Jorge Enrique Robledo
14 Diciembre 2024 09:12 am

Jorge Enrique Robledo

Dañina persistencia en un gran error

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La muy equivocada decisión del presidente Gustavo Petro, en Uruguay, de insistir en presentar como un acierto la violencia del M-19, utilizando además su poder para imponer de qué se habla en Colombia, exige salirle al debate a uno de los mayores y más dolorosos errores políticos de la historia nacional.

Veamos.

Sólo a la conocida confusión mental y política y al oportunismo de Petro se le pudo ocurrir irse a Montevideo a maltratar a Pepe Mujica para, con la bandera del M-19 en la mano, rendirle homenaje a su lucha armada en Colombia. Violencia que Petro nunca ha reconocido como un error gravísimo de su parte ni antes ni después de 2022, y que ahora se empecina en presentar como que fue algo positivo para el país.

Fue el mismo oportunismo que Petro impuso el día de su posesión como presidente de la República al utilizar la espada de Simón Bolívar no como un homenaje a la gesta de la Independencia y el logro de la soberanía nacional, sino a la lucha armada del M-19, violencia estéril, al igual que otras semejantes padecidas en el país, que nada positivo y sí mucho negativo le ha traído a Colombia.

Petro y su alta burocracia también utilizaron el poder del Estado para conmemorar los 50 años del anuncio del M-19 de tomarse el poder a bala y su propósito de convertir en ficticio símbolo patrio el sombrero de uno de sus guerrilleros, además de otras salidas en falso. Todas calculadas para imponernos a los colombianos, como aciertos obligatorios de aplaudir, lo que fueron equivocaciones garrafales que sólo terminaron cuando renunciaron, sin autocrítica y sin haber cambiado nada fundamental en Colombia, a seguir con los horrores de esa violencia estéril.

Estas vivezas irresponsables y la conocida confusión conceptual de Petro, en un país con varias organizaciones alzadas en armas por consideraciones políticas, agregadas a las andanzas del narcotráfico, en nada contribuyen a favor del proceso de paz al que él mismo se comprometió como candidato, en especial cuando ese proceso está haciendo agua.

A propósito de los compromisos de su candidatura, ¿sí habría ganado Petro la Presidencia si en su campaña electoral hubiera ofrecido que, como jefe de Estado, defendería como acierto de su vida política el haberse levantado en armas contra el Estado colombiano? ¿No fue notorio el calculado silencio que al respecto guardó por décadas, mientras disfrutaba de las mieles de la diplomacia, de la alcaldía de Bogotá y del Congreso y conseguía más votos?

Ahora, en medio del conocido fracaso de las ejecutorias económicas, sociales y políticas de su gobierno, lo único que le va quedando a Petro para pescar incautos son sus retóricas diseñadas para polarizar y manipular, que no modifican en nada de fondo el modelo económico, social y político de subdesarrollo que heredó de los mismos con las mismas, no pocos de los cuales hoy hacen parte de su gobierno y de sus congresistas y contribuyen con sus saberes politiqueros, clientelistas y corruptos en la formación de los petristas bisoños en estas conductas.

Como si su marrullería fuera una genialidad, Petro insiste en presentar como un acierto uno de sus mayores errores, sin siquiera tener el valor civil de defenderlo con franqueza ante los colombianos.

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