El mapa musical de María Olga Piñeros-Lara
25 Febrero 2024

El mapa musical de María Olga Piñeros-Lara

María Olga Piñeros y Orlando Sandoval.

Con arreglos y producción musical de Orlando Sandoval, la cantante María Olga Piñeros lanzó su álbum ‘Un punto en el mapa’, una mezcla de música colombiana con jazz.

Por: Eduardo Arias

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Un punto en el mapa es el nuevo álbum de María Olga Piñeros-Lara, cantante, maestra y gestora cultural con un largo recorrido en la música. En este nuevo trabajo, en el que interpreta canciones de las distintas músicas colombianas con una base de jazz, contó con el apoyo de Orlando Sandoval, quien se encargó de los arreglos y producción musical. Un punto en el mapa es un viaje musical por Colombia en el que se escucha bambuco, cumbia, aguabajo, pasaje y calypso entre otros ritmos. A María Olga la acompañan el propio Sandoval, quien interpreta el piano, el contrabajista Kike Harker, y Germán Sandoval y César Pérez, baterías y percusión.
Como bien recuerda ella, este tipo de mezclas han estado presentes en la música colombiana desde hace más de 50 años. Mucho antes de que la palabra fusión apareciera en la música, agrupaciones de la esfera del rock como Malanga, La Columna de Fuego y Génesis habían trabajado ritmos colombianos. Kike Fernández lo hizo en los años 80 y a partir de los años 90 Antonio Arnedo trabajó música colombiana en formato de jazz. Para ella Un Punto en el mapa es un puente musical que quiere conectar el rico patrimonio cultural colombiano con el mundo entero.
Ese nombre tiene una explicación muy precisa y a la vez muy profunda. Para comenzar, la canción Más que un punto en el mapa, la única composición de María Olga del material que compone el álbum, es un abrebocas del próximo disco que quiere grabar con Orlando Sandoval, que será con composiciones propias de ella. Además el título se refiere a este preciso momento en su vida artística, profesional, musical y personal. Ella estuvo enferma el año pasado, sin voz casi un mes, y para Sandoval fue todo un trabajo convencerla de que sí podía hacerlo. Poco a poco se recuperó y llegó el momento de la grabación. “Por eso se llama Un punto en el mapa. Es un punto de quiebre para muchas cosas que me van a pasar en el futuro como cantante y compositora. Un punto en el mapa mental, artístico, espiritual y emocional de María Olga Piñeros”.
Más que un punto en el mapa, un calypso, también tiene su historia. Nació cuando ella estuvo casi un año en San Andrés y otro más en Providencia trabajando como asesora para el Plan Nacional de Música para la Convivencia. “Me enamoré de los raizales, de su cultura, de su comida, de sus dichos, de las iglesias, de los coros, de su manera de ser, de cómo piensan”.

María Olga
En ese momento había una disputa con Nicaragua por la soberanía de las islas y ella recuerda que en los noticieros decían que San Andrés y Providencia son un punto y ella pensaba que San Andrés y Providencia son mucho más que un punto en el mapa.
María Olga comenzó a trabajar música colombiana en formato de jazz desde hace 30 años. Grabó el disco Flor de mayo en 1994, cuyo productor y director artístico fue Antonio Arnedo. “Ese disco lo grabamos en Nueva York con Toño Arnedo en el saxo, Ben Monder en la guitarra eléctrica, Jairo Moreno en el contrabajo y Satoshi Takeishi en la batería, que eran los mismos músicos que acompañaban a Antonio en el cuarteto que él tenía”. Flor de mayo es un homenaje a compositores latinoamericanos. “Antes de que grabáramos ese disco yo ya había presentado esa especie de mezclas cuando tenía un grupo con Orlando y su hermano Germán que se llamaba Fonopsis. Hacíamos ya esas mezclas porque yo venía cantando música colombiana desde muy pequeña”.
En efecto, su primer instrumento fue el cuatro y su profesor fue el gran maestro Samuel Bedoya. Yo me profundicé durante mucho tiempo en la música llanera. Pasaba tres meses en el Casanare. Y por el lado de mi mamá, del Huila, yo cantaba rajaleñas, bambucos y esteros. Había música de esa en mi interior y en mis células, en mi cuerpo, en mi pensamiento”. Ella recuerda que su papá viajaba mucho y traía discos de rock, jazz y música latinoamericana. A su casa en el barrio de La Soledad iba mucha gente porque su papá había instalado un equipo de sonido Marantz inmenso y se sentaban a oír música. “Yo tenía un bagaje musical inmensamente rico. En mi casa se oía la música como si fuera el dial de un radio. Mi papá era fanático de Schubert pero inmediatamente ponía los Chalchaleros y luego sonaba Olga Guillot y luego las sinfonías de Nielsen que le fascinaban. Pero luego salían Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui y luego Miguel Ángel Martín y bailábamos música llanera”.
Además ella estuvo muy cerca de un programa que hubo en el Teatro Colón llamado Las noches de Colombia. “Allá participaban muchos grupos llaneros, del Valle de Tenza... En esa curaduría yo participé como estudiante. Yo, pegada, aprendiendo de los que sabían. En mi casa se hacían las tertulias por la noche después de los conciertos, entonces era la mezcla de las dos cosas”.
Algo muy importante en su carrera fue su paso por Fonopsis. El grupo se organizó en 1980 con los hermanos Sandoval. Luis Fernando en la flauta, Germán en la batería y Orlando. Ella había conocido a Orlando en el Conservatorio pero el grupo era más de la gallada del barrio. “Preparamos unas canciones y nos invitaron a un concierto de un amigo en Yopal. Me acuerdo que nos fuimos en un camión”. Como percusionista iba Marco Vinicio Sollaga, gran amigo de ellos, hijo de Totó la Momposina. A partir de esa experiencia que les salió muy bien oficializaron la creación del grupo. Ellos además armaban sesiones lariguísimas para oír música. Todo lo discutíamos y nos pasábamos lo que oíamos. Emerson Lake and Palmer Blood Sweat and Tears, Mahavishnu Orchestra, John Mc Laughlin, Pat Metheny, Chick Corea, Dave Valentine…”. Comenzaron a tocar en lugares nocturnos de la ciudad. En una de esas presentaciones brotó la semilla de mezclar jazz con músicas colombianas. Una noche en una de las tandas que debía interpretar el grupo uno de los músicos se enfermó. Entonces ella sacó su cuatro, cantó las canciones que conocía desde que era niña, y Orlando Sandoval la siguió en el piano con acordes de jazz. Ella recuerda que aquello fue tan exitoso que desde entonces decidieron meter siempre una tanda de música colombiana en cada una de sus presentaciones. Luego realizaron varios conciertos y giras por Colombia. Fue una época muy bonita y ahí me ennovié con Orlando. Entonces cuando me llamó hace un año y me dijo que nos debemos esta grabación. También nos debemos esa grabación de afecto por el cariño que hubo tan bello. Tuvimos una relación lindísima que era alimentada básicamente por la música y el descubrimiento que estábamos haciendo de la vida a través de la música”.


En 1982 se graduó del Cionservatorio de Música de la Universidad Nacional y dos años después viajó a Nueva York a estudiar música y canto lírico en la escuela de Julliard. Pero por las noches salía a cantar música popular para poder sostenerse. Formó varios grupos que cantaban música de toda Latinoamérica en las fiesta de Argentina, en la fiesta de Bolivia, de Chile, del Perú, de Cuba de Puerto Rico. Firmó con World Music Institute, una gran compañía y con ellos realizó muchísimas giras. El primer grupo en el que se llamaba Aires Colombianos y el segundo se denominó Colombia en la voz de María Olga. Se presentó a una convocatoria para participar en un concierto en el Central Park y la seleccionaron. El día anterior se había presentado Sting, lo que da una idea de la importancia de esas jornadas en el parque.
Sin embargo, para poder aceptar tuvo que hacer toda clase de maromas para conseguir los 20.000 dólares que debía pagar por el seguro. “Fui a la Federación de Cafeteros, a Bavaria, donde toda la gente colombiana de Queens y del sur de Manhattan que tenía panaderías, restaurantes, mensajerías, lavanderías. El consulado me ayudó mucho para conseguir la plata hacer ese concierto. Hicimos un gran concierto en el Merkin Concert Hall y a los cuatro días nos presentamos en Central Park. Para ese concierto yo invité a Héctor Martiñón en el piano, Satoshi Takeshi en la batería, de nuevo Ben Monder en la guitarra, Jairo Moreno en el bajo, Toño Arnedo en los saxos. Me traje unos percusionistas, William León y Luis Pacheco, y William León, al lado de un grupo llanero y uno vallenato”.
La idea era darle a la gente una mirada de lo que era Colombia. Interpretaron desde calipso de San Andrés y Providencia hasta música de la Amazonía. Pasaron por todas las regiones contando un poco la historia y entretejiendo la cultura colombiana a través de la música, pero con ese toque moderno del jazz. María Olga Piñeros se sumergió en los distintos repertorios de la música colombiana para encontrar los rasgos característicos del idioma de cada uno de ellos y tratar de ser lo más fiel posible desde su voz educada para el canto lírico.


Casi 30 años después Orlando le propuso grabar este disco de música colombiana con trío de jazz y su voz. “Me llamó y me convenció. Yo me enamoré de la idea y empezamos a escoger el repertorio”. María Olga señala que esa música no necesita de ningún ropaje, que es valiosa por sí misma. “Yo lo que le pido a la gente que nos escucha es que sean capaces de romper paradigmas y abrir sus corazones y sus mentes para escuchar esto que queremos darles de una manera creativa. Pero no porque la mejoremos. Esa música de por sí tiene todo el valor del mundo”.

Portada
Con Orlando Sandoval escogieron las nueve canciones que componen el álbum. La primera, La paloma. es un agua bajo bunde que ella aprendió en un taller de unos muchachos chocoanos que fueron a Quito. En algún momento había que cantar unas canciones y ellos cantaron esto. La maestra que dictaba ese taller le compartió La paloma. “Yo me enamoré de esa canción. La he usado muchísimo en otros talleres, la uso para abrir el trabajo comunitario. Cuando yo se la mostré a Orlando él también se encantó por ese dejo que tiene, por ese canto responsarial colectivo que tiene. Orlando le hizo una versión absolutamente hermosa”.
Luego viene El nogal, de Héctor ‘el Chinche’ Ulloa, muy conocido como actor pero no tanto como compositor y como cantante de música colombiana. “Yo me enamoré porque también es una denuncia a a lo que estamos haciendo con nuestro planeta, estamos talando los árboles y ese es un daño casi irreparable”. Después sigue Noches de Cartagena, una canción que se ha grabado muchas veces. “Yo tenía miedo de proponerla precisamente por eso, pero Orlando me dijo que buscáramos la versión que nosotros queremos hacer”. Encontraron un sonido que evocara las noches de Cartagena, con la brisa y el sonido del mar, “que es tan tan tan romántico pero también a veces tan nostálgico... Él hizo un arreglo muy bonito y quisimos cantarla susurrada y poco a poco meter la voz más plena para para llegar a un momento de éxtasis”.
No podía faltar una cumbia y escogieron Lamento de cumbia, de Edmundo Arias. “Las cumbias tienden a tener muy poca letra. Yo le dije a Orlando que quería ponerle letra”. Él estuvo de acuerdo y le escribieron un texto a los coros que en la versión originales son instrumentales. Las tonadas y coplas de trabajo de los Llanos Orientales también debían ser parte del disco por haber sido tan importantes en el gusto musical de María Olga desde que era una niña. "Yo hice una recopilación de copias que recordaba de hace mucho tiempo. De unas que me había cantado mi papá, de otras que le había oído a artistas diversos en Casanare. No quise volver a escuchar nada de lo que yo sabía ni de lo que había oído para dejarme inspirar en esas melodías que yo sabía que tenía por dentro porque podría haber algo nuevo que saliera de mí, casi como coautora de melodías dentro del mismo marco ambiental sonoro que tienen esas esas músicas. Orlando le puso alas a esas tonadas y coplas de trabajo para para arroparlas de una manera muy misteriosa muy mágica”.
A continuación aparece Sierra de la Macarena, de Arnulfo Briceño, un pasaje dedicado a esa montaña que, como ella señala, “está pues sufriendo unos embates de destrozo tremendos y él no la puede describir mejor. Su letra es absolutamente fascinante”. A esa gema Orlando Sandoval le hizo varios cambios en sus arreglos. María Olga le comentó a Emmanuel Briceño, hijo del compositor y de quien ella es muy amiga, que pensaba grabar Sierra de la Macarena con esos cambios y que quería mostrársela. Él le manifestó, luego de escucharla, dijo que sí tenía muchos cambios pero que le había gustado. Después viene Abril en Barranquilla, de Eduardo Cabas, un bolero que interpretaron a manera de balada. María Olga se la envió al compositor quien, además de agradecerle por interpretar su música, le dijo que había sentido la brisa currambera refrescándole el alma.
La siguiente canción es Anhelos, un paseo vallenato. “A pesar de que Osvaldo Ayala es un compositor panameño, yo se la mostré a Orlando. Yo me acuerdo bailando eso en todas las fiestas de 15 años, por todas partes en la radio. Una canción inmensamente popular que sonaba muchísimo y y se volvió como nuestra. A Osvaldo le encantó la versión colombiana de Alfredo Gutiérrez y todos creemos que ahí hay algo de Colombia”. Y por último está Más que un punto en el mapa.
El siguiente paso es presentar estas canciones en vivo. “Vamos a tratar de hacer un concierto si todas las cosas se dan porque estos proyectos independientes son muy difíciles. Todo cuesta dinero y uno tiene que trabajar como una hormiguita, muy juiciosamente, sin perder el rumbo para lograr lo que quiere, que es compartir esto con muchísima gente”. Ella espera que el lanzamiento en vivo del álbum sea el 20 de abril. Aunque ahora sólo está disponible en plataformas ellos quieren prensarlo. “Para personas como Orlando o yo el disco en físico sigue siendo un objeto de arte. Nos gusta tener, tocar ,abrir y sacar el folleto, leer ver la información y ver los créditos de los músicos. Vamos a hacer un tiraje solamente de 500 discos. Entonces aquellos coleccionistas que nos sigue gustando tener el CD tendremos la posibilidad de conseguir el disco en físico”.
Pero acá no termina la historia. Ella espera que en Estados Unidos pronto se publiquen algunas obras suyas en un libro sobre mujeres compositoras de obras corales que publica una casa editorial de Estados Unidos. También envió tres obras de un tríptico de nanas para unos conciertos en España de compositores latinoamericanos. María Olga Piñeros, la hormiguita que no para de trabajar hasta lograr lo que se propone, siempre parece dispuesta a mirar hacia adelante.

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