“Esta entrevista me va a meter en problemas”: habla Francia Márquez
Entrevista con Francia Márquez, vicepresidenta de la República.
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La vicepresidenta Francia Márquez habla de su amargo encuentro con el poder. Dice que “esto no es vivir sabroso”, afirma que confía en el presidente Petro, pero se siente frustrada porque su gobierno aún no ha logrado cumplir todo lo que prometió.
Muy pocas han sido las entrevistas que Francia Márquez ha dado desde que es vicepresidenta. En parte, porque su personalidad le impide calcular los efectos políticos que tienen las palabras que salen de su corazón. Le cuesta la diplomacia e identifica el racismo en el más mínimo gesto. Para evitar que la controversia se centre en ella ha permanecido en silencio, pero ese silencio también ha tenido costos personales. Se ha aislado en el gobierno y la frialdad del poder empieza a anquilosar su alegría y desparpajo.
Durante varias semanas le insistí en que me diera una entrevista, que el país necesitaba saber qué pensaba en estos trances políticos, luego de unas elecciones que le pasaron cuenta de cobro al Pacto Histórico y en medio de las polémicas que rodean al presidente Gustavo Petro y al Gobierno. Al final, me recibió en la residencia vicepresidencial, la fría y suntuosa casa construida por el famoso arquitecto Rogelio Salmona.
Estaba nerviosa, algo que no ocurría cuando era líder social ni cuando era candidata a la vicepresidencia. Pero el poder la ha cambiado, le ha hecho sentir el racismo y el clasismo y la ha vuelto más silenciosa y prevenida. Aceptó la entrevista, pero pidió que no fuera en video porque la cámara le produce nervios. Gracias a eso, se dio una charla desde la intimidad. Estaba algo triste, porque la noche anterior había visto el documental que hicieron sobre ella durante la campaña. La sentí nostálgica de esos días en que sus palabras despertaban esperanzas y pasiones. Creo que también se dio cuenta de la libertad que ha perdido y de las muchas promesas que aún no ha podido cumplir.
Durante la conversación no pudo ocultar la frustración que la habita por no lograr los cambios que la gente espera, ni tampoco pudo contener las lágrimas cuando le pregunté qué pensaría de la Francia de hoy su tío Eduard, el hombre que le abrió el camino en la dirigencia de su comunidad. Fue una conversación franca, en la que la vicepresidenta deja ver su humanidad y sensibilidad, pero sobre todo fue una conversación en la que se permitió ser la misma mujer honesta y frentera que conocí hace más de diez años.
CAMBIO: Vicepresidenta, usted hace rato no habla con medios de comunicación. ¿Por qué?
Francia Márquez: Muy pronto me di cuenta de que algunos periodistas lo que querían era sembrar una narrativa negativa mía, de lo que yo no soy. En varios medios de comunicación vi la intención de socavar el liderazgo que he construido, de deslegitimarme ante la sociedad con una narrativa que nace en el racismo y el machismo. Empezaron a construir un relato de que yo no tengo las capacidades para el cargo, y eso no estaría pasando si yo no fuera una mujer negra. Me quieren mostrar como incapaz, como inútil, solo para socavar mi imagen y las posibilidades de que las mujeres, los negros, los pobres podamos ejercer roles de poder. No me voy a prestar para que promuevan el odio racial y para que me caricaturicen. No le voy a dar el gusto a quienes buscan acabar con mi imagen, y que vieron en mí una posibilidad de hacer escándalo y manipular a la gente con titulares tendenciosos.
CAMBIO: ¿A qué se refiere? ¿Usted siente que la prensa la tergiversa?
F.M.: Sí, porque me presentan como una arribista que solo quiere andar en helicóptero. Y yo lo que más desearía es andar a pie por ahí. Volver a la calle como una persona normal, andar en bicicleta, pero la realidad de este país no le permite eso a una vicepresidenta. Así sea una vicepresidenta pobre, como yo. Pero no explican ese contexto, esas obligaciones de seguridad con las que me toca vivir, sino que montan sus discursos desde el clasismo. Como nunca habían visto una vicepresidenta negra y pobre, pues les parece que yo debía andar en burro. Quieren ver en el helicóptero sólo a los ricos que han gobernado, y a mí presentarme como arribista, como oportunista, como si yo hubiera cambiado de estrato. Y no es así. Mis hermanas y mis primas todavía trabajan en casas de familia.
CAMBIO: Esa ha sido una crítica que va más allá de la prensa. También se ve en la política. ¿Para usted todo esto obedece al clasismo y al racismo?
F.M.: Sí, porque a los otros vicepresidentes no se las hacían, creo que porque eran blancos y tenían otras situaciones socioeconómicas, pero me los cuestionan a mí porque piensan que soy una mujer que no se merece estar aquí y no merece usar las herramientas del Estado. Para ellos ese Estado queda deslegitimado si quien usa sus herramientas es una mujer negra.
CAMBIO: Me da la impresión de que usted vivía más feliz antes de ser vicepresidenta…
F.M.: Claro, yo no me siento cómoda llegando a mi casa con un poco de carros, de escoltas, de ruido. Para llegar a mi casa la carretera está destapada y con huecos. Para mí es jarto ese contraste de llegar en semejante caravana a una comunidad abandonada por el Estado. Me siento mal, porque siendo vicepresidenta ni siquiera he podido arreglar la carretera de mi propia comunidad, donde la gente no tiene agua potable y yo llevo un año luchando internamente dentro de mi gobierno para que se construya el acueducto. Las mismas frustraciones están en muchas comunidades que creyeron en el proyecto. Por eso espero que desde el Ministerio de Igualdad pueda llevar soluciones. Porque tengo que reconocer que siento frustración y, de alguna manera siento vergüenza, de que a la gente común no le hayan cambiado las condiciones de vida.
CAMBIO: El encuentro con el poder no ha sido tan agradable para usted.
F.M.: Lo primero que hay que decir es que la Vicepresidencia no tiene ningún poder. Estuve un año creando una institución nueva, porque me encontré con un cargo sin un peso, ni siquiera para ir a los territorios, a las comunidades. Hasta hace dos meses, después de mucho esfuerzo, hicimos un proyecto de inversión para que la Vicepresidencia tuviera recursos. Tengo que confesarle que cuando llego a los territorios paso vergüenza. Me encuentro a los alcaldes financiando un refrigerio, una comida para la gente, o nos toca buscar plata con cooperación para que financie un encuentro, una reunión. Sé que esta entrevista me meterá en problemas con mi propio gobierno, pero es la realidad que yo veo. Y es que la gente quiere ver los resultados del cambio en su territorio y eso no está ocurriendo. Y para mí es doloroso porque no tengo las herramientas para responderle a la gente.
CAMBIO: ¿Se siente frustrada?
F.M.: Pues todavía tengo tiempo para dar resultados, y espero poderlo hacer desde el ministerio, pero llevo año y pico en una lucha tenaz y sí, estoy frustrada. Estoy frustrada de que a pesar de los esfuerzos que he hecho de la coordinación interinstitucional, al Pacífico no estén llegando respuestas concretas. Ese es el territorio que me puso a coordinar el presidente. Debo llevar agua potable, para llevar conectividad, educación, salud, mejora de viviendas. Ya vamos más de un año y eso no está pasando. Eso es muy frustrante y la verdad me estoy cansando de esto.
CAMBIO: ¿Qué impide que pueda movilizar la institucionalidad? Al fin y al cabo usted es la segunda a bordo del gobierno…
F.M.: Hay muchas trabas administrativas, pero también hay muchos egos e intereses personales. Muchos están pensando en hacer su propia plataforma política y no en cumplir un programa de gobierno por el cual votó este país.
CAMBIO: ¿Se refiere a los ministros?
F.M.: Sí, a algunos ministros. Hay algunos que hacen su mayor esfuerzo por responder, pero hay otros que están mirándose el ombligo y pensando más en sus intereses que en la gente que nos eligió.
CAMBIO: ¿Qué ministros?
F.M.: No le voy a responder eso. No me meta en problemas.
CAMBIO: ¿Usted siente que algunos de esos ministros la ningunean?
F.M.: Yo no busco respeto hacia mí, yo simplemente busco resultados para la gente. A mí no me importa si me respetan o no, a mí solo me importa que le cumplan al país, y que produzcan el cambio que prometimos.
CAMBIO: Pero lo que me pregunto es si los ministros le están ayudando a usted a cumplir o si simplemente le hacen caso a Petro.
F.M.: Las promesas no las hicieron los ministros, las hicimos el presidente y yo, que fuimos en campaña a convencer a la gente de votar por nosotros. Siento tristeza porque mi gobierno aún no ha logrado cumplir todo lo que prometió.
CAMBIO: ¿Cómo está su relación con el presidente?
F.M.: Bien, yo creo que él es consciente de esto que nos está pasando. Lo hemos hablado…
CAMBIO: Usted no solo tiene esa frustración por la imposibilidad política del cambio. Su vida personal ya no es la misma. ¿Está cómoda viviendo en Bogotá?
F.M.: Llegar acá ha sido duro. Tuve que sacar a mis hijos del país y ellos eran las personas con las que yo compartía el día a día y por los que he luchado la vida entera. Mi compañero viene de vez en cuando, pero a él no le gusta esta ciudad. Para mí ha sido difícil adaptarme a esta vida. Me hace falta ir a mi comunidad, me hace falta sembrar, me hace falta reunirme con mi gente, con las mujeres con quienes he trabajado por tantos años.
CAMBIO: ¿El poder la ha desconectado de la gente?
F.M.: Sí, el poder desconecta de la gente, y lo siento cuando salgo a territorio. Yo sé que el esquema de seguridad siente muchas preocupaciones de que algo me pase, pero a veces quiero saludar a la gente y la gente me quiere saludar a mí pero siempre hay una barrera que lo impide. Para sentir a la gente me toca romper con los protocolos y pedirles a los escoltas que dejen que la gente se acerque, pero es frustrante.
CAMBIO: Después de conocer el poder por dentro, ¿en qué quedó el sueño de ser presidente de Colombia?
F.M.: La verdad, con esta frustración, yo no quiero ni pensar en eso.
CAMBIO: El poder logró lo que ni los grupos armados pudieron con Francia Márquez: desarraigarla...
F.M.: Así es. Y yo aquí estoy perdiendo la esencia de lo que soy. A veces me pregunto si esto vale la pena, si en realidad todo el esfuerzo, todo el sacrificio que hicimos para llegar aquí, valió la pena. Claro, no pierdo la esperanza, porque somos la esperanza de tanta gente. Pero me lo pregunto todo el tiempo.
CAMBIO: Usted no está dispuesta a quedarse callada solo por mantener un cargo.
F.M.: Yo no sé hasta dónde vaya a aguantar. Pienso mucho en esto, pero lo que me sostiene es la esperanza que mucha gente depositó en nosotros. Por ellos todos los días hago mi mayor esfuerzo para que le podamos cumplir al país.
CAMBIO: Hay gente que cree que usted está viviendo sabroso, ¿qué les responde?
F.M.: Yo vivía sabroso en mi comunidad, cuando iba al río a pescar, cuando íbamos a nadar y a lavar la ropa juntas. Así que esto no es vivir sabroso para mí. La gente tiene una equivocación, cree que vivir sabroso es tener vanidades y cosas materiales. Y yo crecí en una comunidad que no me enseñó eso. Yo aprendí que vivir sabroso es poder convivir con nuestro territorio, con nuestra naturaleza y en comunidad. Por eso expusimos nuestras vidas sólo porque el río siguiera corriendo. Hay gente interesada en desdibujar el concepto de vivir sabroso, que lo hemos tenido en todo el Pacífico colombiano, que no es la narrativa de la vagancia, que no es una visión del libertinaje. Cuando hablamos de vivir sabroso hablamos de las cosas de raíz. Estamos hablando de la dignidad de un pueblo.
CAMBIO: Después de un año y medio de vivir dentro del poder, ¿qué cree que es lo que lo impide cumplirle a la gente?
F.M.: Los egos y la burocracia administrativa que tiene el Estado. Las trabas y las trampas del establecimiento están tan abigarradas, y están hechas para que nada pueda cambiar. Para cada acción hay un poco de trámites que dan vuelta por todas las instituciones, y eso hace casi que imposible tomar la decisión de invertir en un proyecto que le cambie la vida a una comunidad.
CAMBIO: Se ha ido un año y medio solo en la creación del andamiaje del Ministerio de la Igualdad. El reloj sigue corriendo. ¿Cuál podría ser el legado de esa cartera?
F.M.: Tiene tareas específicas con 14 poblaciones y debe trabajar por la igualdad territorial, por ejemplo, resolviendo el problema del agua potable. Tengo la esperanza puesta en que desde esta institución pueda hacer acciones concretas por los territorios. En el norte del Cauca vamos a montar un centro de transformación industrial de residuos sólidos y orgánicos que le genere oportunidades económicas a la juventud. Y ahí deposito mi energía, en el entusiasmo de los jóvenes que siguen luchando por el cambio.
CAMBIO: El presidente no ha podido salir de una discusión alrededor de su vida personal, de su hijo, de Benedetti. ¿Usted cree que el Petro se desvió del camino del cambio?
F.M.: No, yo creo en el presidente y sé que sigue con el mismo propósito de cambio. También me imagino que siente algunas frustraciones como las que yo siento, porque siempre lo veo hablando de agenda social. Nunca lo veo hablando de cómo se acomoda para hacer un negocio con un empresario. Todas las acciones del presidente están en función de la justicia social, y eso es algo que me motiva.
CAMBIO: O sea, ¿usted sigue creyendo en el presidente?
F.M.: Claro que sí. Ahora, cómo esas acciones las ponen en práctica los ministros, es otra discusión.
CAMBIO: ¿Cómo lee los resultados de las elecciones pasadas?
F.M.: Creo que la dirigencia del Pacto Histórico no pudo organizar una agenda. Hubo mucha desorganización a la hora de postular los candidatos y candidatas. Eso no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo como gobierno.
CAMBIO: ¿Es decir que usted no cree que el resultado es un mensaje de rechazo al gobierno?
F.M.: Creo que buena parte tiene que ver con que no hubo buenos candidatos, pero yo también siento satisfacción por lo que pasó en el Pacífico. El gobernador de Nariño lo impulsó el movimiento Soy porque somos. Fue mi movimiento el que lo impulsó porque en el Pacto Histórico ni querían darle el aval. En Cauca viví las agresiones de un sector del Pacto Histórico, porque el movimiento de nosotros decidió apoyar un candidato campesino del macizo, que fue el que terminó ganando las elecciones en la gobernación. Y eso me significó un sinnúmero de agresiones. En el Valle no había candidato para competir con la maquinaria tradicional y los del Pacto Histórico se pusieron a pelear entre ellos en vez de hacer una apuesta común. Para mi lo que pasó es más la responsabilidad de los líderes que no organizaron la agenda electoral y política.
CAMBIO: ¿Con este panorama tan difícil le dan ganas de renunciar y devolverse a su casa?
F.M.: Todo el tiempo me dan ganas de devolverme a mi casa, pero tengo una responsabilidad y la voy a asumir. Como me dice mi mamá: “para qué se metió”. Ahora me tocó poner el pecho a las decisiones. No tengo otra opción.