Crédito: Comfama
Comfama, 70 años germinando el futuro de los antioqueños
Las cajas de compensación han sido la semilla del florecimiento social de Colombia. Comfama, entidad pionera en esta materia, es una muestra de que sí es posible construir un mejor país. Esta es su historia.
Es sorprendente descubrir cómo algo tan diminuto puede encarnar el secreto de la vida. Esa es la magia que se esconde detrás de una semilla: en su menuda existencia se abrevian 300 millones de años. La simiente es reservorio, una cápsula del tiempo que viaja silenciosa para transmitir los caracteres de lo que somos y hemos sido. Las semillas son alimento, pero al tiempo, despiertan de su sueño profundo cuando encuentran tierra, agua y condiciones adecuadas para crecer. Son custodias, historias que apenas comienzan y que hablan de raíces, frutos y flores por venir.
Entre las montañas de Támesis y Valparaíso, justo en lo que se denomina Provincia Cartama, en el Suroeste antioqueño, se levanta Casa Semilla. Se trata de una porción de tierra enclavada en las montañas que hace homenaje a esas mensajeras de la vida y que tiene como propósito ser inspiración, resguardo y lugar para el intercambio, el conocimiento y la esperanza. Pero no se trata de una iniciativa aislada. Casa Semilla hace parte de Biosuroeste, una de las apuestas de desarrollo rural regenerativo más importantes de Antioquia y que hoy lidera Comfama, gracias a la decisión de los municipios que la albergan y de Proantioquia, que incubó la idea.
Foto: Comfama.
Biosuroeste es una plataforma que conecta capacidades del sector público, del privado y la academia para generar oportunidades de cuidado y progreso para los habitantes de la región. Son 600 hectáreas de un sueño con el que imaginamos el futuro desde el presente, un territorio para la regeneración, para el bosque, para los campesinos, para honrar las dinámicas de una región y catalizar su desarrollo, a través del crecimiento empresarial sostenible y consciente.
En Biosuroeste germinan cientos de simientes de cacao, achiote, ceiba o naranja, pero también otro tipo de semillas, porque las flores y las raíces de las que ellas provienen aparecen en forma de ideas que transforman el mundo.
En Comfama están convencidos de que una Caja de Compensación Familiar es como una Casa de Semillas: “Pensamos en la cosecha de hoy, pero todo el tiempo reflexionamos en clave de futuro para que los trabajadores y sus familias se conecten desde la posibilidad con consciencia, libertad, productividad y felicidad para que desarrollen sus capacidades y construyan ese futuro que imaginan”.
Si se repasa la historia de las cajas de compensación, Comfama siempre tuvo una visión de largo plazo. La entidad, desde el inicio, tuvo como objetivo responder a los desafíos económicos, sociales, culturales y planetarios del momento y de las generaciones del mañana.
Fue un acontecimiento innovador. En 1954 empresarios y trabajadores firmaron voluntariamente un pacto encaminado a crear el salario social en Colombia. Ese grupo de pioneros, conectado con el espíritu de los tiempos, cambió para siempre la historia del país.
Comfama fue la primera caja de compensación familiar que nació fruto de ese ejercicio hace 70 años. Eran tiempos de transformación e incesantes conversaciones en torno al compromiso, la redistribución de los ingresos y el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores y sus familias. Se situaron en una Colombia camino a la industrialización, en la que se gestaban, a la par, organizaciones de asistencia social, cooperativas, uniones de trabajadores y asociaciones de empresarios que hablaban de la justa remuneración del trabajo humano, así como del salario que va más allá del pago oportuno y digno.
Pero el surgimiento del salario social, y de Comfama como primera caja de compensación familiar del país, no fue fortuito. Ya hacia mediados de los años 40, por ejemplo, Coltejer había aprobado el pago de una compensación salarial para los obreros con hijos y, en el 49, Ferrocarriles de Antioquia había creado el primer subsidio familiar por tres pesos mensuales destinado a los trabajadores casados y con hijos menores de 15 años. En los inicios de la década de los 50, periódicos y noticieros del país ya registraban los avances en las relaciones empleador-empleado.
¿Por qué recordar su historia?, ¿De qué sirve revivir aquello que sucedió hace 70 años si vivimos tiempos de transformación? La historia es poderosa porque ilumina caminos, tal como lo recordó el filósofo Walter Benjamin: “Encender en el pasado la chispa de la esperanza presente”. Y la esperanza no es ingenua, todo lo contrario, los reta, desde la valentía y la audacia, a invocar sus valores para imaginar el futuro y hacerlo posible todos los días.
Comfama honra ese grupo de visionarios que se planteó preguntas de futuro e imaginó en la década de los 50 un nuevo camino para los trabajadores y sus familias con el nacimiento de la entidad, y recoge ese legado en forma de cosecha, y asume la misma posición: formular las preguntas y los escenarios a los que se enfrentan los colombianos en unos años. Las cajas de compensación serán siempre semilla. La empresa lo fue desde hace 70 años y lo seguirá haciendo.
¿Podemos saber cómo será, exactamente, el futuro que nos espera? No con certeza, pero lo que sí se puede hacer en el presente es anticiparse y expandir las reflexiones y enfocarse hacia cómo se quiere que sea ese futuro. Por tanto, se debe concebir el crecimiento más allá de lo económico y articularlo con los principios que buscan la evolución de la sociedad, con conversaciones que promuevan la cultura, los hábitos saludables y la reinvención como base para trascender.
Por eso, grandes causas como la clase media, el capitalismo consciente, el desarrollo territorial y el cuidado para la vida son clave en ese ejercicio de prospectiva, todo eso vinculado a las reflexiones en torno a la equidad de género, la regeneración, la juventud y la construcción de paz y confianza.
¿Dónde está nuestro futuro? En las semillas que se cosechan. ¿Y cuáles son las raíces que nos guían? Las que se formaron hace 70 años. La pregunta que sigue es: ¿Cuáles son las semillas que hoy estamos cuidando para verlas convertidas en árboles, lustros después?