Las buenas vibraciones de Brian Wilson
8 Enero 2023

Las buenas vibraciones de Brian Wilson

Brian Wilson, el artífice de las obras maestras de los Beach Boys.

'Long promised road' es un documental íntimo, y arriesgado en su forma y fondo, analiza y explora varios momentos en la vida de Brian Wilson de los Beach Boys, quien a mediados de 2022 cumplió 80 años, 65 al servicio de la música.

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Por Jacobo Celnik
En la gran oferta de documentales del rock hay todo tipo de estilos y propuestas narrativas, especialmente en tradicionales biopic que se centran en los hechos cronológicos, memorables e inolvidables que determinaron la vida y obra de un artista. La forma y fondo del documental biográfico puede variar dependiendo del personaje y la intención. Los hay arriesgados y experimentales como Moonage Daydream sobre la vida de David Bowie —a mi modo de ver el largometraje que partió en dos la historia de este tipo de formato— o tradicionales y muy conservadores desde lo estético como aquel que tiene al músico en el centro del relato como Beware of Mr Baker (sobre Ginger Baker), The future is unwritten (sobre Joe Strummer), y cuya historia se sustenta desde el punto de vista del protagonista y aquellos que lo conocieron como músicos, productores, familiares, periodistas, entre otros. Sin embargo, más allá de la forma, lo que nos emociona en un largometraje es una buena historia con los recursos visuales que le dan forma. Eso es justamente lo que sucede con Long promised road, sobre la vida de Brian Wilson de los Beach Boys.

Los Beach Boys en 1964.
Los Beach Boys en 1964.


El documental es una experiencia audiovisual valiente, por momentos angustiante y dolorosa, poco habitual para este tipo de personajes tan grandes y venerados en el mundo del rock, en el que Wilson, en compañía del periodista Jason Fine, recorre gran parte de los momentos que definieron su vida, desde antes de ser reconocido como el genio de los Beach Boys, hasta el hombre que encontró en el amor la posibilidad de expiar sus pecados y culpas para reinventarse como músico a finales de los años 80. Lo primero que quiso Brent Wilson, director del documental, además de celebrar los 80 años de vida del músico californiano, era lograr que el genio de los Beach Boys se sintiera cómodo narrando su historia y conectándose con un pasado que no siempre fue feliz, especialmente con todo lo relacionado con su padre y la muerte de sus hermanos.
Para que la forma de contar la historia de vida y obra de Wilson cumpliera con las expectativas del espectador, el director y los productores tomaron una decisión audaz que funcionó perfectamente para el eje narrativo del relato: montar a Brian Wilson en un carro junto a Jason Fine y, con algo de música de los Beach Boys de fondo (además de canciones de su obra en solitario y de sus hermanos Carl y Dennis), lograr que el músico se conectara con su pasado sin mayores traumatismos a partir de los recuerdos que emergen de las calles, las avenidas, las casas, los estudios de grabación, las tiendas icónicas de Sunstet Boulevard  y los olores y sonidos asociados a esa amalgama de memorias. La razón de esa decisión, que no pretendía imitar el formato del Carpool karaoke conducido por James Corden, tiene que ver con la salud mental y física de Wilson: frágil, nervioso, ansioso, lacónico por momentos, ausente cuando el dolor se hace presente, emocional y cariñoso cuando el pasado o el momento lo amerita.

Lo primero que quiso Brent Wilson, director del documental, además de celebrar los 80 años de vida del músico californiano, era lograr que el genio de los Beach Boys se sintiera cómodo narrando su historia y conectándose con un pasado que no siempre fue feliz, especialmente con todo lo relacionado con su padre y la muerte de sus hermanos.


Y en esa fragilidad manifiesta de Wilson radica la dificultad para conectarse del todo con las historias del documental porque el músico genera en el espectador, por lo menos a mí me pasó, mucho dolor y empatía por las dificultades que tuvo que sortear en su vida. Lo primero que se percibe en él es una mirada triste, nostálgica, perdida y distante, un hombre que sabe que el paso del tiempo es inclemente y pretende aprovechar al máximo su vida haciendo lo que más le gusta: componer y presentarse en vivo, más allá del pánico escénico del que sufre desde los años en que las canciones sobre playas, bikinis, surfeo, carros y conquistas sonaban en la radio de la costa oeste de Estados Unidos sin parar.

Brian y Jason Fine
Jason Fine, el periodista, y Brian Wilson, en una cafetería de Los Ángeles.


Otro punto complejo del documental es que un espectador sin mucha información sobre la vida y obra de Wilson y los Beach Boys puede quedar perdido y con grandes vacíos históricos, un poco al estilo de No Direction Home de Bob Dylan en el que el músico y Scorsese dieron por sentado que, quien se metía a explorar esas 3 horas y 28 minutos de relatos, sabía de ante mano de quién y qué se hablaba. Ahora: es imposible abarcar toda la vida y obra de un artista que lleva más de medio siglo al servicio de la música. Y la explicación a este punto es sencilla: el documental se centra en explorar y entender la relación de Wilson con sus hermanos: Carl, quien murió de cáncer de pulmón en 1998, y Dennis, quien falleció en 1983 ahogado en Marina Del Rey. “Cuando empezamos la producción del documental no había magnificado ni pensado lo importantes que fueron sus hermanos. Por eso la película en gran medida se enfoca en explorar esas relaciones y todo lo que marcaron a Brian a lo largo de las décadas”, le dijo Fine a Rolling Stone.
En un momento de la conversación, Fine le pregunta: “¿Cuándo tienes miedo, ¿qué haces, respirar hondo?", y Brian le responde: “Cuando tengo miedo, te escucho hablar, eso me calma”. Fine parece un terapeuta que intenta contener y entender a un genio incomprendido que mira con nostalgia un pasado glorioso. Así que el director del documental se enfrentaba a todo un reto para hacer brillar al personaje central de la historia y de ahí la importancia de haber elegido al periodista de Rolling Stone como el cable a tierra e hilo conductor de las historias, quien además ha establecido una fuerte amistad con el músico desde hace más de cuarenta años. Y esa complicidad entre entrevistador y entrevistado genera un nivel de intimidad inusual para documentales de este estilo en el que la estrella es tan terrenal como sus seguidores: monta en carro, canta canciones clásicas, se aburre, sonríe, se mantiene en silencio, piensa en sus hijos, va a restaurantes y come hamburguesas con malteada.

Lo primero que se percibe en Wilson es una mirada triste, nostálgica, perdida y distante, un hombre que sabe que el paso del tiempo es inclemente y pretende aprovechar al máximo su vida haciendo lo que más le gusta: componer y presentarse en vivo.

Con material de archivo valioso de los años 60 y 70, el documental también tumbó algunos mitos sobre la depresión que supuestamente mantuvo a Wilson recluido en una cama durante años. Con mucha naturalidad, el músico le confesó a Fine que fueron un par de semanas en las que le costó levantarse y trabajar. Luego, se dedicó de lleno a componer música en el estudio de su casa en la zona de Laurel Canyon que apareció en álbumes como Smiley smile y Wild honey (1967), Friends (1968), 20/20 (1969) y Sunflower (1970), un periodo lleno de altibajos en la carrera de una banda que se acostumbró a estar en la cima de las listas entre 1962 y 1966. Por aquellos años posteriores a haber creado una obra determinante en la historia del rock como lo fue Pet sounds, que cambió para siempre la forma de hacer rock durante el verano del amor y determinante para el surgimiento de la psicodelia y Sgt Pepper´s, Wilson salía poco, se volvió ermitaño, apático, alejado de su entorno musical, pero no significaba que se la pasara postrado en una cama. Al contrario, su mente no paraba de crear. Nada como la versión legítima de una historia.
El documental incluye testimonios muy elocuentes, profundos y sinceros de Elton John, Bruce Springsteen, Taylor Hawkins, Linda Perry, Ann Wilson, Jakob Dylan, Gustavo Dudamel (nunca entendí su presencia en la historia de Wilson) y el productor Don Was, quien destaca la capacidad creativa de Wilson y se pregunta cómo logró crear God only knows y parte de la magia de Pet sounds, hasta nuestros días algo que solo Wilson sabe cómo surgió y sigue siendo un santo grial del rock. Un momento cumbre del documental se da cuando Wilson le confiesa a Fine que nunca ha escuchado el álbum que su hermano Dennis grabó en 1977 (Dennis). Mientas Wilson se pierde en la melodía de Pacific ocean blues, cierra los ojos y sonríe levente. Elogia a su hermano, suspira, dice que lo extraña y le pide a Fine que lo lleve de regreso a su casa, quiere tomar una siesta.
Escuche parte de la obra de Brian Wilson.

Documental
 

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