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La deforestación en la Amazonía no se detiene: ¿realmente la estamos restaurando?
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Julio Andrés Rozo, director de Amazonía Emprende —organización que trabaja en la restauración de áreas deforestadas por la ganadería en Caquetá—, reflexiona sobre el papel crucial de la restauración ecológica en la Amazonía colombiana y sobre cómo el Gobierno nacional y el sector privado pueden potenciar esta labor.
Por: Julio Andrés Rozo

A pesar de la euforia de la COP16 de Biodiversidad realizada en 2024, en este mismo año aumentó la deforestación en Colombia en un 35 por ciento con relación al 2023, y el 60 por ciento de esta afectación se concentra en la Amazonía colombiana.
Las preguntas son: ¿Qué tan efectivos estamos siendo como Estado para conservar los bosques que aún siguen en pie? ¿Estamos avanzando en una agenda masiva de restauración de ecosistemas? La respuesta para ambas preguntas es contundente: muy poco. Analicemos una por una.

En términos de conservación, seguimos perdiendo la batalla. El 27 de marzo la Defensoría del Pueblo emitió un comunicado que me impactó: “En el resguardo indígena Nukak-Maku, se ha consolidado una vía de más de 130 kilómetros en su límite norte, lo que impulsa la creación de nuevas fincas”, y en el podcast Mis Preguntas de Roberto Pombo del 6 de abril, menciona el locutor que “según Rodrigo Botero de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, en los últimos 5 años, han entrado a la zona de influencia de Chiribiquete más de 1.2 millones de reses”.
Bien, ante estos números, ¿qué hacer? Las apuestas están en el paraguas del Gobierno nacional y los gobiernos locales —y bueno, de la propuesta casi utópica de siempre: “que los consumidores reduzcan el consumo de carne que no logre evidenciar su trazabilidad”—. Ahora bien, ¿qué puede hacer el sector privado?
Caquetá tiene cerca de 3 millones de hectáreas con potencial ecológico para ser restauradas. De ellas, cerca del 34 por ciento tiene títulos de propiedad (lo cual las habilita para el desarrollo de proyectos de restauración dentro del marco de mecanismos como el mercado voluntario de carbono u obras por impuestos, entre otros). No obstante, el déficit de capacidades para implementar estos proyectos es tan alto, que con los viveros y expertos que existen, tan sólo se podrían restaurar cerca de 1.500 hectáreas anualmente.

Lograr que existan normas idóneas, flexibles, implementables y aterrizadas al contexto de una finca campesina en Caquetá o Guaviare es el gran reto de retos. El mercado responderá, a medida que la capacidad de implementación aumente, lo cual está precondicionado por una normatividad oportuna a la capacidad de una persona del territorio. No obstante, seguimos en pañales, al respecto. Necesitamos condiciones para recolectar semillas de manera sencilla, poner en marcha viveros comunitarios que guarden un balance entre unos mínimos técnicos y la viabilidad económica de sus emprendedores. Necesitamos condiciones de seguridad para poder monitorear las áreas restauradas.

La restauración de ecosistemas es en definitiva una alternativa para luchar contra la deforestación en la Amazonía. Es posible, si las condiciones trascienden los proyectos de corto plazo del Estado y se convierte en una alternativa de negocio verde para los habitantes del territorio. Así, rescatar una semilla o tener un vivero será más atractivo que tener ganado o implementar una actividad inoportuna en un territorio biodiverso.
