Alejandro Jiménez, la doble mirada de la industria musical

Alejandro Jiménez.

10 Marzo 2024

Alejandro Jiménez, la doble mirada de la industria musical

Músico de vocación y abogado de profesión, Alejandro Jiménez, gerente general de 5020 Records, es un músico-abogado bogotano en parte responsable del éxito de artistas latinos destacados. Además, ingresó a la industria musical en una época de cambios vertiginosos que convirtieron a los discos físicos en cosa del pasado y objeto de culto de coleccionistas.

Por: Eduardo Arias

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No es frecuente en el mundo de la música encontrar personajes como Alejandro Jiménez, quien como músico y abogado conoce las dos caras de una misma moneda. El artista que lucha por sus derechos y el ejecutivo de la casa disquera que se encarga de negociarlos, pero también de promocionar su trabajo. Desde que cumplió 20 años ha estado vinculado a Sony Music, donde ha logrado éxitos notables. Por ejemplo, entre 2014 y 2016, como director artístico de Sony, logró dos Grammys a mejor nuevo artista con Vicente García y Monsieur Periné.

Está radicado en Miami, donde abrió recientemente el sello 5020 Records que se encarga de una nueva operación de Sony Music enfocado a la música latina. Cuenta con artistas como Cristina Aguilera, Tini de Argentina, BL y Monsieur Periné de Colombia, Nathy Peluso de España, Kany García y Residente de Puerto Rico, solo por enumerar algunos. “El foco es tener un elenco con el que se pueda tomar el el proceso artístico de un proyecto en detalle. Establecer esos diálogos muy frecuentes con el artista para entender para dónde está llevando su proyecto y apoyar la visión que cada artista tenga. Esa es la generalidad del sello”. Para Jiménez la experiencia con los artistas ha sido muy positiva. “Son creadores que impactan el planeta entero”. En estos días lanzaron Las letras ya no importan, el nuevo álbum de Residente, exintegrante de Calle 13. En 5020 desarrollaron una campaña orientada hacia la cinematografía detrás de Residente ya que él también es actor.  De hecho fue protagonista de la película In the summers, que ganó hace poco el premio del jurado del festival de Sundance en la categoría de película dramática.

Toda la narrativa de las piezas promocionales del disco la construyeron alrededor de la relación de residente con el cine. Además de los vídeos publicaron un trailer que narra el camino hacia el álbum que salió el pasado 22 de febrero. “En ese pequeño corto se pone en esa posición un poco entre comillas ridícula del artista de 40 años que está peleando con la música nueva. Esto es algo que ha pasado toda la vida. Desde siempre los papás han renegado de la música de los jóvenes. Es un ciclo normal de la cultura”.

Desde niño Alejandro Jiménez tuvo un gran interés por la música. En los años 90 formó parte de muchos grupos de rock y tocaba bajo. En 1996 tenía una banda de rock con quien después se convertiría en J Balvin. “Éramos peladitos, teníamos 10 años y durante todo el bachillerato siempre estuve muy interesado en escribir música y en interpretar música, generalmente punk rock. Al mismo tiempo estuve en un colegio extremadamente conservador del Opus Dei y eso me puso en una posición en la cual las cosas que encontraba injustas siempre me generaron una una sensación muy terrible. Me rayaba mucho lo injusto

Por eso decidió estudiar Derecho. Y como tenía esa relación con la música empezó a interesarse en el negocio y a entender si era tan malo como parecía. “Entré a trabajar a Sony Music y eso me permitió empezar a entender cómo los músicos se relacionaban con una industria que invertían en su trabajo y ver que eran recurrentes los conflictos con esa industria”. Como abogado pudo entender las lógicas de unos procesos complejos de entender para un ciudadano de a pie y así empezó a buscar la relación entre lo artístico y lo jurídico.

Cuando tenía 21 años Jiménez llegó al mundo de las casas disqueras en un momento en que parecían casi que condenadas a desaparecer. Fue el momento en que apareció la plataforma Napster, que permitía descargar música de manera gratuita. “Uno decía, bueno, se acabaron los CD, se acabó la música, ¿de que van a vivir los artistas? La compañía se contraía. En la universidad la gente me preguntaba ‘qué hace Sony’. Para esa generación de los millennials no existía el hábito de los discos. En ese momento los carros y los computadores comenzaron a dejar de incorporar reproductores de CD. Además los discos eran muy caros”. Se reducía el mercado y en 2007 los negocios digitales consistían en tener la música archivada en los teléfonos celulares y otros dispositivos y los ringtones. “Cuando te llamaban sonaba la música. Ese era el negocio digital en ese momento pero no lograba contrarrestar la caída de la venta física”. Para Jiménez este fue un ejercicio muy interesante desde el punto de vista intelectual porque era ver cómo los modelos legales de negociación con un artista cambiaban de la distribución de productos físicos a un modelo de acceso al contenido. “Las lógicas del negocio son diferentes. Hay una lógica del establecimiento que tiene productos que le distribuye al público y ahora es simplemente contar con una tecnología que permita el acceso a al contenido en el momento que el usuario quiera. Eso tiene tiene un montón de consecuencias prácticas”.

Como abogado pudo entender las lógicas de unos procesos complejos de entender para un ciudadano de a pie y así empezó a buscar la relación entre lo artístico y lo jurídico.

Luego apareció iTunes, lo primero que empezó a tener un efecto real en ventas. Pero iTunes también tenía un problema porque dependía de la descarga permanente de la música en los equipos. “Tenías tu memoria llena de canciones. Eso rápidamente fue cambiando al concepto de cloud computing, que es suscribirse a una plataforma que tiene todas las canciones y tener acceso a ella, que es lo que tenemos hoy con YouTube, Spotify y otras plataformas”.

Cuando aparecieron estas plataformas se inició una cátedra de Derecho en la Universidad de los Andes y ese fue uno de los primeros temas que se trataron: el cambio del modelo de la tienda de discos al acceso a contenido en la nube. “Eso sí cambió la lógica de cómo se le debe pagar a los artistas”. Como señala Jiménez, el artista reclama que, al tener su canción un millón de reproducciones se pregunta cuánto le hubieran pagado si hubiera vendido un millón de copias. “Se empiezan a hacer equivalencias que no necesariamente son tan equivalentes y eso implica un cambio total del modelo y de la industria en general”.

Sonar en la radio, salir en televisión y lograr una reseña escrita en un medio ahora es el 25 por ciento del plan. También es necesario mirar cuántos influenciadores van a reseñar el proyecto, quiénes son los periodistas digitales y cuáles son los blogs relacionados con el género y el nicho de mercado en que se está trabajando.

Otro tema del que también se habla mucho es por qué invertir tanto dinero en una grabación en un estudio para que la música suene bien cuando la gran mayoría de las personas la oyen por auriculares o parlantes de muy baja calidad, como el que trae un teléfono celular. “Oír música en los parlantes de los celulares o los parlantes portátiles a veces no le hace justicia a ciertas grabaciones. Pero también es cierto que para que suene bien ahí tiene que estar muy bien grabado, muy bien masterizado, si no va a sonar muy pasito. Es bueno que suene bien porque uno no solamente lo hace para esos dispositivos sino también para la gente que que tiene un mejor equipo para poder oírlo”. Otro de los grandes desafíos que han afrontado las casas disqueras son las grabaciones caseras. Durante muchos años la razón para que existiera una compañía discográfica era su capacidad técnica de grabar muy bien. “Los Beatles necesitaban una compañía discográfica que les diera los equipos, que eran carísimos en esa época, para poder hacer una grabación en cuatro canales razonablemente buena y así se vivió en los últimos casi 50 años de la segunda mitad del siglo XX. Entonces esas compañías se volvieron muy poderosas, muy grandes, pero hoy en día no hay esa barrera de entrada al mercado de la tecnológica. Cualquier persona puede grabar algo muy bueno en la casa y a un costo muy bajito. No solamente grabarlo sino además publicarlo en internet”. Este es otro reto muy grande para las compañías discográficas, ya que deben ser muy eficientes para seguir siendo los canales de distribución de mayor impacto en la audiencia. “La competencia ya no son las otras tres majors (grandes casas disqueras) sino que todo el mundo puede publicar. Es muy complejo pero al mismo tiempo es un desafío de negocio muy interesante lograr que una casa disquera sea puna plataforma atractiva para los artistas”.

Con respecto a los grandes medios de comunicación tradicionales piensa que aún hoy son herramientas de contenido de música bastante importantes, donde la curaduría está centralizada. Los medios masivos centralizan todo en un solo lugar y le hacen más fácil la tarea a quien promueve a un artista. En cambio, cuando sale a trabajar en el mercado de internet, la diversidad de canales de comunicación es muy grande: influenciadores y microinfluenciadores, las plataformas como Spotify o Apple. Jiménez señala que los grandes medios no tienen el mismo alcance de hace 20 años. “Ahora son una pata de un plan de trabajo de promoción, pero ya no es como antes, cuando bastaba ser número uno en la radio”. Sonar en la radio y salir en los shows más importantes de televisión y lograr una reseña escrita en un medio ahora es el 25 por ciento del plan porque también es necesario mirar cuántos influenciadores van a reseñar el proyecto, quiénes son los periodistas digitales y cuáles son los blogs relacionados con el género y el nicho de mercado en que se está trabajando.

Otro de los grandes desafíos que han afrontado las casas disqueras son las grabaciones caseras. Durante muchos años la razón para que existiera una compañía discográfica era su capacidad técnica de grabar muy bien.

Señala que aún hay tiendas donde se pueden vender vinilos, CD, incluso cassettes, que están reviviendo. “Por ejemplo el K-Pop coreano tiene un mercado físico gigante. El nuevo método para hacer que la gente vaya a la tienda a comprar un producto relacionado con música son libros de coffee table, con las fotos espectaculares del artista. Este es otro modelo”.

A pesar de estar tan involucrado en la parte legal y de promoción de artistas, Alejandro Jiménez no olvida su pasión por tocar música que lleva en su sangre desde niño músico. Hace unos pocos años era vocalista de un grupo en Colombia que se llamaba Las Pirañas Amazónicas. Siempre he estado muy metido dentro de la salsa a pesar de que lo que más me gusta es el rock. Estoy como  enganchado con el mundo de la salsa, así que yo creo que pronto voy a voy a tener orquesta aquí en Miami”.

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