Las mujeres afrontan nuevamente el reto de cumplir con el servicio militar

Paula Cano veía desde muy pequeña el paso de los integrantes del Ejército en el desfile del 20 de julio por las calles de Calarcá, Quindío. A partir de ese momento se sintió atraída por usar el camuflado del Ejército.

En octubre de 1998, la joven acababa de terminar sus estudios secundarios y conoció una noticia que le permitió hacer su sueño realidad, al enterarse de que estaban incorporando mujeres para prestar su servicio militar.

Recién cumplidos los 18 años, en noviembre de 1998 llegó hasta las instalaciones de la Octava Brigada en Armenia para incorporarse a la unidad militar.

Durante dos meses pasó todas las pruebas físicas, médicas y psicológicas, destacándose entre las primeras del curso de las 100 jóvenes que se habían inscrito, de las cuales solo diez superaron los exámenes necesarios para hacer parte durante 12 meses de las Fuerzas Militares.

Había pasado un mes prestando su servicio militar, cuando tuvo que enfrentar su prueba más difícil. El 25 de enero de 1999 parecía un día normal, acababa de pasar el mediodía y la tierra sacudió a la ciudad de Armenia con un terremoto de magnitud 6,2 en la escala de Richter.

Una situación para la que nadie estaba preparado y que enlutó no solo a esta región del Eje Cafetero sino al país, que requería de un trabajo de todas las instituciones para ayudar a las víctimas del desastre natural.

“El tiempo se detuvo para todos, solo se sentía confusión, desconsuelo, desesperanza y tristeza que estuvo por varios días, sin embargo, un soldado siempre está listo para sobrepasar la adversidad y estar presto a servirle a quien lo necesite”, aseguró Paula.

Durante los siguientes días estuvo sin dormir y muchas veces sin comer, fue asignada al aeropuerto internacional El Edén, en Armenia, para apoyar las labores de evacuación de cientos de personas que trataban de salir hacía otras ciudades

“Escuchar el dolor de los heridos, de sus familiares y el caos que produce una situación imprevista, recuerdo a una adulto mayor, que llegó a la pista, tomé sus datos y vi que había perdido las extremidades inferiores de su cuerpo por un muro que cayó sobre ella durante el sismo. Sentí un dolor indescriptible, al ver a esta mujer, pero debía demostrar la fuerza interior que caracteriza al soldado de Colombia”, recordó Cano.

Para Paula haber sido parte del primer contingente de mujeres soldados bachilleres ha sido la mejor experiencia de su vida, “admiro al Ejército, siempre me gustó la vida militar y si volviera a nacer, de nuevo sería soldado. Destaco el respeto y el lugar que me dieron en la Octava Brigada; esto fue algo único, porque siempre había estudiado con mujeres y llegar a una institución conformada en mayor parte por hombres, en medio de la disciplina y las costumbres castrenses, fue muy satisfactorio”.

Nuevas incorporaciones

Una de las primeras disposiciones con la llegada al poder del presidente Gustavo Petro ha sido una estrategia con un énfasis en la seguridad humana, en la que cumplirán un papel preponderante las mujeres, abriendo nuevamente la incorporación de bachilleres a las unidades militares.

El comando de reclutamiento del Ejército espera que se presenten más de 5.000 mujeres del primero al 16 de febrero, para conformar un primer contingente de 1.296 uniformadas.

Los requisitos que deberán cumplir las mujeres para prestar el servicio militar obligatorio son los mismos que para los hombres: ser colombiana, tener entre 18 y hasta faltando un día para cumplir los 24 años de edad, y ser apta como resultado de los tres exámenes de aptitud psicofísica.

Las primeras que se incorporarán tendrán tareas relacionadas con seguridad en las unidades militares, atención al público, actividades con las comunidades y sanidad.