Crédito: Policía Nacional
Las estrategias fallidas: ¿Por qué la Oficina de Envigado sigue viva?
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Durante más de treinta años este grupo creado por el Cartel de Medellín ha impuesto su ley por tener el control del negocio del narcotráfico en varios municipios de Antioquia y en especial en varias comunas de Medellín.
Por: Javier Patiño C.
En las montañas que sirven de marco a la capital del departamento de Antioquia, el nombre de la Oficina de Envigado genera temor y respeto entre sus habitantes, pues han sido testigos del poder que con sangre y dinero han dejado en varios de sus barrios.
Comenzaron en las calles de Envigado, cuando Pablo Escobar pidió crear una estructura especial que se encargara de solucionar los conflictos entre algunos integrantes de la organización criminal, fijar la forma de negociación de los cargamentos y cobrar deudas de la mafia.
Su accionar criminal se hizo más visible a finales de la década de los noventa, cuando Diego Murillo, alias don Berna, tomó el control y creó una nueva oficina que se caracterizó por la conformación de grupos especiales de sicarios que ahora trabajaban a las órdenes de las Autodefensas Unidas de Colombia. Su misión era organizar las bandas del área metropolitana de Medellín, nombrando coordinadores por cada comuna y estableciendo reglas para el comercio de drogas y los negocios ilegales.
El poder de la Oficina de Envigado en este entonces se potenció porque entre sus integrantes estaba la banda La Terraza: más de 200 hombres encargados de labores de sicariato.
Para las autoridades, Carlos Castaño, máximo cabecilla de las Autodefensas, les ordenó realizar asesinatos de importantes personas en la sociedad como los investigadores del Cinep (Centro de Investigaciones y de educación popular), Elsa Alvarado y Mario Calderón, así como el del periodista Jaime Garzón y el de Jesús María Valle, activista de derechos humanos.
Pero la lealtad entre la oficina, las Autodefensas e incluso los miembros de La Terraza duró solo un par de años. Como lo define Insight Crime, Don Berna era conocido como "un criminal frío y calculador que nunca hizo alianzas permanentes. Él, personalmente, ordenó la muerte de varias personas que alguna vez fueron sus aliados". Esto causó un baño de sangre en la capital antioqueña.
Una nueva organización
Durante varios años, las calles de algunos barrios de Medellín vivieron los enfrentamientos entre los integrantes de la Oficina de Envigado que luchaban por tener el control de la venta de estupefacientes y del comercio de armas de fuego.
Erick Vargas Cárdenas, alias Sebastián, coordinó la red de sicarios de la Oficina hasta la extradición de Murillo en 2008, al mismo tiempo que otro de los líderes, Maximiliano Bonilla, alias ‘Valenciano’, se encargó de las operaciones para el tráfico de drogas.
La alianza de Sebastián y Valenciano duró solo un año. Luego inició una fuerte confrontación que llevó a la creación de fronteras en los mismos barrios de las comunas. La guerra era por el control del narcotráfico, que se estima que llegó a dejarle a la Oficina de Envigado 5.000 millones de pesos al mes, además de ingresos extras por extorsiones y el monopolio de los juegos de azar y las apuestas.
Según Insight Crime, Vargas había hecho parte los llamados Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) y habría brindado información que les sirvió a las autoridades para la captura y posterior muerte de Escobar en 1993.
El reinado de Valenciano terminó en noviembre de 2011 en Maracaibo, Venezuela.
El 9 de agosto de 2012, la oficina recibió otro golpe con la captura de Erick Vargas Cárdenas, alias Sebastián, que con los años había formalizado alianzas con los carteles mexicanos los Zetas y Jalisco Nueva Generación.
Alias Sebastián y Valenciano fueron extraditados a los Estados Unidos, donde están cumpliendo penas de 20 años de prisión por orden de la justicia norteamericana.
Sin estos dos cabecillas, se abrió un nuevo capítulo de violencia entre los integrantes de la Oficina de Envigado que luchaban por tener el control de la organización.
La nueva Oficina
Según un informe de la DEA, la nueva organización criminal quedó conformada por un grupo de bandas que ofrecen múltiples servicios criminales y continua con el negocio de la extorsión a transportadores y comerciantes.
Sus cabezas visibles durante varios años fueron Carlos Mesa, alias Tom, cabecilla de la banda en Bello, Antioquia, y José Muñoz, alias Douglas, con injerencia en las comunas de Medellín.
Después de operativos de las autoridades, los dos cabecillas fueron capturados a comienzos del 2010, pero desde las cárceles continúan dando órdenes.
Actualmente, una de las inenciones del proyecto de Paz Total del Gobierno del presidente Gustavo Petro es poder concretar una mesa de negociaciones con los cabecillas de la Oficina de Envigado, que aunque están presos, siguen teniendo injerencia en sus integrantes y podrían llevarlos al desarme.
Las autoridades han identificado que La Oficina aún mantiene su poder en cerca del 70 por ciento de las bandas en Medellín y sus municipios cercanos. El otro 30 por ciento están bajo el dominio del Clan del Golfo.