El excanciller Álvaro Leyva, el eterno conspirador
6 Julio 2025 03:07 am

El excanciller Álvaro Leyva, el eterno conspirador

Álvaro Leyva Durán, excanciller.

Crédito: Andrea Puentes - Presidencia de la República

El plan del excanciller para sacar del poder a Gustavo Petro es una copia de otro que él mismo intentó cuando Ernesto Samper era presidente. En esa ocasión, quiso sumar a Carlos Castaño, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quien dudó porque, según dijo, “Leyva es un bandido”.

Por: Armando Neira

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Durante la mayor parte de su vida, Álvaro Leyva Durán se ha movido como pez en el agua en los santuarios de selvas y montañas donde operan organizaciones armadas ilegales, en el cerrado y clasista establecimiento bogotano y en círculos de poder en Estados Unidos. Asegura que ha estado de un lado y del otro, buscando el fin de la guerra en Colombia.

De ahí que cuando el presidente Gustavo Petro anunció, tras ganar las elecciones en 2022, que él sería su canciller, hubo ilusión. “Su nombramiento es una clara señal de que la paz vuelve a ser el sello de la política exterior”, dijo el hoy ministro encargado de esa cartera, Mauricio Jaramillo Jassir. “Se acaba la diplomacia de polarización al servicio de controversias y estigmatización contra la izquierda”.

Los espectadores no esperaban un final de guión tan sorprendente. Colombia y Estados Unidos atraviesan una crisis en la que Leyva es uno de los protagonistas, el presidente Petro acuñó un nuevo término con carga negativa, ‘Leyvada’, y autorizó a su abogado, Alejandro Carranza, para denunciarlo por “conspiración blanda con fines sediciosos”, “traición a la patria” e “instigación a delinquir”.

En efecto, en su momento, y sin pudor alguno, anunció que desconocería los principios de la contratación estatal y declaró desierta la licitación para elaborar y expedir pasaportes, como se lo ordenó el presidente. Y, al mismo tiempo, recibe críticas desde todos los frentes por haber concebido un golpe de Estado para derribar al mismo Petro.

Petro sí tiene quien le escriba

Esto, porque según las cuatro extensas cartas firmadas de su puño y letra y divulgadas entre el 19 de abril y el 20 de mayo, Petro no cuenta con las capacidades para manejar el país debido a sus supuestos problemas de “drogadicción”, “comportamientos erráticos”, “ausencias inexplicables” y porque “padece una enfermedad grave”. Para él, entonces, el diagnóstico es demoledor: debe salir del poder.

Álvaro Leyva y Gustavo Petro
El entonces canciller Álvaro Leyva Durán y el presidente Gustavo Petro, en un acto oficial. FOTO: Juan Bello / Presidencia

Por si fuera poco en esta tormenta, Leyva es —según afirma el ministro de Justicia, Eduardo Montealegre— el inspirador de la tesis de que los Acuerdos de Paz de La Habana permiten convocar una Asamblea Nacional Constituyente, una idea que cada vez toma más fuerza en la Casa de Nariño. Es decir, mientras se le lleva a la guillotina, en el propio Gobierno todavía hay quienes lo tienen en un altar.

En Colombia no hay descanso informativo ni siquiera durante los puentes festivos. En el último, El País de Madrid publicó una investigación firmada por Juan Diego Quesada, en la que revela que Leyva se reunió hace dos meses en Estados Unidos con asesores cercanos a la administración de Donald Trump para buscar su apoyo a un plan para tumbar a Petro.

El diario acompañó la exclusiva con unas grabaciones que corroboró con fuentes cercanas a congresistas republicanos. En ellas se evidencia que Leyva intentó acercarse a Marco Rubio, secretario de Estado, con la intención de que ayudara a ejercer una presión internacional que culminara con la salida del mandatario, quien legalmente debe terminar su periodo el 7 de agosto de 2026. “La Casa Blanca, según estas mismas fuentes, nunca tuvo en consideración la propuesta”, dice El País.

“Lo peligroso no fue el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, que no estuvo realmente involucrado; lo peligroso de la estrategia de Leyva es que conectó dos grupos armados: el Clan del Golfo y el ELN (Ejército de Liberación Nacional)”, aseguró Petro. Es decir, el mandatario le atribuye a Leyva la capacidad de poner de acuerdo a dos de las organizaciones armadas más violentas y poderosas en momentos en que en el territorio se buscan para eliminarse físicamente.

Un plan de 20 días

En una de las grabaciones, en la que Leyva habla con alguien no identificado, se le escucha decir: “Hay que sacar a ese tipo. Ese tipo presidiendo las elecciones... las presidenciales de 2026... es que, además, el orden público se desbordó. Eso no puede suceder sino con un gran acuerdo nacional, en donde tienen que estar el ELN, los del Clan del Golfo. (...) Yo he hablado con los gremios más importantes (...). Es que aquí han venido los del Clan del Golfo, una vaina muy jodida. Este país va al despeñadero”.

Santos y Samper
Juan Manuel Santos Calderón y Ernesto Samper Pizano, expresidentes de Colombia. FOTO: Colprensa / Christian Castillo M. 

“Estuve en Estados Unidos y con un tipo de primera fila: Mario Díaz-Balart. Los Díaz-Balart son los que están detrás del secretario de Estado”, dice Leyva en las grabaciones.

La reunión, en teoría, tuvo lugar con el eco diáfano de sus singulares misivas, que él consideraba suficientes para impulsar la salida de Petro del cargo. “Yo no me puedo quedar donde estoy. Aquí vamos a mitad del camino, de un camino que son 20 días más. Esto no quedará así”, se le oye decir.

En otra grabación, insiste en que Petro debe abandonar el cargo y que eso debe hacerse mediante un acuerdo nacional. Piensa que una interlocutora válida en este proceso podría ser la aspirante presidencial Vicky Dávila.

Leyva también mencionó la posibilidad de sumar al plan a Miguel Uribe, el senador y precandidato del Centro Democrático, que lucha por su vida en una unidad de cuidados intensivos. 

Y según su relato, tan pronto se diera el golpe a Petro, asumiría el poder la vicepresidenta Francia Márquez. En las grabaciones dice que está “encima de ella” y que fue él quien la puso a “hacer eso aquella noche”. Se refiere al sonoro reclamo que ella hizo en el Consejo de Ministros televisado por tener que sentarse en la misma mesa con el entonces recién nombrado Armando Benedetti. Leyva dice de ella que “está jugada”. La vice, por su parte, rechazó el complot: “No me presto a conspiraciones”.

Tiempos de revolución

Por tiempos, es muy posible que Petro tuviera las grabaciones desde el 6 de mayo, hace casi dos meses, cuando ya había advertido públicamente, en un discurso frente a aprendices del SENA en Bogotá, lo siguiente: “Así que Álvaro Leyva, dígale a Díaz-Balart esto: que si se intenta derribar como extranjero al presidente de Colombia, estallará la revolución colombiana”.

Mancuso y Carlos Castaño
Los paramilitares Salvatore Mancuso y Carlos Castaño en una imagen del libro Mi confesión cuando eran los comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.

Petro se refería al congresista republicano cercano a Trump con el que Leyva supuestamente se reunió. Esta afirmación forma parte del catálogo de declaraciones que incomodaron en Washington y desataron la crisis diplomática de las últimas horas.

Sea como sea, la conspiración —inaceptable desde cualquier punto de vista— para derrocar a un presidente elegido democráticamente no es nueva en la mente de Leyva. Esta es un calco exacto de otra que él mismo puso en marcha durante el mandato del liberal Ernesto Samper Pizano (1994–1998).

Samper era el protagonista del proceso 8.000, que investigaba el ingreso a su campaña de al menos seis millones de dólares del cartel de Cali  —dirigido con mano de hierro por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela—. En ese entonces, cada día los colombianos se levantaban con el corazón en la mano, conmocionados por un hecho más grave que el anterior.

Eran tiempos en que los escuadrones de la muerte de la extrema derecha agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, estaban comandados por Carlos Castaño, quien en su libro Mi confesión cuenta cómo Leyva llegó hasta su campamento en compañía de Juan Manuel Santos Calderón, el esmeraldero Víctor Carranza y Hernán Gómez Hernández.

"La paz la tenemos de un cacho"

“Señores, la paz de Colombia la tenemos de un cacho, pero, antes que nada, déjenme decirles que yo vengo es por Ernesto Samper”, dijo Leyva, según el relato de Castaño, quien entonces lo define como una persona que le gusta estar “con Dios y con el diablo. Nunca solo con Dios”.

Marulanda y Pastrana
Manuel Marulanda Vélez, comandante de las FARC; y el presidente Andrés Pastrana Arango, durante las fallidas negociaciones de paz en el Caguán. FOTO: Colprensa.

La propuesta de Leyva era que Castaño, por un lado, y Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, comandante de las Farc-EP, firmaran un acuerdo de paz y que, ante el deseo de los colombianos de parar ese baño de sangre, todos aceptarían lo que fuera. La condición, según Leyva, sería que el presidente Samper se apartara del cargo.

En el plan actual contra Petro, según las grabaciones, Leyva contaba con el ELN, la guerrilla más poderosa del país hoy, y el Clan del Golfo, una organización criminal heredera de las AUC.

En aquel entonces, la estrategia diseñada por Leyva era que las AUC y las Farc publicaran, cada una por su lado y de manera simultánea, que pactaban la paz. Pero el Gobierno se enteró e hizo pública la conspiración. Así, tanto las Farc como las AUC se echaron para atrás y cada una publicó unos lánguidos comunicados que no tenían nada que ver con la dimensión que les había dado Leyva.

Castaño recuerda que volvió a hablar con Leyva, pero este dijo que “el plan de paz fracasó”. El paramilitar le respondió que era una conspiración.

“¡Jamás permitiré que me vean como un conspirador!”, corrigió Leyva.

Castaño también cuenta que le sorprendió la relación de Leyva con las Farc. “En la reunión asumió la actitud de un hombre cercano a las Farc, no miembro de la guerrilla, sino como algo distinto e innegable”, como “una autoridad sobre las Farc”.

La conspiración contra un general 

Leyva volvió a encontrarse con Castaño, según el mismo libro, y le propuso otra conspiración. Le dijo que el proceso de paz había fracasado por culpa de dos generales: uno de ellos, Jorge Enrique Mora Rangel. Por eso, pidió a las AUC “darse la pela y hacer lo posible para que lo botaran rápido de las Fuerzas Armadas o lo mandaran para Sudáfrica”, y prometió que así el proceso de reconciliación avanzaría de nuevo.

Los paramilitares, dice Castaño, se negaron porque no iban a poner sus fuerzas en contra de un “militar serio”. El jefe de las AUC sentenció en ese momento: “Leyva es un bandido”. “Leyva quiso negarlo pero fue un conspirador”, agregó.

Petro y Leyva
El presidente Gustavo Petro y el entonces canciller Álvaro Leyva Durán. FOTO: Cristian Garavito / Presidencia

Pasó el tiempo, y Castaño cuenta que mientras Leyva se mantenía en sintonía con las Farc, al mismo tiempo lo hacía con Estados Unidos. De hecho, según la versión del paramilitar, él fue uno de los impulsores del Plan Colombia, que la guerrilla tanto criticaba, en tiempos de Andrés Pastrana.

¿Por qué? La tesis de Leyva era que con este se iba a erradicar la coca y así abrir el espacio a una constituyente en la que él imaginaba sentar en un mismo lugar a 50 por ciento de delegados del Estado y 50 por ciento de las Farc. “¿Desde cuándo 20.000 hombres armados representan a la mitad del país?”, preguntó indignado Castaño.

Al jefe paramilitar le sorprendía que Leyva, quien había sido uno de los 70 asambleístas que redactaron la Constitución de 1991, ahora insistiera tanto en cambiarla. Para él, esto se explicaba porque Leyva jugaba a varias bandas: con las Farc, los paramilitares, Estados Unidos, entre otros.

Su interpretación es que quería un borrón y cuenta nueva, luego de que el fiscal Alfonso Gómez Méndez lo acusara de enriquecimiento ilícito por un dinero recibido supuestamente del Cartel de Cali, y huyera a Costa Rica, donde se asiló.

La constituyente que no fue

En este proceso, según el libro de Castaño, Leyva sostenía encuentros con miembros del Departamento de Estado de Estados Unidos, a quienes les decía que él era el interlocutor para que las Farc abandonaran el negocio del narcotráfico. “La prioridad de los norteamericanos consistía en ahorrarse 400.000 millones de dólares por año, lo que cuesta, en términos globales, el problemita del narcotráfico”, dice Castaño. “Álvaro Leyva regresaría absuelto de su narcolío”, concluye el paramilitar.

Leyva y Samper
El canciller Álvaro Leyva Durán, el expresidente Ernesto Samper y el representante especial del secretario general de la ONU Carlos Ruiz Massieu, en un acto en 2022. FOTO: Colprensa - Mariano Vimos.

Todo cambió con los atentados del 11 de septiembre de 2001. A partir de entonces, Estados Unidos decidió enfrentar con todo su peso a las organizaciones consideradas terroristas en el mundo, por lo que no era de esperarse que, en ese momento, en Colombia hubiera espacio para una propuesta de asamblea constituyente con las Farc como protagonistas.

Leyva siguió su camino y volvió a ser protagonista en el proceso de paz que firmó en La Habana el Gobierno del presidente Santos con las Farc. “Leyva siempre se sentó en la mesa del lado de las Farc y era más duro negociar con él que con el jefe de la delegación de esa guerrilla, Iván Márquez”, dice uno de los testigos que estuvo en la isla.

Hasta antes de que la Procuraduría lo sancionara, era considerado uno de los más leales petristas, al punto de que el propio presidente Petro ha dicho que le sugería cómo quedarse en el poder. Ya no. Ahora es un traidor a la patria que busca derrocarlo, en un delito en el que no estaría solo.

Y aquí ha reaparecido el fantasma de Iván Márquez. Según Alejandro Carranza, abogado de Petro: “El país, durante un tiempo, pensó que Márquez estaba muerto. Hasta que Leyva salió y dijo que no, que estaba vivo. ¿En su papel de canciller hablaba con el líder de una guerrilla? ¿O en qué condición? Aquí hay muchos actores implicados, hay que investigar hasta el fondo, saber toda la verdad. Leyva fue sembrando semillas, hasta intentar perpetrar un golpe blando”.
 

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