CAMBIO no se va a dejar extorsionar
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Federico Gómez Lara, director de CAMBIO, cuenta los detalles de los ataques sistemáticos a la página web de este medio. Una red internacional que estafa a los enfermos de cáncer pretende desaparecer una investigación periodística que los pone en evidencia.
Por: Federico Gómez Lara
Esta historia comenzó el 17 de julio de 2023. Ese día, la periodista Juliana Ramírez publicó en CAMBIO una investigación que ponía en evidencia a una sofisticada organización internacional dedicada a estafar a los pacientes de cáncer. La empresa se llama Oncocit y ha engañado a personas en 24 países.
Oncocit compra contenidos patrocinados en distintos medios del mundo que dan cuenta de “la milagrosa cura contra el cáncer”. Según los publirreportajes y la información que circula en internet, ese laboratorio encontró un método que, por la vía de un tratamiento de ocho inyecciones que se envían a domicilio, logra que las células del cuerpo acaben con cualquier tipo de cáncer. No importa la etapa, la dimensión de la enfermedad o los órganos que estén comprometidos.
Podría pensarse que, al ver que lo que se ofrece es la cura contra el cáncer, los pacientes interesados se percatarían de inmediato de que se trata de una estafa. Pero la realidad es que cuando alguien está luchando por su vida, es mucho más susceptible a caer en este tipo de engaños. Cualquier camino que ofrezca una solución y dé una luz de esperanza parece razonable. Así, cientos de personas han sido víctimas de esta estafa que cobra 25.000 dólares, más de cien millones de pesos colombianos, por el “milagroso” tratamiento. Un hombre llamado Ramón Gutiérrez Sandoval se presenta como la cara visible de la compañía y se autodenomina “médico oncólogo molecular”.
El supuesto tratamiento no está avalado por el Invima, ni por la FDA en los Estados Unidos. No tiene sustento médico ni está respaldado por ninguna autoridad científica. Sin embargo, las personas que guardan la esperanza de curarse de cáncer muchas veces no llegan a hacer esas verificaciones. Lo buscan en internet y ven que aparecen entrevistas y reportajes sobre el supuesto doctor en medios con buena reputación, incluso en CNN Chile.
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Cuando se publicó el artículo de Juliana, a mi oficina llegó una solicitud de rectificación. Solicitud a la que, por supuesto, no accedí. Al texto no se le cambió ni una coma. Pasaron los días y representantes de Oncocit buscaron al equipo comercial de CAMBIO para comprar una pauta. Las personas de ventas, que no estaban al tanto de lo que se había publicado, recibieron una consignación de 1420 dólares provenientes de una cuenta en Panamá como pago por publicidad. Casi nunca me entero de esas transacciones porque en periodismo la separación entre lo comercial y lo editorial es tan importante como la que existe entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, a alguien en el equipo le sonó extraño el tema y me lo contó. Al ver de qué se trataba, di la orden de devolver inmediatamente ese dinero. Así ocurrió.
Meses después, el 22 de abril de este año, la página de CAMBIO fue atacada y lograron sacarla del aire durante casi tres horas. Al principio no sabíamos de dónde podía provenir el ataque, pero era claro que era uno de inmensas dimensiones, con más de 550 millones de solicitudes, que se originaba desde diez países diferentes. Al día siguiente, luego de que la página fue restablecida, nuestro equipo de tecnología se dio a la tarea de rastrear cuáles eran los contenidos que habían sido atacados. El primero fue el “home” o página de inicio de CAMBIO. Casi 300 millones de solicitudes para esa URL. De segundo estaba el articulo sobre Oncocit titulado “La cuestionada cura contra el cáncer que se ofrece en Colombia”. Ahí tuvimos el primer indicio de la procedencia del ataque.
En ese momento puse al tanto de la situación a la Policía y a Fiscalía. Ambas entidades han sido muy diligentes y la investigación para dar con los responsables está en curso.
A los dos días, el 24 de abril entre las siete y las nueve de la noche, se repitió un ataque con el mismo objetivo. La mañana siguiente llegó la primera amenaza directa al correo de servicio al cliente: “buenas noches, necesito que borren este post de su feed. Tomaré acciones en unas horas si no es retirado. Su página saldrá de servicio y luego será borrada. Muchas gracias.”
El 29 de abril volvió otro ataque masivo. De nuevo con cientos de millones de solicitudes. Esta vez la amenaza no llegó al email sino directamente al WhatsApp de la directora comercial, mientras el sitio de CAMBIO estaba fuera de servicio: “eliminar esta noticia de su feed por favor. A cambio de este favor su sitio volverá a la normalidad”.
A pesar de las precauciones de ciberseguridad que el equipo de tecnología de este medio puso en marcha, los ataques se han repetido sistemáticamente y han conseguido tumbar el sitio de CAMBIO por algunos minutos. El 1 y el 2 de mayo volvieron a atacar.
Las autoridades me aseguran que, por la dimensión y sofisticación de los ataques, el costo de llevarlos a cabo es de varios cientos de millones de pesos. Es decir, se trata de personas que están dispuestas a gastarse una cantidad importante de dinero para sacar de circulación un contenido periodístico que les afecta. La razón es sencilla: por esas cosas de la optimización de los motores de búsqueda, cuando alguien escribe en Google la palabra Oncocit, en la primera página de resultados aparece el articulo de CAMBIO advirtiendo que se trata de una estafa. Así, la sola existencia de ese texto les cuesta a los falsos curadores del cáncer cientos de miles de dólares.
Hemos rastreado la red de empresas que hacen parte de este entramado. Es bastante sofisticada y resulta evidente que se trata de personas que saben cómo esconderse. Hay registros en la Florida, en Delaware, en Wyoming, Nueva York, Chile y Panamá. Decidí contarles lo ocurrido por varias razones. En primera medida, es importante que quienes están atacando la página de CAMBIO para desaparecer un artículo sepan que no nos amedrentan. Al contrario, nos motivan a seguirlos investigando hasta que la justicia les toque la puerta. En segundo lugar, quiero pedirles paciencia a nuestros suscriptores, pues es probable que estos ataques continúen y por momentos consigan interrumpir el servicio de nuestro sitio.
Por último, quisiera motivar a los colegas directores de medios a que registren en sus páginas la existencia de esta estafa que se hace llamar Oncocit. Así, cuando algún enfermo de cáncer haga la búsqueda en Google, en lugar de hallar un sólo artículo denunciando al impostor, encontrará varios resultados que le advierten el peligro. Es fundamental que esta historia sea publicada en las páginas de varios medios. Solo así se podrá evitar que más pacientes caigan en la trampa.