratamiento de Canoas para potabilizar el agua. 

Y por último, pero no menos importante, Rodríguez cree que hay que trabajar en la conservación de los páramos y de los bosques que protegen las cuencas hidrográficas, y en un menor consumo de agua por habitante, lo que conlleva un sinnúmero de medidas. Y no olvidar contrarrestar la deforestación de la selva amazónica, porque esto afecta los ríos que llegan a la región andina. “En últimas, todas las alternativas mencionadas deben ser estudiadas. Lo único que no puede hacerse es no hacer nada”, concluye.

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